Décimo Tercer Mes: Fin del tercer viaje – Defensa ante los romanos

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Décimo Tercer Mes

Fin del tercer viaje – Defensa ante los romanos

Enterado de los problemas que enfrentaba la iglesia en Corinto, Pablo envió a Tito para saber cómo les iba a los corintios. Pablo tenía esperanza de encontrarse con Tito en el puerto de Troas, y al no haber sido posible, se llenó de más preocupación (2 Corintios 2:2). Todo esto lo motivó a realizar su viaje hacia Macedonia, lo antes posible (2 Corintios 12, 13). Y cuando Tito le trajo noticias positivas de Corinto, entonces Pablo gozoso escribió: “Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito; y no sólo con su venida, sino también con la consolación con que él había sido consolado en cuanto a vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestra solicitud por mí, de manera que me regocijé aún más” (2 Corintios 7:6-7).

Esto forma parte de su segunda carta a los corintios, en alguna parte de Macedonia. La carta es una serie de mensajes acerca de la gloria del ministerio del nuevo pacto, la realidad de la vida espiritual de la fe en Cristo, la reconciliación y la santificación. Pablo defiende su apostolado y justifica su autoridad. Así termina con una de las bendiciones apostólicas del Nuevo Testamento (2 Corintios 13:11-14).

Entonces Pablo escribió su magistral epístola a los romanos desde Corinto, antes de regresar al oriente (58 d.C.). Su carta a los romanos considera los siguientes aspectos:

1. Pablo se identifica como “siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios” (Romanos 1:1).

2. Da gracias a Dios por la conversión de los romanos.

3. Manifiesta su deseo de ir pronto a ellos (Romanos 1:8-15).

4. La primera parte de su carta es un tratado doctrinal que plantea el estado moral y espiritual (Romanos 1:18-3:20). La justificación es por fe y la santificación a través del Espíritu Santo. Luego viene la guía de la práctica cristiana: amor a Dios y a los hermanos. Muestra la sumisión a toda autoridad.

También promete ir a Roma y pasar hasta España (Romanos 15:28-29). Además, pide oraciones por él. La carta fue enviada con Febe, diaconisa de Cencrea, porque Aquila y Priscila se encontraban en Roma (Ro 16:3-4). Lucas dice que Pablo salió acompañado de siete varones, viajando por mar a Filipos donde pasaron “los días de panes sin levadura” (Hechos 20:6). Esto nos muestra que Pablo guardaba las Fiestas Santas. Luego todos se reunieron en Troas. Allí Pablo tuvo una larga reunión de despedida en sábado, que se prolongó hasta las primeras horas del primer día de la semana. Ahí un joven llamado Eutico se durmió y cayó desde el tercer piso muerto, pero Pablo oró por él y vivió (Hechos 20:7-11). Este milagro produjo gran regocijo a los hermanos de Troas. El apóstol envió a sus acompañantes por mar hasta Asón, Pablo se dirigió a pie a ese lugar. Luego se embarcaron todos hasta Mitilene y llegaron al puerto de Mileto, 48 kilómetros al sur de Éfeso.

Pablo no entró en Éfeso porque quería estar el día de Pentecostés en Jerusalén, si fuese posible. Esto es otra prueba más de que Pablo guardaba las Fiestas Santas. Pablo hizo venir a los cristianos de las congregaciones de Éfeso y alrededores y les dio un discurso de despedida. Ahí les anticipó sus prisiones y tribulaciones y les dijo que no verían más su rostro. Los hizo responsables de la obra y los encomendó a Dios (Hechos 20:17-35), diciendo “más bienaventurado es dar que recibir” y así se separó de ellos.

Desde Mileto navegaron a Pátara. Y en un barco comercial navegaron al puerto de Tiro en Fenicia. Y mientras el barco descargaba su mercadería, se quedaron en Tiro con los hermanos de allá por una semana. Su despedida fue muy sentimental y calurosa como ocurrió en Mileto con los hermanos de Éfeso. Luego pasaron a Tolemaida donde concluyó el viaje por barco. Estuvieron un día con los hermanos de allí (Hechos 21:4-7).

Estando en Cesárea, vino el profeta Agabo advirtiendo a Pablo el peligro que le esperaba en Jerusalén, pero él persistió en ir a Jerusalén. (Hechos 21:12-16). Y llegando a Jerusalén al final del tercer viaje, reunió a la congregación y les contó todo lo que Dios había hecho en su ministerio de los gentiles (Hechos 21:19). Pero, por temor de los judíos, los apóstoles le pidieron que se purificara con cuatro hombres en el templo, para mostrar que él seguía cumpliendo la ley (Hechos 21:20-24). Entonces hubo gran alboroto porque los judíos pensaron que Pablo ingresó al templo con gentiles, lo cual era contrario a las leyes judaicas. Se apoderaron de él y lo sacaron al arrastre del templo (Hechos 21:28-30). Entones el tribuno Claudio Lisias y soldados romanos fueron a auxiliarlo y fue arrestado y empezaron los interrogatorios (Hechos 21:29-32).

La defensa de Pablo fue un testimonio de su conversión, llamamiento y entrega al ministerio al cual lo llamó Jesús. Luego se identificó como fariseo creyente en la resurrección y eso causó otro alboroto en la asamblea. El tribuno lo envió a la fortaleza de la torre Antonia, donde el Señor le habló animándolo que fuese a Roma (Hechos 23:10-11). Cuarenta judíos juraron bajo maldición dar muerte a Pablo, valiéndose de un engaño, pero un sobrino del apóstol le hizo saber a Pablo y al tribuno Lisias y frustraron el complot (Hechos 23:12-22). Luego el tribuno trasladó a Pablo a Cesárea, donde Antonio Félix era el gobernador.

Los tres capítulos siguientes (24 al 26) registran parte de los tres discursos que Pablo presentó en defensa propia en Cesárea, ante el gobernador Antonio Félix, quién lo tuvo preso dos años. Después estuvo ante el gobernador Porcio Festo y finalmente ante los reyes judíos Agripa y Berenice. Él se defendió de ellos por medio de sus testimonios (Hechos 25:13-27; 26:1-32).

 

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