Sexto Mes
Pablo se prepara para la obra
Los primeros 31 versículos que emplea Lucas en Hechos 9 describen la conversión de Saulo en el año 35 d.C., así como las primeras actividades de este nuevo discípulo durante los siguientes tres años. Después de haber recobrado fuerzas, empezó a hablarles a los judíos en las sinagogas (Hechos 9:20). Pronto Pablo se retiró a Arabia. Él dijo: “no me apresuré a consultar con carne y sangre. Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia y volví de nuevo a Damasco” (Gálatas 1:16,17). Su solitaria peregrinación podía brindarle mayores oportunidades de acercamiento a Dios, antes de iniciar la enseñanza y propagación de una fe renovada. También es muy posible que Pablo fuera instruido por Jesús en el desierto de Arabia, recibiendo el evangelio que debía llevar a los gentiles.
La comunidad cristiana de Damasco debe de haber notado cierto cambio en Saulo después de su ausencia. Porque al regreso de Arabia, Pablo empezó a poner en práctica el ministerio al cual fue llamado por Jesús. Lucas nos muestra los resultados de dicha labor: "Y todos los que lo oían estaban atónitos, y decían: ¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes? Pero Saulo se enardecía mucho más y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo” (Hechos 9:2, 22).
Tener atónitos o asombrados a todos los que lo oían hablar acerca de Jesucristo es una prueba de que el Espíritu Santo había obrado en él para reinterpretar las Escrituras que antes entendía de otra manera. Su teología exaltaba la divinidad de Jesucristo. Un cambio radical y profundo tuvo que haber sido hecho en él. Esta transformación intelectual y conceptual era necesaria en vista de la inquebrantable postura judía de un monoteísmo unipersonal. Pablo declaró a Jesús como ser divino lo cual echaba por tierra la afirmación judaica de que Jesús no tenía derecho a reclamar la misma divinidad del Padre. Los demás apóstoles necesitaron mucho tiempo para reconocer a Jesús como el eterno Hijo de Dios, mientras que a Pablo le bastaron la visión transformadora de Damasco y las revelaciones que recibió de Dios para reconocer la deidad de Jesucristo. Por eso, enfurecidos por la firme convicción que mostraba Pablo, los judíos decidieron matarlo (Hechos 9:23).
De esa manera el ex-enemigo y experseguidor despiadado de los cristianos se estaba enfrentando con el mismo tipo de peligro que él había suscitado contra los discípulos de Jesús tres años atrás. Sabiendo que las puertas de la ciudad estaban bajo vigilancia de los judíos, y temiendo que empezara una cacería humana contra Pablo, los hermanos buscaron una solución posible. Una de las familias cristianas que vivía al lado del muro de la ciudad, pensó hacer uso de un detalle para salvarle la vida. “Entonces los discípulos, tomándolo de noche, lo bajaron por el muro, descolgándolo en una canasta” (Hechos 9:25). Jesús lo había transformado en un instrumento útil en la labor evangelizadora. Ahora el mal que antes infligió a otros lo amenazaba a él, por lo que tuvo que interrumpir su misión en Damasco.
Por el momento, decidió caminar a la ciudad de Jerusalén, de la cual había salido tres años atrás, en otras condiciones y con otras creencias. Hechos 9:26-27 relata: “Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuera discípulo. Entonces Bernabé, tomándolo, lo trajo a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. Los creyentes de Jerusalén tenían mucha razón de desconfiar de Saulo. Todo lo que sabían de él era que perseguía a la iglesia con toda crueldad; ya que tres años atrás había salido de Jerusalén para cumplir la misión que le asignaron los del Sanedrín para atacar a los hermanos de Damasco. Nadie habló de su conversión ni de su valiente predicación del evangelio en el norte.
En Jerusalén solo estaban Pedro y Santiago, el hermano del Señor, pastor de la iglesia. No sabemos cómo se conocieron Saulo y Bernabé. Lo cierto es que los apóstoles le creyeron a Bernabé y confiaron en Saulo como un nuevo predicador. Pablo describe ese encuentro en Gálatas 1:18-20 “Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor. En esto que os escribo, os aseguro delante de Dios que no miento”.
Dos cosas quedaron claras:
1. El mensaje que anunciaba le había sido revelado directamente por Jesús.
2. Que el apostolado de los gentiles no estaba subordinado a las obras de la ley que los judíos se esforzaban por imponer (Gálatas 2:14, 16).