Conclusión de la misión del Apóstol
Parece que Pablo fue puesto en libertad y luego envió a Timoteo a los filipenses, a quien escribió su primera carta entre los años 64-66 d.C., desde Filipos. El apóstol lo instruye en cuanto a los problemas doctrinales, con instrucciones para el éxito de la vida cristiana (1 Timoteo 6:3-21).
Después de hacer un acertado nombramiento en Éfeso en la persona de Timoteo, Pablo realizó una visita a Filipos. Entonces Pablo hizo un breve viaje muy provechoso a la isla de Creta, en compañía de Tito. Este discípulo, de origen griego, también estuvo en compañía de él y Bernabé en Jerusalén al final del primer viaje misionero (Gálatas 2:3). También fue portador de algunas cartas del apóstol (2 Corintios 7:6-13), y lo representó dignamente en Corinto (2 Corintios 8:6; 12:18).
Debido a la confianza que tenía con Tito, este fue nombrado supervisor de la iglesia en Creta, a fin de corregir algunos errores y establecer normas para la vida cristiana en esas congregaciones (Tito 1:5). Después de dejar a Tito en Creta, para que nombrara pastores y enseñara a las iglesias la manera de comportarse, salió rumbo a Grecia y probablemente a Corinto. Fue en esta ciudad del sur de Grecia donde se cree que escribió su carta pastoral a Tito con el propósito de brindarle apoyo mediante instrucciones adicionales para la difícil tarea que le había asignado. El año en que Pablo escribió su carta a Tito fue aproximadamente el 65 d.C. Entre las principales amonestaciones se distinguen las siguientes: Los ancianos debían ser irreprensibles (Tito 1:5-9). Los cretenses debían ser reprendidos (Tito 1:10-16). Tito debía ejercer autoridad sobre los mayores, sobre los jóvenes y los siervos (Tito 2:1-15).
Dándole esperanza, Pablo le aseguró a Tito que existe una fuerza capaz de regenerar al hombre, la cual era la gracia de Dios en Cristo, a través del Espíritu Santo (Tito 3:1:11). Pablo le da una instrucción especial de subir a Nicópolis, tan pronto llegue su remplazo, ya sea Artemas o Tíquico, para encontrarse con él en ese lugar. (Tito 3:12). Quizás los planes de Pablo era el de pasar el invierno en esa ciudad del sudoeste de Macedonia. Tal vez después Pablo haya realizado su proyectado viaje a España, quizás en compañía de Tito alrededor del año 66 d.C., aunque no existe seguridad de que realmente lo haya realizado, pero si lo hizo los resultados también tuvieron que haber sido positivos.
Podemos entender que esta etapa final de su vida sirvió para afirmar las iglesias de Macedonia, Asia Menor y otras regiones, porque en este periodo fue establecido el ministerio en Creta, en Nicópolis y en otros lugares no mencionados en las epístolas.
Se cree que su segundo arresto fue realizado por las autoridades romanas, a diferencia de los ataques perpetrados contra él de parte de los judíos, porque para entonces, las autoridades romanas se encontraban empeñadas en perseguir a la iglesia de Dios. Y esa persecución habría de continuar hasta mucho después de la muerte del apóstol.
Esta vez Pablo fue arrestado en Troas, mientras se encontraba realizando actividades evangelísticas. Esto se puede deducir por la forma repentina en que tuvo que abandonar dicha ciudad, dejando sus pertenencias personales, tal como se lo hizo saber a Timoteo cuando escribió: “Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos” (2 Timoteo 4:13).
De Troas fue llevado otra vez a prisión en Roma, bajo el brutal gobierno del césar Nerón, esta segunda vez en condiciones mucho más lamentables que la anterior. Estando muy cerca de su ejecución, Pablo escribió su segunda epístola a Timoteo. Esta fue la última carta pastoral escrita por el infatigable apóstol de los gentiles. En ella hizo mención de algunos temas de vital importancia para Timoteo y por extensión para la Iglesia de Dios. Pablo da testimonio de Jesucristo y le exhorta a ser un buen soldado de Cristo y un obrero aprobado (2 Timoteo 2:1-26). Le orienta en cuanto al recrudecimiento espiritual que se acercaba (2 Timoteo 3:1-17). Le muestra la urgencia de predicar la Palabra, instar a tiempo y fuera de tiempo y cumplir su ministerio pastoral y le anuncia la proximidad de su partida. Dice: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:1-8). Le pide que venga pronto a verlo porque algunos lo abandonaron y Demas que fue un fiel compañero se volvió al mundo. El único que lo cuidaba era el “médico amado” Lucas, pero ansiaba la presencia de Juan Marcos y Timoteo a fin de brindarles aliento y ayuda pastoral (2 Timoteo 4:9-18).
Finalmente se despide con saludos para sus amigos que se encontraban en Éfeso y vuelve a pedirle a Timoteo que venga a Roma lo antes posible (2 Timoteo 4:19-22). Pablo fue decapitado por el césar Nerón durante el año 68 d.C. Así concluye el testimonio de la vida de un campeón de la fe, Pablo, uno de los siervos más notables en el ministerio de la predicación del evangelio del Reino. Su vida, ministerio y pensamiento son una fuente de inspiración para todos nosotros. El mismo apóstol Pedro reconoció con respeto y aprecio la profundidad de las revelaciones que Dios le había dado a Pablo, el más pequeño de los apóstoles de Cristo.