Quinto Mes
Pablo acepta su llamamiento
La inmensa tarea de la evangelización de los gentiles tenía que ser encomendada a un líder versátil, multicultural, multilingüe, sabio en las escrituras; altamente educado, aguerrido y de convicción profunda. Él sabe escoger a los que han de servir en su viña, por eso pensamos que no pudo seleccionar a un candidato mejor que Saulo de Tarso. Por tal razón, después del encuentro transformador que este hombre tuvo, Jesús le dio las siguientes instrucciones a un predicador de Damasco: "Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre" (Hechos 9:15-16).
Minutos antes, y sin un choque tan estremecedor como el que le tocó vivir en las afueras de la ciudad de Damasco, este arrogante fariseo no se hubiera humillado ante nadie. Mucho menos lo hubiera hecho ante la mansa y humilde personalidad de Jesucristo de Nazaret, quién andaba por las provincias de Israel y sus alrededores, sanando enfermos y haciendo bien a todos. En su equivocado odio contra los discípulos del Nazareno, Saulo no se hubiera doblegado para preguntarle a nadie: "Señor, ¿qué quieres que haga?" Es más, si alguien le hubiera anticipado que por allí lo iba a rodear una luz del cielo, y que una voz anónima y desconocida le iba a preguntar por qué lo perseguía, el furibundo líder farisaico se las habría arreglado para altercar acaloradamente y luchar hasta su muerte con Jesús.
Pero el Señor siempre sabe cómo llegar a los que él busca que se sometan a su imponente señorío: de tal manera que el insolente adversario de Cristo confesó: "Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 22:6-7).
Haber sorprendido al fariseo y someterlo bajo la autoridad suprema de Jesucristo, fueron dos elementos que hicieron un efecto inmediato en él, como una prueba y muestra de fe, un sometimiento personal a la voluntad de Jesús. Temblando y temeroso, preguntó; Señor, ¿qué quieres que yo haga?" (Hechos 9:6). Ahí Pablo estaba dando a entender tres cosas: de suma importancia:
1. Pablo demostró haber quedado totalmente desorientado, sin saber qué hacer.
2. Reconoció a Jesús como "Su Señor," lo cual minutos antes no lo hubiera hecho por nada de este mundo.
3. Dio a entender que estaba absolutamente dispuesto a hacer todo lo que su nuevo Señor le indicara.
Es algo muy parecido con lo que ocurrió con Moisés cuando Dios le hablo desde la zarza ardiente y Moisés respondió: “Heme aquí”. Es como si también hubiese dicho, “¿Señor qué quieres que yo haga?” Es decir que cuando Dios llama a una persona para un propósito santo, debe responder con la misma intención, poniéndose íntegramente al servicio de Cristo. Eso mismo ocurre con cada uno de los miembros de la Iglesia, porque si uno no está dispuesto a hacer su voluntad, simplemente abandona el camino estrecho, debido a que desconoce las consecuencias que traerá su desobediencia. Por tanto, para ser hijo de Dios, uno tiene que renunciar a todo lo que se oponga a la voluntad de nuestro Padre.
Después de su transformador encuentro con Jesús, Saulo fue llevado a la casa de uno llamado Judas que vivía en la calle llamada "Derecha", tal como el Señor le había ordenado. Porque Jesús había comisionado a un líder cristiano llamado Ananías para que fuera a orar por el recién convertido, para que recibiera la vista y fuera lleno del Espíritu Santo. Inicialmente Ananías no estuvo dispuesto ir a ministrar a uno que tenía la fama de ser un furioso perseguidor de cristianos. Sin embargo, Jesús le dio valor y le aseguró que el adversario de los creyentes había sido transformado y esperaba que él llegara precisamente a ser un instrumento para su preparación. Al llegar al lugar en que Saulo se encontraba, Ananías le impuso las manos y oró por él para que recibiera la vista y fuera bautizado en el Espíritu Santo.
De esa manera, el Señor nos enseña que siempre hará uso de instrumentos humanos en el ministerio de sus discípulos. Además, este caso confirma los pasos que se dan siempre que Dios designa a alguien para su servicio, es decir que lo salva, lo llama, lo santifica, lo llena del Espíritu Santo y luego le encarga la obra que debe realizar. A veces no entendemos lo que Dios hace, pero, aun así, debemos obedecer en todo lo que él quiere que hagamos. Solo así podremos llegar a la meta final que Dios nos promete en su Santo Reino.