Tercer Mes: La preparación de Saulo

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Tercer Mes

La preparación de Saulo

Saulo estaba seguro de que el cabecilla de la nueva fe conocida como "el Camino", Jesús, llamado el Cristo y Jesús de Nazaret, había sido crucificado y muerto en Jerusalén. Lo que se negó a creer, igual que sus colegas fariseos y casi todos los judíos, era que aquel Jesús había resucitado. Como todos los incrédulos y los que niegan la fe en Cristo, lo más seguro es que Saulo creyera las mentiras que inventaron los judíos, para negar la gloriosa resurrección de Cristo. "Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos" (Mateo 28:12-13).

Esta mentira debe haber entretenido a muchos, incluyendo a Saulo, en cuanto a que Jesús nunca resucitó de entre los muertos. El hecho de no creer en la resurrección de Jesús lo dejaba desprovisto de fe y ajeno a la salvación. Precisamente ese maravilloso acontecimiento fue lo que indujo a otros a aceptar la divinidad de Jesús, como sucedió con los hermanos del Maestro.

Es posible que Saulo no se haya comunicado con Nicodemo, porque seguramente él estaba enterado de que el cuerpo de Jesús no permaneció en la tumba. Sin duda, Nicodemo y otros fariseos se percataron de que Jesús resucitó y fue visto por varios discípulos. Lo que Saulo jamás imaginó fue que, tal como Jesús lo había prometido a los suyos, y los profetas lo habían predicho, Jesucristo se levantó victorioso de la tumba y se manifestó a los creyentes durante cuarenta días; después de lo cual ascendió al cielo para estar a la diestra del Padre. Tampoco Saulo imaginaba que la encarnizada y fratricida persecución que estaba liderando, no era solamente contra los creyentes en Cristo. Ignoraba que una lucha desigual del hombre arrogante y testarudo atentaba en contra del mismo Hijo de Dios. Él tampoco sabía que aquel que consideraba muerto pronto le iba a aparecer como un amigo vivo.

Lo que Saulo y todos los judíos hacían al perseguir, maltratar, encarcelar y hasta matar a los cristianos, era una lucha inútil tratando de destruir la obra del evangelio. El hecho de decir: "Dar coces contra el aguijón" se trataba de un dicho proverbial de aquella época, lo cual daba a entender que el que lo hacía estaba perdiendo su tiempo inútilmente. La versión RVR60 de Hechos 9:5 considera el mismo refrán y también aparece en muchas otras versiones. La NVI la traduce como "¿qué sacas con darte cabezazos contra la pared?" Un dicho muy parecido es "estás nadando contra la corriente".

Tal como ya vimos que señaló el sabio Gamaliel en el concilio en Jerusalén a favor de los apóstoles: "Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; más si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios" (Hechos 5:38, 39). En ese preciso momento, el Sanedrín estuvo de acuerdo con él, pero más tarde reanudaron la campaña maligna de la persecución, ante la insistencia de Saulo de Tarso. Lo que no quieren reconocer es que Jesús dijo: "las puertas del infierno no prevalecerán contra la iglesia” (Mateo 16:18).

Una importante pregunta que viene al caso es: ¿Cómo pudo Jesús tomar en cuenta a Saulo de Tarso y convertirlo en el más fiel de sus apóstoles? Sabiendo lo que este perseguidor de cristianos fue capaz de hacer contra la iglesia, cualquiera podría pensar que no existía ni la menor esperanza de que hubiera un cambio en él. A juzgar por los primeros treinta o cuarenta años de su vida lo menos que uno puede pensar es que Saulo era uno de esos seres humanos de los cuales solo se puede esperar lo peor, como si hubiera sido una vida marcada por el "destino" por ser un caso irremediable, un condenado para toda la vida y para la eternidad.

Sin embargo, allí donde el ser humano solo ve lo negativo, Dios en su infinita sabiduría e inconmensurable amor, pudo transformarlo haciéndolo excepcionalmente útil. Algo parecido ocurrió con muchos de nosotros, cuando Dios nos llamó, porque también pensábamos que la religión que practicábamos por tradición familiar era la verdadera y única. Si bien es cierto que no fuimos perseguidores, pero nos negábamos a aceptar que para Dios nada es imposible y que él anda buscando pescadores de hombres.

 

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