#281 - Hechos 19-20: "Final del tercer viaje de Pablo; Diana; arresto en Jerusalén"

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#281 - Hechos 19-20

"Final del tercer viaje de Pablo; Diana; arresto en Jerusalén"

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La Biblia relata: “Cuando oyeron estas cosas [en contra de la imagen de la diosa Diana] se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios! Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo. Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron” (Hch 19:29-30).

El culto a Diana aportaba grandes dividendos a Éfeso, un puerto que se estaba llenando de cieno y perdiendo el comercio. Hoy día el cieno ha llegado a tal punto que el antiguo puerto de Éfeso se encuentra ¡a 10 kilómetros del mar! Por eso, la población dependía más y más del famoso templo de Diana para subsistir. El templo de Diana servía de banco donde depositaban los tesoros de los ricos y de las ciudades, pues saquear un templo era considerado el sacrilegio más grande y se creía que los dioses se vengarían de los ladrones. Además, el templo de Diana era el centro de la superstición pagana que promovía los famosos “escritos efesios” que supuestamente “garantizaban” el regreso sano y salvo de un viaje, la sanidad de mujeres estériles y “aseguraba” el éxito en el amor y en los negocios. Venían de todas partes del mundo para comprar estos pergaminos “mágicos”, tal como personas confían hoy día en los escapularios, imágenes y cruces. Se han hallado muchas estatuas hechas de Diana y varias del templo por toda Europa. Comenta Robertson: “Se han encontrado templos de Diana en España y Francia”. 

Dice El Diccionario Bíblico Arqueológico: “En 1869, el arqueólogo John Wood halló los restos del templo de Diana o Artemisa, que era una deidad de la fertilidad considerablemente orientalizada. Su estatua era una figura con muchos pechos… Durante el Artemisón (marzo-abril) un mes dedicado a la adoración de la diosa, los devotos venían desde muchas provincias a participar en las festividades religiosas” (p. 232). 

Ralph Woodrow añade: “En Éfeso, desde tiempos primitivos, la diosa-madre era llamada Diana (Hechos 19). En dicha ciudad los paganos la veneraban como la diosa de la virginidad y la maternidad. Se decía que ella representaba los poderes generadores de la naturaleza, por lo cual se la representaba con muchos senos. Una torre de Babel adornaba su cabeza [muestra el origen del sistema]. Cuando se tienen creencias durante siglos, por lo general no es fácil abandonarlas. De modo que cuando llegó la apostasía, los líderes de la iglesia de Éfeso razonaron que si permitían a los paganos continuar su adoración a la diosa-madre, los podrían atraer a la ‘iglesia’. Así, entonces, en Éfeso se incorporó el culto a la diosa pagana y se mezcló con el cristianismo. Se sustituyó el nombre de Diana por el de María y los paganos continuaron orando a la diosa-madre. Conservaron sus ídolos con la imagen de ella y la iglesia profesante permitió que los adorasen junto con Cristo. Pero no es mezclando de esta forma el cristianismo con el paganismo el camino de Dios para ganar adeptos… Finalmente, cuando el culto a María se hizo una doctrina oficial de la Iglesia Católica, en el año 431 d.C., fue precisamente en el Concilio de Éfeso, la ciudad de la diosa pagana Diana. Es obvio la influencia pagana que indujo al Concilio a tomar esta decisión” (Babilionia, Misterio Religioso, pp. 25-26).

El historiador Sir James George Frazer agrega: “La fiesta de la Asunción de la Virgen en agosto desalojó a la fiesta de Diana” (La Rama Dorada, p. 417). La historiadora Marina Warner concuerda: “Diana, la cazadora virgen, diosa de la luna, que imponía un voto de celibato en sus ninfas… fue tomada por el cristianismo que le añadió virtudes femeninas cristianas como la modestia a su personalidad. Diana estaba asociada con la luna, y la Virgen María fue identificada con la luna y la influencia de las estrellas, al igual que con las fuerzas de la fertilidad y la procreación… Puede haber entonces, una cadena de la descendencia desde Diana hasta la Virgen María, pues una tradición dice que María fue elevada al cielo desde Éfeso” (Alone of All Her Sex, pp. 47, 280).

Pablo se encuentra en medio de ese fervor por la “madre diosa” pero no se deja amedrentar. “También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro. Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido [muy típico de las turbas]” (Hch 10:31-32). 

Pablo se había ganado el respeto de las autoridades de Éfeso, pues, tal como el procónsul Galio lo había hecho, consideraban que la fe cristiana era sólo una rama de judaísmo, una religión legal en el Imperio Romana y que estaba exenta de brindarle homenaje a los ídolos. 

Fue hallado el inmenso teatro de Éfeso en 1870

Respecto al teatro de Éfeso, El Diccionario Bíblico Arqueológico explica: “Las ruinas del teatro de Éfeso fueron halladas en el siglo pasado… John Wood, mientras buscaba el templo de Diana, despejó el teatro de Éfeso, específicamente conectado con el ministerio de Pablo (Hch 19:31). Tenía una capacidad para unos 25,000 espectadores” (pp. 232-233).

Volviendo al relato, los judíos, mientras tanto, se habían asustado al ver la turba tan enfurecida y que podían perseguirlos a ellos igual que a los cristianos, e instaron a Alejandro, uno de sus líderes, a defenderlos.

“Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo. Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!” Explica el Comentario Expositor: “Para la turba pagana, los judíos eran tan intolerables como los cristianos, puesto que ambos rechazaban los ídolos y adoraban a un Dios invisible”.

El relato termina con un final feliz. Una de las autoridades, el escribano de la ciudad, que guardaba los registros oficiales, presentaba los temas en las asambleas y recibía la correspondencia dirigida a Éfeso, primero deja que se calmaran los ánimos, y luego de halagar a Diana, menciona que nadie la había atacado abiertamente, y que podían entablar un juicio contra Pablo, pero les recordó lo que Roma pensaba de tumultos. Les dijo: “Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir. Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso. Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea” (Hch 19:39-41). Séneca, el escritor romano, dijo que no había nada que le molestara tanto a Roma como una asamblea turbulenta.

Sigue la Biblia: “Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia. Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia. Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia. Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo. Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas” (Hechos 20:1-5).

Tercer viaje misionero de Pablo

De nuevo vemos que Lucas acompaña a Pablo en esta jornada, y empieza a escribir en primera persona. “Y nosotros, pasados los días de panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días” (Hch 20:6).

Aquí vemos de nuevo que los cristianos observaban las Fiestas Santas de Dios, esta vez, los días de panes sin levadura, o la segunda Fiesta Santa. Dice El Comentario Expositor: “Como no pudo llegar a Jerusalén para la Pascua, Pablo se quedó en Filipos para celebrarla y guardar los siete días de la Fiesta de los Panes sin Levadura”.

Algo sucedió en Troas que Lucas desea dejar en constancia. “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche. Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos” (Hch 20:7-8). 

Algunos consideran que aquí están teniendo unos servicios religiosos en el domingo, y lo usan como una de las pruebas principales de que el culto se había cambiado del sábado al domingo. Por eso, es muy importante leer exactamente lo que dice la Biblia, y no lo que algunos quieren que diga. Vayamos por partes.

#1. Dice: “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan...” 

Lo primero que llama la atención es el propósito de la reunión. ¿Era para adorar a Dios? No, dice que era para partir el pan. Lucas usa esta expresión constantemente para indicar el comienzo de una comida. “El partir el pan,” comenta el erudito J. Behm”, es sencillamente la forma acostumbrada y necesaria para comer juntos. Es el inicio de compartir el curso principal de cada comida… Es la descripción de una comida normal que comienza con el partir el pan. Por eso se usa esta frase, para indicar el compañerismo diario de los miembros de la primera comunidad en sus hogares” (Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, pp. 728-729). En Hechos 2:46 leemos: “Y perseveraban unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”.

#2. “Pablo les enseñaba, habiendo de salir el día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche”. Lucas recién había dicho que todos guardaron los días de panes sin levadura. Dos capítulos antes, menciona que Pablo y ellos guardaban el sábado: “Y cada sábado razonaba en la sinagoga, y persuadía a judíos y a griegos” (Hch 18:4, NRV). Por lo tanto, aquí en Troas, Pablo se había reunido con ellos el sábado, y el sábado en la noche, es decir, al comienzo del primer día de la semana, Pablo y los que asistían se sentaron a comer y Pablo aprovechó y “alargó el discurso hasta la medianoche” (Hch 20:7). Recuerden que para Lucas y los demás, la puesta del sol terminaba un día y comenzaba otro. Génesis 1:5 dice: “Y fue la tarde y la mañana un día”. Los días bíblicos se cuentan de tarde en tarde.

#3. ¿Cuál era el verdadero motivo para relatar Lucas esta comida y discurso? No era para indicar un nuevo culto o reemplazar el sábado por el domingo, sino para contar del milagro que se llevó a cabo en esa reunión. 

Dice: “Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos; y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto [en realidad murió]. Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo. Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió. Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados” (Hch 20:8-9).

¡Está fue la verdadera razón del relato! Para dejar constancia del gran milagro que se llevó a cabo en esta reunión y no tiene nada que ver con cambiar la santidad del día sábado al domingo. Más bien, es un registro del gran milagro que Dios hizo por medio de Pablo. 

Pablo partió el domingo en la mañana y caminó casi 30 km. para reunirse con el resto del grupo. Cuenta Lucas: “Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo había determinado, queriendo él ir por tierra. Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo, vinimos a Mitilene. Navegando de allí… llegamos a Mileto. Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Éfeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén” (Hch 20:13-16). Otra vez vemos que Lucas se estaba guiando por el calendario bíblico, y de acuerdo con las siete Fiestas Santas del año. Es una gran prueba que, ahora, unos 30 años después del inicio de la Iglesia, todos los cristianos observaban el sábado y las Fiestas Santas de Dios

Ahora en Mileto, Pablo convoca una conferencia local de ancianos. “Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia. Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad y muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas [de los ancianos], testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo… Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar ‘la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre’. [Aquí hay un error de traducción, el griego original en el Nuevo Testamento Interlineal dice: la iglesia de Dios, la cual él ganó mediante la sangre de su propio (Hijo). [Las iglesias protestantes usan este texto para justificar el término “iglesia de Cristo” y no de Dios, pero no aparece aquí el término “Señor” o “Cristo”, vea también Bruce, p. 416]. Pablo sigue: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno… En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir. Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos. Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban, doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco” (Hch 20:17-38). 

Así terminó esta breve conferencia ministerial. Pablo sabía que una vez muertos la mayoría de los apóstoles, habría una gran apostasía en la Iglesia. Les advirtió: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad” (2 Ts 2:7). Uno de los últimos apóstoles que vivió, Judas, también presenció el comienzo de esa apostasía y le advirtió a los miembros: “Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente [Pablo los llamó “lobos rapaces”], los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios...” (Judas 3-4).

De Mileto, Pablo y sus compañeros viajan hasta Jerusalén. Este sería el último viaje ministerial del apóstol Pablo en el libro de los Hechos, aunque es probable que luego fue puesto en libertad y pudo visitar estas áreas de nuevo, antes de ser arrestado por última vez y llevado a Roma. En el siguiente estudio, llegamos al arresto de Pablo en Jerusalén y las consecuencias.