Octavo Mes: Nueva carga de las baterías espirituales

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Octavo Mes

Nueva carga de las baterías espirituales

Los judíos necesitaban estar bien con Dios si deseaban prosperar como nación. Su interés en las realidades espirituales les guio a solicitar de Esdras, la lectura de la Ley. Al parecer, este hecho se desprendió de la constancia de Esdras en su ministerio (Esdras 7:10), del ejemplo inspirado de Nehemías y una nueva convicción de la rectitud requerida por Dios. Y como resultado de la llegada del mes séptimo, (Tishiri o Etanim), los judíos abandonaron sus pueblos y sus ciudades para viajar a Jerusalén. Allí se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza, delante de la puerta de las Aguas. Y dijeron a Esdras que trajese el libro de la Ley de Moisés. Entonces Esdras subió a un púlpito de madera que había sido preparado para esta ocasión. Apareció en ese lugar acompañado por trece sacerdotes. Y antes de leer la Ley, los guio en oración, pidiendo la bendición para todos los presentes y ellos respondieron “Amen, Amen”, alzando las manos y se humillaron  y adoraron al Eterno inclinados a tierra” (8:6).

Todas estas acciones muestran el reflejo y el deseo de sus corazones. Se encontraban conscientes de sus necesidades  y rápidamente se unieron a Esdras para pedir al Eterno que fuera benévolo con ellos. Durante la oración de Esdras, toda la congregación permaneció con sus manos extendidas hacia el cielo, presentando las palmas de sus manos. Esta ha sido una forma tradicional del pueblo judío de decir “Eterno Dios, mis manos están vacías. Nada tengo. Todo lo que necesito viene de ti”. Entonces Esdras desdobló el pergamino y leyó el libro de la Ley “en presencia de los hombres y mujeres y de todos los que podían entender” (8:2). De esa manera Nehemías, Esdras y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron que ese día era santo al Eterno, su Dios, por lo que no debían entristecerse ni llorar, aunque el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Luego les dijo “Id, comed grosuras y bebed vino dulce y enviad porciones a los que no tienen nada preparado, porque día santo es a nuestro Señor, no os entristezcáis porque el gozo del Eterno es vuestra fuerza” (8:9,10).

Al día siguiente hallaron escrito que el Eterno había mandado, a través de Moisés, que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos durante la fiesta solemne del mes séptimo. Entonces el pueblo hizo tabernáculos sobre su terrado y en los patios de sus casas, en los patios de la casa de Dios, y también en la plaza en frente de la puerta de las Aguas, así como en la plaza de Efraín (8:16,17). De esa manera, el pueblo recargó sus baterías espirituales, porque se trataba de una renovación total y muy necesaria que el pueblo necesitaba como un reto a la mente (8:1-8). Entonces el pueblo cobró conciencia de sus pecados y vieron cuánto se habían apartado de las normas, estatutos y mandamientos. El convencimiento de su pecado quedó arraigado en sus corazones, y por ello, su arrepentimiento fue expresado en llanto. De esa manera, ellos experimentaron gozo porque el Eterno había vuelto a ser el centro de su vida. Esto les brindó una sensación de bienestar, protección y cuidado y ello se tradujo en una fortaleza, porque su reacción natural produjo la obediencia a la voluntad divina, y porque al fin habían entendido las palabras que se les había enseñado.

Su renovación continuó como efecto de esa exhortación, impactando las emociones del pueblo (8:9-12). De esa manera, todos los días de la fiesta les sirvieron como una ocasión de expresar su gran alegría (Deuteronomio 12:7, 12, 18). Así, el pueblo de Judá estableció las bases de una total renovación espiritual, como fundamento para una verdadera unidad nacional, gracias al permanente liderazgo que había mostrado Nehemías, antes, durante y después de la conclusión de la obra.