Ore más, ayune más, ¡y actúe con fervor!

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Ore más, ayune más, ¡y actúe con fervor!

Jesús dijo que algunas cosas solo son posibles por medio de la oración y el ayuno (Mateo 17:21). Es más fácil recordar esto cuando enfrentamos una situación difícil, pero un cristiano debe estar orando y ayunando regularmente para fortalecer su vida espiritual. Debemos ayunar con más frecuencia y no solo en el Día de Expiación.

Las vidas de Esdras y Nehemías nos ofrecen un contundente ejemplo bíblico de oración y ayuno. La intervención de Dios y la perfecta sincronización de ciertos eventos fueron evidentes desde que “despertó el Eterno el espíritu de Ciro, rey de Persia” (Esdras 1:1), en el año 538
a. C., para decretar que los judíos que así lo quisieran fueran a Jerusalén “y [edificaran] la casa al Eterno” (v. 3). El exilio de 70 años en Babilonia había terminado.

Bajo el liderazgo de Zorobabel y del sumo sacerdote Josué, que fueron animados por las profecías de Hageo y Zacarías, se terminó de construir el templo alrededor de los años 516-515 a. C. No obstante, Jerusalén y Judá necesitaban urgentemente una reconstrucción espiritual.

El ejemplo de Esdras

Así pues, en el año 457 a. C. Esdras, del sacerdocio aarónico, dirigió a 1754 judíos benjamitas y levitas que habían regresado luego de recorrer aproximadamente unos 1440 kilómetros durante cuatro meses. (Nótese en Esdras 10:9 que en este viaje no estaba incluida la totalidad de las 12 tribus, como a menudo se afirma).

Esdras, cuyo nombre era una abreviatura de Azarías, que significa “Yahvé ha ayudado”, era “escriba diligente en la ley de Moisés” (7:6) y “se había dedicado por completo a estudiar la Ley del Señor, a ponerla en práctica y a enseñar sus estatutos y ordenanzas a los israelitas” (v. 10, Nueva Versión Internacional). ¡A ponerla en práctica y a enseñarla! Según la definición de Jesús en Mateo 5:19, Esdras será llamado “grande” en el Reino de Dios por hacer esto.

El ejemplo de Esdras nos entrega varias lecciones importantes que podemos aprender sobre la oración y el ayuno.

Humildad

“Y publiqué ayuno . . . para afligirnos delante de nuestro Dios” (Esdras 8:21). Sin duda, ¡este es un requisito fundamental para la oración y el ayuno! “Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, que tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2). Esdras inspiró al pueblo para que también temblara ante las palabras de Dios (Esdras 9:4).

Para actuar con verdadera humildad necesitamos ser receptivos a la guía de Dios. En Esdras 8:21 vemos una vez más cómo Esdras instruye al pueblo a “solicitar de él [de Dios] camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros bienes”.

Cuando buscamos la voluntad de Dios, no está mal contarle nuestros planes. En Isaías 1:18, Dios nos invita a “estar a cuentas”. Como buen padre, a él le interesan nuestras opiniones y quiere que le contemos todo detalle de nuestras vidas. Pero el capítulo clave de la Biblia sobre el ayuno (Isaías 58) advierte en el versículo 4 que no debemos intentar “hacer oír [nuestra] voz en lo alto”. Dios no necesita que seamos sus consejeros (Romanos 11:34). En resumidas cuentas, cuando oramos o ayunamos, es preciso confiar en que Dios el Padre es quien tiene todo el conocimiento y evitar apoyarnos en nuestro propio entendimiento (Proverbios 3:5). 

Dependencia de Dios

Otra clave es reconocer nuestra total dependencia de Dios y ser receptivos a su voluntad. La carta del rey Artajerjes a Esdras (Esdras 7:11-26) indica que al monarca le habría complacido proporcionarle una escolta de seguridad, pero en el capítulo 8:22 leemos que Esdras
“se avergonzó” de pedirla porque valientemente le había dicho al rey que tenía fe en la protección de Dios. En los versículos siguientes vemos que el peso del oro y la plata que les entregó Artajerjes ¡se calculó en más de 28 toneladas! (versículo 26). Claramente Dios ya había dado provisión a su pueblo, y ellos confiaban en que él seguiría proporcionándoles lo necesario.

Arrepentimiento de corazón

Cuando los dirigentes se enfrentaron al hecho de que los sacerdotes, los levitas y el pueblo no habían disuelto los matrimonios mixtos con los pobladores de esas tierras (9:1), lo primero que hizo Esdras fue ayunar (versículo 5). Su oración fue como la de Daniel, ya que reconoció ante Dios sus pecados y los de su pueblo (versículo 6). Alabó la justicia de Dios por su misericordia hacia su humilde remanente, que se sentía demasiado culpable como para presentarse ante él (versículo 15).

Fervor

Esdras oró “confesando, llorando y postrándose” (10:1). “La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).

Inspiración

Dios puede responder mediante una intervención directa, pero también a través de las circunstancias, la inspiración o un consejo. Secanías tomó la palabra, seguramente por inspiración de Dios, y dijo enérgicamente a Esdras: “Levántate, porque esta es tu obligación, y nosotros estaremos contigo; esfuérzate, y pon mano a la obra” (Esdras 10:4).

Esdras meditó en su consejo, ayunó un poco más y lloró por el pecado de los cautivos [recuerde la bienaventuranza de que Dios bendice a los que lloran brindándoles consuelo (Mateo 5:4)]. A continuación, Esdras tomó medidas oportunas y de acuerdo la voluntad de Dios .

El ejemplo de Nehemías

En el año 444 a. C., mientras servía como copero del rey Artajerjes, un cargo de la administración pública que exigía la máxima confianza del rey y que, según la arqueología, en cierto caso ameritaba el cuarto salario más alto del reino, Nehemías se enteró por Hanani de que los muros de Jerusalén habían sido derribados y sus puertas quemadas a fuego (Nehemías 1:2-3).

Hay registro de 11 ocasiones en que Nehemías oró, y está claro que también ayunaba: “Cuando oí estas palabras . . .
ayuné y oré delante el Dios de los cielos” (v. 4). Podemos aprender de su ejemplo, así como del de Esdras.

Orar de todo corazón

Nehemías “se sentó y lloró, e hizo duelo por algunos días” (v. 4). No es de extrañar que su nombre signifique “el Eterno consuela”.  Al igual que Esdras, ¡Nehemías derramó su corazón!

Persistencia

Día y noche Nehemías oró a Dios sobre la situación (como la viuda importuna ante el juez injusto en Lucas 18:1-8). No empezó pidiendo algo para sí mismo, sino, como en el padrenuestro, santificó humildemente el nombre de Dios.  También hizo confesión por sí mismo y por la nación, como hizo Daniel, y recordó a Dios sus promesas en favor de aquellos que se vuelven a él y cumplen su voluntad (Nehemías 1:6-10).

Paciencia

También podemos seguir su ejemplo de persistencia y paciencia. ¡Nehemías esperó cuatro meses! La fe viva debe mantenerse a lo largo del tiempo. “Nehemías no se apresuró a hacer peticiones, sino que con mucha cautela esperó el momento, orando constantemente a Dios para que propiciara la ocasión oportuna” (Expositor’s Bible Commentary [Comentario bíblico del expositor]). Dios es el Maestro del tiempo; ¡debemos esperar en él! Cuando cantamos el himno “Mas yo y mi casa”, que dice que las verdaderas bendiciones “llegan a su tiempo”, ¿se nos ocurre siquiera pensar que  llegan demasiado pronto?

Sintonizados con la voluntad de Dios

Nehemías estaba conectado con Dios, para que su oración fuera acorde a su  voluntad. Esto es ir más allá que pedir por pedir, sin tener idea de lo que es la voluntad de Dios.

Una lección que nos enseña la Biblia es que, a veces, ¡la respuesta a nuestra oración podemos ser nosotros mismos! José dijo que Egipto necesitaba un hombre que pudiera hacerle frente a la hambruna, y el faraón reconoció que José era aquel hombre. Booz llamó benditas a Noemí y a Rut por haber regresado para ser redimidas y porque finalmente acabaría su soltería. Nehemías dejó su cómoda vida en Persia donde, sin duda, Dios lo había colocado para que fuera su instrumento y se encargara de los problemas en Jerusalén.

Las oraciones silenciosas también cuentan

Cuando el rey vio triste a Nehemías en su presencia, cosa que nunca había sucedido antes, Nehemías sintió “un gran temor” (Nehemías 2:2). Los monarcas persas creían que el simple hecho de estar en la presencia de ellos bastaba para provocarles a sus súbditos una gran felicidad. ¡Justo cuando Nehemías estaba a punto de pedir permiso para ausentarse y dirigirse al sur!

Se da a entender que Nehemías elevó una oración silenciosa a Dios para que lo inspirara a decir las palabras adecuadas y obtuviera el favor del rey (versículo 4), pues todo ocurre en medio de una conversación con el monarca. Las oraciones silenciosas funcionan y, de hecho, Dios sabe lo que queremos decir incluso antes de que hayamos acabado de pensarlo (Romanos 8:26).

Preparación

¡Pero Nehemías se había preparado! Pudo decirle al rey cuánto tiempo planeaba ausentarse y pedirle los permisos y suministros requeridos para el viaje. Incluso le había solicitado ayuda a Asaf, guardián del bosque del rey, así que había empezado a hacer las diligencias necesarias.

Nehemías tuvo el valor de pedirle a Dios: “. . . concede ahora buen éxito a tu siervo” (Nehemías 1:11). Aunque había orado y ayunado durante días, ¡Nehemías aún confiaba vehementemente en Dios y le pidió una respuesta inmediata a su oración y ayuno! Debemos desear la voluntad de Dios y no la nuestra, y aceptarla tal como él nos la muestra. Pero incluso debemos prepararnos para la posibilidad de que él pueda respondernos inmediatamente con un simple “¡SÍ!” (Hebreos 11:6). Cuando oramos sin dudar, según las instrucciones de Jesús en Marcos 11:23-24, para que un problema tan grande como una montaña sea arrojado al mar, ¡enseguida deberíamos escuchar el chapoteo!

Recordemos, como enseña Santiago 2:22-24, que la fe sin obras que la respalden es inútil: ¡está muerta!

Preparación para el regreso de Jesucristo

Judá tenía que ser reconstruida con un templo, a fin de preparar el escenario para la primera venida del Mesías. Los libros de Esdras y Nehemías, que el texto hebreo cuenta como un solo libro, contienen lecciones inspiradoras y paralelos con la obra del tiempo del fin: la construcción del “templo” espiritual de Dios del Nuevo Testamento, la Iglesia (usted y yo), en preparación para la segunda venida de Cristo.

Ninguna cosa puede llevarse a cabo gracias a nuestra fuerza o poder, sino por el Espíritu de Dios (Zacarías 4:6).

¡Oremos más, ayunemos más y actuemos con fe y devoción!  EC