#156 - Nehemías 7-13: "Jerusalén de nuevo como ciudad mundial"

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#156 - Nehemías 7-13

"Jerusalén de nuevo como ciudad mundial"

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#156 - Nehemías 7-13: "Jerusalén de nuevo como ciudad mundial"

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¿Por qué Jerusalén estaba vacía? El autor Charles Swindoll nos aclara: 

"¿Por qué no hay mucha gente en la ciudad de Jerusalén? Ante todo, la ciudad había estado sin muro durante 160 años. Los judíos pasaron 70 años en cautiverio, y otros 90 años vivieron en los alrededores, hasta que Nehemías apareciera. Así que durante más de 160 años, Jerusalén fue sólo un poco más que una pila de escombros, un gran 'basurero'. Si usted hubiera vivido allá, hubiera sido presa de todos los enemigos. ¿Entonces, qué había hecho la gente? Se habían construido hogares cómodos en los suburbios. La mayoría de los judíos se habían olvidado de la vida de la ciudad" (Swindoll, p. 171). 

Es importante aclarar que el Templo estaba en pie, pero las personas sólo lo ocupaban para adorar y luego volvían a las aldeas. ¿Qué hizo Nehemías? Pues, tomó un censo del pueblo para ver quiénes eran y dónde vivían. Halló el registro de la población del pueblo que regresó con Zorobabel y lo usó como base para el nuevo censo. Esto era importante por la siguiente razón: 

"Fue llevado a cabo el censo con el fin de determinar la pureza del pueblo y del sacerdocio, y para preparar la repoblación de Jerusalén… vemos que algunas personas son excluidas del sacerdocio… se les consideraba como "impuros" y se les quita de su cargo. En alguna oportunidad en el pasado, sus antecesores se habían mezclado en matrimonio con los gentiles… Si el sacerdocio era corrupto, su influencia en definitiva iba a destruir la moral y la fibra espiritual del pueblo judío. La pureza del sacerdocio era esencial si se deseaba que el pueblo mantuviera una relación correcta con Dios... Además, se estableció un sistema para sostener a los sacerdotes y levitas para el servicio del Templo". (Barber, p. 109).

De este modo, ya estaban listos para vivir en Jerusalén. La primera Fiesta Santa que les tocó fue la Fiesta de las Trompetas (Nehemías 8:1). ¡Y qué maravillosa fue! Nosotros lo sabemos porque la celebramos con el mismo gozo que ellos. Se juntó todo el pueblo en forma ordenada y escucharon el sermón de Esdras. Él les leyó la Palabra de Dios en forma fascinante y provechosa. 

"...el primer día del mes séptimo… en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley. Y el escriba Esdras estaba sobre un púlpito de madera que habían hecho para ello… Abrió, pues, Esdras el libro [la Biblia que había sido terminada hasta ese entonces] a ojos de todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento. Bendijo entonces Esdras al Eterno, Dios grande [una oración de apertura]. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén!... Y los levitas… hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar. Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura" (Nehemías 8:1-8). 

También presentes en esta Fiesta y servicios estaban las mujeres y los niños mayores y no separados de los varones. Tal como menciona Cyril Barber: 

"Otras religiones consideran a las mujeres y los niños como algo sin importancia. Sólo en el judaísmo y el cristianismo ambos son tratados con dignidad y respeto" (p. 117). 

Swindoll también tiene un comentario útil: 

"La palabra que se traduce en este caso por 'ponían el sentido' significa en hebreo 'hacer que algo sea distinto', 'separarlo de alguna otra cosa para hacer que fluya en una forma significativa'. Ellos separaron las partes de la Palabra, los versículos, los pasajes, de tal modo que cuadraran de una manera inteligente, clara y comprensible" (p. 139). 

Debemos sentirnos así de emocionados cuando llegamos a "entender" las Escrituras. Es lo que nos dice en 1 Corintios 2:12-14: 

"Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual con lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, pues son para él locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente". 

A veces se da por sentado o no se aprecia las maravillosas leyes de Dios. Como dijo Moisés: 

"Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, lo cuales oirán todos estos estatutos, y dirán Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta… Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?" (Deuteronomio 4:6-8). 

Recuerden también las palabras de David, que realmente apreciaba lo que era entender la Palabra de Dios:  

"¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación, me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo...

¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca" (Salmos 119:97-98, Salmos 119:103). 

De modo que el pueblo sintió ese amor por entender las leyes de Dios en su dimensión física y espiritual. Entendieron cuántos pecados habían dejado pasar por alto. Vino una actitud de humildad y de arrepentimiento, que Dios ama tanto, como menciona en Isaías 66:2: 

"...miraré a aquél que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra". 

¿Cuál fue el resultado? Las personas empezaron a aborrecer sus pecados, "porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley" (Nehemías 8:9). Aquí vemos que una de las funciones de la Ley es actuar como un "espejo" para poder vernos como Dios nos ve (Santiago 1:23-25). Ahora comprendieron la actitud correcta de una Fiesta Santa de Dios. Debían alegrarse y no entristecerse ante la presencia de Dios. De esa manera, dice en Nehemías 8:12: 

"todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado". 

Fue tan maravilloso el efecto que se dio cuenta de lo que se habían estado perdiendo al no guardar las Fiestas Santas como corresponden. Por lo tanto, los varones se reunieron al día siguiente para entender más perfectamente sobre la Ley de Dios. Pronto llegaron al entendimiento del resto de las Fiestas Santas. 

"Y hallaron escrito en la ley que el Eterno había mandado por mano de Moisés, que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo… Salió, pues, el pueblo, y trajeron ramas e hicieron tabernáculos, cada uno sobre su terrado, en sus patios… Y toda la congregación que volvió de la cautividad hizo tabernáculos, y en tabernáculos habitó; porque desde los días de Josué… no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo una alegría muy grande. Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último; e hicieron la fiesta solemne por siete días, y el octavo día fue de solemne asamblea" (Nehemías 8:14-18).

Es importante notar que Nehemías describió aquí la forma tan completa y dedicada que guardaron la Fiesta de los Tabernáculos. Sabemos que estas Fiestas se guardaron bajo los reinados de los reyes justos como David, Salomón (hasta que se desvió) y Ezequías (1 Reyes 8:2; 2 Crónicas 31:3). 

Otra vez vemos los resultados de guardar estas Fiestas – la renovación espiritual y el retorno al Camino de Dios. 

"El día veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, y con cilicio y tierra sobre sí. Y ya se había apartado la descendencia de Israel de todos los extranjeros; y estando en pie, confesaron sus pecados, y las iniquidades de sus padres. Y puestos de pie en su lugar, leyeron el libro de la ley del Eterno su Dios la cuarta parte del día, y la cuarta parte confesaron sus pecados y adoraron al Eterno su Dios" (Nehemías 9:1-3). 

Como resultado de estar en ayunas y humillarse ante Dios, se les entregó conocimiento espiritual, como Dios prometió en el Salmos 111:10: 

"El principio de la sabiduría es el temor del Eterno; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su loor permanece para siempre". 

Con este conocimiento espiritual ahora a su alcance, los levitas se dieron cuenta de la importancia que tenía el guardar el día sábado: 

"Luego se levantaron sobre la grada de los levitas… y clamaron en voz alta al Eterno su Dios… Tú eres, oh Eterno, el Dios que escogiste a Abram, y lo sacaste de Ur… y hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste pacto con él… Y miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto… Y sobre el monte Sinaí descendiste… y les ordenaste el día de reposo santo para ti... mas ellos y nuestros padres fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos… Les soportaste por muchos años, y les testificamos con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon; por lo cual los entregaste en mano de los pueblos de la tierra. Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste; porque eres Dios clemente y misericordioso...He aquí que hoy somos siervos… Y se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y estamos en grande angustia. A causa, pues, de todo esto, nosotros hacemos fiel promesa, y la escribimos, firmada por nuestros príncipes, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes... todos los que se habían apartado de los pueblos de la tierras a la ley de Dios, con sus mujeres, sus hijos e hijas, todo el que tenía comprensión y discernimiento" (Nehemías 9:4-38). 

El primero que firmó el pacto fue, desde luego, Nehemías. Como líder, él dio el ejemplo del compromiso. Charles Swindoll comenta: 

"¿Comprende usted lo que hicieron? Con toda seriedad querían poner primero lo primero. Las firmas acompañaron este documento sellado para que todos supieran que ellos hablaban en serio… dijeron en efecto: 'Señor, no queremos que esto sea una serie de puras palabras. Queremos que sea una promesa que quede fija. Declaramos nuestra dependencia a ti. ¡Firmaremos para probar que cumpliremos nuestra promesa!' (p. 158-159). 

Con esta "fiel promesa" firmada ante Dios, todos se comprometieron primero a guardar el sábado como día santo (Nehemías 10:31), mantener suministrados a los levitas y sacerdotes en el Templo (Nehemías 10:32), dar las primicias y entregar fielmente los diezmos (Nehemías 10:37). 

Fue tan importante este pacto, que constituyó una verdadera revolución espiritual en el pueblo. Fueron tan fieles bajo Esdras que de allí comenzó la observancia del sábado y el pago del diezmo como algo permanente. Por eso, 400 años más tarde, durante la vida de Cristo y el comienzo de la Iglesia, todos guardaban fielmente estos mandamientos, recordando este pacto, aunque los fariseos le habían añadido a la Ley muchas costumbres y ataduras por su cuenta, cosas que Cristo censuró. 

Cuando estudiamos el Nuevo Testamento debemos tener en cuenta que ese celo por la Ley comenzó aquí. Hay un paralelo moderno, cuando el Sr. Armstrong, al poner la Palabra de Dios primero, se dio cuenta de que estas leyes de Dios se debían observar. Fue otra "revolución espiritual" que abarcó gran parte del mundo, del cual nosotros somos parte que hemos firmado en nuestro bautismo este compromiso con Dios. 

Con este nuevo espíritu de colaboración, el pueblo sentía que debía entregarse a hacer la voluntad de Dios. No importa lo que se requería, ahora, espiritualmente renovados, querían tener parte en ello. 

La siguiente tarea era repoblar la ciudad de Jerusalén. Esto no era fácil, pues significaba dejar sus cómodos hogares para construir nuevas casas dentro de los muros de la ciudad. Perderían dinero y bienes por ello, pero no les importó. Estuvieron de acuerdo con echar suertes y al quien le tocara una de cada diez familias se establecería en Jerusalén. Aun así eran muy pocas. ¿Qué sucedió? Hubo familias que voluntariamente se ofrecieron para hacer este sacrificio. Estas familias quedaron registradas en la Biblia como ejemplo de entregarse totalmente a Dios. Entre ellos estaban los sacerdotes, levitas y cantores. 

Cuando toda la repoblación estaba lista, dedicaron el muro a Dios. Hubo coros grandes y muchas celebraciones. ¡Qué diferencia con unos meses atrás, cuando todavía todo había estado en ruinas! Gracias al liderazgo de Nehemías y de Esdras, dos hombres que se entregaron verdaderamente a Dios, se pudo lograr. 

En el capítulo 12 se menciona la importancia que tenían los coros para alabar a Dios, y se mencionan las familias y el director del coro (Nehemías 12:42) porque, dice la Biblia: 

"desde el tiempo de David y de Asaf, ya de antiguo, había un director de cantores para los cánticos y alabanzas y acción de gracias a Dios" (Nehemías 12:46). 

Todo marchaba muy bien, y por fin, Nehemías consideró que podía regresar a Persia. Sin embargo, una vez que se ausentó, rápidamente entraron los elementos corruptos para hacer que el pueblo desobedeciera a Dios. Esta vez fue por medio de uno de los jefes de los sacerdotes, Eliasib, el mismo que había tratado de desprestigiar a Nehemías con el cuento de que debía esconderse en el Templo. Como estaba emparentado con Tobías, otro de los enemigos acérrimos de Nehemías, Eliasib le hizo lugar en las cámaras santas del Templo de Dios. Sin embargo, Nehemías pronto estuvo de vuelta y cuando vio cuánto se habían desviado de nuevo, dijo:

"me dolió en gran manera; y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías, fuera de la cámara, y dije que limpiasen las cámaras, e hice volver allí los utensilios de la casa de Dios. Encontré asimismo que las porciones para los levitas no les habían sido dadas, y que los levitas y cantores que hacían el servicio habían huido cada uno a su heredad. Entonces reprendí a los oficiales, y dije: ¿Por qué está la casa de Dios abandonada? Y los reuní y los puse en sus puestos. Y todo Judá trajo el diezmo… a los almacenes… Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto, y no borres mis misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio" (Nehemías 13:8-14).

Vemos de nuevo la importancia del liderazgo firme y dedicado a Dios. El pueblo muchas veces se desvía cuando no hay líderes fuertes que le muestran la importancia de obedecer a Dios. Nehemías tuvo que tomar las riendas del asunto, pues las personas que había dejado a cargo no tenían la fuerza de carácter para enfrentarse a estos influyentes hombres corruptos. Sin embargo, una vez que se soluciona este asunto, los problemas no terminan allí. También se habían relajado las normas para guardar el sábado, una clara señal del debilitamiento espiritual. 

"En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban lagares en el día de reposo, y que acarreaban haces y cargaban asnos con vino… y toda suerte de carga... y los amonesté. También habían Tirios (de la ciudad gentil Tiro) que traían pescado y toda mercadería y vendían en día de reposo… Y reprendí a los señores de Judá y les dije: ¿Qué mala cosa es esta que vosotros hacéis, profanando así el día de reposo? ¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios todo este mal...? (Nehemías 13:15-18). 

Nehemías pone guardias para que se cierren las puertas del muro y así terminar con esta profanación del día sábado. De nuevo le pide a Dios que tome esto en cuenta para tener misericordia de él en el día de Juicio. Esto es perfectamente correcto, porque Dios dice que seremos juzgados "según nuestras obras" (Mateo 16:27; Romanos 2:6, Apocalipsis 2:23). 

Hay un logro final que Nehemías hace para que el pueblo siga fielmente en el camino de Dios. Vio de nuevo que el pueblo se había casado con mujeres de las naciones vecinas, algo que ya se había solucionado antes. Nehemías dice:

"reñí con ellos, y los maldije, y herí a algunos de ellos, y les arranqué los cabellos, y les hice jurar, diciendo: No daréis vuestras hijas a sus hijos, y no tomaréis de sus hijas para vuestros hijos… ¿No pecó por esto Salomón? Bien que en muchas naciones no hubo rey como él, que era amado de su Dios... aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras. Los limpie, pues, de todo extranjero... Acuérdate de mí para bien" (Nehemías 13:25-31). 

Así termina estas "memorias" de un hombre sumamente valiente e intransigente ante las leyes de Dios. Estuvo en la corte del rey de Persia, y aun así, siguió guardando todos los mandamientos de Dios. No transó con sus principios y fue bendecido por Dios. Es un gran ejemplo para todos nosotros.