#155 - Nehemías 4-7: "La valentía de Nehemías"

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#155 - Nehemías 4-7

"La valentía de Nehemías"

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#155 - Nehemías 4-7: "La valentía de Nehemías"

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Además de supervisar esta enorme obra, tiene que enfrentar el desánimo de los trabajadores y las constantes amenazas de los enemigos del pueblo de Dios. Ahora se ha formado una liga contra ellos de todos sus vecinos, los samaritanos, los amonitas, los árabes y el remanente de los filisteos.

Al ver sus enemigos que el muro llegaba hasta la mitad de su altura final, más se enfurecieron. 

"Pero aconteció que oyendo Sanbalat y Tobías, y los árabes, los amonitas y los de Asdod, que los muros de Jerusalén eran reparados, porque ya los portillos comenzaban a ser cerrados, se encolerizaron mucho; y conspiraron todos para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño" (Nehemías 4:7-8).

Abajo tenemos un ejemplo de cómo se fabricaban las puertas de una ciudad en los tiempos bíblicos. Las puertas de Jerusalén eran mucho más grandes que las del ejemplo pero las técnicas eran parecidas. 

Ejemplo de fabricación de las puertas de una ciudad de tiempos bíblicos

Toda brecha en una muralla podía constituir un grave peligro durante un ataque. Por ello, los cananeos construían con gran celo las puertas de sus ciudades. La entrada principal solía tener doble puerta, y su anchura permitía el paso de los carros; las hojas de las puertas giraban sobre postes (A) empotrados en un dintel de madera, en la parte superior y ajustada en cavidades de piedra (B) en la inferior. Las puertas se cerraban por medio de cerrojos metálicos (C) que se alojaban en agujeros (D) al quedar abiertas.

Nehemías estaba bastante preocupado por las amenazas que escuchaba de una inminente invasión. Fácilmente podían morir todos, pues aún no estaba terminado el muro protector. ¿Qué hizo ante esta grave prueba? Lo de siempre fue a Dios primero y luego hizo la parte que le corresponde a él. Dijo:

"Entonces oramos a nuestro Dios, y por causa de  ellos pusimos guarda contra ellos de día y de noche" (Nehemías 4:9).

El autor Swindoll dice: "Nehemías no sólo oyó lo que dijo la oposición, sino que también analizó los datos disponibles, oró y tomó una acción decisiva y práctica. Dijo: 'Pongamos una guardia contra ellos'. Eso es responder con el sentido común. Para seguir en el trabajo, tomó las armas... ¿Teme usted que alguien vaya a meterse en su hogar? Ciertamente debe orar y confiar en Dios, pero no olvide de asegurar las puertas. No ore solamente. Es una necedad dejar las puertas sin seguro en las noches mientras que ore por la protección del hogar. ¿Se quedó sin trabajo? ¡Ore! Pero también salga a buscar un trabajo" (Swindoll, p. 74).

A pesar de las oraciones y los guardias, ahora Nehemías se enfrenta a otra prueba, la desmoralización de los trabajadores. Esta "guerra de nervios" estaba afectando a muchos del pueblo de Dios. Las noticias del inminente ataque venían de los que vivían cerca de los samaritanos. Cuando visitaban a los trabajadores, les contaban de los preparativos, que estaban listos para poder atacarlos. Diez veces les advirtieron que la liga en su contra estaba a punto de caer sobre ellos. "Pero sucedió que cuando venían los judíos que habitaban entre ellos, nos decían hasta diez veces: De todos los lugares de donde volviereis, ellos caerán sobre vosotros" (Nehemías 4:12).

Como hombre de acción y no sólo de oración, Nehemías actuó rápidamente para evitar que el desánimo y el pánico cundieran por toda Jerusalén. Organizó la resistencia y arengó a los líderes y a los trabajadores: 

"Entonces por las partes bajas del lugar, detrás del muro, y en los sitios abiertos, puse al pueblo por familias, con sus espadas, con sus lanzas y con sus arcos. Después miré y… le dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas. Y cuando oyeron nuestros enemigos que los habíamos entendido [sus planes de ataque], y que Dios había desbaratado el consejo de ellos, nos volvimos cada uno a su tarea" (Nehemías 4:13-15).

Sin el elemento de sorpresa, los enemigos no se atrevieron a atacar y por fin, regresaron a sus hogares, aunque no por eso se habían dado por vencidos; sólo cambiaron de tácticas. Pero como Nehemías no bajaba la guardia, no podían atacarlos frontalmente. Aparte de dividir la obra de mano en dos, unos para trabajar y los otros como soldados, Nehemías dispuso de que cada trabajador estuviera armado y que hubiese un centinela con trompeta para anunciar cualquier tentativa de ataque. "Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada. 

Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí. (Nehemías 4:17-18).

Keller hace un comentario interesante al respecto:

"Al igual que en los tiempos de Nehemías, así sucede en el moderno estado de Israel, pues los campesinos, obreros y pastores suelen trabajar con el arma lista debido a los constantes ataques de los árabes. Respecto al muro, el arqueólogo inglés J. Garrow Duncan desenterró parte de las murallas en la pequeña colina del Sudeste de Jerusalén, sobre la fuente de Guijón… El hecho de que los agujeros y las grietas de las murallas fuesen reparadas con toda prisa refleja la prisa y la ansiedad febril con que se realizaban tales trabajos. En su comunicado dice: 'Las piedras son pequeñas, sin labrar, desiguales. Algunas de ellas son muy pequeñas y parecen ser sólo fragmentos desprendidos de bloques de mayor tamaño, como si se utilizara toda clase de material que estuviese a mano. Las grandes grietas y agujeros están rellenos con una mezcla irregular de masa de arcilla y de pequeñas piedras...' (Keller, p. 319).

Por el esmero de la vigilancia en Jerusalén, nunca se atrevió la liga enemiga a atacar. Pero recién superada esa prueba, inmediatamente le llega a Nehemías otra más. Mientras que el pueblo se había sacrificado para construir el muro, había dejado de lado su trabajo remunerado y se había empobrecido. Había incurrido en pesadas deudas. Ya no podían aguantar más. Nehemías escuchó sus numerosas quejas:

"Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos. Había quien decía: Nosotros somos muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para comer y vivir. Y había quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del hambre. Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras tierras y viñas. Ahora bien nuestra carne es como la carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí que nosotros dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas son de otros" (Nehemías 5:1-5).

Había tres graves problemas que encarar. Primero, un hambre había llegado debido a las malas cosechas. Luego, la pobreza del pueblo no permitía pagar los altos  impuestos del rey Artajerjes. Finalmente, por las deudas, los ricos estaban cobrando interés, que era ilegal y además, eran excesivos. Así, el pueblo común gemía por su desesperación económica. Aparte de colaborar con las obras del muro, no tenían casi nada que les quedara de sus bienes o para comer. Habían hipotecado casas, terrenos y hasta sus hijos para poder sobrevivir y pagar sus deudas.  Lo más triste es que eran sus propios hermanos judíos los que se aprovechaban de sus necesidades al cobrarles interés. 

Otra vez Nehemías afrontaba una situación explosiva. Si manejaba mal la confrontación, fácilmente se podían amotinar los pobres contra los ricos y destruir la unidad nacional. Lo fácil sería ponerse de lado de los ricos y poderosos, hacer caso omiso a los gemidos del pueblo y oprimirlos con la fuerza de las armas – pero Nehemías no podía porque temía a Dios. He aquí lo que hizo: 

"Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor y estas palabras. Entonces lo medité, y reprendí a los nobles y a oficiales, y les dije: ¿Exigís interés cada uno a vuestros hermanos? Y convoqué contra ellos una gran asamblea (Nehemías 5:6-7).

Hay importantes principios aquí, que explica Charles Swindoll:  

"Nehemías estaba disgustado porque el pueblo había olvidado la ley de Moisés [en realidad de Dios]. Hoy vivimos en la era de gracia y, por tanto, miramos despectivamente (por desgracia) la ley. No deberíamos hacer eso. Ella preservó al pueblo de Israel al decirles cómo debían vivir los unos con los otros… Los cristianos del siglo 20 también haríamos bien en poner atención a los principios de Dios [¡qué admisión!]- Notemos las instrucciones que se hallan en Éxodo 22:25: Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura"... Ningún judío podía jamás esclavizar a otro judío… Nehemías se disgustó porque el pueblo, a sabiendas, había pasado por alto y desobedecido la Palabra de Dios. ¡Era una buena razón para el disgusto! La indignación justa es apropiada. Cuando se viola la  justa norma de Dios, algo anda mal si nos sentimos tranquilos. Es difícil mantener un espíritu  tranquilo cuando uno ve que personas hacen mal uso de la lengua, viven vidas inmorales, o pasan por alto el consejo directo del Libro de los libros… Si, él se disgustó, pero pensó antes de hablar. En esos momentos de meditación, Dios pudo hablarle a Nehemías acerca de lo que debía decir luego. El dominio propio es una virtud de la cual el líder no puede darse el lujo de deshacerse" (p. 97-98).

Una vez que Nehemías consultó con Dios, ya supo lo que debía hacer. Reunió a todo el pueblo y explicó la solución del problema. Usó su propio ejemplo de cómo sacrificó sus intereses por el pueblo de Dios. Con su propio dinero compró a los judíos esclavos entre las naciones extranjeras y los trajo a Judá. 

"y les dije: Nosotros según nuestras posibilidades rescatamos a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones; ¿y vosotros vendéis aun a vuestros hermanos, y serán vendidos a nosotros? Y callaron, pues no tuvieron qué responder. Y dije: No es bueno lo que hacéis, ¿No andaréis en el temor de nuestro Dios, para no ser oprobio de las naciones enemigas nuestras? También yo y mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y grano; quitémosle ahora este gravamen. Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, y la centésima parte del dinero, del grano, del vino y del aceite, que demandáis de ello de interés [cobraban de interés el 1% mensual o el 12% anual, que sin inflación, es exorbitante]. Y dijeron: lo devolveremos, y nada les demandaremos; haremos así como tú dices. Entonces convoqué a los sacerdotes, y les hice jurar que harían conforme esto" (Nehemías 5:8-12).

Luego de resolver este problema, Nehemías comenta algo más que hizo por amor al pueblo de Dios.  

"También desde el día que me mandó el rey que fuese gobernador de ellos en la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año treinta y dos, doce años, NI YO NI MIS HERMANOS COMIMOS EL PAN DEL GOBERNADOR. Pero los primeros gobernadores que fueron antes de mí abrumaron al pueblo, y tomaron de ellos por el pan y por el vino más de cuarenta siclos de plata, y aun sus criados se enseñoreaban del pueblo; PERO YO NO HICE ASÍ, A CAUSA DEL TEMOR DE DIOS. También en la obra de este muro restauré mi parte, y no compramos heredad; y todos mis criados juntos estaban allí en la obra. Además, ciento cincuenta judíos y oficiales, y los que venían de las naciones que había alrededor de nosotros, estaban a mi mesa… y con todo esto nunca requerí el pan del gobernador, PORQUE LA OPRESION DEL PUEBLO ERA GRAVE" (Nehemías 5:14-18) 

Este "pan del gobernador" se refiere a los impuestos que normalmente estaba el pueblo obligado a proveer para alimentar al gobernador en sus comidas y banquetes. En caso de Nehemías, esto consistía cada día en alimentar de su propio bolsillo a unas doscientas personas con "un buey y seis ovejas escogidas… aves, y cada diez días vino en  toda abundancia" (Nehemías 5:18).

Por fin los muros quedaron terminados, aunque faltaba instalar las puertas. Los enemigos ya no se atrevieron a atacar una ciudad amurallada, pero buscaron cómo asesinar a Nehemías. Le hicieron repetidas invitaciones para conversar sobre un nuevo tratado con las naciones vecinas. 

"Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado hacerme mal. Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros. Y enviaron a mí con el mismo asunto hasta cuatro veces, y yo les respondí de la misma manera. Entonces Sanbalat envió a mi su criado para decir lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano en la cual estaba escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros; y que por eso edificas tú el muro con la mira, según estas palabras, de ser tu SU REY; y que has puesto profetas que proclamen acerca de ti en Jerusalén, diciendo: ¡Hay rey en Judá! Y ahora serán oídas del rey las tales palabras; ven, por tanto, y consultemos juntos" (Nehemías 6:2-7).

De nuevo Nehemías estaba ante una situación difícil. Sus enemigos habían esparcido rumores sobre sus motivos para edificar el muro – quería ser rey y rebelarse contra los persas. Si no iba, Sanbalat podía decir que estaba confirmando tales rumores pues temía encararlos. Si iba, era probable que fuera asesinado. ¿Qué hizo Nehemías? De nuevo oró a Dios, confió en él, y con la característica valentía, rechazó la petición. 

"Entonces envié yo a decirle: No hay tal cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas. Porque todos ellos nos amedrentaban, diciendo: [Con su muerte] se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será terminada. Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis manos" (Nehemías 6:8-9).

A pesar de deshacer este complot contra su vida, ahora sus enemigos procuraron arruinar su reputación por medio de un traidor. Tenían bajo sueldo a un sacerdote infiel. Este trató de atemorizarlo y desprestigiarlo pretendiendo haber recibido una profecía de Dios que le advertía de un intento contra su vida. 

"Vine luego a la casa de Semaías… porque él estaba encerrado; el cual me dijo: Reunámonos en la casa de Dios, dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte" (Nehemías 6:10).

A primer vistazo, esta profecía parecía razonable, pues Nehemías sabía que intentaban matarlo y el templo era un lugar más seguro que su casa. Pero Nehemías, que como copero sabía bien "olfatear" una intriga, se dio cuenta de que había dos cosas erradas con esa profecía. Primero, era extraño que Dios le dijera que huyera al templo en el mismo Jerusalén. Aparecería como un cobarde ante su pueblo y  además, como no era sacerdote, estaría violando la ley de Dios, pues sólo los levitas y sacerdotes podían entrar. De modo que rehusó la petición y luego de investigar, se dio cuenta de que era un complot para desprestigiarlo y hacerlo pecar.  

"Entonces dije: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para salvarse la vida? No entraré. Y entendí que Dios no lo había enviado, sino que hablaba aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían sobornado. Porque fue sobornado para hacerme temer así, y que pecase, y les sirviera de mal nombre con que fuera yo infamado" (Nehemías 6:11-14).

De ese modo, Nehemías se libró una vez más de sus enemigos. Al mantenerse fiel y valiente en su puesto de mando, la obra continuó sin sobresaltos. Así terminaron la reparación de los muros en tiempo récord, ¡52 días! Fue tan impresionante el logro, que "cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros, y se sintieron humillados, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra" (Nehemías 6:15-16).

Noten la modestia y humildad de Nehemías. Aunque él había provisto gran parte de todo, él le atribuyó a Dios la gloria y no se glorificó a sí mismo por sus logros. Ya entendía ese principio en Col 3:17: "Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él".

Por fin, Jerusalén estaba protegida. Sin embargo, Nehemías tuvo que aguantar más cartas amenazantes de sus enemigos (Nehemías 6:17-19). Pero no les hizo caso, ya que sabía que era poco lo que podían hacer ahora. 

Sin embargo, la tarea de poblar a Jerusalén como ciudad no había concluido. De modo que Nehemías, sin descanso, ahora nombra los encargados de la ciudad para administrarla y protegerla. Nombró a su hermano Hanani como el encargado civil y al valiente Hananías como el jefe de la guardia. Pero aún faltaba un detalle muy importante, como repoblar la ciudad, porque "la ciudad era espaciosa y grande, pero poco pueblo dentro de ella, y no había casas reedificadas" (Nehemías 7:4). Veremos cómo lo resuelve en el siguiente fascículo.