#154 - Nehemías 1-4
"El liderazgo de Nehemías"
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#154 - Nehemías 1-4: "El liderazgo de Nehemías"
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Dice un autor: "Hay un libro, que fue escrito alrededor del año 425 a.C. que cobra importancia como una obra clásica sobre el tema del liderazgo efectivo… Creámoslo o no, lo que Nehemías dijo con respecto al liderato se refiere a los mismos asuntos a que Ud. y yo nos enfrentamos hoy" ("Pásame Otro Ladrillo", Swindol, p. 14-15). Cronológicamente, con Nehemías se concluye la reedificación de Jerusalén y la organización del Estado de Judá hasta que retomamos las Escrituras en el Nuevo Testamento. Así, tras 400 años de la obra de Nehemías viene la llegada de Jesucristo, el Mesías prometido. Veamos la cronología del período Esdras - Nehemías:
Cuando empezamos con el libro de Nehemías, ya ha transcurrido cerca de noventa años desde la primera llegada con Zorobabel. Una segunda oleada de exiliados llegó bajo el mando de Esdras unos 75 años después y ahora llega un pequeño grupo junto al gobernador Nehemías alrededor del año 444 a.C.
¿Por qué llegó a Jerusalén? Es lo primero que explica Nehemías. Él escribe el libro y es un tipo de "diario de vida" que nos relata los eventos. Nos cuenta que él estaba en Susa, la capital del Imperio Persa. Los persas han gobernado a esa parte del mundo por cerca de un siglo y están bien consolidados. Como hemos visto con los estudios anteriores, los judíos exiliados en Babilonia, que eran los más educados del pueblo, pronto se adaptaron al nuevo medio y prosperaron. Hubo grandes líderes que fueron favorecidos, primero con Daniel y Sadrac, Mesac y Abed-nego por los babilonios y luego por los persas (Daniel 2:48,49; Daniel 3:30; Daniel 6:1-3,28). Luego viene el favor hacia el rey Joaquín, que recibió del hijo de Nabucodonosor, Evil-merodac, al comer en la mesa del rey (2 Reyes 25:27-30). Con este favor, los negocios de los judíos prosperaban más, especialmente en las áreas bancarias y del comercio, como ya estudiamos.
Las cosas no terminan allí, pues luego viene el caso de una joven judía que se convierte en reina del rey de Persia – Ester. Su tío Mardoqueo es puesto como primer consejero del rey. Aquí ahora tenemos una estirpe judía en el poder real y vemos la influencia en la forma que el rey Artajerjes habla en forma tan favorable a Esdras y hacía la ley de Dios. No es entonces sorprendente ver que otro judío, llamado Nehemías, está en uno de los altos cargos del rey Artajerjes. Es el copero del rey, un puesto de alta confianza. Dice la Enciclopedia Internacional de la Biblia:
"El copero era un oficial de alto rango en la corte real, cuya función principal era servir el vino en la mesa del rey. Debido al constante miedo de las conspiraciones e intrigas contra el rey, era una persona de mucha confianza. Debía asegurar que el vino del rey no había sido envenenado, y a veces debía probarlo primero antes de servirlo. Esta confianza y la seguridad que recibía el rey, hacía de él un personero de gran influencia y prestigio" (Tomo I, p. 837).
Otro autor añade algo más sobre este cargo de copero:
"Como copero, disfruta de una posición única. Está en posesión de los cargos de primer ministro y maestro de ceremonias, unidos. El temor a las intrigas y la constante amenaza de morir asesinado hacían que el rey llevara una vida relativamente solitaria. Por ello, era muy natural que buscara una persona de sabiduría, discreción y capacidad. Un copero que tuviera en el corazón los intereses del monarca y se mantuviera informado de los acontecimientos de su tiempo, podía ejercer una gran influencia en el soberano. Además de probar el vino del rey, tenía también la responsabilidad de custodiar los dormitorios reales" ("NEHEMÍAS, dinámica de un líder", Barber, p. 11-12).
Es interesante saber que según una lista asiria de lo que se pagaban a los altos oficiales del reino, el copero recibía más sueldo que el juez supremo. El copero recibía el cuarto sueldo más alto del reino. Y parece que el período persa fue aún más importante.
De modo que Nehemías, en forma nada ostentosa, nos comunica que él era el copero del rey en ese entonces. Él estaba contento dónde estaba, y vivía una vida muy ocupada y de muchos privilegios. Aun así, era judío, y su vida tranquila y exitosa cambiaría dramáticamente por eso. Recuerda lo que le sucedió a Moisés, príncipe egipcio, cuando presenció el maltrato que recibió uno de sus compatriotas a las manos de un capataz egipcio. Moisés prefirió defender a su pueblo esclavo de Israel que "gozar de los deleites temporales de los egipcios" (Hebreos 11:25).
La vida de Nehemías comenzó a cambiar de la siguiente manera: "Vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego" (Nehemías 1:2-3).
Esto sorprendió a Nehemías. Él sabía que el sacerdote Esdras había partido unos 15 años antes y pensaba que la reconstrucción de Jerusalén estaba bien encaminada. Ahora se dio cuenta que la obra estaba paralizada con escasas posibilidades de reiniciarla.
¿Qué hizo Nehemías? Fue con su angustia a Dios: "Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos" (Nehemías 1:4). Su profunda oración conmovió a Dios y puso en acción a las fuerzas celestes. Recuerden que Dios puede actuar de muchas formas para cumplir su voluntad, y Dios escoge a sus siervos, no en forma automática, sino, como le dijo a Samuel: "No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque el Eterno no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Eterno mira el corazón" (2 Samuel 16:7).
La oración de Nehemías es un buen ejemplo para usar los mismos principios en nuestras oraciones. Primero se dirigió respetuosamente a Dios, no exigiendo nada, sino presentándose con toda humildad ante él. Luego confiesa su negligencia e imperfecciones de él y su pueblo. Después recuerda a Dios de su misericordia para los que se arrepienten y obedecen sus mandamientos. Finalmente, hace una petición que está de acuerdo con la voluntad de Dios, le pide que le de gracia ante el rey para que su pedido de ir a Jerusalén para edificar los muros sea aceptado por el rey.
Cuatro meses más tarde, Nehemías halló la ocasión. Era algo riesgoso. Dice: "...estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia, me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera" (Nehemías 2:1).
Lo que sucedía es que Nehemías había hecho algo que sus funciones no le permitían – estar triste ante la presencia del rey. Dice el autor Swindoll: "Nehemías tenía buenas razones para sentir temor. A los súbditos que estuvieran notablemente tristes o melancólicos en presencia del rey generalmente se les daba muerte por "aguar la fiesta" ("Pásame Otro Ladrillo" p. 42). Esto nos hace entender un poco más los caprichos que pasaban en las cortes de los reyes de antaño. De hecho, cuando José fue puesto en el calabozo, ya estaban allí el copero del rey y el panadero por "delinquir contra su señor el rey de Egipto" (Génesis 40:1). Nehemías sabía que no estaba muy lejos de un destino parecido.
Sin embargo, la diferencia es que había cuatro meses de oración detrás de esta audaz presentación. Era todo planeado "de las rodillas" de Nehemías en sus oraciones. Nehemías sabía que tendría sólo unos momentos para poder explicar su brecha en su conducta. Dice: "Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego? (Nehemías 2:3).
Aliviado que la tristeza de Nehemías no tenía que ver con una conspiración o con un insulto personal, el rey le concede la palabra. Nehemías aprovecha para hacer su petición:
"Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la REEDIFICARÉ. Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentada junto a él): ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme, después que yo le señalé tiempo. Además dije al rey: Si te place al rey, que se me den cartas para los gobernadores al otro lado del río [Éufrates], para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá; y carta para Asaf guarda del bosque del rey, para que me dé madera para enmaderar las puertas del palacio de la casa, y para el muro de la ciudad, y la casa en que yo estaré. Y ME LO CONCEDIÓ EL REY, según la benéfica mano de mi Dios sobre mí" (Nehemías 2:5-8). Esta sería sólo la primera valla que Nehemías tendría que superar a través de la oración y una preparación diligente para llevar a cabo la Obra de Dios. Noten que cuando hizo su petición al rey, ya había visto todos los detalles necesarios para llevar la obra a cabo. Sabía que sólo tendría esta oportunidad ante el rey y se preparó muy bien al respecto. Sabía que necesitaría, además del permiso para ir, las cartas de autorización real y otra carta para conseguir la madera del bosque real cerca de Jerusalén, ¡hasta sabía el nombre del encargado! Eso sí es diligencia.
A pesar de este comienzo auspicioso, pronto las noticias de la intenciones de Nehemías llegaron a la oposición samaritana encabezada por Sanbalat y Tobías que, dice la Biblia: "les disgustó en extremo que viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel" (Nehemías 2:10). De este modo, Nehemías parte con una escolta real y deja su cómoda vida atrás. Escoge por amor a Dios una vida de pocas comodidades, de grandes peligros y de muchas frustraciones. Pero caminaba "con fe" determinado a hacer la voluntad y la obra de Dios, cueste lo que cueste. Viajó casi 1300 Km. que significan más de dos meses de caminata y llegó a Jerusalén.
Luego de reponer las energías por tres días, comenzó a planificar la tarea a mano. Hace un recorrido de noche con unos pocos hombres de confianza. Ve la patética situación en que se encuentra la ciudad. Aparte del Templo, todo estaba devastado y lleno de escombros. Jerusalén en ese entonces era la ciudad más insignificante y lastimera que existía en el Imperio Persa.
Nehemías, como hábil líder, no mencionó ninguno de sus planes hasta que estuviera listo. Cuando llegó el día, reunió a los habitantes de Jerusalén y los alrededores y les dijo:
"Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio. Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien" (Nehemías 2:17-18).
Nehemías usó unos métodos muy útiles para inspirar al pueblo. Primero se identificó con ellos. Él era un recién llegado de la próspera corte persa, y podía haber dicho: "ustedes veis el mal en que están". En otras palabras, el problema era de ellos. Pero Nehemías en vez dijo, "Vosotros veis el mal en que estamos". Así, ahora él era parte de ellos y el problema también era de él. Luego les dijo que tenía un plan ya listo para edificar, y los materiales estaban disponibles. Esto los hizo convencerse de que Nehemías no era "otro" gobernador más que por 90 años había dicho que quería edificar, pero no contaba con los medios. En vez, aquí estaba un líder dinámico que ya tenía todo listo. Además, Nehemías les contó de todos los milagros que Dios había llevado a cabo en su vida para traerlo hasta aquí. De modo que el pueblo sabía que tenía un líder lleno de una fe viviente. Como resultado el pueblo se entusiasmó y apoyó totalmente a Nehemías.
Sin embargo, la oposición no se quedó sentada. Inmediatamente comenzaron su campaña de hostigamiento que les había dado tan buenos resultados en el pasado.
"Pero cuando lo oyeron Sanbalat...Tobías...y Gesem...hicieron escarnio de nosotros, y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis vosotros? ¿Os rebeláis contra el rey? Y en respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén" (Nehemías 2:19-20).
Ahora veremos la exquisita planificación que desarrolla Nehemías para completar la Obra en tiempo récord. En el cap. 3 vemos que Nehemías no trató de "embestir" los muros caídos al atacar en un sólo lugar. En vez, dividió la tarea en pequeños tramos. Hizo de una Obra aparentemente imposible, unas 40 pequeñas obras. Delegó a cada familia una sección del muro o una de sus puertas de acuerdo a la habilidad del conjunto familiar. Como había artesanos, carpinteros, albañiles y canteros, revisó primero los puntos fuertes de cada familia y les entregó la obra que mejor podían hacer. Así le dio la tarea complicada de construir las puertas del sector principal a la familia bien educada del sumo sacerdote Eliasib. ¡Cuán orgullosos deben haber estado todos los que cooperaban y tenían una sección – su sección – que debían terminar y que sería un monumento a esa familia! Después de 2400 años, ¡sus nombres todavía figuran en la Biblia y son leídos por millones de personas! Sin embargo, lo que ellos sabían de seguro es que Nehemías, su líder los conocía de nombre – ¡y él también estaba trabajando con sus manos es su tramo! Dijo más tarde Nehemías sobre su parte:
"Ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes, ni la gente de guardia que me seguía, nos quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba solamente para bañarse" (Nehemías 4:23).
A pesar de la buena administración, los samaritanos aumentaron la hostilidad. Dice la Biblia:
Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo escarnio de los judíos… y dijo Tobías… Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará" (Nehemías 4:1-3).
Así se burlaban de la rápida obra. Pero cambiaron de parecer cuando supieron que los muros ya estaban hasta la mitad de su altura. Entonces formaron una liga para atacar a Jerusalén antes de que fuesen terminados los muros protectores.
Nehemías, como buen copero y experto en inteligencia y en deshacer intrigas, sabía lo que hacían los samaritanos por los judíos que vivían en Samaria (Nehemías 4:12). Al saber de la conspiración, inmediatamente tomó medidas de seguridad para defender al pueblo. Lo primero que hizo fue juntar a sus hombre fieles y "oramos a nuestro Dios" y luego, "pusimos guarda contra ellos de día y de noche" (Nehemías 4:9). Aquí vemos que la oración debe ser acompañada por la acción física que nos corresponde y no debemos esperar que Dios haga lo que nos corresponde a nosotros hacer. La oportuna preparación del pueblo evitó que los enemigos los tomaran por sorpresa y el plan de los samaritanos fracasó (Nehemías 4:15). Sin embargo, Nehemías no se confió y dividió a la fuerza laboral en dos partes, una para edificar y la otra con armas para defender a los trabajadores. La próxima vez veremos más de los desafíos que tuvo que enfrentar Nehemías para llevar a cabo esta Obra de Dios.