Décimo Primer Mes: Un nuevo comienzo

Usted está aquí

Décimo Primer Mes

Un nuevo comienzo

El trabajo iniciado por Nehemías cuando empezó a tomar censo de la población (7:5-60), podía continuar ahora. Sin embargo, la escasa población de la ciudad, constituía un serio problema. Porque la ciudad era vulnerable y podía ser conquistada fácilmente por sus enemigos. Lógicamente que los líderes del pueblo vivían en Jerusalén y controlaban el comercio. Sin embargo, la mayoría de la gente vivía dispersa en villas y poblados cercanos. Pero había otro asunto urgente que requería atención. Jerusalén ya tenía un gran muro con doce puertas a su alrededor, pero necesitaba una población mayor para continuar como centro de adoración verdadera.

Aunque algunos israelitas vivían allí, "la ciudad era espaciosa y grande, pero poco pueblo dentro de ella, y no había casas reedificadas" (7:4). Entonces al planificar la repoblación de Jerusalén, Nehemías podía haber exigido que ciertas familias vendieran sus hogares y granjas y se mudaran a la ciudad. Sin embargo esta no era la manera de proceder. La decisión sobre la forma de efectuar la renovación, vino del propio pueblo. Algunos de los judíos que se sentían más conscientes de su herencia espiritual, se mudaron voluntariamente. Esto constituyó  una muestra de patriotismo y a la vez un ejemplo de renunciación.

El siguiente paso para la repoblación de Jerusalén tomó la forma de una acción pública. “Habitaron los jefes del pueblo en Jerusalén; más el resto del pueblo echó suertes para traer uno de cada diez para que morase en la santa ciudad de Jerusalén,  y las otras nueve partes en las otras ciudades” (11:1). Hubo una respuesta muy favorable, y el pueblo bendijo "a todos los varones que voluntariamente se ofrecieron para morar en Jerusalén" (11:2). El dejar sus posesiones hereditarias y mudarse a Jerusalén pudo haber resultado en gastos y ciertamente en desventajas. Bajo tales circunstancias, el resto del pueblo consideró que estos voluntarios eran dignos de encomio y, por eso oraron para que Dios los bendijera. Es decir que las poblaciones respondieron positivamente al reclamo y escogieron un método para repoblar Jerusalén. La dinámica interna de respaldo a estas decisiones, es de suma importancia, porque se originó en el orgullo que cada judío sentía ahora que Jerusalén era defendible de nuevo. El muro que fue levantado alrededor de la ciudad les devolvió el sentido de identidad nacional.

Este nuevo comienzo como un renacer del espíritu nacionalista, vino acompañado de una nueva conciencia del pueblo en su relación con Dios. Ellos constituían el pueblo del pacto, por eso se sintieron seguros en  presencia del Eterno. La acción de echar suertes muestra la entera sumisión del pueblo a la voluntad de Dios (Proverbios 16:33). Debido a la falta de un rey en Judá y el gobierno del Eterno sobre el pueblo a través de un representante suyo, en la provincia prevalecía una forma de democracia, establecida sobre fuertes fundamentos religiosos. Por entonces reinaban la justicia, la equidad y la igualdad. En cuanto a conducta, no existían conflictos de ninguna clase. Todo ello tuvo su origen en la relación del pueblo con su Dios y el firme deseo de hacer su voluntad.

Entonces fueron nombrados dos grupos diferentes (11:4-9). Se trataba de Judá y Benjamín, porque esta tribu había sido incluida en el reino del sur. En el pasado los hijos de Fares habían gozado de una envidiable historia (Números 26:21; 1 Crónicas 27:3). Ellos eran admirados y respetados y estaban acostumbrados a salir adelante, en lo que se empeñaban. Por su parte los de la tribu de Benjamín eran conocidos por su valor y su destreza para la guerra (Génesis 49:27; Jueces 3:15; 20:16). Ellos empezaron a sentir los primeros síntomas del resurgimiento del orgullo tribal. No era de esperar que otros dictaran sus conductas. Las dificultades fueron evitadas gracias al despertar espiritual del pueblo.