Décimo Segundo Mes
Un cambio de acontecimientos
El capítulo anterior se cierra con un recuento de los pueblos y villas que rodeaban a Jerusalén y que pertenecían a las tribus de Judá y Benjamín. El capítulo 12 se inicia nuevamente con otra relación de nombres. Esto nos muestra la preocupación de Nehemías por mantener las tradiciones auténticas del pueblo. Retrocede hasta Zorobabel, noventa años antes, y encamina la historia de las familias sacerdotales y levíticas hasta su propio tiempo. En su minuciosa relación de nombres se hace específica mención de los príncipes de los sacerdotes desde Jesúa hasta Jadúa (12:1-22). Como siempre, los sacerdotes son mencionados primero. Esta relación fue seguida por un recuento de los levitas y sus familias (12:22-26). Esto recordaba a todos, la importancia y el poder de la santidad en la vida de la nación.
En realidad, el capítulo 12 nos enseña que hay diferentes clases de ministerios, porque todos los sacerdotes no podían ser sumos sacerdotes. Por eso anteriormente, David había dividido el sacerdocio en grupos de servicio sacerdotal, de acuerdo a las cabezas de las casas paternas, tomando de los descendientes de los hijos de Eleazar, dieciséis y de los hijos de Itamar, ocho. Habiéndolos repartido por suertes haciendo un total de veinticuatro servicios, los cuales debían ejercer dos veces al año y cuando llegaban las fiestas santas, todos juntos ejercían su servicio sacerdotal (1 Crónicas 24).
En la diversificación de los ministerios algunos trabajaban dentro del templo, mientras que otros desempeñaban sus labores, fuera. Los que trabajaban en el exterior eran descendientes de la tribu de Leví, entre ellos estaban incluidos los porteros, los cantores y los sirvientes del templo, sin embargo, cada uno era importante porque contribuía al trabajo de la totalidad y el resultado final era para la gloria de Dios, tal como hoy día existe en la Iglesia de Dios, de acuerdo a los dones que Dios ha dado a cada uno de sus hijos. Y cuando llegó la hora de purificar el muro, los sacerdotes y levitas se purificaron.
Este mismo proceso de purificación se extendió al pueblo, las puertas de la ciudad y los mismos muros. Todo esto se realizó a fin de recordarles a los judíos que tanto ellos como las demás cosas pertenecían a Dios. Entonces Nehemías dividió a los sacerdotes y levitas en dos grupos, para formar dos grandes coros. Con Esdras a la cabeza de uno y Nehemías en el otro, desfilaron por las calles, subieron a los muros, marcharon alrededor de la ciudad y después se reunieron todos en el templo. Entonces los coros antifonales podían oírse a distancia. En ese día, se ofrecieron numerosos sacrificios y se regocijaron porque Dios los había recreado con gran contentamiento y también se alegraron las mujeres y sus hijos y el alborozo de Jerusalén fue oído desde lejos (12:43).
De esa manera, con ímpetu renovado se realizaron los acontecimientos y el pueblo de Judá dio los pasos necesario para que aquellos que ministraban, se sintieran seguros. Comprendieron que si se descuidaban y olvidaban el sostenimiento de aquellos que contribuían a su bienestar espiritual, podrían sufrir las consecuencias de su negligencia (12:44-47). Y a medida que fueron aprendiendo más de la voluntad de Dios, a través de su Palabra, encontraron escrito que los moabitas y amonitas debían ser excluidos de sus congregaciones (Deuteronomio 23:3-5). El efecto que produjo su obediencia puede verse fácilmente en su recordatorio de la unidad bajo David y en la utilización del término “Israel” (12:47), de esa manera, los términos “hijos de Judá así como los “hijos de Benjamín”, ahora fueron sustituidos por “Israel”. Y así, el pueblo pudo compartir un gozo común, manteniendo su esperanza en el futuro. Se trata de un cambio profundo de los acontecimientos.