Décimo Primer Mes: Venciendo un enemigo más

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Décimo Primer Mes

Venciendo un enemigo más

En realidad, Elías se hizo famoso, aunque no fue popular. Sus enemigos trataron de derribarlo del pedestal de la invencibilidad, porque ningún otro hombre podía tener tanto poder como él. Por eso, Dios intervino y libró a Elías de quién sabe cuántas trampas que le habían puesto. Y cuando murió el rey Acab, después de haber sido herido en la batalla contra el rey de Siria, fue llevado a Samaria y ahí fue sepultado. Entonces lavaron el carro en el estanque de Samaria; y los perros lamieron su sangre, conforme a la palabra que El Eterno había hablado. Pero la muerte de Acab no significaba que a partir de entonces todo estaba bien en Israel, porque cuando su hijo Ocozías le sucedió, él también hizo lo malo ante los ojos del Eterno. Y por haber sido cortado con la misma tijera de su padre y de su madre, adoró a Baal. Y de pronto Ocozías sufrió un accidente, cayéndose por una ventana del segundo piso de su palacio en Samaria posiblemente porque Dios no podía seguir tolerando la idolatría.

Mientras que Elías seguía siendo el blanco de sus enemigos. Solo que esta vez el enemigo era Baal-Zebub, dios de Ecrón, porque Ocozías buscó el consejo del falso dios, cuyo nombre significa “dios de la mosca”. Esto nos muestra que Ocozías era impío hasta la médula. Lo único que le importaba era saber el futuro y para hacerlo buscó afanosamente a Baal-zebub. Pero Dios volvió a utilizar a su siervo Elías para enfrentarse con los mensajeros que le había enviado Ocozías, para preguntarles por qué no consultan a Dios en lugar de consultar a Baal-zebub (2 Reyes 1:3). Al saber Ocozías con quién se habían enfrentado sus mensajeros, de inmediato sacó el arma de intimidación para vencer al profeta. Decidió enviar un jefe con 50 hombres para que Elías se presente ante el rey Ocozías. Y cuando lo encontraron éste le dijo: “Profeta, el rey ordena que bajes a verlo. Pero Elías le contestó: Ya que soy profeta, pido que caiga fuego del cielo y te queme a ti y a tus cincuenta soldados. Enseguida cayó fuego del cielo y mató al capitán y a los cincuenta soldados. Luego el rey mandó a otro capitán con cincuenta soldados”, entonces volvió a ocurrir lo mismo. Por tercera vez el rey envió otro jefe de cincuenta, pero esta vez el enviado hablo de rodillas en frente de Elías diciéndole:  Profeta, ya sé que los soldados que vinieron antes de mí murieron consumidos por el fuego que cayó del cielo. Te suplico que no nos mates, ¡somos tus esclavos! ¡Por favor, perdónanos la vida! Entonces el ángel del Eterno le dijo a Elías: “Puedes ir con él. No tengas miedo, entonces Elías bajó y fue con el capitán a ver al rey.

Al llegar, Elías le dijo al rey: Dios no te va a sanar, sino que morirás, pues has consultado con Baal-zebub, el dios de Ecrón, como si en Israel no hubiera Dios” (2 Reyes 1:10-16 v. GPS). De esa manera, Ocozías murió como se lo había anunciado Dios por medio de Elías. Y como Ocozías nunca tuvo hijos, en su lugar reinó su hermano Joram (2 Reyes 1:17 v. GPS). Elías se encontraba tan convencido y tan dedicado a Dios, que por su mente no pasaba un pensamiento de autoprotección. Se trata de otra importante lección para nosotros, porque cuando obedecemos a Dios por encima de todo, pese a las circunstancias, él siempre nos protege y nos cuida. Por eso, Elías estuvo por encima de sus enemigos, por encima de su rey, e incluso por encima de sí mismo, debido a que nunca cedió al mensaje de Dios, ni se dejó vencer por la debilidad.

La contaminación idolátrica de Israel era consecuencia de no haber eliminado, de raíz, las costumbres cananeas cuando conquistaron la tierra prometida. Luego el rey Jehú, elimino a toda la descendencia de Acab y también a Jezabel, tal como lo había predicho Elías. Jezabel es símbolo de otra mujer que se encuentra descrita en Apocalipsis 2:20-23 y Apocalipsis 17-18.