Cuarto Mes: El arroyo seco de Querit

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Cuarto Mes

El arroyo seco de Querit

De pronto y por motivos de la sequía que hubo en todo Israel, también el arroyo se secó y entonces Elías empezó a sentirse en una situación difícil porque se dio cuenta que su subsistencia estaba amenazada (1 Reyes 17:7). ¿Acaso Dios lo había abandonado y se había olvidado de su siervo, dejándolo con sed sin poder beber agua? Por supuesto que no, porque en ese momento Elías, más que nunca era un siervo muy importante para Dios. Por eso, el profeta Isaías nos ilustra un importante paralelo que dice: “El pueblo de Jerusalén decía: Dios me abandonó, mi Dios se olvidó de mí. Pero Dios respondió ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?  Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros (Isaías 49:14-16). Es decir que Dios no habría de olvidarse de su profeta.

En algún momento Elías tuvo que darse cuenta de que su vida, como ocurre con la nuestra, siempre está presente delante de él. A veces cuando nuestro arroyo espiritual está a punto de secarse, de pronto nos enfrentamos a una dura prueba. Tal como ocurrió con Elías, nosotros necesitamos confiar en Dios siempre, porque él no nos abandona ni por un segundo, porque en realidad somos lo más importante para él, en medio de su plan de salvación. Tampoco Dios se olvidó de Elías por mucho que el arroyo de Querit se había secado convirtiéndose en un lecho seco de arena y piedras. Y precisamente aquí es donde viene la segunda lección en la vida del profeta Elías, porque ese arroyo seco era resultado directo de su propia oración, tal como el apóstol Santiago lo dejó escrito: “el profeta Elías era en todo igual a todos nosotros, pero le pidió a Dios con mucha confianza que no lloviera y durante tres años y medio, no llovió sobre la tierra (Santiago 5:17 v. GPS).

Por eso debemos permanecer en la brecha, escuchando la voz de Dios en silencio y permaneciendo apartados del ajetreo diario de este mundo. Necesitamos meditar el profundo significado del valor de nuestra vida escondida en Dios. Por supuesto que la dirección de Dios incluye también su provisión, es como si nos dijera “vete al arroyo que yo proveeré para ti”. Eso fue lo que sostuvo a Elías durante su experiencia como recluta de Dios. Por eso, tenemos que aprender a confiar más en Dios, por mucho que a veces estemos sujetos a pasiones como ocurrió precisamente con Elías. Porque un “arroyo seco” muchas veces puede ser una señal de Dios, lo cual no debería preocuparnos. No olvidemos que el “arroyo seco” de Abraham se produjo cuando Dios le dijo “Toma a Isaac y ponlo en el altar y ofrécelo allí en holocausto” (Genesis 22:2-9), pero Dios estaba inmensamente complacido con Abraham. También el “arroyo seco” de Pablo se produjo cuando en medio de su exitoso primer viaje misionero, fue apedreado en Listra y dejado por muerto. Ese oscuro día se convirtió en uno de los momentos cruciales en la vida del apóstol Pablo. También José fue echado en la cárcel egipcia después de haber sido acusado y juzgado injustamente.

Durante ese tiempo, el arroyo de José también se secó. Pero Dios no se encontraba disgustado con él, porque él estaba muy complacido con su siervo José, aunque Dios tenía cosas que José debía aprender en la prisión de silencio y soledad, separado de la rutina diaria del mundo que lo rodeaba, sin olvidarnos que también Jesús, como el hijo de Dios, intachable y obediente, tuvo que pasar por la angustia en el huerto de Getsemaní. A veces el campamento de reclutas es agotador y fatigoso porque se parece a una carrera de obstáculos que demanda disciplina, seriedad y preparación, con heroísmo y humildad como lo hizo Elías.