Octavo Mes: Contra la violencia

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Octavo Mes

Contra la violencia

Uno de los problemas que con mayor frecuencia agobia al cristiano es tener que vivir en un mundo cuya conducta y moral es contraria a los principios de Dios. Por eso algunos miembros optaron por separarse por completo de las actividades propias de la sociedad actual y otros trabajan cuidándose de no contaminarse con el mundo. En el capítulo 4 de su epístola, Santiago propone una norma cristiana que define lo que un cristiano debe hacer cuando de pronto tiene que enfrentarse al mundo. El apóstol nos hace entender que la sumisión a Dios es la clave del éxito para todo aquel que desea salir victorioso por encima de este mundo. Como lo hizo en ocasiones anteriores, Santiago usa la pregunta retórica para llevar a los seguidores al tema que desea tratar. Los primeros versículos del capítulo 4 ciertamente presentan un cuadro verdaderamente triste en la vida los cristianos. Por un lado, Santiago muestra que existía una condición deplorable en la vida personal de los miembros en las congregaciones. Y, por otro lado, muestra que prevalecía una relación con el mundo que afectaba seriamente la espiritualidad de la Iglesia. Santiago pregunta “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?” (Santiago 4:1). Sin duda, el propósito de Santiago consiste en señalar el origen de las dificultades existentes entre los miembros. Santiago usa estos vocablos hiperbólicamente para describir las luchas internas y brotes específicos de antagonismo entre los miembros, ya que el pasaje describe una situación de luchas y conflictos dentro de la comunidad cristiana. Lucas 8:14 describe a la persona que recibe la Palabra con gozo, pero luego “los placeres de la vida” hacen que la semilla sembrada muera. Tito 3:3 describe la condición del hombre que vive alejado de Dios, es decir, como esclavo de concupiscencias y deleites diversos. 2 Pedro 2:13, usa vocablos con referencia a los falsos profetas y maestros que dañaban a los miembros de la Iglesia. Pedro dice que “recibirán el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estas son inmundicias y manchas, quienes aún mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores”. La verdadera causa de la belicosidad entre aquellos cristianos radicaba en el incontenible deseo de autosatisfacerse y el apetito de amarse a sí mismos.

Debemos abstenernos de los deseos carnales (1 Pedro 2:11). Después de haber formulado sus dos preguntas iniciales, Santiago diagnostica la situación mediante el uso de una serie de verbos en tiempo presente y modo indicativo. Los verbos indican que se trataba de una realidad continua: “Codiciáis y no tenéis, matáis y ardéis de envidia y no podéis alcanzar, combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adulteras ¡No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios! Cualquiera pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:2-4). Su deseo no se encontraba satisfecho y seguramente aumentaba la frustración en el corazón de los miembros. La situación empeoraba, en lugar de mejorar. Santiago enfatiza en lo que puede ocurrir, y en verdad ocurre, cuando los hombres escogen el placer en lugar de Dios como norma de vida. En tal caso, las leyes de Dios son ignoradas, y el deseo por el placer arrastra a los hombres a hacer cosas que jamás soñaron que eran capaces de hacer. El placer de la codicia conduce a los hombres a obras vergonzosas. Los lleva a la envidia, a los celos, y a la enemistad y aún puede llevarlos al asesinato. La forma de expresar el contenido del versículo 2, aclara bastante el cuadro que Santiago presenta tocante a la triste condición de aquellos miembros. El Nuevo Testamento registra muchas promesas de Dios para aquellos que le buscan en oración (Mateo 7:7). “Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21:22). “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” (Juan 14:13; Juan 15:16; 1 Juan 5:14-15). El cristiano encuentra verdadera satisfacción cuando pide al Padre Celestial, con acción de gracias, aquellas cosas que están de acuerdo con su divina voluntad. Finalmente, Santiago les dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.  Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Santiago 4:7-10). Santiago concluye su extraordinaria enseñanza diciendo “al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17).

Heshvan