Décimo Mes: Del desierto al Monte Sinaí

Usted está aquí

Décimo Mes

Del desierto al Monte Sinaí

Al volver el mar a su cauce natural, aplastó, ahogó y destruyó al enemigo de Israel.

Para nosotros, su paso por el Mar Rojo tiene un gran significado, porque el muro de las aguas a ambos lados encierra un importante simbolismo, porque al estar totalmente sumergidos, su inmersión simboliza el hecho de enterrar al viejo ser pecaminoso en el bautismo, como lo dijo el apóstol Pablo: “Porque no quiero hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube y todos pasaron el mar y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar (1 Corintios 10:2).

De hecho, la palabra bautismo significa inmersión, y el Nuevo Testamento revela que uno de los primeros pasos hacia la liberación de la esclavitud espiritual del pecado es precisamente el bautismo precedido del arrepentimiento, la fe en Jesucristo, y su sangre derramada. Sabemos que la ceremonia del bautismo representa la muerte y sepultura del viejo ser pecaminoso en una tumba de agua y salir del agua simboliza la resurrección hacia una nueva vida de libertad espiritual con todos los pecados perdonados y olvidados.

Tel Ed-Daba, es conocido en el libro del Éxodo, como Ramsés (Números 33:3). Esta fue una de las ciudades de almacenaje construidas por los esclavos israelitas, junto con Pitón (Éxodo 1:11). Ahora se convirtió en punto de partida para los hijos de Israel que salían de Egipto. Ellos salieron con arrojo y felicidad, fue una ocasión inolvidable, una noche que de año en año iba a permanecer grabada por siempre en la memoria de las incontables generaciones del pueblo de Israel.

Entonces vino el cántico de Moisés y el pueblo se alegró. “Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas”. Y María les respondía: “Cantad al Eterno, porque en extremo se ha engrandecido; Ha echado en el mar al caballo y al jinete” (Éxodo 15:1-21).

Luego salieron al desierto de Shur y llegaron a Mara, donde las aguas eran amargas, pero después de haber echado sobre las aguas un árbol, se endulzaron. Entonces dijo Dios: “Si oyeres atentamente la voz del Eterno tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy el Eterno tu sanador (Éxodo 15:26-27).

Luego llegaron a Elim donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y acamparon allí junto a las aguas. Luego partieron de Elim y llegaron al desierto del Sin, a los 15 días del mes segundo después de su salida de Egipto (Éxodo 16:1). Ahí murmuraron contra Moisés y Aarón, y Dios les envió pan del cielo que ellos llamaron maná y por la tarde les envió carne para comer. Los hijos de Israel comieron maná por 40 años hasta llegar a los límites de la tierra de Canaán (Éxodo 16:8, 35).

Luego partieron del desierto de Sin y acamparon en Refidím, donde no había agua para beber. Entonces Dios dijo a Moisés que golpease la peña y saldrían aguas para que bebiera el pueblo. Después vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim (Éxodo 17:8). Pero Israel salió victorioso sobre Amalec. Y cuando se acercaron al monte de Dios, Jetro trajo a su esposa y a sus dos hijos y Moisés empezó a juzgar al pueblo. Pero su suegro Jetro le dijo que escogiera hombres virtuosos, temerosos de Dios para ponerlos como jefes de mil, de cien, cincuenta y diez para juzgar al pueblo, a fin de aliviar el trabajo de Moisés (Éxodo 18:21-22).

“Al tercer mes de haber salido los hijos de Israel de la tierra de Egipto, ese mismo día, llegaron al desierto de Sinaí. (Éxodo 19:1). Y cuando Moisés se encontró con Dios, él le dijo: “Vosotros visteis lo que hice con los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa" (Éxodo 19:4-6).

Luego Dios le dijo: “Yo vendré a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y así te crean para siempre. Estén preparados para el tercer día, porque al tercer día el Eterno descenderá a la vista de todo el pueblo sobre el monte Sinaí (Éxodo 19:9, 11). Y al tercer día, cuando vino la mañana, hubo truenos y relámpagos, una espesa nube cubrió el monte y se oyó un sonido de bocina muy fuerte. Todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció. Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios, y ellos se detuvieron al pie del monte” (Éxodo 19:16).

Descendió el Eterno sobre la cumbre del monte Sinaí y Dios llamó a Moisés y él subió. Pero el pueblo no debía traspasar los límites que Dios fijó, para que no muriera. Dios preparó a Moisés para recibir los Diez Mandamientos.


Tebet 2023