Calendario Sagrado año 2016-2017: El profeta Daniel y el reino mesiánico

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Tanto la tradición judía como la cristiana, han considerado el libro de Daniel como producto genuino del profeta judío que fue llevado cautivo a Babilonia al empezar la primera de las tres deportaciones que hubo, en el año 605 AC.

La historia y profecía de Daniel se inicia en el año 605 a.C., después de la primera de las tres etapas de cautiverio que hubo en Judá de manos del ejército del rey babilonio Nabucodonosor, cuando fueron deportados Daniel y sus amigos.

El capítulo 2 de Daniel es, sin lugar a dudas, uno de los más sobresalientes de la literatura profética. Su contenido es tan sorprendente que la mayoría de los eruditos críticos lo consideran como una importante profecía.

Desde su caída en el jardín del Edén, el hombre ha desafiado la autoridad de Dios. La rebeldía del ser humano hacia su Creador, se pone de manifiesto en todas las esferas de la vida humana. En el orden moral y religioso, la rebeldía alcanza su grado máximo.

Ningún soberano de la antigüedad pudo sobrepasar a Nabucodonosor en fama e influencia. La grandeza de su reino, su vasto dominio y fortaleza, constan en las páginas de la historia descrita por Josefo en su libro “Antiguedades de los Judíos” como también en otros libros.

Nabucodonosor murió durante el año 562 a.C., habiendo reinado durante 43 años. Entonces el trono de Babilonia fue ocupado por Evil Medorac, su hijo, quién reinó entre los años 562 y 560 a.C. A su vez Evil Medorac fue sucedido en el trono por Neriglisar, yerno de Nabucodonosor.

Existe una estrecha relación entre los capítulos 3 y 6 del libro de Daniel, porque ambos tratan de la fidelidad de Dios y su poder protector hacia sus hijos. Ambos presentan la dedicación incondicional de siervos de Dios que prefirieron morir antes que negar al Eterno en sus vidas.

El capítulo 7 de Daniel inicia la sección apocalíptica de la profecía. Aquí comienza la primera de las cuatro visiones que Dios le dio al profeta. Este capítulo muestra el poderío de los cuatro imperios gentiles, bajo la forma de cuatro bestias.

La visión del capítulo 7 ocurrió en el año primero de Belsasar (553 a.C). En cambio la visión del capítulo 8 tuvo lugar dos años más tarde (551 a.C). A partir del capítulo 8 hasta el final del libro, los escritos están en el idioma hebreo.

El capítulo noveno del libro de Daniel ha sido reconocido como la piedra de toque para la interpretación de gran parte del material profético de las escrituras. Este capítulo se relaciona directamente con el plan de Dios respecto a la nación de Israel.

Los capítulos 10, 11 y 12 del libro de Daniel describen un panorama de consumación del plan de Dios para son su pueblo. Para un mejor entendimiento es necesario concebir la verdad revelada en ellos considerándolos como una unidad. En el capítulo 10, el profeta muestra la visión de un personaje celestial, quién revela a Daniel (capítulo 11), en forma detallada algunos de los eventos mencionados en el capítulo 8.

El capítulo 11 del libro de Daniel contiene un mensaje profético que concierne a Israel y su relación con las naciones gentiles. La profecía comprende cuatro partes. La primera parte se refiere a la historia del pueblo judío, la cual cubre un periodo que va desde los reyes persas, con el reinado simultáneo de Darío el medo y el rey persa Ciro, el grande (539 a.C) hasta el inicio del periodo griego.

Continuando hasta el final de la profecía, vemos que el rey del norte y el rey del sur desempeñarán roles muy importantes durante tres años y medio (1260 días) en los tiempos del fin. Esto tiene que ver con la culminación de la media semana final de la profecía de las Setenta Semanas de Daniel 9.

El Libro de Daniel es una composición maravillosa. Los destellos que emanan de las predicciones del vidente, deslumbran a todos los que estudian el contenido de su mensaje. Los hechos relatados a través de los seis primeros capítulos y las visiones cuidadosamente registradas en el resto del libro, podrían parecer aspectos pertinentes a un pasado remoto, distanciado insuperablemente de su realidad, no solo por su tiempo y espacio, sino por la cultura y las circunstancias.