Breve introducción a la tabla de las naciones
En principio son tan grandes las dificultades para dilucidar, en esta etapa tardía de la historia humana, los orígenes y las relaciones de las variaciones de razas de la humanidad, que muchos abrigarían dudas de que ni siquiera valga la pena intentarlo en absoluto. Incluso un examen superficial, revelará en el acto, que la mezcla racial ya ha avanzado a tal punto que, en casi cualquier lugar del mundo se pueden encontrar personas representavivas o grupos humanos de todas las líneas raciales o subraciales actualmente reconocidas, las cuales se encuentran entremezcladas de forma general. Ante tal evidencia, proponer que mediante la Tabla de las Naciones de Génesis, se puedan exponer los orígenes, relaciones y pautas de dispersión de estas líneas raciales, parece a primera vista, absurdo. En segunda instancia debemos resaltar que, en esta clase de investigación, lo que constituye evidencia a favor, o prueba virtual de una tesis, depende mucho de la creencia y fe en lo que dicen las Sagradas Escrituras. Es decir, cualquiera que acepte la autenticidad de la revelación de las Escrituras como la piedra fundamental de la verdad, incluso cuando sus llanas declaraciones parezcan contradichas por algunos hallazgos posteriores supuestamente seguros en la investigación secular, no demandará la misma clase de prueba para que tenga peso. Si los hijos de Jafet son, como vamos a examinar más adelante, parte de la población del Asia meridional, entonces una ligera evidencia confirmadora tenderá a decidir la cuestión para los que ya lo creen. De manera similar, para los que estén persuadidos de que la Tabla de las Naciones de Génesis 10 es verdaderamente inclusiva, lógicamente las razas de color deben estar incluidas, y en alguna parte de la misma vamos a encontrar grupos humanos designados como negros, cobrizos o amarillos. Esta clase de inclusividad queda implicita en las palabras de Génesis 10:32 que dice: “Estas son las familias de los hijos de Noé por sus descendencias, en sus naciones; y de éstos se esparcieron las naciones en la tierra después del diluvio.” Se trata de un buen principio, porque cuenta con la anuencia de nuestro Dios y Señor, quién reprocha a los saduceos por no conocer aquellas Escrituras que habían recibido, por cuanto no habían analizado la doctrina del futuro estado, en base a los escritos de Moisés, “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob.” (Éxodo 3:6). La doctrina se encontraba inmersa ahí mismo, si tan solo la hubieran buscado diligentemente.
La ilustración inicial es particularmente idónea, porque en tanto que es perfectamente cierta, evidentemente la implicación de las palabras de Moisés era en este caso, de una importancia profunda, y los eruditos en tiempos de nuestro Señor Jesucristo, probablemente optaron por la misma actitud escéptica dominante en la actualidad, acerca de estos temas, y probablemente hubieran tachado esta idea como absurda, si alguien aparte de Jesucristo, la hubiese propuesto. Aquellos no creían en la resurrección, y por ello no hubieran aceptado una inferencia de esta clase, en base a los escritos de Moisés. A ciertas personas estudiosas les fascinan las genealogías. Y a cualquiera que haya estudiado la historia de forma amplia y profunda, le sirve como propósito similar al de los mapas, para quienes han viajado amplia y continuamente por un determinado país. El historiador examina las genealogías, como el viajero examina sus mapas. Los unos y los otros proporcionan conocimientos de relaciones y una especie de marco estructural donde se puede identificar mucho de lo que ha logrado capturar nuestra imaginación, basada en las mismas Escrituras.
Aunque las genealogías de la Biblia suelen ser tratadas con menor respeto que las secciones más estrictamente narrativas, son sin embargo, dignas de un cuidadoso estudio y análisis, y veremos que nos proporcionan inesperadas claves, donde Génesis 10, que nos habla de la Tabla de las Naciones, no es una excepción. También contamos con varias ayudas de famosos investigadores de los cuales hemos utilizado sus fundamentos. Uno de ellos escribió:“La llamada Tabla de las Naciones permanece, según los resultados de las exploraciones de los monumentos, como un documento etnográfico original de primera categoría e insustituible.”
Sin embargo, la divergencia de opiniones entre los evangélicos tiende a manifestarse, no acerca de la historicidad de esta antigua Tabla, sino más bien acerca de su inclusividad. La cuestión que se suscita es si debemos o no comprender que las Sagradas Escrituras quieren comunicarnos si esta genealogía nos proporciona los nombres de los progenitores de toda la población humana del mundo,o si solamente nos proporciona una declaración resumida de las relaciones de aquellas naciones que su escritor y autor conocía personalmente. Al mismo tiempo, hay poco desacuerdo entre los cristianos acerca del hecho fundamental de que todos los hombres, sin excepción alguna, deben ser seguidos en último término, hasta Adán. Felizmente nuestro Supremo Revelador de todas las cosas, nos muestra de manera puntual, que la Biblia se interpreta a sí misma. Por tanto, es preciso escudriñar las Escrituras porque ahí se encuentra la razón del por qué de la Tabla de Naciones, y no solo eso, sino que además nuestra fuente de sabiduría, nos proyecta maravillosamente hacia el futuro de acuerdo al propósito de Dios.
1° de Nisán de 5774 (Martes 1° de Abril de 2014)