La paz en nuestras vidas

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La paz en nuestras vidas

Cuando los discípulos le pidieron a Jesús una señal de su venida y de los últimos días, él les habló del engaño, guerras y rumores de guerras, tanto entre naciones como entre etnias. ¿Le suena familiar esto? En realidad, ¡se parece mucho a las noticias diarias de la actualidad! Las cosas positivas reciben muy poca cobertura en los noticieros y, como resultado, mucha gente se siente inquieta y sufre de ansiedad o estrés y lucha por mantener la paz y calma en sus vidas.

¿Será que tal vez no entendemos que la paz no es simplemente la ausencia de conflictos? ¿Qué la paz no depende de lo que pasa a nuestro alrededor? ¿Que la paz que Dios desea que tengamos es posible incluso en medio de los conflictos? En realidad, su paz es incondicional y podemos estar tranquilos independientemente de lo que pase en nuestras vidas.

La noche que Jesús fue crucificado, les dijo a sus discípulos que el Padre enviaría el Espíritu Santo para que morara en ellos, les enseñara todas las cosas y les recordara lo que él les había enseñado.

Luego dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Jesús no dijo que tendrían vidas libres de problemas. Lo que dijo no tiene nada que ver con lo que está pasando en el mundo. De hecho, más adelante también les dijo que habría tribulación, pero que aun así debían tener paz (Juan 16:33).

¿Cuál es la clave para tener paz verdadera en nuestras vidas? Salmos 85:10 nos da esta clave: “La justicia y la paz se besaron”. ¿Puede imaginarse una descripción más bella e íntima de lo que es necesario para tener paz en nuestras vidas? La palabra “besar” es utilizada aquí como metáfora para describir la íntima relación entre estos dos atributos. Las palabras justicia y paz frecuentemente aparecen juntas en las Escrituras. Por ejemplo, el Reino de Dios es descrito así: “. . . no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo . . . Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14:17-19).

La paz que logra ser perturbada por los titulares noticiosos, un comentario hiriente, una prueba de salud o el enojo de un colega, no es una paz verdadera. Esa supuesta “paz” depende de no tener conflictos en nuestras vidas.

Si creemos que la paz vendrá solo cuando todos nuestros problemas o frustraciones sean resueltos, entonces nunca experimentaremos la paz verdadera. Esta proviene de tener una relación correcta con Dios, y el Espíritu Santo es nuestro Consolador en este aspecto.

La paz comienza con un cambio en nosotros mismos. El apóstol Pablo escribió: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:6). También escribió: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).

Jesús dijo que la cura para la ansiedad extrema en esta vida es buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). ¡La paz que Dios quiere que tengamos no se ve afectada por lo que ocurre en el mundo que nos rodea! La búsqueda de la paz requiere la búsqueda de la justicia, porque “la justicia y la paz se besaron”. EC