La paz
El deseo del corazón humano
Paz. ¡Ah, tan sólo el sonido de la palabra estimula pensamientos tranquilos y placenteros!
El corazón ansía la paz. De hecho, un saludo muy común en muchos idiomas consiste en desearle paz a alguien, como shalom (hebreo) o aloha (hawaiano). Hasta Jesucristo usó ese saludo (1 Juan 20:19, 21, 26).
Y ¿qué puede decir usted de su vida? ¿Se siente agobiado por las presiones del diario vivir y quisiera tener un poco más de paz? La mayoría de las personas responderían con un rotundo ¡sí!
La Biblia menciona tres aspectos de la paz: la paz personal o mental, hacer lo que esté a nuestro alcance para tener paz en nuestras relaciones con los demás, y la futura paz entre las naciones.
La verdadera paz mental es una tranquilidad interna, sin importar cuáles sean las circunstancias externas. Esto parece imposible, pero “todas las cosas son posibles para Dios” (Marcos 10:27).
Un planeta sin paz
Vivimos en un mundo frenético y aterrador. Hasta hace poco era común oír que alguien era un manojo de nervios o que había sufrido una crisis nerviosa. Las emociones no han cambiado mucho; lo que ha cambiado es la terminología que utilizamos para describirlas. Las expresiones de moda son tensión, ansiedad, depresión y ataques de pánico.
Una de las consecuencias de todo esto es el uso excesivo y el abuso del alcohol y las drogas (tanto medicinales como ilegales), porque la gente intenta escapar temporalmente de sus aflicciones en vez de buscar soluciones a largo plazo.
Al parecer, es imposible encontrar paz en un mundo conflictivo como el nuestro, pero las Escrituras también nos exhortan: “Busque la paz, y sígala” (1 Pedro 3:11). Debemos buscarla mediante la lectura de la Biblia, que es el libro más importante que se haya escrito sobre la paz (Colosenses 3:15-16). Debemos buscarla por medio de las oraciones al “Dios de paz” (Hebreos 13:20).
Los seguidores de Cristo son protegidos de muchas pruebas y peligros, pero no de todos. De hecho, algunas pruebas, como la persecución, suceden como consecuencia de “vivir piadosamente en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:12).
La clave es confiar en Cristo, la fuente de la paz sublime (Juan 14:27; 16:33) y el “Príncipe de paz” (Isaías 9:6). Él puede “encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:79).
Principios y peligros espirituales
Para experimentar paz, debemos hacernos responsables de nuestros pensamientos (Filipenses 4:8). Con la ayuda de Dios, podemos dejar de reaccionar con ira o autocompasión. Lo que determina nuestro estado de ánimo no son las circunstancias ni las personas; en realidad, el factor determinante es nuestra actitud hacia estas cosas. “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda” (Proverbios 25:28).
Hoy en día, muchos libros y sitios de Internet responsables contienen consejos prácticos para reducir la tensión mental, emocional y física. Algunas de las claves que ofrecen son: aprender a tener buenas relaciones con los demás, tener una actitud positiva, adaptarse a las diferentes situaciones, ejercitarse, alimentarse y dormir bien, aprender a relajarse, y descansar un día de cada semana.
Sin embargo, no hay que confiar en todo lo que leemos. Las enseñanzas del movimiento de la “nueva era”, basadas en conceptos paganos expresados en terminología aparentemente científica, se han vuelto sumamente populares. En la medida en que la gente ha rechazado la Biblia como guía en sus vidas, ha ido llenando el vacío espiritual con una espiritualidad falsa y peligrosa.
Si aprendemos lo que enseña la Biblia y lo aplicamos en la vida, esto producirá muchos más beneficios mentales y emocionales que cualquier enseñanza de la nueva era. Más aún, en vez de dejarse absorber por el paganismo de dioses falsos, uno se acercará más al verdadero Dios creador que inspiró la Biblia.
¿Temor y preocupación o fe y paz?
En lo que más meditan (piensan reflexivamente) la mayoría de las personas, ¡es en el temor o la preocupación!
Pero ¿sabe usted cuál es el mandato divino que aparece en la Biblia con más frecuencia que ningún otro? No temas.
Pero ¿cómo puede ser eso posible? Debemos reemplazar el temor con la fe: confiar absolutamente en nuestro Padre celestial. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3).
En este caso, la expresión hebrea traducida como “completa paz” es literalmente “paz, paz”. Se refiere a la clase superior de paz que Dios hace posible para los seres humanos. ¡Y aquellos que tienen esta paz esperan ansiosamente alcanzar la paz suprema en la resurrección!
Debemos confiar en Dios como nuestro refugio y sombra, nuestra fortaleza y guardador (Salmos 61:4; 121:5; 91:2). David escribió: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. . .” (Salmos 23:4).
La preocupación es una forma de miedo, y Jesús dijo en varias ocasiones “no temáis” (Mateo 6:25-34). De hecho, la preocupación es un desperdicio de tiempo y energía. Nuestro Creador provee lo necesario para todas sus criaturas, y dijo: “más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 10:31).
Es imposible que experimentemos fe y paz genuinas sin obedecer a Dios. Sus mandamientos perfectos definen el camino de la paz. Él dijo: “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar” (Isaías 48:18).
El tema del miedo no tiene que ver esencialmente con la emoción misma. “No temer” significa más bien tener el valor para hacer lo correcto aun cuando parezca atemorizador. La convicción de que “el Eterno tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”, nos dará el valor necesario para seguir adelante a pesar de todo (Josué 1:9).
La clave más grande para la paz
La verdadera paz mental depende de que alcancemos “paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
Humildemente, debemos comenzar entregándole a Dios el control. Intentar manejar nuestras vidas por nuestra propia cuenta generalmente produce frustración y confusión; sin embargo, “Dios no es Dios de confusión, sino de paz” (1 Corintios 14:33).
Debemos seguir las instrucciones de Pedro: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Estos dos magníficos regalos de Dios —el perdón y el Espíritu Santo— producen “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). Y mejor aún, conducen al don más grandioso de todos: la vida eterna (Romanos 6:23). La “esperanza de vida eterna” elimina el “temor de la muerte” (Tito 1:2; Hebreos 2:15). ¡No existe mayor consuelo que eso!
En Gálatas 5:22-23 el apóstol Pablo parece comparar el Espíritu Santo con un árbol de vida. Dijo: “El fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”.
Reflexionemos cuidadosamente sobre la relación de la paz con todas las demás virtudes que vienen por medio del Espíritu. Cada una de ellas ayuda a producir y mantener a las demás.
También consideremos el contraste entre los frutos del Espíritu y las “obras de la carne” —de la naturaleza humana— en los versículos 19-21. Algunas de ellas son “celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas”. ¡El Espíritu de Dios reemplazará estas acciones malsanas!
“Gracia y paz”
¿Por qué las epístolas de Pablo comienzan con variaciones del saludo “Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo”? (Ver, por ejemplo, Gálatas 1:3.)
“Gracia” (del griego charis) o “gracia a vosotros” era un saludo griego. Por otro lado, “paz” (del hebreo shalom) era un saludo judío. Pablo sirvió a cristianos judíos y griegos, así que el saludo “Gracia y paz sean a vosotros” era inclusivo y unificador. Él dijo: “. . . todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).
Más importante aún, el Nuevo Testamento añade gran significado teológico a los términos gracia y paz.
La gracia incluye el maravilloso don divino del perdón (Efesios 1:7). ¡La gracia sana nuestra culpabilidad! Es el gran prerrequisito para la paz. Primero el perdón, luego la paz.
La gracia de Dios también nos hace “hijos de Dios” (Gálatas 3:26). ¡Qué paz nos da saber que somos amados por nuestro misericordioso Padre!
Por lo tanto, ese saludo claramente cristiano daba honor a aquel que nos da la gracia y, como consecuencia, la paz verdadera.
Disfrutar la paz y promoverla
La paz y la armonía llenan a quienes la extienden a los demás. Pablo escribió: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). Somos llamados a ser pacificadores, siguiendo el ejemplo del supremo Pacificador (Mateo 5:9).
Oremos para que Dios haga posible que su pueblo viva “quieta y reposadamente” (1 Timoteo 2:2). Oremos para tener tranquilidad y relaciones pacíficas con los demás. ¡Y oremos para que el pacífico Reino de Dios venga pronto!
La exhortación de Pablo en Filipenses 4:6-7 resume bellamente este maravilloso tema: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. BN
Paz mundial: ¿Será realidad algún día?
La paz —una paz universal y permanente entre todas las naciones y pueblos— ha sido la perpetua esperanza y el sueño dorado de la humanidad. Es el tema principal de innumerables historias, sermones y canciones, y de vanas expectativas.
Para conseguirla, se han intentado un sinfín de estrategias. ¡Pensemos en todas las manifestaciones, negociaciones y tratados de paz que se han llevado a cabo! Pero con demasiada frecuencia, los líderes son personas que “hablan paz con sus prójimos, pero la maldad está en su corazón” (Salmos 28:3). Manipulan engañosamente para apoderarse de una tajada mayor del mundo. Tristemente, hasta las negociaciones más sinceras son por lo general inútiles.
Dios inspiró a Isaías para escribir un patético retrato de la historia del mundo: “Y curan la herida de mi pueblo con liviandad [superficialmente], diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14). El hombre por sí solo no puede hallar soluciones duraderas. “No conocieron camino de paz” (Isaías 59:8). Están espiritualmente ciegos (v.10).
El proceder de las naciones refleja el comportamiento de sus habitantes. Las relaciones internacionales sólo serán pacíficas cuando todas las personas sean pacíficas. Y la Escritura nos promete que esto finalmente sucederá. La paz mundial requerirá que la gente tenga “un corazón nuevo y un espíritu nuevo” (Ezequiel 18:31). Sólo Dios puede darnos ese corazón y espíritu nuevos. Su oferta de cambio permanece abierta a quienes él está llamando en la actualidad. Pero cuando regrese Cristo, esa oferta será extendida a todos los seres humanos.
Cristo no intentó establecer la paz en la tierra durante su primera venida (Mateo 10:34). Pero la paz mundial comenzará cuando el Príncipe de Paz retorne a la tierra. Entonces “lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite” (Isaías 9:7).
La paz de Cristo no se logrará concediendo favores al enemigo con la esperanza de ganárselo. Por el contrario, él va a aplastar la rebelión por la fuerza y establecer su gobierno en la tierra. Después emprenderá la reeducación de toda la humanidad para así llevar a cabo su conversión espiritual.
Bajo la guía de Dios, en ese tiempo las naciones “volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4). Entonces “se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente” (Miqueas 4:4).
Algún día veremos verdadera paz en la tierra. Este es un aspecto central del mensaje que Jesús y sus apóstoles predicaron, el mensaje de que hablaba Pablo en Efesios 6:15, el evangelio o buenas nuevas de la paz. BN