Sexto Mes: Elul: David, un siervo conforme al corazón de Dios

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Sexto Mes: Elul

David, un siervo conforme al corazón de Dios

Su nombre significa “amado”. Fue el hijo menor de ocho hijos de Isaí de Belén, el segundo y más grande de los reyes de Israel, el elocuente poeta y una de las figuras más prominentes en la historia del mundo (Rut 4:17, 22; 1 Samuel 16:13). Se han escrito volúmenes sobre las pruebas y triunfos de David, un personaje bíblico de gran importancia, que fue cuidadosamente elegido por Dios mismo, como el segundo rey de Israel.

El padre de David, Isaí, fue un hombre de no gran rango que vivió en el pequeño pueblo de Belén. En su juventud, David fue entrenado para cuidar las ovejas de su padre. Siendo el más joven de la familia, no se le dio a conocer públicamente, sin embargo, agradó a Dios levantarlo de una posición baja para colocarlo en el trono. El profeta Samuel lo ignoró, pero después el profeta obedeció cuando Dios le dijo: "Levántate y úngelo, éste es".

Todo lo que podemos hacer en esta enseñanza es ofrecer un breve bosquejo de la agitada vida de David. A David lo vemos a través de varias facetas. Como guerrero fue valiente, campeón y un gran soldado (1 Samuel 17:40; 2 Samuel 5:7). Su pelea con el gigante Goliat lo convirtió en un hombre marcado. No tuvo el entrenamiento de un soldado porque era muy joven y todavía no había alcanzado la edad adulta. Vestido como un pobre pastor de campo, no tenía armas excepto su honda. Nunca dos guerreros estuvieron tan desigualmente emparejados, pero cuando David salió victorioso sobre Goliat, no hubo jactancia vana ni confianza en sus propios poderes. Dios le dio la victoria y David le dio toda la gloria.

Se convirtió en un hombre de guerra y tal vez por eso, no se le permitió construir el Templo (1 Crónicas 28:3). Era un hábil músico que ejecutaba el arpa. Cuando se encontró en presencia del desdichado rey Saúl, sólo la música de David lo pudo calmar. El dulce salmista de Israel fue un genio poético, y ningún otro poeta ha sido tan constantemente utilizado y citado a través de los siglos. Sus majestuosos salmos son una obra maestra de la literatura espiritual.

David fue aceptado como hijo de Dios. La tendencia general de su vida fue espiritual (1 Samuel 13:14; 1 Reyes 15:5). Ningún otro hombre tuvo la reputación de ser conocido como un hombre conforme al corazón de Dios. Tal expresión no se refiere a ninguna bondad notable en David, sino como alguien a quien Dios había escogido para ser el gobernante de su pueblo. Él fue el hombre conforme a la elección especial de Dios. Sus salmos de alabanza, adoración y meditación marcan la dirección de su vida hacia Dios.

Como pecador, David violó una ley divina (Deuteronomio 17:17; 2 Samuel 5:13), porque cedió a un grave pecado en un período de tranquilidad (2 Samuel 11) y fue reprendido por el profeta Natán (2 Samuel 12). David manchó su carácter por su pecado contra Urías y por la forma engañosa en que obtuvo la esposa de este valiente soldado, como si fuera suya. Fue un pecado tan grave que le trajo la angustia más amarga de su corazón. La confesión de David delante de Dios no fue un reconocimiento frío y formal de culpa, sino una humillación verdadera y sentida de sí mismo, y un clamor profundo por el perdón y la restauración del favor divino, como lo prueban claramente los salmos treinta y dos y cincuenta y uno.

Además, David tuvo un don profético que muy pocos tuvieron. Estuvo inspirado por el Espíritu Santo para exponer muchas verdades gloriosas relacionadas con Cristo como su Salvador. Cuando llegamos al Nuevo Testamento, encontramos que sus salmos se citan más que en otra parte del Antiguo Testamento. David no sólo profetizó acerca de Cristo, sino que se pareció a él en muchos aspectos. Ambos nacieron en el humilde pueblo de Belén. Ambos fueron de baja condición en la tierra, y no tuvieron ningún rango de que jactarse, y ninguna riqueza que los recomendara al mundo. Ambos fueron pastores: y fueron duramente oprimidos y perseguidos, pero no abrieron la boca. Ambos fueron reyes. También David fue guía de muchos dirigiéndolos hacia el Reino de Dios. Él no se sintió nadie comparado con el único sol de Justicia. Nadie puede compararse con su hijo Jesucristo, quien murió, y resucitó convirtiéndose en nuestro Salvador, amigo y Rey.

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