#186 - Jeremías 23-26: "Profecía para las 10 tribus de Israel; la época axial"

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#186 - Jeremías 23-26

"Profecía para las 10 tribus de Israel; la época axial"

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#186 - Jeremías 23-26: "Profecía para las 10 tribus de Israel; la época axial"

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A Jeremías le toca advertirle al pueblo lo que viene y las razones por el castigo. Pero como las profecías vienen de Dios, no son sólo para ese entonces, sino que también se cumplirán totalmente en los tiempos del fin, justo antes del establecimiento del Reino de Dios.

Como menciona Pedro: “...para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2 Pedro 3:8). Es decir, para Dios, lo que estaba ocurriendo en Judá y lo que vendría finalmente con el establecimiento del Reino de Dios, equivalen a menos de 3 días suyos, o para nosotros, en escala humana, unos 3000 años.

Por eso Dios puede contrastar en Jeremías 23 a los pastores inútiles de ese entonces con el Gran Pastor que regirá a Israel en su segunda venida: Jesucristo. Dice: “¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño!... He aquí que vienen días, dice el Eterno, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamará: el Eterno, justicia nuestra. Por tanto, he aquí que vienen días dice el Eterno, en que no dirán más: Vive el Eterno que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto, sino: Vive el Eterno que hizo subir y trajo la descendencia de la casa de Israel de tierra del norte, y de todas las tierras adonde yo las había echado; y habitarán en su tierra” (Jeremías 23:1-8). Este segundo Éxodo será mayor.

También es la prueba clave de que no se han perdido las 10 tribus norteñas de Israel. Aquí no está hablando de una pequeña banda de exiliados de Judá que volverán de Babilonia, sino de un futuro Éxodo (o salida) de las tierras del norte y de otras, donde serán llevadas en cautiverio en los tiempos del Fin. Cristo las liberará en su venida. A este tiempo se refiere Isaías 11:10-16: “Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí (Cristo)... alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía... y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra”.

En otras palabras, o Dios nos está diciendo la verdad cuando promete traer a toda esta casa de Israel a su tierra en la venida de Cristo y que son las naciones anglosajonas los descendientes de ellos, junto con Judá; o nos está mintiendo (cosa que no puede hacer). Si miente, entonces podemos creer al cristianismo tradicional que dice que estas tribus de Israel se perdieron en el tiempo y son imposibles de rescatar. ¿Qué creerá usted, la Palabra de Dios, o la palabra de los hombres?

En esta sección de “Los Profetas” veremos confirmada una tras otra vez esta gran verdad en la Biblia sobre la supervivencia de la casa de Israel y de Judá hasta nuestros días y todas las profecías relacionadas a ellos en los tiempos del Fin.

Dice La Enciclopedia Británica: “ANTIGUOS ALEMANES: Los pueblos alemanes o teutónicos son una rama de los Indo-Europeos. Sus orígenes son un problema de profunda oscuridad. Unas de las dificultades más grandes es la escasez de evidencias arqueológicas relacionadas a la parte norteña de Alemania y la sureña de Suecia al final de la Edad de Bronce (500-400 a.C.) y el 2do siglo a.C.” (p. 40).

Historiadores admiten que los asirios desaparecieron de la historia. A dónde fueron, no tienen idea. No fueron asimilados como los babilonios sí fueron con los persas. El historiador Arnold Brackman comenta en su libro, El Destino de Nínive: “Nada quedó ni de Nínive ni de Asiria, salvo vagos recuerdos, leyendas, mitos y tradiciones transmitidas en la literatura sacra y profana... Nínive desapareció tan rápidamente de la vista que cuando Jenofonte condujo a sus diez mil griegos por el sitio, doscientos años más tarde, en su celebrado reconocimiento del imperio persa, no llegó a comprender que Nínive estaba bajo sus pies” (p. 20-21). Es interesante notar que el único historiador que refutó la idea de que se perdieron los israelitas fue un judío, Josefo, que escribió: “El grupo entero del pueblo de Israel permaneció en ese país [Asiria], mientras que las dos tribus de Judá y Benjamín se encuentran actualmente en Asia y Europa sujeta a los romanos. Las Diez Tribus de Israel actualmente se encuentran más allá del Río Eufrates [zonas del Caúcaso por donde llegaron al norte de Europa] y consisten de una gran multitud, que no se puede calcular en números” (Antigüedades de los Judíos, libro 11, cap. 5, sec. 2). 

De esta manera podemos ver que el rastro de estos pueblos asirios e israelitas ha estado oculto al mundo en general, pero el libro, “La Llave Maestra de la Profecía” revela las pruebas bíblicas e históricas que rellenan el cuadro. Como vemos en esta sección de los profetas, Dios le estaba revelando que el pueblo de Israel no desaparecería, como tampoco el de Judá.

Dios ahora indica que una de las razones principales por el castigo del pueblo de Dios es la corrupción del ministerio. Dice: “A causa de los profetas mi corazón está quebrantado dentro de mí... porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos; aun en mi casa hallé su maldad, dice el Eterno... en los profetas de Jerusalén he visto torpezas; cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos como Sodoma... de los profetas de Jerusalén salió la hipocresía sobre toda la tierra. Así ha dicho el Eterno: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros” (Jeremías 23:9-16).  

Sobre esta sección comenta Unger: “Los falsos pastores de Judá sirven como trasfondo para introducir la alentadora profecía sobre el reagrupamiento y la restauración del Reino de Dios bajo el Mesías, ‘el renuevo justo’. Esto se cumplirá en los tiempos del Fin y abarcará el Éxodo final” (p. 349). Halley añade: “En cuanto a los falsos profetas, eran el más grande de todos los estorbos para la acogida de los mensajes de Jeremías; hombres que se decían profetas de Dios, proclamando en el nombre de Dios sus propios mensajes y sirviendo sus propios fines; siempre clamando, “Jeremías miente; nosotros somos profetas de Dios, y Dios nos ha dicho que Jerusalén está a salvo” (p. 280). Un último punto importante para entender el juicio severo contra Judá viene del Comentario Exegético: “Jerusalén y Judá fueron todavía peores que Samaria y las diez tribus por cuanto mayores eran los privilegios de aquellas, tanto mayor era su culpa. Tenían el Templo entre ellos, cosa que no tenían las diez tribus; así y todo, practicaban su idolatría en el mismo templo” (p. 692). 

A los falsos profetas, les revela su destino: “He aquí que la tempestad del Eterno saldrá con furor... No se apartará el furor del Eterno hasta que lo haya hecho, y hasta que haya cumplido los pensamientos de su corazón; en los postreros días lo entenderéis cumplidamente. No envié yo aquellos profetas... no les hablé, mas ellos profetizaban” (Jeremías 23:19-21). 

Hoy día, así siguen “los falsos profetas” del cristianismo tradicional, “profetizando” y predicando falsos mensajes contra la Ley de Dios (vea Jeremías 6:19; Jeremías 9:13); fomentando el culto a los arbolitos sagrados (Jeremías 10:2-8); enseñando a violar el sábado (Jeremías 17:19-27). Son hipócritas (Jeremías 23:15) y hablan en contra de los verdaderos ministros de Dios (Jeremías 20:7-10). Un día, tal como ha dicho, Dios actuará para sacar a todos estos falsos profetas de la tierra.

Dios está indignado, como lo está hoy día también. Pregunta: “¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? dice el Eterno. ¿No es mi palabra como fuego... y como martillo que quebranta la piedra? [la Palabra de Dios es como alimento bueno (trigo), poderoso (martillo) y purificador (fuego)] Por tanto, he aquí que yo estoy contra los profetas... que hurtan mis palabras... que endulzan sus lenguas, y yo no los envié... Y al profeta, al sacerdote o al pueblo que dijere: “Profecía del Eterno, yo enviaré castigo sobre tal hombre y sobre su casa... pues pervertisteis las palabras del Dios viviente... y pondré sobre vosotros afrenta perpetua, y eterna confusión que nunca borrará el olvido” (Jeremías 23:28-40).  

Recuerden ahora que el ministerio de Jeremías abarcó tres etapas del cautiverio de Judá. El comienzo fue en el año 626 con sus predicaciones como un joven. En el año 605, Nabucodonosor derrota a los egipcios en Carquemis, un momento épico en la historia. Egipto nunca más se levantará como poder. Además, comienza el dominio de Babilonia como un Imperio Mundial de ese entonces. Dios está detrás del auge de Babilonia, y usa a Nabucodonosor para castigar a estas naciones relacionadas con Israel.

Dice Halley: “En el 609 a.C. Nabucodonosor fue puesto a la cabeza de los ejércitos de su padre. Invadió los países al oeste, arrebató de Egipto el control de Judá en el 606 a.C., y llevó a Babilonia algunos cautivos judíos, entre ellos Daniel. En 605 a.C. quebrantó el poderío egipcio en la célebre batalla de Carquemis. En 597 a.C. sofocó una nueva sublevación en Palestina, y llevó cautivos a Babilonia al rey Joaquín y muchos otros, incluso a Ezequiel” (p. 304). Es ahora cuando Dios le revela a Jeremías cuánto tiempo durará el dominio de Babilonia, 70 años, y también el exilio de Judá. 

En el capítulo 24, Dios compara a los judíos que obedecen lo que Jeremías aboga y se someten a este instrumento de Dios, Nabucodonosor, quien llama “mi siervo” (Jeremías 25:9) a buenos higos. Se someten al castigo, son buenos ciudadanos en Babilonia, y luego podrán volver a Judá tras 70 años. Los malos higos (en hebreo asquerosos) son los que resisten el castigo de Dios, no se someten a Nabucodonosor y forman una alianza con el faraón de Egipto. Estos serán destruidos en su mayoría.

En el capítulo 25 tenemos la profecía de los 70 años de cautiverio de Judá por los Babilonios. “Desde el año trece de Josías [627 a.C.) hasta este día, que son veintitrés años (604 a.C.), ha venido a mí palabra del Eterno, y he hablado desde temprano y sin cesar; pero no oísteis... cuando decían: Volveos ahora de vuestro mal camino... Pero no me habéis oído... he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice el Eterno, y a Nabuconodosor, rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra... Toda esta tierra será puesta en ruinas, y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia... y la convertiré en desiertos para siempre” (Jeremías 25:3-12). 

Los 70 años abarcan desde la primera toma de cautivos, entre ellos Daniel, en el año 606 a.C. hasta el año 537, fecha en la que Ciro, luego de derrotar a los Babilonios, decreta la libertad de los judíos en Babilonia. Comenta Halley: “Lo más admirable es que se predice la duración exacta del dominio babilónico, una profecía sorprendente, pues no había manera posible en que Jeremías lo supiera, sino por revelación directa de Dios” (p. 281). La cifra de 70 años tampoco es al azar. Dios hace todo en forma perfecta y en orden. Explica la razón por los 70 años en 2 Crónicas 36:20-23: “Los que escaparon de la espada fueron llevados cautivos a Babilonia, y fueron siervos de él y de sus hijos, hasta que vino el reino de los persas; para que se cumpliese la palabra del Eterno por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo, porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos. Más al primer año de Ciro... El Eterno despertó el espíritu de Ciro... el cual hizo pregonar... El Eterno, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, sea el Eterno con él, y suba”.

Respecto a los años sabáticos de la tierra, el Comentario Exegético explica: “El número exacto de años de los descansos de la tierra, correspondientes a 490 años, que es el período que corrió desde Saúl hasta la cautividad de Babilonia; justa retribución por su violación del sábado (Levítico 26:34-35)” (p. 694). Aquí vemos una prueba de que no se aplicaron los años sabáticos en Israel, cuando la tierra debería reposar el séptimo año, quizás hubo algunas excepciones por los reyes justos, como David. Pero Dios no se olvidó de su santa Ley, y aquí cobra su palabra. También lo mismo ocurrirá en el Milenio, cuando la tierra podrá reposar por lo que no pudo anteriormente. Hablando del Milenio, Dios dice: “Mas si de su heredad diere parte a alguno de sus siervos, será de él hasta el año de jubileo, y volverá al príncipe; mas su herencia será de sus hijos... Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa” (Ezequiel 46:17; Ezequiel 47:1). 

Aquí viene otra verdad sorprendente. Lo que Dios va a hacer ahora, no sólo afectará a la pequeña Judá, sino al mundo civilizado de ese entonces en el Medio Oriente. La moralidad de todas estas naciones había decaído tanto durante estos siglos, que habría un cambio completo de la civilización. Se llama en la historia el “tiempo axial”, mencionado por el historiador Karl Jasper, o una época crucial en la historia. Este tiempo cubriría desde 750 a.C. hasta el 200 a.C. Israel cae (721 a.C.), luego Asiria (621 a.C.), Judá (585 a.C.), Egipto (580 a.C.), Persia (333 a.C.). Es un tiempo cuando las viejas civilizaciones mueren y unas nuevas surgen, bajo los griegos y los romanos. El Imperio Romano guiaría los destinos de la humanidad desde el año 200 a.C. hasta su caída en 476 d.C. Es esta la cultura grecorromana que conocemos en la actualidad y forma la base de nuestra civilización bajo la lógica griega y la ley romana. 

En estos períodos de grandes cambios, con caídas y surgimientos de nuevas civilizaciones, hay muchas guerras, las poblaciones disminuyen, hay hambres, pestes, y la ciencia y el transporte declinan. 

Dios usa ahora a Jeremías y a otros profetas para anunciar el fin de esta civilización patriarcal. Dice Dios: “... todo lo que está escrito en este libro, profetizado por Jeremías contra todas las naciones... serán sojuzgadas por muchas naciones y grandes reyes; y yo les pagaré conforme a sus hechos... Porque así me dijo el Eterno Dios de Israel: Toma de mi mano la copa del vino de este furor, y da a beber de él a todas las naciones a las cuales yo te envío. Y beberán, y temblarán y enloquecerán, a causa de la espada que yo envío entre ellas... para ponerlos en ruinas y en maldición... a Faraón rey de Egipto... Filistea... Edom... Moab... Tiro... Arabia... Media... Babilonia... Y si no quieren tomar la copa... Tenéis que beber... Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque el Eterno tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne” (Jeremías 25:13-31). 

Le dice Dios a Jeremías: Ponte en el atrio de la casa del Eterno, y habla a todas las ciudades de Judá... quizá oigan, y se vuelvan cada uno de su mal camino, y me arrepentiré yo del mal que pienso hacerles por la maldad de sus obras. Les dirás, pues: Así ha dicho el Eterno: Si no me oyereis para andar en mi ley... yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra” (Jeremías 26:2-6). Otra vez el mensaje de Dios trae serios problemas a Jeremías. “Y cuando terminó de hablar... los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás... En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad” (Jeremías 26:8-11). Jeremías responde: “El Eterno me envió a profetizar contra esta ciudad... Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz del Eterno... y se arrepentirá el Eterno del mal... En lo que a mí me toca, he aquí estoy en vuestras manos; haced de mí como mejor os parezca mas sabed de cierto que si me matáis, sangre inocente echaréis sobre vosotros” (Jeremías 26:12-15). Otra vez está Jeremías cerca de la muerte. Veremos qué le sucederá en el próximo estudio.