#177 - Isaías 35-42: "Las tres poderosas profecías de Dios"

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#177 - Isaías 35-42

"Las tres poderosas profecías de Dios"

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Anima a su pueblo a mantener la fe, pues todo se cumplirá tal como lo ha prometido. Es una de las secciones más bellas de la Biblia.

“Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa… Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos [sanidad divina para todos], y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad… Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos… No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. Y los redimidos de el Eterno volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido” (Isaías 35:1-10).

Así termina la primera parte de las profecías reveladas a Isaías por Dios. A continuación, Isaías introduce la sección histórica de 2 Reyes 18:13-37 y también en 2 Crónicas 32:1-19 que describe el cumplimiento de una de las profecías. No hay nada que sustituya a los hechos, y por eso entrega esta prueba del milagro profetizado de que los asirios no conquistaran Jerusalén.

Isaías estuvo presente en el sitio de Senaquerib, y vio cómo se cumplió lo que Dios le había prometido. Bajo la inspiración de Dios había profetizado al rey Ezequías y a los habitantes de Jerusalén: “Por tanto el Señor, Eterno de los ejércitos, dice así: Pueblo mío, morador de Sion, no temas de Asiria. Con vara te herirá, y contra ti alzará su palo, a la manera de Egipto; más de aquí a muy poco tiempo se acabará mi furor y mi enojo, para destrucción de ellos… al tiempo de la tarde, he aquí la turbación, pero antes de la mañana el enemigo ya no existe. Esta es la parte de los que nos aplastan, y la suerte de los que nos saquean” (Isaías 10:24-25).

El cumplimiento de esta profecía es lo que ahora relata Isaías. El rey Senaquerib de los asirios ya había conquistado gran parte de Judea, junto al resto de Medio Oriente. Nada o nadie lo había resistido. Ahora envió sus tropas selectas de combate contra la pequeña Jerusalén y la sitiaron. ¿Qué podían hacer ellos, si ni grandes naciones lo habían detenido?

A pesar de todo esto, Isaías había predicho años antes que los asirios serían derrotados, pero no por mano de hombre, sino por Dios mismo. Dijo: “Entonces caerá Asiria por espada no de varón, y la consumirá espada no de hombre; y huirá de la presencia de la espada, y sus jóvenes serán tributarios. Y de miedo pasará su fortaleza, y sus príncipes, con pavor, dejarán sus banderas, dice Jehová, cuyo fuego está en Sion, y su horno en Jerusalén” (Isaías 31:8-9).

Ahora relata en los capítulos 36 y 37 cómo se cumplió esta parte de la profecía en sus días. “Por tanto, así dice el Eterno acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad… Porque yo ampararé a esta ciudad para salvarla, por amor de mí mismo, y por amor de David mi siervo. Y salió el ángel del Eterno y mató a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos. Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, e hizo su morada en Nínive. Y aconteció que mientras adoraba en el templo de Nisroc su dios, sus hijos… le mataron” (Isaías 37:33-38). Este fue un gran milagro, e Isaías lo dejó registrado como prueba de que Dios cumple lo que promete. [Para más detalles, vea el Estudio #143). 

Este monumento asirio de arcilla fue encontrado en los escombros del palacio de Senaquerib por Geoffrey Taylor, por eso también se llama “El prisma de Taylor” y se encuentra en el Museo Británico. Relata la historia de las conquistas de Senaquerib, e incluye su campaña contra Judá. Dice “Y a Ezequías de Judá, que no se había sometido a mi yugo, puse sitio a sus fortalezas a sus ciudades amuralladas y a las pequeñas ciudades a su alrededor… Y las conquisté [cuarenta y seis ciudades]… A él lo encerré, como pájaro en una jaula, en Jerusalén, su ciudad residencial… Sus ciudades, que yo había saqueado, las separé de su reino… y empequeñecí su reino… añadí otros impuestos… y se los impuse”. Noten que no dice que la conquistó, solo que la sitio y que recibió tributo de Ezequías. Así el relato asirio concuerda con el bíblico.

A pesar de esta salvación milagrosa, ahora Isaías relata el grave descuido de Ezequías, que traería consecuencias nefastas para Israel. Como es tan típico, luego de la victoria, viene la relajación. Estaba tan feliz luego de haber sido sanado por Dios de una enfermedad mortal, que cuando llegó una embajada de Babilonia para pactar una alianza, al expresarle la alegría de ser sanado; Ezequías se descuidó y les reveló la riqueza y los secretos militares. Dice: “Y se regocijó con ellos Ezequías, y les mostró la casa de su tesoro… toda su casa de armas, y todo lo que se hallaba en sus tesoros; no hubo cosa en su casa y en todos sus dominios, que Ezequías no les mostrase. Entonces el profeta Isaías vino al rey Ezequías, y le dijo: ¿Qué dicen estos hombres, y de dónde han venido a ti? Y Ezequías respondió: De tierra muy lejana han venido a mí, de Babilonia. Dijo entonces: ¿Qué han visto en tu casa? Y dijo Ezequías: Todo lo que hay en mi casa han visto, y ninguna cosa hay en mis tesoros que no les haya mostrado. Entonces dijo Isaías a Ezequías: Oye palabra del Eterno de los ejércitos: He aquí vienen días en que será llevado a Babilonia todo lo que hay en tu casa… ninguna cosa quedará, dice el Eterno. De tus hijos… tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia. Y dijo Ezequías a Isaías: La palabra del Eterno que has hablado es buena. Y añadió: A lo menos, haya paz y seguridad en mis días” (Isaías 39:2-8).

Un autor comenta: “La fe de Ezequías, que se mantuvo como una roca de firmeza al afrontar los peligros más grandes, ahora, al ser tocada por las alabanzas y la adulación, se derritió por completo. De este modo, el mundo logró reclamar otra víctima por medio de su amistad sutil” (Nuevo Comentario Bíblico, p.610). Con razón que Dios nos advierte de no estrechar o confiar demasiado en las personas inconversas. Dice el apóstol Santiago: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4).

Isaías le había advertido a Ezequías de no hacer ninguna alianza y amistad con los egipcios, y ahora, en un momento de descuido, lo había hecho con unos extraños muy peligrosos, los babilonios. Ellos terminarían la obra que empezó Senaquerib, la destrucción de Jerusalén y el cautiverio del pueblo. Con la muerte de Ezequías, empezamos la última etapa muy triste de la vida de Isaías, que figura en los capítulos 40-66.

Veamos el contexto de esta sección. Dice Archer: “Isaías… fue ordenado por Dios a advertirle al rey Ezequías de no hacer alianzas con otras naciones, pero al fin, no logró el objetivo del rey Ezequías, sus puntos de vista sociales, políticos y espirituales no eran populares. Su momento de mayor influencia fue cuando Ezequías llevó a cabo sus reformas religiosas para volver a Dios. Sin embargo, Dios le advirtió que, aun así, la gran parte de la nación no cambió de su idolatría y no le hizo caso a su mensaje espiritual (Isaías 6:9-10). Salvo por una muy pequeña minoría de verdaderos creyentes, su ministerio fue en gran parte un fracaso. Después de la muerte de Ezequías alrededor del año 698 a.C. asumió el trono su hijo degenerado, Manasés. Ahora, Isaías presenció cómo desmantelaron todos sus esfuerzos espirituales. Durante el reinado del apóstata Manasés el pueblo se hundió en la depravación más atroz, peor que en los días del malvado Acab. [Dice la Biblia, “…volvió a edificar los lugares altos y levantó altares a Baal…y pasó a su hijo por fuego, y se dio a observar los tiempos, y fue agorero… los indujo a que hiciesen más mal que las naciones que el Eterno destruyó delante de los hijos de Israel… Habló, pues, el Eterno por medio de sus siervos los profetas… Fuera de esto, derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera” (2 Reyes 21:4-16)]. Dios le revela a Isaías que la derrota de Jerusalén no está muy lejos. Existe una antigua tradición que [dice que Isaías] fue muerto por Manasés al ser serruchado dentro del tronco vacío de un árbol. Quizás la referencia de Hebreos 11:37 de que por lo menos un hombre de la fe fue “aserrado” tiene que ver con la muerte de Isaías” (Introducción al Antiguo Testamento, p. 317).

La última parte del libro de Isaías consiste en refutar a la idolatría y mostrar la inconmensurable grandeza de Dios. A la vez, debería consolar a los verdaderos creyentes y cumplidores de la ley de Dios, el remanente fiel, al revelarles el grandioso Plan de Dios. Las promesas de Dios consisten en conservar a su pueblo intacto en Babilonia y traerlos de vuelta a Judea. Más tarde, les promete traer al Mesías, que aquí es llamado el Siervo Sufriente. Finalmente, llevará a cabo el establecimiento de su maravilloso reino con la Segunda Venida de Cristo. De esto se tratan los siguientes capítulos.

Comienza con la refutación de la idolatría, que a propósito, todavía se lleva a cabo bajo el nombre del cristianismo con “figuras” e “imágenes” de personajes bíblicos, como si de esa manera fuera más permisible. Es tan ridículo pensar así. Imagínense hacer imágenes de personajes del Antiguo Testamento como lo hacen hoy día con las del Nuevo Testamento. Ambas formas serían pecado.

Esta sección de Isaías 40-46 es una de las más sublimes en toda la Biblia. La descripción de Dios y todas sus magníficas características son igualadas en todos los escritos humanos.

Comienza en el capítulo 40 con la descripción de la venida de Cristo y el cumplimiento de esta profecía, (Lucas 3:4-6; Juan 1:23). Dice: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino al Eterno; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios… Y se manifestará la gloria del Eterno, y toda carne juntamente la verá; porque la boca del Eterno ha hablado” (Isaías 40:3-5). La otra parte de la descripción la llevará a cabo Cristo en su segunda venida: “Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane… He aquí que el Eterno el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro. Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:4 Isaías 40:10-11).

Ahora viene la más sublime descripción que existe sobre Dios al compararlo con toda la creación, Dice: “¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados?... He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo. Ni el Líbano [con todos sus inmensos bosques] bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio. Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es… Él está sentado sobre el círculo de la tierra [versión Biblia de Jerusalén dice: “orbe terrestre”, y aquí vemos que según la Biblia la tierra no es plana como creían, sino redonda], cuyos moradores son como langostas; él extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar. Él convierte en nada a los poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana…. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército [las estrellas]; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio… ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es YAVEH, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance” (Isaías 40:12-28).

Así es la gran majestad de nuestro Dios. Todo se empequeñece ante su presencia. Por eso nunca debemos limitar a Dios y lo que puede hacer por nosotros si le obedecemos de verdad. Como dijo el apóstol Juan: “…y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él… y esta es la confianza que tenemos en él, que, si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 3:22; 1 Juan 5:14).

Por medio del valiente Isaías, Dios comienza a desafiar a Manasés y sus seguidores idólatras. Les pregunta: “¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis? El artífice prepara la imagen de talla, el platero le extiende el oro y le funde cadenas de plata. El pobre escoge, para ofrecerle, madera que no se apolille; se busca un maestro sabio, que le haga una imagen de talla que no se mueva… ¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo” (Isaías 40:18-20, Isaías 40:25). Noten que Dios prohíbe que le hagan una imagen a él también. Ya esto estaba condenado en el Segundo Mandamiento, y en Deuteronomio 4:15-16 “Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que el Eterno habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura…”.

Más bien, Dios desea que lo adoremos “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24) y confiemos en su poder: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:29-31). El Sr. Herbert Armstrong solía usar esta escritura para explicar cómo recibía tanta energía en su vejez.

Ahora, como una gran demostración de su incomparable poder y grandeza ante estos falsos ídolos, Dios nombrará con nombre personal a un futuro conquistador del mundo, Ciro, quien derrotará a los babilonios que esclavizarán a su pueblo. Esto fue dado alrededor del año 700 y sólo se cumpliría unos 150 años más tarde.

Dios lanza el reto: “Escuchadme, costas, y esfuércense los pueblos; acérquense, y entonces hablen; estemos juntamente a juicio. ¿Quién despertó del oriente al justo, lo llamó para que le siguiese, entregó delante de él naciones, y le hizo enseñorear de reyes… ¿Quién hizo y realizó esto? ¿Quién llama a las generaciones desde el principio? Yo el Eterno, el primero, y yo mismo con los postreros… El carpintero animó al platero, y el que alisaba con martillo al que batía en el yunque, diciendo: Buena está la soldadura; y lo afirmó con clavos, para que no se moviese. Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo… Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo”. (Isaías 41:1-13).

Dios le insta a su pueblo a confiar en él y volverse de su vana idolatría. Desafía a los ídolos que pronostiquen algún hecho notable en el futuro. Les dice: “Alegad por vuestra causa, dice el Eterno; presentad vuestras pruebas… Traigan, anúnciennos lo que ha de venir… Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses… He aquí que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad; abominación es el que os escogió. [Ahora Dios entrega su prueba] Del norte levanté a uno, y vendrá; del nacimiento del sol invocará mi nombre; y pisoteará príncipes como lodo” (Isaías 41:21-25). Como veremos, se refiere a Ciro, el gran conquistador persa, que se nombra en Isaías 44:28 y en Isaías 45:1.

Esta profecía con el nombre de un conquistador fue tan chocante a los teólogos liberales del siglo pasado, que no pudieron aceptar que un profeta pudiese predecir tal cosa. Entonces, para rechazar tal cosa, alegaron que no fue Isaías quien escribió esto, sino uno judío que vivió en los tiempos de Ciro. Dijeron que Isaías no pudo escribir esta segunda parte del libro, y entonces nombraron a otra persona, que no saben el nombre, por lo que lo llamaron “Segundo Isaías”.

Halley explica: “En ninguna parte del libro, de la Biblia, ni de la tradición hebrea ni cristiana, hay mención, ni siquiera vislumbre, de dos o más autores. Un “segundo Isaías” es un mito de la escuela crítica moderna. El libro de Isaías, en nuestra Biblia, y en los días de Jesús, es y era un libro y no dos. No es obra de retazos; de principio a fin se le caracteriza una unidad de pensamiento, expuesto en “lenguaje de lo más sublime”, que lo hace una de las obras más grandiosas que jamás se hayan escrito. Si como sostiene la escuela crítica, la última mitad fue escrita por un “profeta desconocido” del cautiverio, ¡lástima que no se conozca el autor de la obra más sublime de toda la literatura! No creemos en tan cosa como un “deutero Isaías” (Halley, p. 269).

Todo esto se debió a que Dios mencionó el nombre “Ciro” cuento cincuenta años antes de que apareciera en la historia, y para hombres incrédulos, esto no puede suceder. Sin embargo, no es la única vez que lo hizo. Ya antes profetizó por medio de un profeta en los tiempos de Jeroboam que aparecería y esto se cumplió ¡300 años después! (vea 2 R 23:15-18). Otro ejemplo es cuando Dios nombra a Belén como el lugar dónde nacería el Mesías, ¡700 años antes! (Miqueas 5:2). Esta es la grandeza de nuestro Dios, y por eso tenemos tanta confianza en las demás profecías que se cumplirán en los tiempos del Fin, pues Dios no puede mentir (Tito 1:2; Hebreos 6:18).

Ahora bien, Dios no se detiene con sus pruebas de su divinidad. Algo mucho mayor que la venida de Ciro, es la llegada de Jesucristo a la tierra. Dice: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento [palabras dichas por Dios a Jesucristo en Mateo 3:17, Mateo 17:5; Marcos 1:11; Lucas 3:22 y Lucas 9:35) he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones. No gritará, ni alzará su voz [describe el carácter manso de Cristo (Mateo 11:29)], ni la hará oír en las calles. No quebrantará la caña cascada [algo muy frágil] ni apagará el pábilo que humearé [sumamente delicado]; por medio de la verdad traerá justicia. No se cansará ni desmayará hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley” (Isaías 42:1-4). Estas palabras son citadas en el Nuevo Testamento para describir el carácter y el ministerio de Jesucristo. (vea Mateo 12:17-21).

Continúa Dios con la descripción de Cristo: “Yo el Eterno te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas. Yo el Eterno; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas. He aquí se cumplieron las cosas primeras [derrota de los asirios en Jerusalén], y yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a luz, yo os las haré notorias” (Isaías 42:6-9).

Ahora, como hemos visto es característico en Isaías, Dios es remonta a cuando se establezca su reino por medio de su siervo, Cristo: “Alcen la voz el desierto y sus ciudades, las aldeas donde habita Cedar; canten los moradores de Sela [nombre hebreo para Petra], y desde la cumbre de los montes den voces de júbilo. Den gloria al Eterno, y anuncien sus loores en las costas. El Eterno saldrá como gigante, y como hombre de guerra despertará celo… Desde el siglo he callado [Dios ha sido muy paciente con la humanidad descarriada en gran parte], he guardado silencio, y me he detenido; daré voces como la que está de parto; asolaré y devoraré juntamente. Convertiré en soledad montes y collados, haré secar toda su hierba; los ríos tornaré en islas, y secaré los estanques… Serán vueltos atrás y en extremo confundidos los que confían en ídolos, y dicen a las imágenes de fundición: Vosotros sois nuestros dioses” (Isaías 42:11-17).

Luego, Dios se refiere a su pueblo, Israel, como un siervo inútil, que no le escucha. “Sordos, oíd, y vosotros, ciegos, mirad para ver. ¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es sordo, como mi mensajero que envié? ¿Quién es ciego como mi escogido, y ciego como el siervo del Eterno, que ve muchas cosas [sabe las profecías y verdades] y no advierte [no las cree], que abre los oídos y no oye?” (Isaías 42:18-20). Dios continuará con este tema, de que, aunque suplica a su pueblo para que se vuelva de la idolatría inútil y que le obedezcan para que no se cumpla el castigo, no le hacen caso.

Ahora muestra Dios lo que su verdadero siervo, el Mesías Jesucristo hará cuando venga: “El Eterno se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla” (Isaías 42:21). Esta es una escritura clave para entender la misión de Cristo. Como él mismo dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17). Y ¿qué dicen las iglesias del mundo? Que Cristo vino para abolir la ley. No obstante, aquí vemos una clara profecía sobre el papel que va a desempeñar Cristo, en magnificar la ley y engrandecerla, esto significa “cumplirla” o llenarla hasta lo máximo. Es también lo que significa “Porque la finalidad de la ley es conducirnos a Cristo…” (Romanos 10:4, NRV).

Tal como entonces, así es hoy día. Todavía el hombre no quiere obedecer a la ley de Dios. Dice Dios: “¿Quién de vosotros oirá esto? ¿Quién atenderá y escuchará respecto al porvenir? ¿Quién dio a Jacob en botín, y entregó a Israel a saqueadores? ¿No fue el Eterno contra quien pecamos? [Para cuando escribe esto Isaías, las 10 tribus norteñas de Israel habían sido llevadas en cautiverio y Judá estaba bajo la amenaza de Siria]. No quisieron andar en sus caminos, ni oyeron su ley. Por tanto, derramó sobre él el ardor de su ira, y fuerza de guerra; le puso fuego por todas partes, pero no entendió” (Isaías 42:23-25).

Así, en esta sección, Dios ha revelado tres grandes milagros profetizados: 1. La destrucción de los asirios al intentar conquistar a Jerusalén; 2. Traerá en el futuro a Ciro, quien castigará y derrotará a Babilonia, el enemigo de su pueblo; 3. Finalmente traerá a su siervo sufriente, quien primero vendrá con mansedumbre y paz, pero que, en su otra venida, traerá el reino de Dios a la tierra. Esto lo veremos con más detalles en el siguiente estudio.