#217 - Miqueas 1-7: "Profecías de los tiempos del fin"

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#217 - Miqueas 1-7

"Profecías de los tiempos del fin"

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Comienza así: “Palabra del Eterno que vino a Miqueas de Moreset en días de Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá; lo que vio sobre Samaria y Jerusalén” (Miqueas 1:1).

El mensaje de Miqueas que advierte a todo Israel del castigo que viene se ha llamado: “un libro de Isaías en miniatura”. Isaías y Miqueas tienen mucho más en común. Los dos profetizaron acerca del nacimiento de Jesús. Isaías revela que nacería de una virgen (Isaías 7:14) mientras que Miqueas nombra el lugar de nacimiento, Belén (Miqueas 5:2). También los dos mencionan la venida de las naciones a Jerusalén al comienzo del Milenio para ser gobernadas por Dios. Ambos profetizan que no habrá más guerras (Isaías 2:1-4; Miqueas 4:1-4). También los dos predicen que Israel será llevada en cautiverio pero que sólo Judá será restaurada. Mientras tanto relatan que las tribus norteñas serán esparcidas entre las naciones hasta el Milenio. Es obvio que el mismo espíritu de profecía estaba actuando en ambos, como también en Oseas. Estos tres valientes hombres fueron un testimonio para Israel, Isaías en la corte de Jerusalén. Osas en Israel del norte y Miqueas en Moreset, una región entre los otros dos profetas.

Miqueas comienza su libro con la intervención de Dios en los tiempos del fin. Será como la llegada de un gigante por la tierra: “Porque he aquí, el Eterno sale de su lugar [el cielo], y descenderá y hollará las alturas de la tierra. Y se derretirán los montes debajo de él, y los valles se hendirán como la cera delante del fuego, como las aguas que corren por un precipicio. Todo esto por la rebelión de Jacob [las 12 tribus], y por los pecados de la casa de Israel” (1:3-5). La tierra queda impotente ante su gran poder. Es la misma ilustración que usa Isaías: “El Eterno saldrá como gigante y… convertiré en soledad montes y collados” (Isaías. 42:13-15).

El castigo primero se dirige a las tribus del norte al haberse desviado primero. “Haré, pues, de Samaria montones de ruinas…Porque su llaga es dolorosa, y llegó hasta Judá, llegó hasta la puerta de mi pueblo, hasta Jerusalén”. Explica Halley: “Samaria era la capital del reino del norte. Sus gobernantes eran directamente responsables de la corrupción nacional reinante. Desde que apostaron el Eterno 200 años antes, habían adoptado el culto del becerro de oro, el de Baal… Para apartarlos de los ídolos, Dios había enviado a los profetas Elías, Eliseo y Amós, pero en vano. Casi había llegado la hora del golpe de muerte. Miqueas vivió hasta ver cumplidas sus palabras. En el 734 a.C., los asirios llevaron cautivos a todo el norte de Israel, y en el 721 Samaria fue hecha “escombros” (p.328).

Luego Miqueas describe las continuas violaciones al pacto que Dios habría hecho con Israel. Los ricos se apoderaban injustamente de las propiedades. En vez de respetar el año de jubileo, que ocurría cada 50 años y permitía que todas las casas o terrenos hipotecados volvieran a sus dueños originales, los gobernantes y los ricos no hacían caso a esta ley. Por eso vendría un gran castigo sobre ellos. “Codician heredades, y las roban, y casas, y las toman; oprimen al hombre… y a su heredad… El que ayer era mi pueblo, se ha levantado como enemigo; de sobre el vestido quitasteis las capas atrevidamente a los que pasan [el mando externo que usan los pobres para taparse al dormir]” (Miqueas 2:2,8).

Ahora Dios revela que las tribus del norte serían llevadas en cautiverio entre las naciones, pero no se perderían de su vista, pues seguiría guiándolos y obedeciéndolos hasta su restitución en la tierra de Israel. “De cierto te juntaré todo, oh Jacob [las 12 tribus]; recogeré ciertamente el resto de Israel [las 10 tribus norteñas exiliadas]; lo reuniré como ovejas de Bosra [lugar muy fértil], como rebaño en medio de su aprisco [paraje de protección para el rebaño]; harán estruendo por la multitud de hombres. Subirá el que abre caminos delante de ellos; abrirán camino y pasarán la puerta, y saldrán por ella; y su rey pasará delante de ellos, y a la cabeza de ellos el Eterno [Cristo los reunirá]” (Miqueas 2:12-13). Isaías tiene la misma descripción: “Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que el Eterno alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo… Y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra” (Isaías 11:11-12).

En el capítulo 3, Miqueas sigue describiendo los pecados de los gobernantes y los falsos profetas. “Oíd ahora, príncipes de Jacob… Vosotros que aborrecéis lo bueno y amáis lo malo, que les quitáis [simbólicamente] su piel… Entonces clamaréis al Eterno, y no os responderá… Así ha dicho el Eterno acerca de los profetas que hacen errar a mi pueblo, y claman: Paz, cuando tienen algo que comer, y al que no les da de comer, proclaman guerra contra él… Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu del Eterno, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado… Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en el Eterno, diciendo: ¿No está el Eterno entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros. Por tanto, a causa de vosotros Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas” (Miqueas 3:1-12).

En contraste con los falsos profetas que están “a sueldo” y predican las cosas agradables que el pueblo quiere escuchar para mantener su popularidad, Miqueas no estaba “a la venta” y predicaba valientemente la ley de Dios y denunciaba la desobediencia a ella. La diferencia es igual hoy día, los falsos ministros predican lo que le agrada al pueblo, los verdaderos se basan en la ley de Dios, aunque no sea popular y reúna a pocos adeptos.

La diferencia entre estas dos formas de predicar es que el predicador falso se enfoca principalmente en el reino y las leyes de los hombres para solucionar los problemas [una forma de humanismo] y congraciarse con los gobernantes y súbditos. Se centra en predicar que todo está bien. Pablo advirtió contra este tipo de predicación “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír [cosas agradables], se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:3-4).

Sin embargo, Miqueas, como todos los verdaderos ministros, predica el reino venidero de Dios y su justicia como la solución definitiva a los problemas de la humanidad. Dice: “Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa del Eterno será establecido por cabecera de montes… y correrán a él los pueblos… [ahora corren en contra]… Y él [Cristo] juzgará entre muchos pueblos… y martillarán sus espadas para azadones… no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera [habrá paz]… Aunque todos los pueblos anden cada uno en el nombre de su dios, nosotros con todo andaremos en el nombre del Eterno nuestro Dios eternamente y para siempre” (Miqueas 4:1-5).

Miqueas explica que, en comparación con las religiones del mundo y sus dioses falsos, ¡cuánto mayor es la promesa que Dios tiene para los que le siguen el verdadero camino! En ese entonces, Dios recogerá a su pueblo para llevarlo de vuelta a la tierra de Israel. “En aquel día, dice el Eterno, juntaré la que cojea, y recogeré la descarriada… y pondré… a la descarriada como nación robusta; y el Eterno reinará sobre ellos en el monte de Sion desde ahora y para siempre” (Miqueas 4:6-7).

Sin embargo, por el momento, Judá no está lista para ser redimida. Tendrá que pasar por un gran castigo en manos de los babilonios. Dios usa a Miqueas para predecir el exilio de Judá a Babilonia. “Duélete y gime, hija de Sion, como mujer que está de parto; porque ahora saldrás de la ciudad y morarás en el campo, y llegarás hasta Babilonia; allí serás librada, allí te redimirá el Eterno de la mano de tus enemigos” (Miqueas 4:10). Comenta Halley: “De pronto, en medio de esta rapsodia del porvenir, el profeta retrocede a sus propios tiempos dificultosos y a la destrucción de Jerusalén que ya había anunciado. Es una profecía sorprendente. En aquel momento era Asiria la que todo lo arrasaba. Faltaban cien años para que se levantara el imperio babilónico” (p. 329).

En el capítulo 5, tenemos la famosa mención -unos 700 años antes del evento- del lugar de nacimiento de Jesucristo, Belén. “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad. Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz [la virgen María]; y el resto de sus hermanos [el remanente fiel que cree en él] se volverá con los hijos de Israel” (Miqueas 5:2-3).

Se usa el nombre Belén Errata (significa “casa de pan”) para distinguirla de otra aldea con el mismo nombre en el norte, Belén, a unos 15 km. al norte de Nazaret (Josué 19:15). Cuando Herodes quiso saber dónde era el lugar de nacimiento del Mesías, los principales sacerdotes le dijeron: “Y tú, Belén… de ti saldrá un guiador, Que apacentará a mi pueblo Israel” (Mateo 2:6).

Respecto a la invasión asiria que estaba inminente, también hay una importante profecía al respecto. “Cuando el asirio viniere a nuestra tierra, y cuando hollare nuestros palacios, entonces levantaremos contra él siete pastores, y ocho hombres principales; y devastarán la tierra de Asiria a espada, y con sus espadas la tierra de Nimrod; y nos librará del asirio, cuando viniere contra nuestra tierra y hollare nuestros confines (Miqueas 5:5-6). Aunque los asirios hagan mucho daño, Dios también los hará pagar muy caro. ¿Sucedió esto?

Pues hay una dualidad aquí. Una parte se cumplió en la historia de ese entonces, la otra en los últimos tiempos. Sabemos que, en los tiempos del fin, Dios usará a los asirios para castigar al pueblo de Dios alrededor del mundo. Con la venida de Jesucristo, todas estas naciones se juntarán contra Jerusalén en el valle de Armagedón. Al principio de esta sección, Dios se refiere a esto: “Pero ahora se han juntado muchas naciones contra ti, y dicen: Sea profanada, y vean nuestros ojos su deseo en Sion. Mas ellos no conocieron los pensamientos del Eterno, ni entendieron su consejo; por lo cual los juntó como gavillas en la era. Levántate y trilla, hija de Sion, porque haré tu cuerno como de hierro, y tus uñas de bronce, y desmenuzarás a muchos pueblos; y consagrarás al Eterno su botín, y sus riquezas al Señor de toda la tierra. (Miqueas 4:11-13, vea también Zacarías 14:1-15).

Ahora bien, ¿qué de los siete pastores y ocho hombres principales que castigarán a Asiria, pero en la época de Miqueas y los otros profetas? Algo sucedió en la historia que se parece mucho a esto. “Aproximadamente en ese año 624 a.C., los escitas [gran parte de los descendientes de las tribus norteñas de Israel] realizaron una invasión masiva contra Asiria, Siria, Media y Palestina. Llegaron a conquistar hasta una parte de Egipto… A pesar de que los asirios lucharon por unos años, la invasión de los escitas asestó un golpe mortal al imperio Asirio… Sin embargo, los escitas dejaron a Judá en paz. Ellos no comían cerdo y tenían leyes muy estrictas contra la idolatría: (The “Lost” Ten Tribes of Israel…Found!, [Las Diez Tribus de Israel…¡Descubiertas!], Steven Collins, 1995, p. 185-187).

Yair Davidy comenta sobre esta sección: “El punto principal de estas escrituras puede ser aplicable sólo a la era Mesiánica, no obstante, también es descriptiva para explicar la relación entre los israelitas y los escitas. Los asirios primero vieron y conquistaron el norte de Israel, devastando los palacios reales. Luego exiliaron a los sobrevivientes. De estos lugares de exilio, los israelitas (escitas) que se convirtieron en una gran multitud, primero hicieron la paz con Asiria, luego fueron aliados y protectores de Asiria, hasta que llegaron a ser más poderosos que los mismos asirios (la época de los ocho hombres principales). Finalmente, los israelitas-escitas destruyeron las ciudades asirias y devastaron “la tierra de Asiria con la espada”, como predijo Miqueas… Pero los líderes escitas fueron invitados por los medos a un banquete. Al lograr emborracharlos, los masacraron. Así el Imperio Asirio fue repartido sólo entre los medos y los babilonios” (The Tribes [Las Tribus], p. 30-33).

¿Qué sucedió después? Los israelitas-escitas quedaron libres de los asirios para poder cumplir el destino de ser bendecidos como unas grandes naciones del mundo. Dice: “El remanente de Jacob será en medio de muchos pueblos como el rocío del Eterno, como las lluvias sobre la hierba… como el león entre las bestias de la selva… Tu mano se alzará sobre tus enemigos, y todos tus adversarios serán destruidos. Acontecerá en aquel día, dice el Eterno que haré matar tus caballos en medio de ti, y haré destruir tus carros: (Miqueas 5:7-10).

Al respecto el Sr. Armstrong comenta: “En el libro de Miqueas 5:7-15 se habla muy específicamente, y con gran detalle del Israel actual… dondequiera que esté. Se describe su opulencia y su predominio entre las naciones, y su predominio entre las naciones, y en seguida ¡la CAIDA de los Estados Unidos y la Gran Bretaña!... En lenguaje simbólico se describe a la última generación de Israel como una GRAN POTENCIA, como un león entre las demás naciones. “Tu mano se alzará sobre tus enemigos, y todos tus adversarios serán destruidos”. Efectivamente, fueron destruidos a partir de 1803 cuando Dios derramó su bendición sobre Inglaterra y los Estados Unidos y durante las dos guerras mundiales hasta el momento decisivo de la guerra de Corea en 1950. Desde entonces, ¡sus bendiciones les están siendo quitadas!

“Pero la profecía también dice: “Acontecerá en AQUEL DÍA, que haré matar tus caballos [caballos de guerra, o sea tanques, buques, cohetes de en medio de ti… Haré también destruir las ciudades [¿la bomba de hidrógeno?’] (Miqueas 5:10-11)… Por sus hechicerías, sus agoreros y sus imágenes: sus religiones idólatras que no enseñan los mandamientos y los caminos de Dios. Por lo tanto, él va a castigar y destruir a aquellas naciones a menos que se arrepientan… y luego, AL FINAL de esta era y a la segunda venida de Jesucristo como Rey de Reyes ¡destruirá a todas las naciones que ‘no prestaron oídos’! (Miqueas 5:15) (La Llave Maestra de la Profecía, p. 163-165).

Luego, en el capítulo 6, Dios se queja de lo ingrato que ha sido su pueblo y que prefirieron a los ídolos “Pueblo mío ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí. Porque yo te hice subir de la tierra de Egipto… acuérdate ahora qué aconsejó Balac rey de Moab, y qué le respondió Balaam… para que conozcas las justicias del Eterno” (Miqueas 6:3-5). Quizás pensaban que Dios era demasiado exigente. Dios les contesta lo que realmente espera de ellos: “¿Con qué me presentaré ante el Eterno, adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará al Eterno de millares de carneros… Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide el Eterno de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:6-8). La religión verdadera se practica de adentro hacia fuera. Siempre ha sido el mismo mensaje.

Es lo que produce un corazón convertido a Dios. No hay sustitutos posibles. Sin embargo, Israel deseaba una religión esencialmente externa, de ritos y de religiosidad, misma naturaleza carnal que violaba los mandamientos de Dios. Dice: “Sus ricos se colmaron de rapiña [codiciosos]… Porque los mandamientos de Omri se han guardado… Acab” (Miqueas 6:16). Omri y Acab fueron los reyes de Israel que establecieron el culto de Baal y las leyes para honrarlo. Era una religión hipócrita. “Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres; todos acechan por sangre… y el juez juzga por recompensa…El mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de tu castigo viene” (Miqueas 7:2-4).

A pesar del castigo que vendría, y también en el tiempo del fin, Dios, como siempre, termina con un mensaje alentador. “Viene el día en que se edificarán tus muros; aquel día se extenderán los límites. En ese día vendrán hasta ti desde Asiria y las ciudades fortificadas, y desde las ciudades fortificadas hasta el Río, y de mar a mar, y de monte a monte…. Y será asolada la tierra a causa de sus moradores [la Gran Tribulación], por el fruto de sus obras. Apacienta tu pueblo con tu cayado… Yo les mostraré maravillas como el día que saliste de Egipto (los milagros de los dos testigos, Apocalipsis 11:3-6). Las naciones verán, y se avergonzarán de todo su poderío… Lamerán el polvo como la culebra… se volverán amedrentados ante El Eterno nuestro Dios, y temerán a causa de ti. ¿Qué Dios como tú [es el nombre de Miqueas], que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad [los judíos]? Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos” (Miqueas 7:11-20).