#132 - 1 Reyes 17-19: "Elías y los profetas de Baal"

Usted está aquí

#132 - 1 Reyes 17-19

"Elías y los profetas de Baal"

Descargar

Descargar

#132 - 1 Reyes 17-19: "Elías y los profetas de Baal"

×

"De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón… Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira" (Lucas 4:24-28).

De manera que Dios envió a Elías a la lejana y pagana Sarepta porque vio que esta viuda tenía más valor, buena voluntad y fe que las otras viviendo en Israel. Recuerden que había un precio por la cabeza de Elías, y todos los reyes alrededor estaban cooperando con el rey Acab, puesto que ellos también estaban sintiendo los estragos de la sequía (vea 1 Reyes 18:10). Aparentemente, no había ninguna viuda en Israel que se arriesgara a ocultar a Elías. Por eso Dios se comunicó con ella y es un ejemplo más de cómo Dios no hace acepción de personas. Es el mismo principio del rey Asa: "Porque los ojos del Eterno contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él" (2 Crónicas 16:9). Dios usa a las personas que tienen un corazón correcto hacia él.

Elías llegó al pueblo de la viuda cansado, sediento y hambriento, pues había pasado bastante tiempo y casi no se podía encontrar agua en Israel. "Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba" (1 Reyes 17:10). De aquí viene otro principio importante que Cristo menciona más tarde: "El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, (al que viene como siervo de Dios) recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de esto pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo de cierto os digo que no perderá su recompensa” (Mateo 10:41-42).

¡Esta viuda no sabía lo que iba a recibir a cambio de un poco de agua y una pequeña torta de cebada! Veamos: "Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano. Y ella respondió: Vive el Eterno tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir" (1 Reyes 17:12). Así estaba de desesperada la situación. Ellos también se estaban muriendo de hambre y les quedaba lo último de harina y aceite. ¿Tendría la fe de entregar este último bocado a Elías?

Viendo su dificultad, Elías la anima con estas palabras: "No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque el Eterno Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que el Eterno haga llover sobre la faz de la tierra. Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que el Eterno había dicho por Elías" (1 Reyes 17:13-16), Esta fue la "primera" recompensa del profeta que recibió la viuda. Ahora vendrá la segunda, la resurrección del hijo.

Elías resucita al hijo muerto de la viuda

"Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento" (1 Reyes 17:17). En otras palabras, murió. La viuda desconsolada pensó que esto había ocurrido por sus pecados. "Parece haber hecho pensar a esta mujer, que, como Dios había cerrado los cielos sobre una tierra pecaminosa por influencia del profeta, ella estaba sufriendo por causa similar" (Comentario Exegético, p. 284).

Con mucha fe, Elías tomó al hijo muerto y oró a Dios: "Eterno Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo? Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó al Eterno y dijo: Eterno Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él y el Eterno oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió” (1 Reyes 17:20-22). Esta es la primera resurrección física que se lleva a cabo en las Escrituras. De este modo, la "recompensa del profeta" que recibió la viuda fue suficiente comida para sobrevivir la sequía y la resurrección de su hijo. No nos olvidemos de los beneficios de ser parte de la obra de Dios y de sus servidores.

Cumplidos los tres años y medio, Dios envió a Elías ante Acab. Para este entonces, era la persona más buscada y vilipendiada en el reino. La propaganda estatal repetía que si podían deshacerse de Elías, también la sequía acabaría. "Fue, pues, Elías a mostrarse a Acab. Y el hambre era grave en Samaria” (1 Reyes 18:2). Antes de que pudiese llegar Elías ante Acab, se encontró con uno de sus encargados, Abdías, quien secretamente había seguido sirviendo al verdadero Dios y había protegido a cien profetas en cuevas. Primero Abdías temió que Elías desapareciera “por el Espíritu de Dios” (1 Reyes 18:12), pero Elías le aseguro que hablaría con Acab.

Sigue el relato: "Cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿Eres tu el que turbas a Israel? (esa era la propaganda). Y él respondió: Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos del Eterno y siguiendo a baales. Envía, pues, ahora y congrégame a todo Israel en el monte Carmelo, y los 450 profetas de Baal, y los 400 profetas de asera, que comen de la mesa de Jezabel”. (1 Reyes 18:17-19).

Ahora viene la confrontación que haría a Elías tan famoso, y por lo que Dios diría: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Eterno, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:5-6). También en los Tiempos de Fin, Dios levantaría a un siervo que confrontaría a la falsa religión con la verdadera. Esto se explica en Apocalipsis 11, dónde uno de sus siervos tiene el poder como de Elías y el otro como de Moisés.

Entonces Acab convocó a todos los hijos de Israel (recuerden, no los de Judá), y reunió a los profetas en el Monte    Carmelo, y acercándose Elías  a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si el Eterno es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra" (1 Reyes 18:20-21), El pueblo estaba tan confundido por la propaganda y adoctrinamiento de Jezabel que no sabían qué creer. Ahora Elías les mostraría con los hechos cuál era la verdadera religión.

"Y Elías volvió a decir al pueblo; Sólo yo he quedado profeta del Eterno; mas de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres". Aparentemente, los cuatrocientos profetas de Asera no vinieron, pues eran los predilectos de Jezabel y comían con ella, pero ella estaba al tanto de todo.

Elías entonces les entregó dos bueyes para sacrificar y les dijo: "Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre del Eterno; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho… Y 'ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ¡Baal, respóndenos! Pero no había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho. Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo; Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces y se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. Pasó el mediodía y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecerse el sacrificio, pero no hubo ninguna voz, ni quien respondiese ni escuchase” (1 Reyes 18:22-29).

38)

Ahora tenemos unos de los relatos más conmovedores de las Escrituras: “Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y todo el pueblo se le acercó; y él arregló el altar de Jehová que estaba arruinado (probablemente por obra de Jezabel). Y tomando Elías doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dada palabra del Eterno diciendo, Israel será tu nombre, edificó con las piedras un altar en el nombre del Eterno; después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran dos medidas de grano. Preparó luego la leña, y cortó el buey en pedazos, y lo puso sobre la leña. Y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua, y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y otra vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la tercera vez, de manera que el agua corría alrededor del altar, y también se había llenado de agua la zanja.

Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Eterno Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Eterno, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Eterno, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego del Eterno, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡El Eterno es el Dios, el Eterno es el Dios! Entonces Elías les dijo: Prended a los profetas de Baal, para que no escape ninguno. Y ellos los prendieron; y los llevó Elías al arroyo de Cisón, y allí los degolló. (1 Reyes 18:30-40).

40).

Así el espíritu del pueblo cambió por completo, ahora toda la religión de Baal iba en retroceso en vez de la de Dios., Elías volcó los corazones del pueblo. Hasta el rey Acab se arrepintió, aunque sólo hasta que se enfrentó a Jezabel. Elías recibió fuerzas milagrosas para correr ante los carros de Acab por ¡16 kilómetros! Hoy día hubiera recibido una medalla de oro olímpica por ello.