#133 - 1 Reyes 19-22
"Huida de Elías y la lección de Dios en Sinaí"
Descargar
Descargar
#133 - 1 Reyes 19-22: "Huida de Elías y la lección de Dios en Sinaí"
Descargar
Como prueba, el Instituto Oriental de Arqueología encontró en el estrato de los tiempos de Acab, a pocos pasos del Templo de Astoret excavados en Meguido, un cementerio en el cual había muchas urnas con restos de niños sacrificados en el templo… Esto nos aclara la ejecución de los profetas de Baal por Elías y nos ayuda a comprender por qué más tarde el rey Jehú fue tan implacable en el exterminio del Baalismo” (p. 185).
Al haber visto por medio de las oraciones de Elías los dos grandes milagros del fuego y la lluvia en el Monte Carmelo, no sólo el pueblo sino hasta Acab parece haberse cambiado al lado de Dios. Fue fácil para Elías pensar que la obra de restaurar la verdadera religión en Israel estaba terminada – pero no contó con la furia diabólica de Jezabel. Al escuchar de los milagros de Elías y la matanza de sus profetas, ella no se inmutó por un momento; en vez de eso, desencadenó toda su ira contra Elías y puso a su cobarde esposo en su lugar. Por eso la Biblia la responsabiliza más que a su esposo por los pecados de Israel: "No hubo nadie como Acab, que, incitado por su esposa Jezabel, sólo cometió malas acciones a los ojos del Señor” (1 Reyes 21:25 Versión Popular).
Así, Acab se calló y permitió que su mujer diera las órdenes de matar inmediatamente a Elías. "Entonces envió Jezabel (noten, no Acab) a Elías un mensajero, diciendo; Así me hagan los dioses, y aun me añadan si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos" (1 Reyes 19:2). El mensaje amenazante tomó a Elías por sorpresa. Pensó que contaba con el apoyo firme del arrepentido rey Acab. Se sintió traicionado por él y solo vio la ira ciega de la reina. En ese momento ya habían soldados dirigiéndose contra él y su fe vaciló – no quería morir. Él sabía cuánto lo odiaba Jezabel que no habría lugar para la misericordia. Es este incidente al que se refirió el Apóstol Santiago cuando usó el ejemplo de Elías como el de un “hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras” (Santiago 5:17). Es decir, tenía sus flaquezas como el resto de los mortales.
A pesar de ser un gran profeta, no era un superhombre y su fe no era perfecta todo el tiempo. "Viendo, pues, el peligro, se levantó, y fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado" (1 Reyes 19:3). Elías cometió un error muy común, que la Biblia nos advierte: "Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12). Ante la gran victoria a veces uno se relaja y se descuida espiritualmente – también le ocurrió a David con Betsabé.
Dice el Comentario Exegético: "Él entró en Jezreel lleno de esperanzas, pero un mensaje de la reina airada y de corazón endurecido, que, juraba venganza por sus sacerdotes muertos, disipó todas sus brillantes visiones del porvenir. Es probable, sin embargo, que en el estado de ánimo en que se encontraba el pueblo, aun ella no se haya atrevido a echar mano violenta sobre el siervo del Señor… No obstante, la amenaza produjo en Elías el efecto deseado, porque de repente le faltó la fe y huyó del territorio del reino hasta las partes más lejanas al sur del reino. Aun allí no se encontró seguro y despidiéndose de su siervo, resolvió buscar refugio en las montañas solitarias de Sinaí, y allí deseó la muerte.
"Esta depresión mental, repentina extraordinaria, vino por una confianza demasiado grande inspirada por los milagros obrados en el Monte Carmelo, y por la disposición de la gente que estuvo allí. Si Elías hubiera quedado firme e inmóvil, la impresión en la mente de Acab y del pueblo tal vez habría producido buenos resultados. Pero él había sido exaltado sobre medida (2 Corintios 12:7-9), y ahora, quedando solo el gran profeta, en vez de mostrar el espíritu indomable de mártir, huyó de su puesto del deber" (p. 286).
"Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Eterno, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel del Eterno la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios" (1 Reyes 19:4-8). De este modo, Dios nunca perdió de vista de su deprimido siervo, y lo preparaba para una gran lección. La comida sobrenatural lo sostuvo por 40 días y noches, y viajó los 120 kilómetros hasta Horeb, el monte Sinaí, donde Dios había revelado su ley, que incluía los 10 mandamientos. Ahora le enseñaría a Elías algo más de su naturaleza.
"Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra del Eterno, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? Él respondió: He sentido un vivo celo por el Eterno Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida" (1 Reyes 19:9-10). Dice el Comentario Unger: "¡Qué gran contraste! Elías el héroe de fe en Carmelo dónde triunfó sobre el Baalismo ahora se había reducido a ¡un temeroso hombre sin mucha fe, completamente desanimado, sintiendo pena por sí mismo, deseando morir y orando en contra, en vez de por el pueblo de Dios! (p.223).
No obstante las quejas, Dios pacientemente animó a Elías. Le mostró que él estaba en completo control de todo, pero que no siempre va a actuar en forma fulminante. Es verdad que Jezabel era poderosa; sí, el rey era un cobarde ante ella; sí, Dios había permitido que Israel cayera en idolatría, pero era sólo porque es paciente con todos, "no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9). Elías pensaba que Dios no estaba actuando suficientemente rápido y se volvió impaciente y desesperado. Para resolver este defecto Dios le mostró lo siguiente: "Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante del Eterno y he aquí el Eterno pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante del Eterno; pero el Eterno no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero el Eterno no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero el Eterno no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva" (1 Reyes 19:11-13). Lo hizo porque la presencia de Dios estaba en ese suave susurro.
En otras palabras, la lección que Dios quería que aprendiera Elías es que su presencia no siempre va acompañada con grandes señales, es decir, "con bombo y platillos". A veces Dios hace las cosas en forma indirecta y silenciosa, como cuando bendice a la persona que diezma, o sana a un enfermo sin que otros se den cuenta. Ese silbo o susurro en hebreo es "el sonido de suave quietud". Elías tenía que aprender que Dios hace las cosas a su manera, con una sabiduría infinita que no podemos entender a veces por mucho tiempo y no debemos desesperarnos.
Para mostrarle que todo estaba a punto de revertirse y que estaba en completo control, Dios le mostró que había llegado el momento de actuar poderosamente. Si sólo hubiera sido Elías un poco más paciente y hubiera tenido un poco más de fe, no habría pasado por esa experiencia humillante ante Dios. No obstante, Dios lo siguió usando para llevar a cabo sus juicios. "y le dijo el Eterno: Ve, y vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel, y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-meholo, ungirás para que se profeta en tu lugar. Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará. Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (1 Reyes 19:15-18). Así en un momento, Dios cambió la geopolítica completa de la región. Acab es reemplazado por el rey de siria, que había sido el enemigo implacable de Israel. También no tendría que preocuparse más de Elías de seguir huyendo como fugitivo, Eliseo continuaría como representante de Dios. Puesto que Elías le había dicho a Dios, “Baste ya con mi persona”, Dios le concedió su petición. A veces es para nuestro detrimento recibir lo que le pedimos a Dios en un estado de ánimo alterado, y es una lección para nosotros. También aprovechó Dios la ocasión para corregir la falsa impresión de Elías de que era su único siervo en Israel. Le mostró que había 7000 más que también eran fieles a él.
Al volver Elías a Israel, primero se encontró con Eliseo, “que araba con doce yuntas delante de sí, y él tenía la última… y echó sobre él su manto” (1 Reyes 19:19). Aquí vemos que un siervo de Dios puede venir de cualquier profesión, pero tiene que ser llamado por Dios y reconocido por los ministros superiores según los frutos que Dios produce en él. Las yuntas de bueyes van arando el campo y tras varias de ellas, ya el campo está listo para ser sembrado.
Eliseo obedeció el llamado, “y se levantó y fue tras Elías, y le servía” (1 Reyes 19:21). Los eventos ahora se mueven rápidamente.
Ben-adad, el rey de Siria decide de nuevo atacar a Israel. Viene con una alianza de 32 reyes (o gobernadores) y una gran multitud de soldados. Sitiaron a Samaria y exigieron la rendición de la ciudad. Israel no tenía los soldados para vencer, pero Dios intervino. “Y he aquí un profeta vino a Acab rey de Israel, y le dijo: Así ha dicho el Eterno: ¿Has visto esta gran multitud? He aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo soy el Eterno” (1 Reyes 20:13). A pesar de todo lo que había hecho Acab para contrariar a Dios, él todavía sentía lástima por su pueblo. Así el ejército de los sirios fue derrotado. El profeta le dijo a Acab que los sirios volverían a atacar en un año más y así fue. Esta vez dijeron los sirios: “Y los siervos del rey de Siria le dijeron: Sus dioses son dioses de los montes, por eso nos han vencido; mas si peleáremos con ellos en la llanura, se verá si no los vencemos” (1 Reyes 20:23). De nuevo vino el profeta para dar aliento a Acab al decirle: “Así dijo Jehová: Por cuanto los sirios han dicho: El Eterno es Dios de los montes, y no Dios de los valles, yo entregaré toda esta gran multitud en tu mano, para que conozcáis que yo soy el Eterno” (1 Reyes 20:28). De nuevo fue derrotada la fuerza superior de los asirios en la llanura de Meguido. El rey Ben-hadad y los demás reyes esta vez fueron rodeados por los soldados de Israel y deciden pedir clemencia ante el rey Acab. Se presentaron con sogas alrededor de sus cuellos en demostración de humildad y de rendición.
El rey Acab les perdonó la vida pero fue un error fatal ante Dios. Dios ordena al profeta que sea herido, pero su compañero profeta rehúsa herirlo. Como resultado: "él le dijo: Por cuanto no has obedecido a la palabra del Eterno he aquí que cuando te apartes de mí, te herirá un león. Y cuando se apartó de él, le encontró un león, y le mató” (1 Reyes 20:36). Aquí vemos otro principio ministerial – siempre obedecer las instrucciones del gobierno legítimo de Dios, aunque a veces parezcan raras. Dios hace las cosas a veces en forma misteriosa (Deuteronomio 29:29; Proverbios 25:2; Romanos 11:33), y uno está comprometido a obedecer lo que procede de la palabra de Dios emitido por sus siervos. Esto no significa que sean perfectos, pero sí que son los que rinden cuentas ante Dios.
Un tercer compañero del profeta sí hirió a su colega y éste último fue a Acab y le dijo: "Así ha dicho el Eterno: Por cuanto soltaste de la mano el hombre de mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo. Y el rey de Israel se fue a su casa triste y enojado, y llegó a Samaria” (1 Reyes 20:42-43).