#108 - 1 Samuel 13-15: "Las victorias y los errores de Saúl"

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#108 - 1 Samuel 13-15

"Las victorias y los errores de Saúl"

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#108 - 1 Samuel 13-15: "Las victorias y los errores de Saúl"

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Saúl comenzó bien; era respetado por el pueblo, valiente y contaba con un impresionante físico. "Era… Saúl joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros para arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo" (1 Samuel 9:2). Como veremos, cometió varios errores, que ante los ojos de los hombres no eran muy importantes, pero ante Dios sí lo fueron ¿POR QUE? Esa es la pregunta que siempre se hace cuando se estudia la vida de Saúl. Los estudiosos del tema no entregan respuestas muy satisfactorias, pues es uno de los temas que, como dijo el Apóstol Pablo, "se han de discernir espiritualmente" (1 Corintios 2:14).

El problema radica en juzgar a Saúl del punto de vista humano y no del punto de vista de Dios. Por eso, estudiaremos los errores de Saúl desde la perspectiva de Dios, que resume el problema de Saúl al decirle a Samuel: "No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque el Eterno no mira lo que mira el hombre: pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero EL ETERNO MIRA EL CORAZÓN" (1 Samuel 16:7).

Las fallas de Saúl fueron del corazón y no unos errores insignificantes. Aún hoy día, un buen ejecutivo puede discernir hasta cierto punto la actitud básica de un trabajador y ver su potencial o su inutilidad. ¡Cuánto más puede ver Dios en las más mínimas actitudes de los hombres cuál es el verdadero estado del corazón! Por eso dice: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, Y… perverso; ¿quién lo conocerá? Yo el Eterno, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras" (Jeremías 17:9-10). De modo que al examinar lo bueno y lo malo de Saúl, tomaremos en cuenta que Dios estaba analizando la evolución de una actitud fallida, que se manifestará más con el tiempo – y tuvo toda la razón. La actitud obstinada de Saúl empeoró hasta dejar entrar demonios en su vida e intentó muchas veces cometer un asesinato a sangre fría. Examinaremos este triste desarrollo y esperamos aprender de este relato que una actitud como ésta jamás debe entrar en nuestras vidas, como lamentablemente ha sucedido en otras.

Saúl comienza su reinado cerca del año 1050 a.C. y reinará por cuarenta años, según Pablo, cuyo nombre en hebreo es Saúl, en honor a este rey y fue de la misma tribu (Hechos 13:21). En el segundo año de su reinado, Saúl inicia la expulsión de los filisteos del territorio montañoso de Israel. Ataca a una guarnición de los filisteos y provoca una fuerte reacción. Los filisteos vienen en miles de carretas, "pueblo numeroso como la arena... a la orilla del mar; y acamparon en Micmas" (1 Samuel 13:5-6).

Recuerden que los filisteos usaban las carretas pesadas a manera de tanques para atacar a los enemigos. Werner Keller relata las técnicas de guerra de los filisteos: "Avanzan en carretas tiradas por bueyes, vehículos toscos con ruedas en forma de discos...nadie consigue detenerlos" (Y la Biblia Tenía Razón" p. 176). Abajo, podemos ver cómo se hacían estas poderosas carretas.

Un vehículo sólido: Los sólidos carros usados por los filisteos se hacían según un diseño sencillo y eficaz que todavía hoy se usa en muchos lugares del mundo. Los elementos de una rueda se cortaban de trozos de madera y luego se unían de modo que las piezas curvas presionarán contra la sección central para formar un todo compacto. El obrero filisteo ajustaba en la madera un aro de metal previamente calentado; al enfriarse, se retraerá y sujetará firmemente el bastidor. Los filisteos utilizaban estos carros para el transporte de sus enseres; no para combatir como sus enemigos cananeos.

La escena de batalla es Micmas (significa "tesoro escondido") dónde había muchos peñascos y cuevas. Saúl había reunido un ejército en Gilgal, dónde fue coronado, pero al ver el inmenso ejército de los filisteos tan cerca, muchos israelitas desertaron. Algunos se escondieron en las cuevas, otros cruzaron el río Jordán, y de los tres mil soldados de Saúl, sólo le quedaron 600 para pelear contra miles.

Dos años atrás, Samuel le había profetizado que, en un futuro momento, Saúl debería esperar por 7 días hasta que Samuel llegara a Gilgal para hacer el sacrificio y "te enseñe lo que has de hacer" (1 Samuel 10:8). Pero en este lapso, Saúl se había independizado bastante de Samuel y se desesperó. Debido a su primera gran victoria, ya no consideraba el consultar a Samuel, su jefe espiritual, como algo necesario. Podía tomar sus propias decisiones solo. Así, por no tener una actitud sumisa comete un grave error espiritual. "Pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo le desertaba. Entonces Saúl ofreció el holocausto. Y cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía… y dijo: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento del Eterno tu Dios que él te había ordenado; pues ahora el Eterno hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. El Eterno se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual el Eterno ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que el Eterno te mandó" (1 Samuel 13:8-14). 

Noten aquí que la prueba en Gilgal no fue de parte de Samuel, sino de Dios mismo. Deseaba ver a estas alturas si Saúl seguía con una actitud sumisa hacia él y fiel hacia Samuel. Lamentablemente, se le habían "subido los humos" a Saúl. Se había convertido en un rey déspota, que no pedía consejos a nadie. Tenía la intención de hacer el bien hacia Israel y hacia Dios, pero a su manera. ¿Qué le costaba pedirle consejos a Samuel y mantenerse sumiso ante este gran profeta, juez, general y sacerdote? Pero ya una vez "rey", se olvidó que estaba bajo Samuel. Era el gran peligro que Dios temía de los reyes para su pueblo. "Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley... y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer al Eterno… para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra a fin de que prolongue sus días en su reino" (Deuteronomio 17:18-20). Es obvio que el rey Saúl no estaba estudiando la Biblia, ni pidiendo el consejo a Samuel, su ministro. Se dejó llevar por el alto cargo y cayó en la trampa tan común de envanecerse por el puesto. Es muy peligroso recibir un mando y no tener la madurez emocional ni espiritual para el cargo. La Biblia advierte: "no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo" (1 Timoteo 3:6). Samuel le hizo ver esta falla espiritual en él al decirle: "Aunque eras pequeño en tus propios ojos" (1 Samuel 15:17). Ahora ya no lo era. Esta fue la principal razón por la cual Dios lo rechazó. La lección es nunca meternos en los asuntos ministeriales si no nos corresponde. El querer uno ofrecer los sacrificios, es decir, cumplir funciones ministeriales es muy peligroso. Saúl nunca aprendió a limitarse a su esfera de autoridad. No sabía los límites y por ende, se metió en el terreno de Samuel y hasta en el de Dios. Así, como primera corrección, Dios no permite que siga su dinastía. Sus hijos ya no serían sus sucesores. Aun así, Saúl tenía tiempo para enmendarse y tener un buen reinado. Pero ni aún eso sucedió.

En Gilgal, uno de los problemas que tenía Israel al pelear con los filisteos era la falta de armas de hierro. "Y en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan espada o lanza… Así aconteció que en el día de la batalla no se halló espada ni lanza (israelita, de hierro)" (1 Samuel 13:19-22). La arqueología ha corroborado este hecho. Keller señala: "Los filisteos fueron los primeros que en Canaán poseyeron el hierro en grandes cantidades. Sus tumbas contienen armas, utensilios y adornos de dicho metal, tan raro en aquella época y, por tanto, precioso. Estos trajeron el secreto de la fundición de metales como botín obtenido en sus correrías a través de toda el Asia Menor, donde, hasta el año 1200 a.C., los hititas fueron los primeros productores de hierro en el mundo. La fórmula robada la conservan los príncipes filisteos como las niñas de sus ojos… Cuando los filisteos ocuparon también las montañas, probaron la fabricación de nuevas armas. Pero prohibieron a los israelitas el uso de este metal" (p. 183).

A pesar del gran peligro, Jonatán, el hijo mayor de Saúl, elabora una estrategia para atacar al enemigo muy arriesgada pero llena de fe, diciendo: "pues no es difícil para el Eterno salvar con muchos o con pocos" (1 Samuel 14:6). Sin avisar a nadie, va a la zona escabrosa de Micmas y entra por un desfiladero protegido desde arriba por los filisteos. Pide una señal de Dios que, si lo invitan a subir, pensando que era un desertor, viene de él. Efectivamente, lo invitan a escalar cuesta arriba. Dios lo apoya y Jonatán va tumbando a los centinelas que encuentra hasta que caen veinte. Al escuchar el griterío de los centinelas siendo rematados por el paje de Jonatán, los filisteos se asustan "y hubo pánico en el campamento...y la tierra tembló; hubo pues, gran consternación" (1 Samuel 14:15).

Los guardias ven desde la fortaleza de Saúl en Gabaa, la conmoción en el campamento filisteo. Saúl se aprovecha y ataca a los filisteos y los derrota. Sin embargo, otra vez, sin consultar a los siervos de Dios, Saúl hace que el pueblo tome un voto necio de ayunar mientras que pelean. Así, quedan tan agotados al fin del día que dejan escapar a muchos filisteos, comen carne sin desangrar el animal, y Jonatán, que no estaba presente en el voto, come miel y su padre casi lo ejecuta, tal como lo había hecho Jefté con otro voto necio. Pero el clamor de los soldados apacigua a Saúl y no lo mata.

Por increíble que parezca, esta hazaña bíblica se imitó para ganar ¡una de las batallas en la Primera Guerra Mundial! Relata Keller: "En las memorias del mayor británico Vivian Gilbert aparece la insólita historia: 'En la Primera Guerra Mundial, un ayudante del General Allenby en Palestina, buscaba un nombre en la Biblia. Su brigada había recibido la orden de ocupar una aldea llamada Micmas, situada más allá de un profundo valle, sobre unas peñas. Leyó el relato en la Biblia y reflexiona: este desfiladero, los dos picos sobresalientes y el campo deben existir todavía. Despierta al Gral. Allenby y mandan patrullas a reconocer el terreno. Encuentran el desfiladero y en vez de mandar toda la brigada como pensaban, mandan una sola compañía, a medianoche, a través del paso. Los pocos turcos sobre los cuales cayeron fueron dominados sin hacer ruido; escalaron, (tal como lo hizo Jonatán) las vertientes y, poco antes de rayar el alba, toda la compañía estaba en el campo enemigo. Los turcos despertaron y huyeron a toda prisa, pues creyeron que el ejército del Gral. Allenby les había cercado. Todos fueron muertos o hechos prisioneros. Y así, al cabo de varios milenios, termina el mayor Gilbert, una tropa británica imitó con éxito la táctica de Jonatán" (Ídem. p.186). Así vemos la exactitud científica del relato bíblico.

Saúl ganó su segunda gran victoria y la Biblia, a pesar de mostrar sus fallas, también muestra sus atributos positivos. "...y a todo el que Saúl veía que era hombre esforzado y apto para combatir, lo juntaba consigo" (1 Samuel 14:52). Sabía seleccionar bien a los hombres, y escogió a su primo, Abner para dirigir al primer ejército fijo en Israel. Llegó a ser un gran general (1 Samuel 14:50).

Dios le da otra oportunidad a Saúl para redimirse como su rey. Le envía a castigar a Amalec, tribu descendiente de Esaú, por sus traiciones y continuas matanzas de Israel por 500 años. Esto había sido decretado en los tiempos de Moisés (Deuteronomio 25:17-19) y ahora Israel podía llevarlo a cabo. Era una prueba de obediencia para Saúl y Samuel le advierte solemnemente "ahora, pues, está atento a las palabras del Eterno… destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él". Saúl va y derrota a Amalec, pero "perdonaron a Agag y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor" (1 Samuel 15:9). Dios vio de nuevo que el corazón de Saúl era obstinado en hacer las cosas a su manera Y no a la de Dios. Le dice Dios a Samuel: "Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras" (1 Samuel 15:11). Samuel, fiel siervo de Dios, nunca hizo estas cosas y se dio cuenta de la insubordinación de Saúl. Cuando Saúl intenta justificarse, Samuel le explica: "Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra del Eterno, él también te ha desechado para que no seas rey" (1 Samuel 15:22).

Al perder ahora no sólo su dinastía, sino su puesto real ante Dios pide el perdón, pero no para cambiar, sino para evitar el castigo. La Biblia lo llama "el arrepentimiento según el mundo" (2 Corintios 7:10) que vale muy poco ante Dios.