#113 - 1 Samuel 26-31: "La adivina de Endor; muerte de Saúl"

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#113 - 1 Samuel 26-31

"La adivina de Endor; muerte de Saúl"

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Al ser notificado, Saúl pronto olvida la bondad de David y en vez recuerda la amenaza que le significa para su trono y estirpe. De nuevo a la cabeza de su ejército desciende de los montes centrales a esta zona árida de Zif. 

Desde el collado de Haquila, David descubre el avance de Saúl y en la noche, desciende para espiar el campamento. Hay un extraño silencio en el campamento y los guardias también se han dormido, algo que se paga con la pena de muerte. Este extraño estado viene de parte de Dios, "porque un profundo sueño enviado del Eterno había caído sobre ellos" (1 Samuel 26:12). Al notar esto, David y Abisai, hermano de su lugarteniente, Joab, entran temerariamente en el campamento. "Y he aquí que Saúl estaba tendido durmiendo en el campamento, y su lanza clavada en tierra a su cabecera; y Abner (su general) y el ejército estaban tendidos alrededor de él" (1 Samuel 26:7).

Abisai trata de persuadir a David de que esto viene de Dios y le pide permiso para matar a Saúl. Muy pocos hombres no aprovecharían la ocasión. Sin embargo, David era distinto; era un auténtico hombre de principios, uno de férreos valores espirituales. Era la única manera de mantener el principio de la lealtad absoluta hacia “el ungido de Dios”. “Y David respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido del Eterno, y será inocente?... si el Eterno no lo hiriere, o su día llegue para que muera, o descendiendo en batalla perezca guárdeme el Eterno de extender mi mano contra el ungido del Eterno. Pero toma ahora la lanza que está a su cabecera, y la vasija de agua y vámonos" (1 Samuel 26:9-12).

Luego, David se puso en una cumbre opuesta al campamento y con un grito despertó a. Abner: "¿Por qué, pues, no has guardado al rey tu señor?... Vive el Eterno, que sois dignos de muerte, porque no habéis guardado a vuestro señor, al ungido del Eterno. Mira pues, ahora, dónde está la lanza del rey, y la vasija de agua" (1 Samuel 26:15-16). De nuevo, Saúl queda muy impresionado por la misericordia de David al no matarlo y revierte a su otro estado pacífico y normal. "Y conociendo Saúl la voz de David, dijo: ¿No es esta tu voz, hijo mío David? (1 Samuel 26:17). Como en otras ocasiones, David se humilla ante el rey, y por enésima vez, Saúl le pide perdón. Le dice: "He pecado; vuélvete, hijo mío David, que ningún mal te haré más… yo he hecho neciamente, Y he errado en gran manera… sin duda emprenderás tú cosas grandes, y prevalecerás" (1 Samuel 26:21).

A pesar de todas las promesas de Saúl, David sabía que Saúl tenía una enfermedad mental que no podía controlar. "Dijo luego David en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí" (1 Samuel 27:1).

David huye de Saúl a Siclag de los filisteos

De nuevo huye a Gat (significa prensa de vino), donde Aquís, el rey o gobernador de esa ciudad lo acoge al tener los dos un enemigo en común – Saúl y por la fama de David como guerrero. Fue una situación desesperada, pero tuvo el efecto deseado. “Y vino a Saúl la nueva de que David había huido a Gat, y no lo buscó más” (1 Samuel 27:4).

En la Antigüedad, los méritos militares eran lo más cotizado por los reyes – como un campeón olímpico hoy día. Al ofrecer sus servicios para proteger al rey con 600 soldados expertos, David le entrega el regalo más codiciado para un rey: protección militar. Este tipo de trato no es raro, pues hasta hoy se contratan soldados profesionales para reforzar las tropas. El pago por los servicios como soldados del rey de Gat fue la ciudad de Siclag.

De allí, David finge como si iba contra los israelitas y traía los despojos al rey de Gat. En realidad, atacaba a los cananeos y amalecitas al sur, y se aseguraba de matar a todos para que nadie le delatara. Este fue uno de los motivos por lo que Dios no le permitió edificar el Templo, por la mucha sangre derramada (1 Crónicas 22:8).

Así David logró engañar el rey filisteo al punto que lo designó como su guardia personal. Es un extraño destino que más tarde como rey, David fuera quien usaría a unos geteos como sus guardias personales (2 Samuel 15:18-22).

Mientras tanto, los filisteos prepararon un ataque masivo contra Saúl. Saúl junta a su ejército y se enfrentan los dos adversarios en la llanura de Esdralón, lo que más tarde se llamaría "Armagedón". Era tan masivo el ejército de los filisteos que Saúl "tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. Y consultó Saúl al Eterno; pero el Eterno no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas. Entonces Saúl dijo a sus criados; Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación" (1 Samuel 28:5-7).

Aquí vemos una gran realidad que muchos erradamente usan si uno no está con Dios, existe un mundo de espíritus dónde uno puede consultar. Es real y muy peligroso. Hoy día abundan las personas que operan como "médiums" o intermediarios entre una persona y un espíritu. Se llamaba antes el consultar a los muertos, o necromancia. Hoy día se llama el espiritismo. La Biblia no lo niega, pero ¡sí lo condena tajantemente! Esta es una de las formas más comunes para traer sobre sí un sinnúmero de maldades, desde el chantaje hasta posesión demoníaca. Sin embargo, muchos dignatarios de estado consultan estos adivinos, tal como lo hizo Saúl. Es tanta la desesperación para recibir ayuda de algún medio sobrenatural cuando hay que tomar decisiones trascendentales.

Dios sabe que el hombre tiene esa terrible curiosidad y por eso lo prohíbe terminantemente: "Cuando entres a la tierra que el Eterno tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación… ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con el Eterno" (Deuteronomio 18:10-12).

Sin embargo, bajo presión, Saúl como siempre, hacía las cosas a su manera. El mismo había expulsado a los adivinos de la tierra (1 Samuel 28:3), pero ahora necesitaba a uno. Encuentra a una espiritista cerca de dónde están. Es interesante seguir esta sesión de espiritismo para entender algunos hechos importantes.

  1. En el relato, la adivina sólo sirve como un "médium" o medio entre la persona y un espíritu. Ella no controla la sesión, sino si llega, es el espíritu que acude y manda.
  2. Al pedir Saúl por Samuel, la mujer se comunica con el espíritu con esa petición: "Hazme venir a Samuel" (1 Samuel 28:11). El espíritu entonces finge los modales, apariencia, ideas y pensamientos del fallecido. Ellos conocen íntimamente a los seres humanos. Dios dice de ellos: "Satanás se disfraza como ángel de luz" (2 Corintios 11:14). Uno puede escuchar "espíritus engañadores" como lo hizo Saúl y ello pondrán una actuación digna de un "Oscar". Por eso sobreviven los adivinos muy bien hasta hoy día. Hay que aclarar que la gran mayoría, como lo comprobó Houdini, son charlatanes (vea también el Estudio #89), pero una minoría realmente tienen contacto con los espíritus.
  3. Los espíritus tienen el mando de la sesión. Pueden decir verdades como pueden decir mentiras. En este caso dijo la verdad. No piensen que los espíritus sólo dicen mentiras, pues entonces nadie los escucharía. Recuerden, Satanás se disfraza como ángel de luz, es decir usa la verdad cuando quiere para ganarse la confianza de uno antes de mentir.
  4. La adivina no vio la cara de Samuel, sólo vio la apariencia de un anciano cubierto con un manto. Cuando le preguntó Saúl que veía, ella, le contestó: "Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió (¿llegó a la conclusión errada?) que era Samuel. Saúl no lo vio, sólo escucho la voz fingida del espíritu disfrazado como Samuel. Sabemos por la Palabra de Dios, que nunca nos miente, que "los muertos nada saben" (Eclesiastés 9:5); y que ya muerto, "en ese mismo día perecen sus pensamientos" (Salmos 146:4).
  5. El mensaje es tétrico en tanto no le entrega a Saúl una oportunidad de arrepentirse, como lo hubiera hecho Dios si le hubiera hablado. Aquí sólo viene la sentencia de muerte sobre Saúl. A Satanás le gusta esa forma de desanimar a uno del pueblo de Dios.

Así, Saúl selló su suerte, pues además de causarle a David tantas angustias, ahora está consultando a espíritus. Lamentablemente, cuando el líder se desvía, el pueblo sufre muchas de las consecuencias como sería su aplastante derrota.

Mientras tanto, David también está en duros aprietos. Se han reunido todos los reyes de los filisteos con sus ejércitos, y la banda de David está incluida. Cuando los demás reyes ven a David dentro del ejército, desconfían de él, pues podía traicionarlos. Era muy probable que David tuviera toda la intención de hacerlo y morir con sus hombres, pero el rey Aquis inadvertidamente lo salva al enviarlo de vuelta a Siclag. De nuevo, David se salvó por un pelo de la muerte.

Al regresar a Siclag, quedan horrorizados pues los amalecitas habían invadido la ciudad y tomado todos como cautivos. Seguramente se habían enterado de la partida de David con sus hombres y aprovecharon la ocasión para saquear la ciudad y para vengarse de las incursiones que habían hecho David contra ellos.

¿Qué hizo David al respecto? De nuevo vemos las cualidades de un verdadero líder.  Primero asumió la responsabilidad por el desastre. “Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo” (1 Samuel 30:6). Luego, buscó las fuerzas en Dios para ‘reponerse’. “…mas David se fortaleció en el Eterno su Dios” (1 Samuel 30:8). En tercer lugar, buscó el consejo de Dios pues no quería hacer las cosas “a su manera” como Saúl. “Y David consultó al Eterno” (1 Samuel 30:8). Dios le indicó que debía ir tras los amalecitas, pues prevalecería contra ellos.

En el camino encuentran a un egipcio abandonado por su amo amalecita que los guía al escondite de ellos. Los encontró en fiesta y desprevenidos. Los derrotó rotundamente y liberaron a todos los cautivos. Consiguieron un enorme botín que luego David tuvo suficiente para repartir en las ciudades de Judá.

Así David celebró una gran victoria de lo que parecía ser un terrible desastre, gracias al haber consultado a Dios y haber recibido su ayuda. Pero al norte, una batalla épica se desataba entre los ejércitos filisteos y los israelitas. Dios no estuvo de parte de Saúl, y a pesar de su enorme paciencia, había llegado el momento para quitar el trono de Saúl y su descendencia. La justicia de Dios a veces tarda según los seres humanos, pero llega en el momento oportuno.

La batalla no duró mucho, y fue una tremenda derrota. Primero perdieron al valiente Jonatán, luego a dos de sus hermanos y hasta acorralaron a Saúl. Al ver que lo iban a matar, Saúl ordenó a su escudero que lo mate “para que no vengan estos incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan” (1 Samuel 31:4). Su escudero rehusó y él entonces se cayó sobre su propia espada. Los jubilosos filisteos colgaron los cuerpos de Saúl y sus hijos de los muros de Bet-sán. Pero los israelitas de Jabes de Galaad, que estaban cerca al otro lado de Jordán, recordaron cómo Saúl los había librado muchos años antes y rescataron sus cuerpos y los sepultaron.

Ahora, por segunda vez, los filisteos amenazan con exterminar al pueblo de Israel. La vez anterior, fue Samuel quien vino al rescate. Ahora, los filisteos se habían posesionado de muchas ciudades en el valle central, Israel estaba derrotado e indefenso. Parecía que los filisteos por fin se adueñarían de la tierra de Israel. Sin embargo, Dios tenía otros planes. Y David estaba vivo y listo para servirle tras las duras pruebas que sufrió.