#107 - 1 Samuel 9-12: "Saúl, el primer rey de Israel"

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#107 - 1 Samuel 9-12

"Saúl, el primer rey de Israel"

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Así sucede con el primer rey de Israel. Era de la tribu más insignificante, de una familia pobre, y sin renombre. No obstante, Dios vio en el joven Saúl (significa "deseado") el potencial para ser un buen instrumento en su obra. Al elegir a Saúl, Dios no requirió de una asamblea, ni consultó con nadie. Sin saberlo Saúl, Dios escondió las asnas de su padre y lo trajo directamente al hogar de Samuel. El día anterior, Dios le había revelado a Samuel que un joven vendría a él y que sería el primer rey de Israel. Cuando lo vio, Samuel lo invitó a comer y le dijo: "Y de las asnas que se te perdieron hace ya tres días, pierde cuidado de ellas, porque se han hallado. Mas ¿para quién es todo lo que hay de codiciable en Israel, sino para ti y para toda la casa de tu padre? Saúl respondió: ¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel? Y mí familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante?" (1 Samuel 9:20-21).

Así, como la semilla proverbial de mostaza, Dios usa a la más insignificante persona según las tribus de Israel para desempeñar el papel más importante. La elección era la correcta, pero ¿estaría Saúl a la altura del cargo? ¿Se mantendría humilde, fiel y sumiso ante Dios o dejaría que el puesto lo envaneciera? Ni Dios sabía la respuesta que dependía del libre albedrío de Saúl.

Samuel "le dio lugar a la cabecera de los convidados" (1 Samuel 9:22). Allí lo agasajó y le dijo que todo era ya predestinado. Al día siguiente, en una ceremonia privada, Samuel unge a Saúl como rey sobre Israel y anima al joven anonadado. Le explica que Dios le proveerá la ayuda para ser rey y le dará tres señales. La primera es que dos hombres le explicarán el destino de las asnas; la segunda, que tres hombres le darán dos panes, y la tercera, que podrá cantar canciones y predicar junto con los profetas, sin saber las canciones ni las prédicas. "Entonces, el Espíritu del Eterno vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre (1 Samuel 10:5-7). Dice el Comentario Exegético: “Literalmente, el Espíritu del Eterno se lanzará sobre ti, dotándote repentinamente de capacidad y disposición para obrar de una manera muy superior a tu carácter y hábitos anteriores. En vez de la sencillez, ignorancia y cortedad de campesino; mostrarás una energía y sabiduría y magnanimidad dignas de un rey". Y todo se cumplió al pie de la letra”.

Cuando Saúl volvió a su casa, "del asunto del reino, del que Samuel le había hablado, no le descubrió nada" (1 Samuel 10:16). Saúl fue modesto y discreto, una buena primera señal espiritual de la humildad. Luego Samuel convocó al pueblo en Mizpa, el lugar de reuniones nacionales, y de nuevo los censura: "Pero vosotros habéis desechado hoy a vuestro Dios, que os guarda de vuestras aflicciones y angustias, y habéis dicho: No, sino pon rey sobre nosotros. Ahora, pues, presentaos delante del Eterno por vuestras tribus y vuestros millares… E hizo llegar la tribu de Benjamín por sus familias… y de ella fue tomado Saúl hijo de Cis. Y le buscaron, pero no fue hallado. Preguntaron, pues, otra vez al Eterno si aún no había venido allí aquel varón. Y respondió el Eterno: He aquí que él está escondido entre el bagaje (tenía miedo del puesto). Entonces corrieron y lo trajeron de allí; y puesto en medio del pueblo; desde los hombros arriba era más alto que todo el pueblo (buena apariencia, pero ¿y el corazón?). Y Samuel dijo a todo el pueblo: ¿Habéis visto al que ha elegido el Eterno, que no hay semejante a él en todo el pueblo? Entonces el pueblo clamó con alegría, diciendo: ¡Viva el rey! ...Y envió Samuel a todo el pueblo cada uno a su casa. Saúl también se fue a su casa en Gabaa, y fueron con él los hombres de guerra cuyos corazones Dios había tocado (Dios les había dado ese espíritu de lealtad y temor a Dios para apoyar a sus siervos). Pero algunos perversos (los de falta de fe) dijeron: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco y no le trajeron presente; mas él disimuló" (1 Samuel 10:19-27). Saúl se mostró discreto y humilde ante las actitudes desdeñosas de algunos, y fue otra muestra del Espíritu de Dios en él. Tal como dijo Pablo: "el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen" (2 Timoteo 2:24-25).

Aunque parezca increíble, ¡los restos de la fortaleza de Saúl en Gabaa (vea 1 Samuel 10:26; 1 Samuel 11:4; 1 Samuel 14:2,16; 1 Samuel 22:6; 1 Samuel 26:1) fueron hallados por los arqueólogos! Dice Halley: "En 1922-23, el arqueólogo William Albright halló en Gabaa, en el estrato de 1000 a.C., las ruinas de la fortaleza que Saúl construyó" (p. 168). Abajo aparece el sitio y la reconstrucción de la fortaleza.

"Las excavaciones revelaron que la fortaleza de Saúl, probablemente destruida por los filisteos después de la muerte de Saúl (1000 a.C.) en la batalla de Gilboa, fue pronto reconstruida en el mismo plano que la primera" (Enciclopedia Arqueológica Bíblica, p.296).

LA PRIMERA BATALLA DE SAÚL

Fortaleza de guerra de Saúl

La primera batalla viene del oriente, de los amonitas que desean recuperar el territorio ganado por Jefté unos 90 años antes. Ponen sitio a la ciudad de Jabes en Galaad. Estos israelitas al oriente del Jordán estaban resignados a que los occidentales no los ayudarían, especialmente cuando tenían a los filisteos encima y estuvieron dispuestos a hacer una alianza con los amonitas. Así por lo menos quedarían como esclavos, pero con sus vidas.

Sin embargo, la respuesta del jefe amonita fue desconsoladora. El precio de la capitulación sería perder un ojo. "Nahas pensaba utilizar a estos hombres, pues no quería dejarlos totalmente ciegos, sino sólo privarlos del ojo derecho, lo que los incapacitaría para el servicio militar. Además, su objeto era el de insultar a la nación israelita" (Ídem. p.229). "Al oír Saúl estas palabras, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder; y él se encendió en ira en gran manera… Y tomando un par de bueyes, los cortó en trozos y los envió por todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, diciendo: Así se hará con los bueyes del que no saliere en pos de Saúl y en pos de Samuel. Y cayó temor del Eterno sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre… 301,000 hombres de Israel y 30,000 de Judá" (1 Samuel 11:6-8). Vemos cómo la sabiduría de Dios operó en Saúl. En un instante tenía un ejército disciplinado a su disposición.

Lleno de confianza en Dios, 'Saúl envía unos mensajeros a los sitiados israelitas y les dice: "Mañana al calentar el sol, seréis librados" (1 Samuel 11:9). Alentados, los israelitas siguen el engaño con los amonitas y hacen como si se entregarán el día siguiente. Los amonitas, felices, se acuestan confiados, pero de noche viene todo el inmenso ejército de Saúl "y entraron en medio del campamento a la vigilia de la mañana, e hirieron a los amonitas hasta que el día calentó… El pueblo entonces dijo a Samuel: ¿Quiénes son los que decían: ¿Ha de reinar Saúl sobre nosotros? Dadnos esos hombres, y los mataremos. Y Saúl dijo: No morirá hoy ninguno, porque hoy el Eterno ha dado salvación a Israel" (1 Samuel 11:11-13).

De nuevo vemos el Espíritu trabajando con Saúl, dándole una actitud misericordiosa. Corintiosn esta gran victoria, Saúl se convirtió en un gran héroe, "y fue todo el pueblo a Gilgal, e invistieron allí a Saúl por rey delante del Eterno" (1 Samuel 11:15).

Ahora sigue un hermoso sermón de parte de Samuel. Primero pregunta si ha agraviado a alguno al desempeñar su ministerio. El pueblo le contesta que no. Samuel les recuerda que Dios había puesto jueces en su medio, y se incluye a él mismo. “Entonces el Eterno envió a Jerobaal, a Barac, a Jefté y a Samuel, y os libró de mano de vuestros enemigos en derredor, y habitasteis seguros. Y habiendo visto que Vahas rey de los hijos de Amón venía contra vosotros, me dijisteis: No, sino que ha de reinar sobre nosotros un rey; siendo así que el Eterno vuestro Dios era vuestro rey… Ahora, pues, he aquí el rey que habéis elegido… y si tanto vosotros como el rey que reina sobre vosotros servís al Eterno vuestro Dios, haréis bien. Mas si no oyereis la voz del Eterno, y si fuereis rebeldes a las palabras del Eterno, la mano del Eterno estará contra vosotros como estuvo contra vuestros padres" (1 Samuel 12: 11-15).

Luego de este mensaje, lo sella con un milagro. "¿No es ahora la siega del trigo (temporada seca)? Yo clamaré al Eterno, y él dará truenos y lluvias, para que conozcáis y veáis que es grande vuestra maldad que habéis hecho ante los ojos del Eterno, pidiendo para vosotros rey. Y Samuel clamó al Eterno, y el Eterno dio truenos y lluvias en aquel día; y todo el pueblo tuvo gran temor del Eterno y de Samuel" (1 Samuel 12:17-18). De este modo, Samuel le mostró al pueblo que no era necesario tener un rey con grandes ejércitos para defenderlos, sino que tenían a Dios como rey y a sus siervos. Pero les faltó la fe para confiar en Dios y sus ministros.

Sin embargo, aunque Samuel no estaba de acuerdo con la decisión del pueblo y estaba dolido por haber sido rechazado como su líder, no se amargó. "Así que, lejos sea de mí que peque yo contra el Eterno cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto. Solamente temed al Eterno y servidle de verdad con todo vuestro corazón, pues considerad cuán grandes cosas ha hecho por vosotros. Mas si perseverareis en hacer mal, vosotros y vuestro rey pereceréis.

De ahora en adelante, será Saúl el que guía al pueblo. Samuel se limitará a supervisar espiritualmente a Saúl, a viajar a las ciudades adyacentes y antes de su muerte, a ungir a David. Abajo, vemos el circuito que recorría Samuel (1 Samuel 7:16-17).

16-17).