La búsqueda interminable de la felicidad

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La búsqueda interminable de la felicidad

¿Qué nos haría verdaderamente felices: un coche nuevo, un nuevo empleo, un cónyuge di­ferente, más dinero, o ser más guapos?

Quizá para una persona joven la defini­ción de felicidad sea encontrar a alguien especial, casarse y tener una familia. Qui­zá nuestra definición de felicidad sea con­vertirnos en médicos y ayudar a otros, o quizá queramos ser empresarios y trabajar por nuestra cuenta.

Ahora imaginemos lo que sería tener todo lo que creemos que nos haría felices, y repentinamente perderlo todo. Eso fue exactamente lo que le ocurrió a Viktor Frankl.

Alrededor de 1930 Viktor Frankl fue uno de los más prometedores y mejor co­nocidos neurólogos y siquiatras en Austria. Tuvo mucho éxito, estaba felizmente casa­do y era admirado por sus colegas.

Pero cuando él y su esposa fueron obli­gados a salir de su hogar, despojados de todo lo que poseían y encerrados en un fur­gón rumbo a un campo de concentración alemán, su vida entera se derrumbó. Frankl fue separado de su esposa, a quien no vol­vió a ver, fue despojado de su ropa y le fue rasurado todo el pelo de su cuerpo.

Viktor Frankl pasaría varios años vi­viendo un horror indescriptible. Durmió con otros nueve hombres en una cama de sólo 2 metros y medio de ancho, sin col­chón y con solamente dos cobertores. Reci­bió tan poca comida que su cuerpo parecía un esqueleto con piel. Soportó golpizas de los guardias y de otros presos, y vio sufrir y morir a un sinnúmero de personas.

Sin embargo, en medio de ese espantoso infierno, Frankl afirmó que había encon­trado importantes claves para la felicidad.

¿Qué es la felicidad?

¿Cuál es la definición de felicidad? Sea­mos honestos y veamos si alguna de estas frases nos describe a nosotros:

  • Constantemente tiene sentimientos de ira y rencor hacia los demás y hacia la vida en general.
  • Siempre está luchando con el perfec­cionismo y con sentimientos de que nunca llena las expectativas.
  • Ve a los demás como obstáculos para su felicidad.
  • Mide la felicidad por lo que posee o cuánto dinero tiene.
  • Está obsesionado con su apariencia, su ropa, sus joyas, su maquillaje y su figura.
  • Padece de una timidez excesiva.
  • Difícilmente tiene relaciones signifi­cativas con otros.
  • Siente tensión emocional la mayor parte del tiempo y no puede relajarse cuando no está ocupado.
  • Constantemente tiene conflictos con otros y siempre trata de que los demás acepten su voluntad; siente que tiene ra­zón en casi todas las situaciones.
  • Está obsesionado con el sexo fuera del matrimonio.
  • Se encuentra siempre comparándose con otros y juzgando a los demás por su criterio personal.
  • Siente la incapacidad de confiar en Dios o incluso de creer que existe.

Si tenemos uno o más de estos síntomas gran parte del tiempo, tenemos que reco­nocer que no somos muy felices.

La felicidad es una perspectiva de la vida

Viktor Frankl llegó a algunas conclusio­nes profundas a raíz de sus experiencias en los campos de concentración nazis. Conclu­yó que entre más se esforzara una persona por ser feliz, más infeliz llegaba a ser.

En vez de tratar de ser felices, debería­mos pensar más en tener salud espiritual, mental, social y física. Esto impide que nos volvamos cada vez más egocéntricos, de manera que podamos empezar a entender que existen principios para lograr la felici­dad, y que podemos aprenderlos.

En este punto podemos decir: “¡Pero no es esto lo que necesito para ser feliz; necesito una nueva amiga o un nuevo jefe o más dinero!”

Es verdad que algunas personas, lugares o cosas pueden darnos felicidad temporal­mente. También es cierto que otras perso­nas, o la falta de salud o la privación de las necesidades humanas básicas nos pueden hacer sufrir o sentir infelices. Pero si eso es todo lo que cuenta en la vida, entonces todos nosotros no somos sino víctimas de nuestro ambiente, llevados de acá para allá entre tiempos buenos y malos, sin ningún control sobre la forma en que pensamos o

sentimos. A fin de cuentas, la felicidad es un producto de la forma en que pensamos.

La felicidad es más un producto de la actitud que de las circunstancias. Una ac­titud positiva busca lo bueno, aun en las si­tuaciones más difíciles, mientras que una actitud negativa siempre ve lo malo.

Los pasos en el trayecto de la vida

La felicidad no es un destino. No es algo que algún día encontramos y nunca des­aparece. Es parte del trayecto de la vida. Si la felicidad es una forma de pensar, en­tonces quizá sea tiempo de hacernos una cirugía mental. Aquí están cuatro pasos que podemos dar cada día y que pueden ayudarnos en la travesía de la felicidad:

  1. Hágase responsable de su vida. No podremos estar mental, emocional o espiritualmente saludables hasta que que­ramos hacernos responsables de nuestras propias acciones, pensamientos y emo­ciones. La felicidad no se encuentra con­centrándonos exclusivamente en nosotros mismos; se descubre en la verdad objeti­va, no en basar el bien y el mal en nuestros sentimientos inmediatos.

Se encuentra al relacionarnos con otras personas. Se halla en el trabajo en que uti­lizamos nuestros talentos. Y sobre todo se descubre en una relación con nuestro Creador.

  1. Aprenda a controlar sus pensa­mientos. Entre más llena esté la mente de una persona con pensamientos negativos, más infeliz será. Muchas personas mal­gastan toda su vida sintiéndose víctimas o sintiéndose controladas por el dolor, el odio u otras emociones negativas. No siempre podemos controlar nuestro am­biente o lo que nos ocurre. Ni siquiera po­demos controlar por completo cómo nos sentimos, pero sí podemos tener control de lo que elegimos pensar.
  2. Aprenda a ser agradecido. Pode­mos concentrarnos en lo que no tenemos o estar agradecidos por lo que Si nos concentramos en lo que no tene­mos, nos condenamos a la frustración y la desdicha. Viktor Frankl, por ejemplo, dijo haber encontrado hermosura en un atardecer o una flor, aun en medio de la desolación opresiva de Auschwitz.

Hay una antigua historia de un señor pobre que llegó a una gran ciudad, con nada más que la camisa que traía puesta. Trabajó duro y finalmente tuvo un peque­ño negocio y una buena casa, y vivió en relativa comodidad. Incluso logró ayudar a su hijo a graduarse de la universidad con una licenciatura en administración de em­presas.

Cuando el hijo terminó sus estudios regresó a casa, y al ver los libros de contabilidad de su padre se lamentó: “¿Tú ni siquiera sabes cuál es tu ganancia?”

El padre le contestó: “Primero descuen­to el costo de la camisa que traía puesta cuando llegué a esta ciudad. Todo lo de­más es ganancia”.

¿Cuán diferente sería nuestra vida si lo último en que pensáramos antes de dormir y lo primero que pensáramos al despertar fueran todas las cosas positivas de nuestra vida, en vez de las negativas?

  1. Pídale a Dios que le revele su plan para usted. Dios nos ha creado con un pro­pósito. Quiere que seamos sus hijos. Quiere que seamos felices. Y él tiene un maravillo­so futuro planeado para nosotros si así lo de­seamos y estamos dispuestos a aceptarlo.

Cambiar nunca es fácil, pero puede ser emocionante. Si vamos a descubrir y a responder al propósito que tiene el Crea­dor para nuestra vida, tendremos que ha­cer algunos cambios radicales en nuestra forma de pensar. Requerirá esfuerzo y dedicación, ¡pero las recompensas valen la pena en el viaje de la vida! BN