¿Describe la Biblia más de un diezmo?
Muchas personas se sorprenden al saber que Dios revela en su Palabra siete festivales anuales (Levítico 23). Estas temporadas especiales del año han sido designadas por el Creador como “convocaciones santas” (vv. 2-4), reuniones o asambleas en las cuales el pueblo de Dios debe congregarse. Igual que el sábado semanal, Dios apartó estos festivales como algo sagrado para él.
Dios nos muestra en su Palabra que estas fiestas santas son ocasiones dedicadas a adorar en grupo y abstenerse del trabajo normal. Ellas tienen el propósito de enseñar al pueblo de Dios su maravilloso plan de salvación para toda la humanidad; son recordatorios de la intervención de Dios en bien de su pueblo y presagian ciertos acontecimientos muy significativos en el cumplimiento de su plan divino (Colosenses 2:16).
El pueblo de Dios ha observado estas fiestas desde tiempos ancestrales. Jesús las observó durante su vida (Lucas 2:40-43; Juan 7:37) y sus apóstoles y la Iglesia original continuaron haciéndolo después de su muerte y resurrección, en obediencia a los mandamientos de Dios (Hechos 2:1; Hechos 12:2-4; Hechos 18:21; Hechos 20:16; Hechos 27:9; 1 Corintios 5:8).
La Biblia registra que en varias ocasiones, cuando un líder justo guiaba al pueblo de Dios de vuelta al Eterno después de periodos de engaño y descuido en su relación con él, los festivales eran celosamente observados, como parte importantísima de esa reforma espiritual (2 Crónicas 30; Esdras 3, 6; Nehemías 8).
La profecía bíblica nos muestra que se aproxima el tiempo en que Dios se asegurará de que los habitantes de la Tierra sean obligados a observar obedientemente sus festivales (Zacarías 14:16-19). (Para una explicación más profunda sobre el significado de estos días, solicite o descargue nuestro folleto gratuito Las fiestas santas de Dios).
Una vez que logramos entender la necesidad de observar estos festivales como Dios ordena, surge automáticamente una pregunta: ¿de dónde sacamos los recursos económicos para asistir a ellos?
Las asambleas del pueblo de Dios para rendirle culto como grupo con frecuencia implican gastos importantes: alojamiento temporal, comidas, transporte y, además, el costo de proveer un lugar apropiado para llevar a cabo los servicios religiosos. ¿Nos da Dios alguna instrucción sobre la forma en que deben cubrirse estos gastos relacionados con las fiestas? Por supuesto que sí. Dios nos da instrucciones respecto a un diezmo de nuestros ingresos anuales, que debe ser usado para la observancia de estas fiestas. Examinemos las Escrituras para entender mejor esto.
Un diezmo para la obra de Dios
En otra sección de este folleto analizamos el primer diezmo de que nos hablan las Escrituras. Este primer diezmo, que para Dios es sagrado, se usa para financiar la misión de la Iglesia de propagar el evangelio y cuidar a aquellos que Dios llama a ser parte de su Iglesia. Como se explicó, este diezmo debe ser entregado por el pueblo de Dios para que pueda llevarse a cabo la comisión de la Iglesia. La retención de este diezmo es comparable con robarle a Dios (Malaquías 3:8).
El primer diezmo es “cosa dedicada al Eterno” (Levítico 27:30). Bajo su pacto con Israel, Dios ordenó a su pueblo que entregara su diezmo a sus representantes de ese tiempo, los levitas (Números 18:21). Dios les concedió el diezmo a los levitas para ayudarlos a llevar a cabo su papel asignado de guiar apropiadamente al pueblo en su culto de adoración. Los miembros de las otras once tribus no debían usar este diezmo para ningún propósito personal, sino que debía ser entregado en su totalidad a los levitas.
Jesús confirmó que quienes sirven a Dios deben continuar entregando este diezmo, un diez por ciento de sus ganancias, ya que le pertenece a Dios y no a ellos mismos (Mateo 23:23). El ratificó que el diezmo sigue vigente; pero ahora Dios, por medio de Jesucristo, está haciendo un “nuevo” y “mejor” pacto con su pueblo (Mateo 26:28; Hebreos 8:6-13) y ya no está limitado a la nación física de Israel.
El grupo que Dios está usando ahora se ha ampliado para incluir a personas de todas las naciones y que componen la Iglesia de Dios, “el Israel de Dios” espiritual (Gálatas 6:15-16; 3:26-28). Este cambio ha exigido revisiones administrativas, incluyendo quienes reciben el diezmo de Dios, que ya no debe ser entregado a una tribu física de Israel, la de los levitas.
El sacerdocio fue cambiado (Hebreos 7:12) cuando Cristo fue crucificado y resucitado para convertirse en nuestro Sumo Sacerdote. Ahora, bajo el Nuevo Pacto, entendemos que este diezmo debe ser recibido por aquellos que Dios ha designado como ministros de Cristo para llevar a cabo su obra.
Un diezmo para observar los festivales de Dios
El primer diezmo debía ser entregado íntegramente a los levitas y el dador individual no podía usar nada de él para gastos personales. Es importante recordar esto cuando examinemos las instrucciones más detalladas que Dios nos da acerca del diezmo.
Note que Dios ordenó a su pueblo asistir en grupo al lugar que él escogiera para observar las fiestas santas anuales (Deuteronomio 16:16). Junto con acudir a este lugar, se les ordenaba traer sus diezmos (plural — Deuteronomio 12:6).
Uno de estos diezmos, como ya hemos visto, se dedicaba total y exclusivamente para el uso de los levitas. Pero Dios da aún más instrucciones de otro diezmo (singular) que debía ser usado por el individuo para comer, pero noen su casa. Debía apartarse y gastarse en la localidad central designada para guardar la fiesta, y exclusivamente en las fiestas anuales (Deuteronomio 12:17).
Sería innecesario prohibir el consumo personal en el hogar si hubiera solo un diezmo, el “primer diezmo” que examinamos más arriba. Dios ya había especificado claramente que el primer diezmo tenía que ser dado en su totalidad a los levitas (Números 18:21), sin embargo, en Deuteronomio 12:18 se le daba a la persona el derecho a consumir el diezmo, siempre que esto fuera parte de su gozosa observancia de los festivales bíblicos.
Este diezmo para uso personal en la observancia de las fiestas es un segundo diezmo, algo adicional y muy distinto del primer diezmo que se entregaba a los levitas. En Deuteronomio 14:22-26 Dios explica en más detalle el propósito de este segundo diezmo, o el diezmo para las fiestas. Éste debe ser usado por el pueblo de Dios para disfrutar la abundancia física que él provee, durante sus fiestas, mientras lo adoran y aprenden a honrarlo y obedecerlo de una manera que lo complace a él y les proporciona bendiciones a ellos.
El historiador judío Josefo, quien vivió en tiempos de Jesucristo y provenía de una familia de sacerdotes, documentó el entendimiento que se tenía en aquellos días sobre este diezmo festivo. En uno de sus libros encontramos la siguiente afirmación, que resume y parafrasea los mandamientos que Dios entregó por medio de Moisés: “Sacaréis una décima parte de vuestros frutos, aparte del que habréis asignado para darlo a los sacerdotes y los levitas,el que podréis vender en el país, pero será para ser usado en las fiestas y sacrificios que se celebren en la ciudad santa. Porque es conveniente que gocéis los frutos de la tierra que Dios os da en posesión” (Antigüedades de los Judíos, libro 4, capítulo 8, sección 8).
Aunque la necesidad de sacrificios físicos concluyó con el único y perfecto sacrificio que Cristo hizo individualmente, Dios espera que nosotros continuemos observando sus fiestas, como obviamente hicieron los apóstoles y la Iglesia original.
En la actualidad, los miembros de la Iglesia de Dios Unida, una Asociación Internacional, entienden y observan estas fiestas de Dios que tienen un profundo significado. Además, también practican el método que Dios ha revelado en su Palabra para financiar estas fiestas y ahorran una décima parte de sus ganancias anuales para poder asistir a ellas.
Aquellos miembros que están en condiciones de hacerlo, también contribuyen con una porción de su segundo diezmo para solventar los gastos de la Iglesia en la observancia de estos festivales, que incluyen el alquiler de lugares de reunión y la asistencia económica a las personas que de otra manera estarían imposibilitadas de asistir. Todos se reúnen en diversos lugares alrededor del mundo para regocijarse ante Dios y aprender directamente de su Palabra acerca de su maravilloso plan de salvación.
Un diezmo para ayudar a los pobres
Ya hemos visto las instrucciones que se encuentran en la Palabra de Dios para el financiamiento de la obra de la Iglesia y la observancia de las fiestas anuales de Dios. Las Escrituras, sin embargo, encierran aún más instrucciones financieras: cómo debemos cuidar de los pobres. Dios no se olvida de ellos.
Jesús reconoció que siempre habrían condiciones que causarían verdadera pobreza y necesidad en algunas personas (Juan 12:8). Pero él también dijo que es mejor dar que recibir (Hechos 20:35). Sus apóstoles enseñaron lo mismo, que los cristianos tienen la obligación de ayudar a otros que sufren necesidades apremiantes (Gálatas 2:10; 1 Timoteo 5:3).
La enseñanza de Jesús y de sus discípulos es una continuación de los mandamientos que se hallan en la Palabra de Dios respecto a la obligación que tienen los que cuentan con más recursos de ayudar a quienes son verdaderamente necesitados. Dios da instrucciones dos veces en las Escrituras respecto a un diezmo que debe ser guardado y distribuido cada tercer año.
El “primer” diezmo y el diezmo para las fiestas (“segundo”), debían apartarse cada año. El primero debía llevarse a un lugar de adoración centralizado para su distribución, y el segundo, para ser gastado personalmente (Deuteronomio 12:6, Deuteronomio 12:17-18; Deuteronomio 14:22-27). El diezmo especial del tercer año, sin embargo, se administraba de manera muy distinta. Debía ser ahorrado localmente y guardado en cada ciudad o pueblo (Deuteronomio 14:28; Deuteronomio 26:12) para el uso de los levitas y los pobres de la comunidad: el extranjero, el huérfano y la viuda.
Fuentes históricas describen tres diezmos
Josefo afirma claramente que este diezmo recolectado para los pobres era diferente a los otros dos: “Aparte de los dos diezmos, que como os he dicho, deberéis pagar todos los años, uno para los levitas y el otro para las fiestas, deberéis aportar cada tres años un tercer diezmo para ser distribuido entre los necesitados, las mujeres viudas y los niños huérfanos” (Antigüedades de los Judíos, libro 4, capítulo 8, sección 22).
En el libro apócrifo de Tobías, que muchos eruditos fechan alrededor del año 200 a.C., el autor escribe: “Muchas veces era yo el único que iba a Jerusalén, con ocasión de las fiestas, tal como está prescrito para todo Israel por decreto perpetuo; en cobrando las primicias y las crías primeras y diezmos de mis bienes y el primer esquileo de mis ovejas, acudía presuroso a Jerusalén y se lo entregaba a los sacerdotes, hijos de Aarón, para el altar. Daba a los levitas que hacían el servicio en Jerusalén, el diezmo del vino, del grano, del olivo, de los granados, de los higos, y demás frutales: tomaba en metálico el segundo diezmo de los seis años, y lo gastaba en Jerusalén. Entregaba el tercer diezmo a los huérfanos, a las viudas y a los prosélitos que vivían con los hijos de Israel; se lo llevaba y entregaba cada tres años, celebrando una comida con ellos conforme a lo que se prescribe en la Ley de Moisés y conforme a los preceptos que me dio Débora, madre de nuestro padre Ananiel, pues mi padre había muerto dejándome huérfano” (Tobías 1:6-8, Biblia de Jerusalén, pág. 502, 1971).
Ciclos de siete años
Es importante notar que existía un ciclo de siete años. El séptimo año era destinado al descanso de la tierra y durante él no se plantaba ninguna cosecha (Levítico 25:1-7, Levítico 25:18-22), por lo cual no había “ganancias” en el séptimo año. Dios había prometido bendecir con suficiente abundancia en el sexto año a quienes le fueran fieles, para que pudieran dejar la tierra descansar en el séptimo. Podemos concluir, entonces, que el diezmo que se apartaba cada tercer año en realidad se guardaba en los años tercero y sexto de un ciclo de siete años.
De no haber sido así, hubiera habido un problema en el año vigésimoprimero, ya que las dos leyes juntas (un diezmo de las ganancias cada tercer año, y un descanso de la tierra sin ganancias cada séptimo año) hubieran causado un gran conflicto en el año veintiuno. El relato de Deuteronomio 14:28-29, que habla sobre el diezmo especial para los pobres cada tercer año, continúa inmediatamente después, en Deuteronomio 15:1, con instrucciones concernientes a la naturaleza especial de cada séptimo año, y explica más detalladamente que el “tercer” diezmo se aplica a los años tercero y sexto de un ciclo de siete años. Es decir, el séptimo año se descuenta y se comienza de nuevo el ciclo de seis años en el octavo año.
En los tiempos modernos, la tendencia de los gobiernos nacionales a establecer impuestos obligatorios destinados a programas de bienestar social y atención a los pobres ha ocasionado un dilema. Si el gobierno cobra impuestos a una persona a través del seguro social y otros tributos similares, y utiliza esos fondos para el cuidado y manutención de los pobres, ¿está un cristiano, además, obligado a pagar este diezmo especial? Si pagamos impuestos para este propósito —en cantidades muy superiores a un décimo de los ingresos correspondientes a dos años en un período de siete— ¿debemos igual separar un diezmo durante dos años de cada seis, destinado también al cuidado de los pobres?
¿Qué debemos hacer hoy día?
Al examinar este tema, el Consejo de Ancianos, principal entidad administrativa de la Iglesia de Dios Unida, ha analizado el asunto y ha concluido que cuando los cristianos son obligados a pagar altos impuestos para bienestar social, cosa común en muchos países, es apropiado que queden exentos de hacer una doble contribución para el mismo propósito. Como es un asunto administrativo, el consejo ha emitido la siguiente declaración:
“El Consejo de Ancianos ha resuelto que debido a que siempre habrán miembros de la Iglesia cuyas necesidades no podrán ser adecuadamente atendidas por los programas sociales gubernamentales, y a que el claro ejemplo en las Escrituras establece que la Iglesia debe cuidar a sus miembros necesitados (Levítico 19:9-10; Isaías 58:7; Mateo 25:35-40; Gálatas 2:9-10), que aquellos miembros de la Iglesia que estén en condiciones de hacerlo, sean animados a contribuir al Fondo de Ayuda de la Iglesia, para que pueda cumplirse el mandato de cuidar a los pobres de la Iglesia”.
Esto representa la interpretación y aplicación de la Iglesia de Dios Unida en cuanto al tercer diezmo en los tiempos actuales.