La extraordinaria lección de la Fiesta de las Primicias
Jesucristo mismo dijo: “No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo” (Juan 12:47). También dijo: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). Pero en un mundo donde centenares mueren cada día debido a la violencia, el hambre, las enfermedades y los desastres naturales; donde abundan la injusticia, la inmoralidad y toda clase de impiedad; donde miles mueren diariamente sin haber oído jamás el nombre de Jesucristo, o incluso sin haber visto una Biblia, ¿podemos realmente decir que Cristo tuvo éxito en su misión?
¿Se equivocó Jesucristo? Si su intención era salvar al mundo, ¿ha sido éste verdaderamente salvo? Cuando vemos la crueldad del hombre hacia el hombre en una escala sin precedentes, ¿sería lógico concluir que el mundo ha sido salvado?
Estas preguntas siempre han constituido un verdadero enigma para quienes han estado dispuestos a confrontar los hechos. Si la iglesia cristiana tenía la misión de llevar el mensaje de Cristo al mundo para que éste pudiera ser salvo, ¿por qué hay tanto caos religioso en el mundo? Además, si el evangelio de Jesucristo tiene todas las respuestas a los problemas del hombre, ¿a qué se debe la terrible situación mundial?
¿Será que Cristo no consiguió la colaboración de su propia Iglesia para llevar a cabo su misión? ¿O tal vez ha sido incapaz de inspirar a sus seguidores a tener la fe suficiente para hacer obras mayores que las que él hizo, tal como prometió? (Juan 14:12). ¿O quizá las fuerzas enemigas simplemente ejercen demasiado poder sobre la incrédula humanidad?
Ninguna de las respuestas anteriores es válida.
No obstante, las respuestas a todos estos interrogantes sí se encuentran en el festival llamado la Fiesta de las Primicias (Éxodo 23:16). Esta celebración, así como el resto de las fiestas santas de Dios, fueron ordenadas por él en Levítico 23:15-21.
Cuando Dios habló sobre estas celebraciones sagradas, dijo: “Habla a los hijos de Israel y diles: Las fiestas solemnes del Eterno, las cuales proclamaréis como santas convocaciones, serán estas:” (Levítico 23:2).
Posteriormente encontramos que la Iglesia que fundó Jesucristo también guardó este festival único, conocido por los seguidores de Cristo como la Fiesta de Pentecostés. De hecho, la Iglesia del Nuevo Testamento nació aquel mismo día de Pentecostés en el cual ocurrieron eventos milagrosos (Hechos 2:1-41). Actualmente, este festival es de gran importancia y trascendencia para los cristianos.
Dios tenía una razón para que tanto Israel como su Iglesia observaran estos festivales. Por medio de estas celebraciones, Dios revela los pasos de su plan de salvación para la humanidad. Esta fiesta en particular, que celebraba los primeros frutos de la cosecha del trigo en el antiguo Israel (ver Deuteronomio 34:22), revela una de las etapas más significativas del plan de salvación de Dios.
Premisas populares, pero falsas
La mayoría de las iglesias actuales supone que el propósito original de Dios perseguía que toda la humanidad escuchara el mensaje de salvación inmediatamente después de que Jesucristo resucitara. La mayoría también cree que cada persona que escucha ese mensaje tiene, por lo tanto, la oportunidad de salvación ahora, en esta vida. La misión de los discípulos de Cristo, según se interpretó, consistía en llevar este mensaje a cada persona viva, para que tuviera la oportunidad de aceptar a Cristo antes de que fuera demasiado tarde.
Así, muchas iglesias creen que su misión es lograr que la mayor cantidad de gente posible acepte de inmediato a Cristo como su Salvador, sin importar la profundidad de su compromiso e interés en el tema.
Pero, ¿cuántas personas nunca han aceptado a Cristo, o nunca lo han aceptado sinceramente? ¿Y cuántos millones, a través de los siglos, ni siquiera han oído hablar de él?
Si la salvación es solo cuestión de aceptar a Cristo durante esta vida física, ¿cuál será el destino de las innumerables personas que vivieron y murieron antes de que Cristo naciera, quienes obviamente no tuvieron la oportunidad de aceptarlo como Salvador?
Frente a estas preguntas, ¿deberíamos concluir que el poder prometido por Jesús a sus discípulos simplemente nunca se concretó en la obra salvadora que él concibió? No, no podemos dudar del poder salvador de Jesucristo. En cambio, tal vez deberíamos examinar qué tan bien conocemos sus propósitos.Quizá Dios ha tenido en mente algo diferente desde el principio.
Cómo encaja esta fiesta en el plan de Dios
¿Qué tiene que ver la Fiesta de las Primicias con todas estas importantes preguntas?
El nombre Fiesta de las Primicias encierra un gran significado. Tal como lo dice su nombre, este festival indica que debe haber una cosecha inicial, previa a una cosecha posterior. Como veremos, este festival representa la intención de Dios de recolectar primero una pequeña cosecha de personas para la salvación (llamadas “primicias” en las Escrituras), y más tarde llamar a un número mucho mayor de personas para que sean salvas.
Podría decirse que Dios estableció un procedimiento sistemático para llevar a la gran mayoría de la humanidad a su luz y salvación: una cosecha inicial de primicias, y después una gran cosecha de seres humanos para llevarlos a todos a la salvación.
Notemos cuán asombrosa es esta verdad que simbolizan los festivales revelados por Dios. Él ha hecho coincidir sus fiestas con el ciclo agrícola de los dos períodos de cosecha más importantes en la Tierra Santa (uno en primavera y otro al final del verano), para enseñarle a su pueblo una importante lección.
La Fiesta de las Primicias coincidía con la cosecha del trigo durante la primavera en esa zona (Éxodo 34:22). El nombre griego de esta fiesta es Pentecostés, que significa “quincuagésimo”, es decir, “día quincuagésimo”, porque se celebraba 50 días a partir de la cosecha de la primera gavilla de grano. Este período de siete semanas dio origen a otro nombre para este mismo festival: la Fiesta de las Semanas(Deuteronomio 16:9-10).
En este día los israelitas ofrecían dos hogazas de pan hecho con la harina del grano de la nueva cosecha. Estos panes se llamaban “las primicias para el Eterno” (Levítico 23:16-17). La gente no debía hacer “ningún trabajo de siervos” en este día y debían reunirse en una santa convocación religiosa (Levítico 23:21). Era una ocasión muy importante.
Otro festival posterior durante el año, la Fiesta de los Tabernáculos o de la Siega (Éxodo 34:22), coincidía con la cosecha final, cuando se recolectaba otro tipo de productos como pepinos, melones, lentejas, garbanzos, nueces, y especialmente dátiles, higos, aceitunas y uvas. Este acontecimiento también encerraba gran significado, y se destacaba por las sagradas asambleas religiosas y días de reposo.
Estas dos fiestas representan etapas muy importantes en la cosecha espiritual de la humanidad para la salvación. La Fiesta de las Primicias simboliza el llamado y la preparación de la Iglesia en esta época, y la primera fase de la cosecha espiritual.
La última parte de la cosecha espiritual se llevará a cabo en un futuro próximo. La cosecha inicial de personas que Dios hace es la preparación para aquel tiempo venidero en que Jesucristo traerá su Reino a la Tierra.
Lo físico es figura de lo espiritual
El significado espiritual de la primera parte de la cosecha, representada por la Fiesta de las Primicias, se pone de manifiesto en las Escrituras. El apóstol Pablo escribió en 1 Corintios 15:20-23: “Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron . . . Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida”(énfasis nuestro en todo este artículo).
La ofrenda de la gavilla mecida, que comenzaba con la cosecha de cebada 50 días antes de Pentecostés, representaba a Jesucristo presentándose ante su Padre después de resucitar, como la primicia de los primeros frutos. Por lo tanto, la ofrenda de las primicias de la siega del trigo en Pentecostés (Levítico 23:17) era un símbolo de las demás primicias, según el orden en que Dios cosecharía la humanidad para la salvación, y posteriormente vendrían otras personas.
¿Pudo notar que en 1 Corintios 15 Pablo dice claramente que Dios resucitará a los muertos en un orden específico?Primero fue Jesucristo, quien resucitó como “primicias de los que durmieron”, seguido por los demás a su regreso.
Pablo dice que la resurrección de los santos al regreso de Cristo, cuando recibirán cuerpos espirituales inmortales (1 Corintios 15:44, 53), se llevará a cabo “a la final trompeta” (1 Corintios 15:52), es decir, junto con el poderoso y sobrenatural sonido que anunciará el regreso de Jesucristo para gobernar la Tierra (Apocalipsis 11:15).
En ese momento, Dios resucitará a los muertos que hayan sido fieles a Cristo y transformará en hijos inmortales suyos a aquellos que aún estén vivos y que también hayan sido fieles (1 Tesalonicenses 4:16-17).
Este milagroso acontecimiento se describe como “la primera resurrección” en Apocalipsis 20:6: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”.
El mundo bajo el gobierno de Cristo
Durante el reinado de Jesucristo y los santos resucitados sobre la Tierra (Apocalipsis 5:10) comenzará la cosecha posterior de seres humanos para la salvación. El conocimiento de Dios por fin estará ampliamente disponible: “Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Habacuc 2:14). Todas las personas experimentarán por sí mismas el maravilloso Reino de Dios que Jesucristo proclamó durante su ministerio terrenal (Mateo 4:17; Marcos 1:14; Lucas 4:43).
Isaías 2:2-3 describe el inicio de este período de la última y gran cosecha: “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno”.
La humanidad tendrá por fin la oportunidad de aprender y vivir de acuerdo al camino de vida de Dios: “Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Eterno; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Eterno; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34).
Pero ¿qué sucederá con aquellos que han vivido y muerto en el pasado y que nunca supieron nada de Dios el Padre y de Jesucristo? Apocalipsis 20:6, citado anteriormente, muestra que los santos fieles de Dios estarán “en la primera resurrección”. Pero si hay una primera resurrección, ¡debe haber una segunda!
Y de hecho la habrá. El libro de Apocalipsis afirma claramente que habrá otra resurrección. Después del reinado de mil años de Jesucristo y sus seguidores, quienes habrán sido resucitados previamente, “los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20:5).
Así continúa la segunda parte de la gran cosecha de Dios para la salvación de la humanidad. En ese momento, todos los que alguna vez hayan vivido, pero que no tuvieron la oportunidad de aprender los caminos de Dios o de escuchar sobre el sacrificio expiatorio de Jesucristo, disfrutarán de su oportunidad de salvación.
Esta resurrección de incontables millones de personas a una vida perecedera y física se describe en Ezequiel 37:1-11, Mateo 12:41-42, Apocalipsis 20:5 y Apocalipsis 20:13. Estas personas tendrán la oportunidad, por primera vez, de arrepentirse y convertirse gracias al Espíritu Santo de Dios (Hechos 2:38; 3:19). En aquel momento, ellos también heredarán la vida eterna.
Vemos en este maravilloso plan el cumplimiento del deseo de Dios para que “todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
Dios no quiere “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9), y por medio de su plan todos los que nunca han tenido la oportunidad real de salvación en este tiempo ¡por fin podrán ser salvos!