La fiesta bíblica de las primicias
Explicación de un gran misterio
Dios tiene un plan. Sin embargo, cuando los escépticos ven el lamentable estado de las condiciones mundiales, en muchos casos llegan a dudar de la existencia de Dios. Después de todo, arguyen, ¿cómo creer en un Dios creador del cielo y de la Tierra, quien puso a la raza humana en este planeta para finalmente abandonarla a su suerte?
¿Hay algo de cierto en esto?
Dios está haciendo más de lo que muchos creen. Como veremos, él tiene un plan cuidadosamente diseñado para traer paz al mundo y a la vez ofrecer salvación a la humanidad de la forma más extraordinaria: dándoles a los seres humanos la gran oportunidad de llevar a cabo su propósito.
Puede que actualmente no parezca así, pero la Fiesta de las Primicias, o Pentecostés, como se conoce en el Nuevo Testamento, tiene un significado que supera hasta la imaginación más fértil.
Contrariamente a lo que la mayoría de la gente piensa, Dios sí está al tanto de los asuntos humanos, y de hecho, mucho más de lo que se cree. Mediante este antiguo festival que él mismo le ordenó observar a Israel, Dios nos ayuda a entender lo que él está haciendo y por qué (según muchos creen) pareciera que en la actualidad no está interviniendo para salvar a la humanidad.
Orígenes de la Fiesta de las Primicias
Poco después de entregarle los Diez Mandamientos a Israel, Dios le dio otro mandamiento: “Tres veces en el año me celebraréis fiesta. La fiesta de los panes sin levadura guardarás . . . también la fiesta de la siega, los primeros frutos de tus labores, que hubieres sembrado en el campo; y la fiesta de la cosecha a la salida del año . . .” (Éxodo 23:14-16).
En esta Fiesta de la Siega, también conocida como la Fiesta de las Primicias o Fiesta de las Semanas, los israelitas ofrecían los primeros frutos de la cosecha de trigo en la Tierra Santa, al final de la primavera (Números 28:26; Éxodo 34:22). Unos meses más tarde celebraban otro festival, llamado la Fiesta de la Cosecha o Fiesta de Tabernáculos. Esta tenía lugar “al final del año”, es decir, al culminar el ciclo agrícola anual junto con el verano en Tierra Santa, cuando se recogía la gran cosecha.
Estos festivales fueron ordenados por Dios, y como él quiere que aprendamos de ellos, siguen vigentes para su pueblo en la actualidad. Además, debemos entender que cuando alguien observa los festivales de Dios hoy en día, no solo está conmemorando las bendiciones de Dios a los campos agrícolas en la Tierra Santa, sino que también está celebrando y aprendiendo algo mucho más importante: ¡el propósito de Dios y su plan de salvación para la humanidad!
La cosecha espiritual y sus primeros frutos espirituales
La Palabra de Dios habla de dos tipos de cosecha. Una de ellas es la cosecha física mencionada antes, pero que representa otra cosecha muchísimo más importante: la cosecha espiritual.
Veamos lo que dice Jesucristo en Lucas 10:1-2: “Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les decía: ‘La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies’”.
Aquí, Jesús compara la cosecha espiritual con la cosecha física de granos. En Juan 4:35-36 Jesús les dice a sus discípulos: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna . . .”
Las cosechas que enmarcaban las fiestas bíblicas dadas por Dios en realidad fueron diseñadas para enseñarnos acerca de la cosecha espiritual cuyas semillas Jesús vino a sembrar, y que posteriormente él mismo y sus discípulos empezaron a cosechar. Así como en el Medio Oriente había una cosecha temprana y otra tardía, la cosecha espiritual se compone también de dos fases.
El apóstol Santiago dice que Dios desea que los de su pueblo “seamos de los primeros frutos de su creación” (Santiago 1:18, énfasis agregado). Esto nos ayuda a comprender que aquellos con quienes Dios está trabajando ahora serán esos “primeros frutos”. Los primeros frutos son la muestra de la producción, lo que implica que hay otros frutos que se han de cosechar posteriormente.
Este no es ni el mundo ni el tiempo de Dios
¿Se ha preguntado alguna vez por qué la religión cristiana no ha resuelto los problemas del mundo? ¿Por qué no ha podido prevalecer frente a otras grandes religiones y filosofías falsas?
Uno esperaría que la obra de Jesucristo, siendo de Dios, hubiera dado origen a una época donde el gran movimiento cristiano hubiese prevalecido y dado inicio a una era de paz. Después de todo, la Iglesia cristiana enseña que el Reino de Dios crecería a partir de algo muy pequeño y que el poder de Dios se manifestaría al mundo a través de sus discípulos.
Entonces, ¿por qué no ha sido así?
La respuesta es sencilla si se tiene en cuenta el concepto de los primeros frutos. Hay que entender que Dios nunca pretendió convertir al mundo en este presente siglo malo, como llama el apóstol Pablo a la era actual (Gálatas 1:4). ¿Se le ha ocurrido alguna vez que si Dios hubiese tenido en mente tal propósito, sin duda ya lo hubiera logrado?
El hecho es que Dios tiene la intención de convertir al mundo en general en una época posterior. Esa época, anunciada por los profetas, comenzará cuando Jesucristo vuelva a la Tierra a establecer su Reino. Veamos cuán diferente será entonces: “Y acontecerá en los postreros días, que el monte de la casa del Señor será establecido como cabeza de los montes; se alzará sobre los collados, y confluirán a él todas las naciones. Vendrán muchos pueblos, y dirán: ‘Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob; para que nos enseñe acerca de sus caminos, y andemos en sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor’” (Isaías 2:2-3).
¡Esta descripción no corresponde al mundo actual! En nuestro mundo, las naciones ignoran al gran Dios Creador que las hizo. En nuestro mundo, vamos a la guerra por no ser capaces de resolver nuestros problemas de otra manera.
Veamos la siguiente profecía de Isaías acerca del mundo bajo el Reino de Jesucristo: “Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4).
Una vez más, esto no corresponde a la descripción del mundo actual, sino a la de un mundo gobernado por Jesucristo una vez que reciba su Reino y comience a administrarlo con la ayuda de sus santos. En aquel mundo, todas las naciones buscarán al verdadero Dios. Las religiones del mundo y los mejores esfuerzos del hombre por tratar de crear algo al menos remotamente parecido a esta visión, han fracasado. ¡Indudablemente, esta visión para la humanidad pertenece al futuro!
Dios no está convirtiendo al mundo ahora
Esto nos lleva de vuelta a los primeros frutos. El concepto básico de los primeros frutos es que Dios no está convirtiendo al mundo ahora.Actualmente vivimos en una época en la que Satanás el diablo aún rige este mundo. Es así que el apóstol Pablo llama al diablo “el dios de este mundo”, que mantiene cegado el entendimiento de la mayor parte de la humanidad (2 Corintios 4:4; Apocalipsis 12:9).
En pocas palabras, Jesucristo no va a cambiar el mundo en esta era presente. Él no estableció su Iglesia para convertir al mundo ahora mismo. Hay un lapso entre su primera venida, cuando estableció su Iglesia, y su futuro regreso a la Tierra. Cuando él regrese, resucitará a sus santos a vida inmortal. Su regreso tendrá lugar cuando suene la séptima trompeta, según dice Apocalipsis 11:15: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y se levantaron grandes voces en el cielo, que decían: ‘El reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos’”.
La humanidad solo se someterá a Jesucristo cuando él regrese, y únicamente después de que haya padecido grandes tribulaciones. Aparentemente, será necesario que las naciones pasen por eventos terriblemente catastróficos para que se humillen y se vuelvan a su Creador.
El mundo no prevalecerá sobre la Iglesia de Cristo
Pero Dios solo está guiando a unos cuantos para que lo sigan en esta era presente. Jesucristo ha estado edificando su Iglesia, conformada por sus primicias, durante el periodo que se extiende entre su primera y su segunda venida. Jesús dijo: “Edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades [el sepulcro] no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18).
Debido a que este no es el mundo de Dios, su Iglesia ha sido atacada desde su inicio, tanto por persecuciones religiosas desde el exterior, como por lobos y falsos maestros desde su interior. Pero ella prevalecería de cualquier manera, ya que Jesús es la Cabeza de su Iglesia.
A los que conforman ahora su Iglesia, Cristo los ayuda a vencer el mundo tal como él venció. Es decir, frente a la presión ejercida por la sociedad, reciben la ayuda para mantenerse fieles a las enseñanzas de Cristo. Su Iglesia ha predicado al mundo el mismo evangelio que predicó Jesucristo, el evangelio del Reino de Dios. Sin embargo, su Iglesia, que existiría en esta era, no estaba destinada a ser una fuerza política o religiosa preponderante a través de los siglos.
Los que Dios llama para su gran propósito, quienes siguen las enseñanzas de Cristo, estarán espiritualmente preparados a su regreso. El gran propósito de Dios para quienes pertenecen a su Iglesia, también llamados los primeros frutos,es que logren entrar al Reino de Dios. Su Iglesia actualmente tiene la comisión de proclamar el evangelio del Reino y preparar a aquellos que Dios sigue llamando ahora y que más tarde colaborarán con Cristo en su Reino.
Comprendiendo los primeros frutos
Reiteramos lo dicho: aquellos que están siendo preparados para el gran propósito de reinar con Cristo son los primeros frutos, las primicias de la gran cosecha de Dios (todos los que serán salvos).
Fíjese en lo que dice Jesús en la parábola de los talentos acerca de quienes han recibido la responsabilidad de cuidar sus bienes y hacer buen uso de ellos, produciendo aún más. Esto se refiere a quienes son llamados ahora, que habiendo recibido las bendiciones de Dios, especialmente su Palabra y su Espíritu, deben hacerlas crecer en sus vidas (Mateo 25:14).
En cierta ocasión Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los niños” (Mateo 11:25). Reflexione acerca de esta afirmación y compárela con Lucas 8:10. Dios obviamente ha escondido sus verdades de algunas personas. No a todos se les revela esta preciosa verdad ahora mismo. La inmensa mayoría de las personas, aun aquellas que se dicen cristianas, no entienden el gran propósito de Dios.
En general, la mayoría de los cristianos fieles y sinceros no comprenden que ellos no van al cielo como almas incorpóreas cuando mueren. La realidad es que los muertos no tienen conciencia y están a la espera de una resurrección (Eclesiastés 9:5, Apocalipsis 9:10, Daniel 12:2). Jesucristo volverá por segunda vez y resucitará a los que “durmieron en Jesús” (1 Tesalonicenses 4:14), es decir, los verdaderos cristianos que mueran en esta era y que le ayudarán a ejercer su reinado de mil años sobre la Tierra (Apocalipsis 20:4, 6). La paz solo será posible mediante su Reino de justicia y todas las personas podrán entonces conocer al verdadero Dios.
Los demás no se han perdido
Si Dios así lo quisiera, podría hacer que su mensaje se conociera. ¿Por qué, entonces, es tan popular la creencia de que la mayoría de las personas se “pierden” si no son “salvas” ahora?
El meollo de la cuestión es simple: Dios no está llamando a todos ahora. Pero el hecho de que no hayan sido llamados aún no significa que han sido excluidos de la posibilidad de alcanzar la gran salvación que él ofrece.
Dios está trabajando en esta era con aquellos que en las Escrituras él llama sus “escogidos” (Mateo 24:22, 24, 31; Romanos 8:33; 11:7). Éstos son llamados durante este tiempo en que gobierna Satanás. Por tal razón, ellos tienen que vencer y prevalecer.
Jesús les dijo: “Y al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las naciones” (Apocalipsis 2:26) y: “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como también yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:21). Así que para ser salvos, tienen que perseverar hasta el fin (Mateo 10:22; 24:13).
El grandioso reinado de Jesucristo durante mil años, con sus santos sobre la Tierra, será una época en la que todos los seres humanos que estén vivos recibirán la oportunidad de salvación en un mundo donde Satanás estará atado (Apocalipsis 20:1-4, 6). Entre éstos se contarán los que sobrevivan a los terribles acontecimientos al final de esta era y continúen viviendo en la siguiente, cuando Cristo y sus santos, los primeros frutos, traerán el camino de vida de Dios al mundo entero mediante la administración de su ley.
El reinado de Cristo sobre esta Tierra tendrá tal impacto en la vida de las personas que, como profetizó Jeremías: “No enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: ‘Conoce al Eterno’; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Eterno; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). A diferencia de hoy, es evidente que aquel será un período de salvación para todos.
¿Qué sucederá con el resto de los muertos?
El resto de los muertos (Apocalipsis 20:5, 12) resucitará después que los mil años hayan pasado, lo que también tendrá lugar en un mundo en el que Satanás no tendrá ningún poder, ya que previamente habrá sido encarcelado. Entonces, aquellas personas se “presentarán ante Dios” y por primera vez tendrán la oportunidad de aprender verdaderamente la maravillosa verdad de Dios. Al ser guiados por los caminos de Dios, que ignoraban o no entendieron cuando vivieron antes de la segunda venida de Cristo, van a encontrar por fin el verdadero perdón de sus pecados por medio de Jesucristo. No se trata de una segunda, sino de la primera oportunidad que tendrán de ser salvos. La maravillosa e inefable verdad es que ellos no están perdidos.
Esta verdad es tan sencilla como esto: quienes han sido cegados ahora, es decir, la inmensa mayoría de la humanidad a través de la historia, no se han perdido: ellos nunca han tenido su primera oportunidad de salvación.
Esto responde a la interrogante que ha perturbado profundamente a tantos: ¿cómo podría Dios condenar a tantos miles de millones de personas, incluyendo a todos los bebés y niños que han muerto sin alcanzar la edad adulta, y que ni siquiera oyeron el nombre de Jesucristo ni conocieron al verdadero Dios?
Una vez más, la respuesta es simple: Dios no está llamando a todos ahora, pero tampoco los ha condenado. Todos tendrán una justa y generosa oportunidad de volverse a su Creador que les dio vida, y que además pagó un alto precio por ellos con el sacrificio de su Hijo, Jesucristo.
Actualmente Dios solo está llamando a sus primicias (los que son llamados primero), quienes alcanzarán la salvación en un mundo gobernado por Satanás. Debido a que son llamados ahora, Dios tiene una labor especial para ellos: colaborar con él para llevar la verdad de la salvación a todas las generaciones posteriores.
¿Qué debe hacer usted?
Usted debería preguntarse: “¿Qué tanto sé acerca de esto?” Si usted dice: “No estoy ciego”, entonces es necesario que considere seriamente tomar algunas decisiones. Usted debe hacerle frente a esta pregunta: “¿Qué voy a hacer con la generosa oferta de Dios para ser parte de sus primeros frutos?”
Usted no escuchará acerca de esto en las iglesias cristianas tradicionales. Solo la verdadera Iglesia de Dios ha enseñado cómo el gran plan revelado de Dios incluye a todas las personas. Muy pocos entienden lo que realmente significa la salvación, y son aún menos los que entienden el concepto de las primicias. Obviamente, es imposible alcanzar una salvación que uno no entiende.
Sin embargo, si usted entiende que Dios está llamando y preparando sus primeros frutos, debe investigar acerca de su gran propósito para usted y para la humanidad. Somos parte de una creación especial, con la posibilidad de tener una relación con Dios que durará toda la eternidad.
Dios no quiere que nadie se quede fuera. Él “no quiere que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). La oportunidad de formar parte de los primeros frutos de la cosecha de Dios es muy especial. No es fácil, desde luego, pero tratándose de algo tan grandioso como esto, usted no esperaría que fuera fácil.
Usted debe comenzar por aprender más sobre Pentecostés. La Iglesia de Dios, en obediencia a esta enseñanza, estará guardando ese día y también cada uno de los festivales que Dios ha ordenado. Todos ellos explican los pasos vitales en su plan de salvación para la humanidad.
Reflexione acerca del llamado de Dios y pregúntese: ¿estaré siendo llamado para algo especial? ¿Tengo algún propósito? ¿Hay algo realmente grande sobre mi existencia que el mundo no me ha dicho? ¡La respuesta a estas tres interrogantes es un rotundo sí!