El trigo y la cizaña

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El trigo y la cizaña

En Mateo 13:24-30, Jesucristo entrega una parábola sobre el trigo y la cizaña en la cual el trigo es la buena semilla y la cizaña, la mala. Uno podría preguntarse, ¿cómo pueden compararse el trigo y la cizaña con los seres humanos? No obstante, sí hay algunos aspectos en los que se parecen. Por ejemplo, el trigo tiene epidermis e hipodermis. La piel humana también tiene epidermis e hipodermis. El trigo tiene un “germen”, conocido como su “fuerza vital” o “corazón”. Los seres humanos también tienen un corazón, sin el cual no hay vida.

Una analogía agrícola

En ocasiones, Cristo utilizaba términos agrícolas para describir a los seres humanos; en este caso usó las palabras trigo y cizaña. Tal comparación es acertada si tenemos en cuenta un interesante paralelo en la transformación del trigo y de la humanidad. Para convertirse en harina, la dura cáscara exterior del trigo y su corazón deben ser quebrados y aplastados. De la misma manera, al convertirse en cristiano, la dureza y el corazón inconverso de un individuo deben ser quebrados, aplastados y transformados. Tanto el trigo como los seres humanos tienen una sustancia interna que puede ser cambiada.

Sin embargo, al analizar la cizaña vemos que hay una marcada diferencia con el trigo, que tiene un serio significado espiritual. La cizaña puede parecer buena por fuera, pero por dentro estar vacía. Además, no pesa lo mismo que el trigo. Esto podría compararse con el proceso de pesaje de “tara”. En este método, un recipiente u objeto se pesa sin nada dentro. Dios también tiene un proceso de pesaje. Proverbios 21:2 explica que él pesa nuestros corazones. Dios conoce la intención de nuestros corazones, como se ilustra en ejemplos como el de Daniel 5:27.

Un proceso de selección

El pueblo de Dios busca una patria mejor (Hebreos 11:16). Existe una hermosa analogía espiritual entre la búsqueda de una patria mejor, el Reino de Dios, y los viajes modernos al extranjero. Cuando viajamos, se pone en acción un proceso de selección similar al de la selección de la cizaña. Cuando uno viaja a otro país, hay un requisito a la llegada. Para que se le permita la entrada, el viajero es examinado. En este proceso se toma una decisión, la cual faculta a las autoridades aduaneras a permitir o denegar la entrada a la persona.

En la actualidad las naciones están atentas y son muy exigentes a la hora de permitir cualquier tipo de artículo agrícola, en particular semillas y frutas prohibidas. Si se encuentran, estos productos son confiscados, desechados y destruidos. Del mismo modo, en el Reino de Dios no se permitirá la entrada de ninguna mala semilla, maleza o fruto prohibido. Serán confiscados y quemados. Así como las naciones vigilan su territorio  para preservar la pureza y prevenir la contaminación, el Reino de Dios no permitirá la impureza espiritual ni la suciedad.

Cuando una persona viaja a una nación extranjera, debe llevar consigo la documentación apropiada, tal como certificados con un sello oficial que permita la entrada. Los cristianos también deben tener un sello, el Espíritu Santo, para entrar en el Reino de Dios.

Cómo ser la buena semilla

Dios quiere que toda la humanidad sea la buena semilla con un corazón cambiado y que dé buen fruto, como se describe en Deuteronomio 5:29: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” Algún día en el futuro habrá una cosecha, en la cual Cristo le dirá a la buena semilla: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34). Anticipemos con ansias aquel día en que Cristo nos dirá esas palabras a cada uno de nosotros.  EC