Autoexamen: Por qué es necesario y cómo hacer que el suyo sea más eficaz

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Autoexamen

Por qué es necesario y cómo hacer que el suyo sea más eficaz

El apóstol Pablo dedicó su vida a ser siervo de Cristo y estableció muchas iglesias, pero al parecer ninguna tuvo tantos problemas como la de Corinto. Él se dio cuenta de que muchos en esta iglesia aún eran carnales y habían descuidado el don de la salvación que Dios ofrece a través de Cristo. El apóstol afirma en 1 Corintios 11:19, 21-31 que no puede elogiar sus actitudes. Enseguida los reprende enérgicamente por no examinarse adecuadamente, considerando la importancia de la Pascua y el sacrificio de Cristo. Algunos ya habían enfermado, e incluso fallecido, por tomar la Pascua indignamente (versículo 30). Examinarnos de vez en cuando es una buena recomendación, especialmente para la Pascua. Jamás debemos permitir que se apoderen de nosotros las actitudes que menciona aquí Pablo. Debemos celebrar la Pascua en memoria de Cristo, como nos dice en el versículo 25.

En 2 Corintios 13:5 el apóstol Pablo amonesta a los corintios: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe. Probaos a vosotros mismos”. Esta carta fue escrita debido a los muchos problemas que Pablo veía (2 Corintios 12:20). Conviene tomar en cuenta el fuerte lenguaje que usó Pablo y así asegurarnos de estar preparados para la Pascua de una manera que sea agradable a Dios. La palabra traducida “examinar” viene del vocablo griego peirazo, que se refiere a una autoinspección profunda. Significa hacer un inventario espiritual de nuestra vida, y si bien esta tarea siempre es más intensa cuando estamos próximos a bautizarnos, nunca debemos descuidar nuestra disposición por agradar a Dios. ¿Cómo va nuestro andar cristiano? ¿Es nuestra forma de vivir un testimonio del aprecio que debemos tener por el sacrificio de Cristo? Este profundo autoexamen es lo que hacemos antes del bautismo, cuando reconocemos que hemos pecado contra Dios y necesitamos dar media vuelta, alejándonos del pecado para seguir la justicia mientras nos esforzamos por caminar tras las huellas de Jesús. El regalo de Dios en el bautismo es el perdón total de todos nuestros pecados, y la presencia del Padre y del Hijo en cada persona por medio de su Espíritu. Los pecados pasados son borrados, pero aún persisten defectos como la vanidad, el ego, el orgullo, etc. Dios obra en nosotros como el Maestro alfarero para ayudarnos a mejorar.

Lo que el autoexamen puede revelar

Cuando nos autoexaminamos, nuestros objetivos deben ser dos. Primero, debemos tratar de identificar áreas en nuestras vidas que necesitan cambiar y pedirle a Dios que trabaje en nosotros. En Efesios 4:22-24 se nos insta a “despojarnos . . . del hombre viejo” y vestirnos del hombre nuevo. Aun después de quedar limpios del pecado por medio del bautismo, Dios espera que sigamos luchando para vencer.

El segundo objetivo de nuestro autoexamen comprende reflexionar que en verdad estamos “dentro de la fe”. La palabra griega peirazo usada en 2 Corintios 13:5 lleva intrínseca la idea de examinarnos a nosotros mismos con el propósito de probar algo. Si hemos estado algún tiempo en la Iglesia, debemos crecer en confianza, estar conscientes de que hemos cambiado y esforzarnos por caminar como Cristo caminó, teniendo la Palabra de Dios como guía. Cualquier mejoría que experimentemos confirma que Dios está obrando en nosotros; es más fácil acercarnos confiadamente a nuestro Padre cuando tenemos la certeza de que le estamos agradando (Hebreos 4:16).

El autoexamen no solo debe hacerse durante la Pascua

El autoexamen es importante a lo largo de  todo nuestro proceso de conversión. Aquellos que están considerando bautizarse habrán pasado algún tiempo meditando en lo realmente frágiles, imperfectos e incompletos que son si no tienen una conexión profunda y personal con Dios, y en cómo su perdón nos llena de esperanza y nos da el alivio de saber que estamos en el camino correcto.

Los aspectos prácticos del autoexamen

Si queremos tener éxito en nuestro autoexamen, es necesario dedicarle un tiempo exclusivo y ser minuciosos. No es suficiente reflexionar sobre nuestros defectos durante unos minutos mientras nos dirigimos al sitio donde celebraremos la Pascua. A continuación veremos algunos pasos que todos podemos seguir para que nuestro autoexamen sea más eficaz. El propósito aquí es prepararse para la Pascua, pero estas sugerencias podrían aplicarse a cualquier autoevaluación y en cualquier época del año.

Busque la presencia de Dios

Antes de la Pascua, escoja un día para ayunar y orar más. El ayuno hace que tengamos un mayor sentido de humildad y nos recuerda lo mucho que necesitamos de Dios, y esa es precisamente la mentalidad que debemos tener para autoexaminarnos y participar de la ceremonia de la Pascua. Si con sinceridad le pedimos a Dios que revele nuestras faltas, él lo hará (ver Salmos 19:12-13; 51:6; 139:23-24). Todos sabemos que no merecemos su gracia, pero necesitamos tener la seguridad de su amor. Él nunca nos abandonará.

Use la Biblia como pauta para su autoevaluación

Haga planes personales de estudios bíblicos antes de la Pascua que le ayuden a evaluar su vida espiritual. Reflexione cuidadosamente sobre lo que lee en la Palabra de Dios, para ver si está a la altura de ella.

Un buen lugar para comenzar son los Diez Mandamientos. Repase cada uno y piense si los está guardando fielmente. Otra idea es meditar en Gálatas 5:22-23, que describe el fruto del Espíritu. Analice su desempeño en estas áreas y la forma en que podría demostrar mejor estos rasgos. También puede leer Gálatas 5:19-21 (que describe las obras de la carne) y Proverbios 6:16-19 (donde se mencionan siete graves pecados que Dios odia). Pregúntese honestamente si en su vida hay alguna de estas actitudes o comportamientos.

Indudablemente debemos estudiar los puntos fuertes del carácter de Jesús, como la compasión, la sabiduría, el amor abnegado, el perdón, la convicción, la sumisión a Dios, etc. Pregúntese si personalmente está manifestando o no tales cualidades. También podríamos meditar en Miqueas 6:8, que básicamente resume cómo quiere Dios que vivamos. Piense en todas las formas en que podemos mostrar misericordia, vivir con justicia y caminar con humildad, y cómo podemos mejorar en estos aspectos.

Examine además los motivos

Por sí solas, nuestras acciones no son prueba de que nuestros corazones o mentes estén donde debieran estar. Podríamos estar obedeciendo a Dios y sirviendo a los demás por motivos equivocados, como tratar de “encajar en el grupo” o “quedar bien” ante los demás, o simplemente por obediencia ciega. Debemos analizar nuestros motivos para asegurarnos de que estamos “haciendo las cosas bien” por las razones correctas: porque amamos a Cristo y al Padre, porque queremos honrarlos mediante la forma en que vivimos nuestras vidas, y porque estamos verdaderamente convencidos de que el camino de Dios es la mejor manera de hacer las cosas (Salmos 139:23-24).

Reflexione sobre el papel de Dios como nuestro Maestro alfarero

Romanos 3:23 nos dice “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Todos tenemos falencias; sin embargo, siempre debemos recordar que Dios no espera que venzamos solo con la fuerza humana. Y aunque tenemos que hacer nuestra parte, Dios es el garante de nuestro proceso de conversión. Él nos enseñará, guiará nuestro desarrollo espiritual y nos dará su Espíritu Santo para ayudarnos a vencer. Lo que más necesitamos evaluar son nuestras actitudes y qué tan dispuestos estamos a mantenernos en sumisión a Dios.

Durante nuestra autoevaluación, ya sea que estemos examinando los pecados o el progreso espiritual que hayamos logrado, siempre debemos recordar que Dios es nuestro Maestro alfarero y nosotros somos la arcilla (Isaías 64:8). Dios ha prometido: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5-6). Estas son verdades preciosas sobre las que debemos reflexionar mientras nos examinamos y preparamos para la Pascua. Tenemos todos los motivos para estar animados, porque sabemos que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo de Dios y que Aquel “que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6). EC