La historia de Job y el autoexamen

Usted está aquí

La historia de Job y el autoexamen

Dios nos pide que vayamos ante él cada año durante esta temporada de la Pascua y los Días de Panes sin Levadura. En estos días santos, mejoramos nuestro entendimiento de su plan de salvación y amor por la humanidad. Además, comprendemos mejor qué debemos mejorar en nuestras vidas como su Ekklesia (“los llamados”) que somos.

Uno de los temas principales durante la Pascua y los Días de Panes sin Levadura es, por supuesto, cómo vencer el pecado; y a propósito de este y del impacto que provoca en nuestras vidas, las Escrituras nos instan a examinarnos personalmente. El autoexamen rara vez es una tarea agra­dable. Nadie nos conoce mejor que nosotros mismos: el fingimiento, las mentirillas blancas, la imagen que proyectamos en público, etc. Todo ello se marchita después de nuestra introspección y quedamos so­lamente con la realidad de quiénes y qué somos verdaderamente. La mayoría de la gente jamás pasa por este tipo de autoevaluación, porque puede ser invalidante si se carece de un plan de acción después de llevarla a cabo.

¿Qué es exactamente el autoexamen?

En 1 Corintios 11:26-29 el apóstol Pablo se refirió al tema de la introspección. En el versí­culo 28, la palabra griega usa­da para “examinar” (dokimazo [dok-im-ad’-zo]) puede signifi­car probar, aprobar, discernir, tratar. Muchos consideran que esta amonestación se refiere a un inventario espiritual perso­nal que solo debe hacerse una vez al año.

El término “examinar” nos muestra que hay mucho más que se debe tener en cuenta al autoevaluarnos, pero debemos asegurarnos de mantener el equilibrio adecuado. “Examinar” también puede sig­nificar “probar . . . a fin de constatar progre­so”. Uno de los aspectos importantes que podemos pasar por alto en nuestro au­toexamen es que Dios no desea que nos sintamos abrumados por el pecado que vemos sino que, por el contrario, tomemos conciencia de que necesitamos cambiar para poder progresar.

La prueba del autoexamen de Job

El libro de Job es muy interesante en muchos aspectos, principalmente tal vez por el tipo de autoexamen que Job se hace. Ningún otro libro que Dios ha preservado para nosotros contiene un relato tan detallado de los pensamientos y conversaciones de un hombre mientras Dios trabaja con él.

Al comienzo del libro, la vida de Job es buena: sirve a Dios, es bendecido con riquezas materiales, tiene hijos saludables que se llevan bien entre sí, y mucho más. Pero sin que Job lo sepa, Dios y Satanás sostienen una larga conversación acerca de él. Sabemos, de acuerdo a las Escrituras, que aunque Satanás está restringido por Dios, en la actualidad se le permite reinar sobre la Tierra (Efesios 2:2, 6:12; 2 Corintios 4:4). Sin embargo, Satanás es un gobernante conflictivo y antagonista (1 Pedro 5:8) que reina para lastimarnos, no para ayudarnos. Dios simplemente está preguntado si Satanás, en su papel de adversario, ha tomado en cuenta a Job. ¿Por qué Dios querría llamar tanta atención so­bre Job? Un sencillo resumen del libro de Job es este: Dios estaba valiéndose de Satanás para ayudar a Job a autoexaminarse. La historia de Job es un magnífico recor­datorio para ser leído antes de la Pascua.

Satanás había considerado a Job, pero sabía que Dios le había otorgado protección. Satanás procedió por lo tanto a desafiar a Dios para que quitara dicha protección a Job, diciendo que al hacerlo, este maldeciría a Dios. Nuestro autoexamen es importante para poder adoptar de mane­ra más plena la mente de Cristo y continuar venciendo el pecado. Y aun cuando esta es nuestra responsabilidad, Dios nos ayudará si hacemos nuestra parte.

Dios dejó que Satanás sometiera a Job a una serie de pruebas, cada una peor que la anterior, para mostrarle al maligno ser que en realidad no conocía cabalmente a Job. Dios confiaba en Job, pero también usó a Satanás para ayudarle a Job a comprender y obedecer a Dios de manera mucho más profunda (Job 1:8). Job estaba siendo zarandeado y refinado. Dios estaba embarcando a Job en un intenso ejercicio de autoexamen. Cuando nosotros enfrentamos situaciones similares a las que experimentó Job, necesitamos recordar las palabras de Salomón en Proverbios 3:11: “No menosprecies, hijo mío, el castigo del Eterno, ni te fatigues de tu corrección”.

Lo que a menudo no entendemos en medio de una prueba, es que Dios desea que tengamos éxito (y no que fracasemos) porque, desde su perspectiva, mientras estemos en la “lucha” ya nos hemos con­vertido en parte de su familia (Romanos 4:17). Aprendemos a confiar y obedecer a Dios por medio de las pruebas que pasa­mos (Hebreos 5:8).

El examen que nos hacen los demás

Gran parte del libro de Job describe los consejos y el escrutinio que Job recibe de sus supuestos amigos; y decimos supuestos amigos porque lastimaron más a Job de lo que lo ayudaron. Y aunque tenían la razón en ciertos puntos, supusieron que Job había actuado de manera pecaminosa y presumieron exageradamente de hablar de parte de Dios. Incluso parecían deleitarse en el sufrimiento de Job. Y aun­que es difícil aceptar la corrección de par­te de otros, es extremadamente importante considerar si hay algo de valor en lo que dicen. Aunque nuestros amigos estén equivocados, a menudo hay un elemento de verdad o una oportunidad de crecimiento que podemos aprovechar para convertirnos en mejores hijos de Dios. Él está a la espera de ganancias por la “inversión” de su Espíritu Santo (Isaías 55:6-11), y para que podamos determinar si somos siervos útiles debemos examinar lo que se ha logrado en nosotros.

Vencer es parte del examen

En Juan 16:33 Cristo dijo que venció al mundo. ¿Cómo pudo haber sabido que había vencido a menos que se hubiera autoexaminado? Él les estaba diciendo a sus discípulos, y por ende a nosotros, que así como él venció, también podemos vencer.

Examinarnos a nosotros mismos también puede significar analizar cómo funcionamos dentro de la entidad principal. ¿Estamos sirviendo a los demás? ¿Los apoyamos, o los lastimamos? ¿Somos de algún beneficio al cuerpo espiritual? El autoexamen incluye un importante ele­mento: escuchar. Dios permitió que Job fuera zarandeado por Satanás para que creciera en la gracia y el conocimiento de Dios y adquiriera una comprensión y conocimiento más profundo de la aplicación de la voluntad de Dios. Y a pesar de que podemos estar ciegos ante nuestras faltas, tal como Job lo estuvo al comienzo, Dios desea liberarnos de esa ceguera y no abandonarnos jamás (Isaías 42:16). Tal como sucedió con Job, Dios no dejará que una prueba exceda lo que podemos so­portar (1 Corintios 10:13). Dios está guiando a cada uno de nosotros a través de este proceso de refinamiento para producir algo mucho más precioso que el oro.

Debemos tener cuidado y no pensar que Dios quiere que nos autoexaminemos para poder castigarnos. Dios es fiel para perdonar nuestros pecados cuando nos arrepentimos (1 Juan 1:9). Después de que Dios nos perdona un pecado, se aleja, y también nos aleja a nosotros, lo más lejos posible de ese pecado (Salmos 103:12).

Vale la pena formularse unas cuantas preguntas antes de emprender el autoexamen:

¿De qué manera crecí este año recién pasado? Quizá usted haya luchado con varias pruebas, pero si tomamos en cuenta que las pruebas ayudan a nuestra edificación, debemos preguntarnos si aprendimos la lección correcta. ¿Somos mejores hijos de Dios en comparación con el año anterior? ¿Entendemos mejor su ley, su plan de salvación y nuestro rol en su reino venidero?

¿Cómo nos bendijo Dios espiritual­mente este año que pasó? ¿En qué áreas de nuestra vida hemos visto la mano de Dios?

¿Vemos más claramente las cosas que Dios quiere que tomemos en cuenta este próximo año? ¿Podríamos comparecer ante Cristo hoy y decir que hemos hecho todo lo que está en nuestro poder a fin de prepararnos para ser hijos de Dios en su reino? Y si no es así, ¿qué debemos estar haciendo? Después que los amigos de Job acabaron de decirle todo lo que había hecho mal, Job se defendió. Al final del libro, cuando él concluye su defensa, Dios interviene en la conversación y Job se da cuenta de ciertas realidades muy duras. Finalmente ve lo que Dios quiere que vea y dice “Mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:5). Y debido a que Job se examinó a sí mismo, Dios lo bendijo en sus últimos días. El autoexamen rara vez es placentero o cómodo, pero es una parte necesaria de nuestro llamado para que Dios pueda bendecir nuestros últimos días. A medida que practiquemos el plan de salvación de Dios una vez más este próximo año, recordemos examinarnos personalmente para que podamos ser útiles en el Reino de Dios. EC