Séptimo Mes: Tishri: Ana la profetiza, un testigo fiel

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Séptimo Mes: Tishri

Ana la profetiza, un testigo fiel

Nadie lo estaba esperando, sino que la expectativa mesiánica, a comienzos del primer siglo, se daba a un nivel muy alto. Los judíos estaban esperando un líder político y militar que llegaría a ser un rey conquistador que había nacido en una familia campesina. Probablemente anticiparon que llegaría con gran fanfarria, pero nació en una kataluma, casi en secreto. Los únicos que lo reconocieron en su nacimiento fueron personas humildes, gente sin notoriedad. Los únicos que reconocieron su nacimiento fueron María, José, los pastores, Simeón y Ana, ellos entendieron que Jesús era el Mesías.

La última testigo es Ana. Todo lo que la Biblia dice acerca de ella alcanza solo a tres versículos: Lucas 2:36-38. Nunca más es mencionada en ninguna otra parte de las Escrituras. Sin embargo, estos tres versículos son suficientes para establecer su reputación como una mujer genuina y extraordinaria.

Simeón tomó en sus brazos al niño Jesús y pronunció una bendición profética sobre Él. Lucas dice que en ese instante», se presentó Ana, e inmediatamente entendió qué lo que pasaba se refería a Cristo. Quizás ella escuchó la bendición de Simeón y probablemente lo conocía personalmente. Ana era claramente una presencia fija en el templo y a Simeón se lo describe como justo y devoto. Ambos eran muy ancianos. No obstante, parece que sus caminos nunca se cruzaron. Probablemente conocía la reputación de Simeón como un hombre recto, cuyo único deseo era ver “el Consuelo de Israel” con sus propios ojos antes de morir. Él se detuvo y entendió cuando oyó la gozosa bendición que pronunció sobre Jesús. La esperanza y los sueños de Ana estaban llenos de la expectativa mesiánica.

Conocía las promesas del Antiguo Testamento y entendió que la salvación del pecado y la futura bendición de Israel dependían de la llegada del Mesías. Su anhelo de verle fue sorpresivamente colmado para un día en que ella cumplía su rutina normal en el templo. Ana aparece solamente en una circunstancia muy breve del evangelio de Lucas, pero su inclusión revela la importancia de su vida y testimonio. Fue bendecida por Dios para ser una de entre el puñado de testigos clave, que supo y comprendió, el significado del nacimiento de Jesús. Y no hizo ningún intento por guardarlo en secreto. Ella fue uno de los primeros y más perdurables testigos de Cristo. Indudablemente dondequiera que el evangelio de Lucas es proclamado, su testimonio todavía conduce a los creyentes hacia el Salvador. Por tanto, ella merece un lugar prominente en cualquier listado de mujeres extraordinarias. El relato de Lucas está cargado de frases clave que nos dan datos asombrosamente abundantes sobre el carácter y la vida de Ana.

Ana tiene algunas semejanzas sorprendentes con su homónima del Antiguo Testamento. Ambas mujeres se distinguieron por su práctica de la oración y el ayuno. Ambas se sentían como en su casa, en el templo. Las dos profetizaron. En el caso de la madre de Samuel, debemos recordar que su oración de celebración (1 S 2:1-10) fue también un salmo profético sobre el Mesías. De esta Ana se dice que fue una profetisa cuyo corazón estaba preparado para la venida del Mesías. Muy pocas veces habló Dios a su pueblo a través de mujeres, y nunca dio a ninguna de ellas un ministerio similar al de Elías, Isaías o cualquiera de los otros profetas del Antiguo Testamento. La idea de que la palabra “profetisa” era un término técnico, simplemente no se encuentra en ninguna parte de Las Escrituras.

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