Décimo Primer Mes: Shebat
Lidia, un corazón hospitalario
Fue la primera en responder públicamente al mensaje de Cristo durante el primer viaje misionero de Pablo a ese continente. Su conversión constituyó la cabeza de puente de la iglesia en un continente que finalmente llegó a convertirse en centro del testimonio del evangelio en todo el mundo. Lidia misma no era europea. Su nombre era también el de una importante provincia de Asia, donde probablemente nació. La ciudad capital de Lidia era Sardis. El último y más conocido gobernante fue Creso, quien gobernó en el siglo VI a.C. y cuyo nombre es sinónimo de riqueza. Lidia vivía en la ciudad de Tiatira, en la provincia de Lidia. Tiatira era la sede de una de las siete iglesias del Apocalipsis (Apocalipsis 2:18-29). Tiatira estaba localizada en la misma región de Asia Menor donde Lucas nos dice que a Pablo, a Silas y a Timoteo les “fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia” (Hechos 16:6).
En lugar de alcanzar a Lidia en la región que ella reconocía como su hogar, el evangelio la persiguió hasta Europa, donde tenía negocios. Aunque Pablo vio al varón macedonio en visión, una mujer en Asia fue la primera convertida que se recuerde en Europa. Lidia era una mujer destacada que aparece repentinamente en la narración bíblica, recordándonos que mientras los propósitos soberanos de Dios por lo general permanecen ocultos a nuestros ojos, Él siempre trabaja de manera secreta y sorprendente para llamar a alguien por su nombre. La historia de Lidia es breve pero convincente. Se cuenta, en apenas unos pocos versículos cerca del comienzo de la narración de Lucas, acerca del segundo viaje misionero del apóstol Pablo. Este fue una extensa gira misionera cuya descripción abarca desde Hechos 15:36 a 18:22. Los principales acompañantes de Pablo en ese largo viaje fueron Silas y Timoteo. Al parecer Lucas se les unió justo antes que cruzaran el angosto estrecho de Troas, en Asia Menor, para pasar a Macedonia (entrando a Europa).
El enrolamiento de Lucas en el equipo misionero fue indicado por un abrupto cambio del pronombre a segunda persona, que parte en Hechos 16:10. En adelante, Lucas escribe como un testigo ocular. Fue en ese mismo punto que entra en acción la historia de Lidia. Pablo y sus compañeros pasaron algunos días en Filipos, aparentemente esperando el sábado. La estrategia evangelística normal de Pablo era presentar primero el evangelio en la sinagoga local. Él sabía que, si hubiera comenzado a predicar a los gentiles, los judíos nunca habrían escuchado nada de lo que tenía que decirles. Sin embargo, Filipos era una ciudad enteramente gentil, sin sinagoga. Al parecer, el grupo de mujeres que se reunían allí constituía la única concentración pública de judíos en cualquier lugar de Filipos en un día sábado.
Lo irónico fue que la mujer que respondió con más entusiasmo no era judía. Lidia adoraba al Eterno, al menos externamente. Pero era una gentil, una activa buscadora del verdadero Dios que aún no había llegado a ser una formal prosélito. Lucas describe el primer encuentro con Lidia de este modo: “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo” (Hechos 16:14). La manera en que se convirtió Lidia, es una excelente ilustración de cómo Dios siempre redime a las almas perdidas. Dios abre el corazón para que uno crea. Si Dios no nos llevara a Cristo, nunca llegaríamos a Él. Por eso Jesús dijo: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6:44). Parece que ella se encontraba con las mujeres judías que se reunían para orar en sábado. La fe de Lidia se hizo de inmediato evidente en sus acciones. Lucas dice: “Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos” (Hechos 16:15) La hospitalidad de Lidia con los extranjeros que habían venido en el nombre del Señor, fue admirable porque Lidia los acogió indefinidamente. Un día Dios la va a recompensar.