#242 - Mateo 10: "Instrucciones ministeriales; ¿A dónde fueron los 12 apóstoles?"

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#242 - Mateo 10

"Instrucciones ministeriales; ¿A dónde fueron los 12 apóstoles?"

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“Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad [exousía o poder] sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia… A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 10:1-6). 

La misión principal de los 12 apóstoles sería llevar el evangelio sobre todo a las 12 tribus de Israel. Irían primero a los judíos, que en ese entonces abarcaban las tribus de Judá, Benjamín, la mayoría de Leví y a unos pocos de las demás tribus. Estas tribus de Israel se encontraban en el territorio de Judea o dispersos por el Imperio Romano. Las otras 10 tribus se hallaban en ese entonces mayormente en Mesopotamia, Armenia, Partia, Escitia, el noroeste de la India y el noroeste de Europa, incluyendo a Francia e Inglaterra. Sería principalmente el apóstol Pablo quien iría a los gentiles. Eventualmente le llegaría el evangelio a todo el mundo, pero en forma ordenada. Cada apóstol tendría su región de acción.

El Sr. Armstrong explica: “Jesús de Nazaret, sabiendo adónde habían emigrado, envió a sus 12 apóstoles para hacer llegar a las tribus perdidas su precioso evangelio del reino de Dios. El apóstol Pablo fue enviado a los gentiles. ¿No se ha preguntado el lector por qué después del capítulo 15 del libro de los Hechos, no leemos nada más acerca de los 12 apóstoles? ¡Porque todos se habían ido a las tribus perdidas de Israel!” (La Llave Maestra de la Profecía, p. 124). 

Josefo, que vivió en el mismo siglo que Jesús, revela que los judíos estudiosos sabían dónde se encontraban las 12 tribus: “Pero la mayor parte del pueblo de Israel quedó en el país [se refiere a Babilonia, luego de los 70 años de cautiverio]; ésta es la razón de que solamente dos tribus en Europa y en Asia [Judá y Benjamín] estén sometidas al imperio romano; las otras diez tribus aún en la actualidad viven [noten que no dice que hayan desaparecido en sus días] más allá del Éufrates, miles de hombres cuyo número es incontable” (Antigüedades de los Judíos, libro XI, cap. 5, v. 2). 

¿Se había olvidado Jesús de estas “ovejas perdidas de la casa de Israel”, es decir, de las otras 10 tribus? No, pues dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil [el judío]; aquéllas también [las otras 10] debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor” (Juan 10:16). Cristo sabía diferenciar entre la casa de Judá y la de Israel. La escritura clave es Mateo 19:28, que muestra que Cristo tomó en cuenta a las 12 tribus

“De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel [no a sólo dos tribus o a los gentiles]”. Si los 12 apóstoles fuesen enviados a los gentiles, no tendría mucho sentido que fueran entrenados para gobernar a las 12 tribus de Israel en el Milenio. Estas 10 tribus, aunque ocultas para el mundo, todavía existen y no son gentiles. 

Recuerden que fue el apóstol Pablo quien recibió las instrucciones de ir principalmente a los gentiles: Dijo Pablo: “... me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión [es decir, a los gentiles], como a Pedro el de la circuncisión [o las tribus de Israel]” (Gálatas 2:7-9). Cristo le dijo a Pablo: “Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles” (Hechos 22:21).

Por ejemplo, en el libro, En Busca de los 12 Apóstoles, el historiador William Stewart dice: “El libro Los Hechos del Apóstol Santiago en la India cuenta de un viaje misionero de Santiago y de Pedro a la India. Según otro libro, El Martirio del Apóstol Santiago, él predicó a las 12 tribus esparcidas en el mundo”. El otro apóstol Santiago, el hermano de Cristo, escribió una epístola a las 12 tribus: “Santiago...a las doce tribus que están en la dispersión: Salud” (Santigo 1:1).

En general, la historia posterior de los otros 10 apóstoles (no incluyendo a Pedro y Juan), los sitúa principalmente en las siguientes áreas: Andrés—Escitia; Simón el Zelote—Norte de África e Inglaterra; Santiago, hijo de Alfeo—Siria; Tomás—Partia y el noroeste de India; Bartolomé—Armenia y Frigia; Judas (no Iscariote)—Mesopotamia; Felipe—Francia, Escitia; Mateo—Persia; Santiago, hijo de Zebedeo—España, Irlanda e Inglaterra; Matías [quien reemplazó a Judas Iscariote]—Armenia (Fuente principal: William Stewart).

Jesús les instruye: “de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8). En otras palabras, como ellos recibieron las verdades de Dios en forma gratis, también deberían entregarlas de la misma manera a la humanidad. No se debe cobrar por los servicios ministeriales ni por la literatura que tiene que ver con las verdades de Dios. Para eso existe el primer diezmo, que proporciona los fondos para llevar a cabo la obra de Dios y el ministerio, sin que haya comercialización ni ruegos al respecto. Es por este motivo que no se cobra por la revista “Las Buenas Noticias” ni por los folletos, ni por estos estudios. La explicación en Las Buenas Noticias dice: “Las Buenas Noticias se envía gratuitamente a toda persona que la solicite. El precio de las suscripciones ha sido pagado por los miembros de la Iglesia de Dios Unida y otros colaboradores que voluntariamente contribuyen al respaldo de nuestra labor”. 

Por curioso que parezca, el hecho de entregar este tipo de literatura en forma gratuita es una de las señales bíblicas de la verdadera Iglesia, pues está obedeciendo la Palabra de Dios. Muchas de las iglesias del mundo amasan grandes fortunas con la venta de sus publicaciones y al recibir ayuda política y monetaria, pero no así la verdadera iglesia. Por eso son tan importantes los diezmos, pues es la forma que Dios designó para pagar por la propagación de sus verdades sin que se mezcle el afán de lucro o lo que es mundano. 

Luego añade: “No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos… porque el obrero es digno de su alimento” (Mateo 10:9-22). Cristo explicó que los ministros deberían vivir de los diezmos y ofrendas que entregara la Iglesia, ni se deben avergonzar. Pablo explica: “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Corintios 9:14). 

En el Nuevo Testamento vemos que el diezmo sería transferido del ministerio y sacerdocio levítico al de Jesucristo y sus ministros designados de la orden de Melquisedec. Leemos en Hebreos 7:5-22 sobre este cambio en la ley: “Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley… Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; y aquel de quien se dice esto [Jesús], es de otra tribu… Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior [sobre el ministerio levítico]... Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto… ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas”.

Más tarde en la misma epístola se explica quiénes tienen ahora el derecho previamente dado a los levitas sobre los diezmos para hacer la obra de Dios: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe… Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta [no los sacerdotes levitas], para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” (Hebreos 13:7, 17).

Al ir por las ciudades, Jesús también les prohíbe pasar de casa en casa con el mensaje del evangelio. Les ordena categóricamente: “No os paséis de casa en casa” (Lucas 10:7). Cristo sabía que esta manera sería una tentación para propagar el mensaje en forma fácil, pero iba en contra de los principios bíblicos de no imponerse a los demás. Acababa de explicar que no se deben entregar las perlas de verdades a personas que no estén interesadas. Como las demás iglesias piensan que este es el único día de salvación para el mundo, hacen un esfuerzo desperado por “salvar almas” y van de casa en casa. Es innegable que ganan muchos adeptos de esta manera—pero están claramente desobedeciendo los mandamientos de Jesús. La verdadera Iglesia siempre obedece a su Maestro, y sabe que no debe pasar por alto esta importante enseñanza. Siempre será una “manada pequeña” al ser obediente. Ella sabe que existe una futura oportunidad para que la humanidad conozca las verdades de Dios en la Segunda Resurrección, no hay un gran apuro. Las demás iglesias desconocen esta verdad y se desesperan para convertir a las personas.

Cristo les enseña a sus apóstoles la forma que deben anunciar el evangelio en una ciudad sin ir de casa en casa. En ese entonces ellos todavía podían entrar en una sinagoga y exponer las verdades de Dios, tal como Pablo lo hizo en numerosas ocasiones. Otras veces podían tener una reunión en una plaza o un recinto y así averiguar “quién era digno”, es decir quién mostraba interés y los invitaba. Dijo: “Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis”. Si no había alguien interesado, “salid de aquella casa o ciudad [no insistan], y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día de juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad” (Mateo 10:14-15). 

Explica Robertson sobre quién era digno de recibir a los apóstoles: “¿Qué es lo que hace a una casa digna? Pues es su buena disposición a recibir a los predicadores y su mensaje. La hospitalidad es una de las más nobles virtudes, y los ministros reciben su parte. Los apóstoles no deben ser huéspedes gravosos… Si los apóstoles no eran tratados bien por los anfitriones, tal como los judíos tenían una impresión desfavorable del polvo del suelo gentil como algo inmundo, así deberían considerar el rechazo a su presencia”.

Cristo sigue dando instrucciones a sus ministros: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas. Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre [noten que no es una persona] que habla en vosotros” (Mateo 10:16-20). 

Aquí explica la manera que un verdadero ministro se conduciría. Sería manso e inofensivo como una paloma, pero tendría que ser sabio y prudente como una serpiente. Las serpientes no se exponen fácilmente y se esconden entre las piedras o el pasto. Por eso no se debe entregar las perlas “de la verdad” a los inconversos. Tendríamos que cuidarnos de las lisonjas de los hombres, y no ser llevado a participar en la política. Deberíamos estar tranquilos cuando fuéramos arrestados por nuestra fe, y Dios se encargaría de hablar por nosotros.

Luego Cristo enseña que nuestra salvación se obtendría al final de nuestras vidas y no al comienzo. No somos “salvos” al aceptar el camino de Dios al principio, como enseñan tantas iglesias, sino al final. Dijo: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 10:22). ¿Qué debemos hacer cuando somos perseguidos? ¿pelear? Jamás. Cristo dijo: “Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre” (Mateo 10:23). Jesús nunca enseñó que, al ser perseguidos deberíamos tomar armas. Dijo que podríamos huir, y si somos capturados, no resistir. Debemos encomendarnos a él, tal como lo hizo Daniel y tener fe y paciencia.

Respecto a no recorrer todas las ciudades de Israel antes que viniera Jesús, es una profecía relacionada con su venida. Unger aclara: “El alcance de esta profecía va más allá del ministerio de los doce y es profético respecto al remanente judío [o de todo Israel] en los días oscuros de persecución durante la gran tribulación, que precederán a la segunda venida, cuando será proclamado de nuevo el evangelio del reino” (p. 483). Cristo profetizó sobre lo mismo más tarde: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). El fin, o la intervención de Dios sobre los asuntos humanos, vendrá súbitamente mientras que se esté enviando el evangelio al mundo. 

Jesús también revela que como lo trataron a él, así tratarán a sus seguidores. “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor [sufrirán las mismas consecuencias]. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia [Jesús] llamaron Beelzebú [del diablo], ¿cuánto más a los de su casa? Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado… Lo que os digo en tinieblas [en secreto], decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas” (Mateo 24-27). Toda mentira contra la verdad de Dios un día se sabrá, y también las calumnias contra sus servidores. La verdadera Iglesia es pequeña y perseguida, pero un día se sabrá que fue la auténtica. Hay que ser pacientes. 

Les advierte también a sus siervos que no deben temer a los que pueden matarlos en forma física, pero no pueden destruir la “segunda vida” - la primera resurrección que viene al descender Cristo del cielo. “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. Aquí Cristo refuta la idea de que el alma es inmortal, pues puede ser destruida. La palabra alma es una traducción de la voz griega psyjé, que equivale a la palabra hebrea nefesh y es traducida como “persona” o “vida”, además de “alma”. Dios puede destruir nuestra alma (o vida, psyjé en griego) en el fuego—gehena, o el lago del fuego (vea Apocalipsis 20:14-15). Debemos temer y obedecer ante todo a Dios, pues es quien puede destruirnos completamente—con la primera y la segunda muerte, mientras que el hombre sólo puede causar nuestra “primera” muerte, pero no tiene poder sobre nuestra “segunda” vida en el reino de Dios. Explica el Comentario Anchor Bible: “El término nefesh [y su equivalente en griego, psyjé] tiene varios significados, entre los que figuran aliento, vida, apetito, emoción y la persona entera. La idea de un alma como entidad diferente del cuerpo físico no es bíblica”.

Ante la persecución, Cristo dice que nos cuidará: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aún vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 10:29-31). A pesar de las pruebas, Dios está en control. Ni siquiera cae muerto un pájaro sin que se dé cuenta. Hasta tiene nuestros cabellos contados, que en una cabellera normal equivale a 120,000 cabellos. Debemos tener fe en Dios de que él sabe encargarse de nosotros. 

Si nos acobardamos, será todo mucho peor. “Y a cualquiera que confiese delante de los hombres, yo también le confesaré [dará un buen testimonio] delante de mi Padre… Y a cualquiera que me niegue… yo también le negaré delante de mi Padre” (Mateo 10:32-33).

Al ser llamados por Dios a seguir su camino, no será fácil la situación en el hogar con los inconversos. Cristo advierte: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz [representa los sufrimientos que vienen por seguir este camino de vida], no es digno de mí. El que halla su vida [al negar a Cristo para salvarse su vida], la perderá [ante Dios]; y el que pierde su vida por causa de mí [la primera muerte], la hallará [la segunda vida en su reino]” (Mateo 10:34-39).

Las últimas instrucciones que entrega a sus apóstoles son: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió [a Dios Padre]... Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa” (Mateo 10:40-42).

Aunque la verdadera iglesia siempre sería humilde y perseguida, si alguien ayuda a los ministros o a los que colaboran con ellos, aun con sólo un vaso de agua, Dios dice que no se olvidará este gesto y esa persona será bendecida. Esto sigue siendo aplicable hoy día.