#195 - Ezequiel 16-17: "Analogía de Israel; parábola de las águilas"

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#195 - Ezequiel 16-17

"Analogía de Israel; parábola de las águilas"

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#195 - Ezequiel 16-17: "Analogía de Israel; parábola de las águilas"

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“Hijo de hombre, notifica a Jerusalén sus abominaciones” (Ezequiel 16:2). Dios repasará la historia de Jerusalén desde sus días de esplendor y justicia a la etapa actual de la más abyecta corrupción. “Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue amorreo, y tu madre hetea” (Ezequiel 16:3). Originalmente, Jerusalén fue una de las ciudades de los cananeos, llamada Jebús y sus habitantes eran los jebuseos (Jueces 19:10). En Génesis 10:15-19 vemos el origen de estas tribus: “Y Canaán [hijo de Cam y nieto de Noé] engendró a Sidón su primogénito, a Het, al jebuseo, al amorreo… Y fue el territorio de los cananeos desde Sidón… hasta Gaza; y en dirección de Sodoma… hasta Lasa”. Así vemos que los jebuseos, amorreos y heteos fundaron en Canaán la futura Jerusalén.

“Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas. No hubo ojo que se compadeciese de ti para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el día que naciste” (Ezequiel 16:4-5). Jebús, como era conocida Jerusalén en ese entonces, era una ciudadela insignificante en comparación con las grandes ciudades de ese entonces, Nínive, Babilonia, Menfis o Tebas.

“Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive!... Te hice multiplicar como la hierba del campo; y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa… Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di juramento y entré en pacto [matrimonial] contigo… y fuiste mía” (Ezequiel 16:8). A pesar de ser una ciudad insignificante, ya en los tiempos de Abraham, Dios la había tomado en cuenta para ser su futura capital. Dice el Diccionario Ilustrado Bíblico: “Fue en la futura Jerusalén [monte Moriah] que Abraham dio los diezmos a Melquisedec (Génesis 14:18-20) y allí pasó la gran prueba de su fe (Génesis 22; 2 Crónicas 3:1)” (p. 324).

Una vez que Jebús fue tomada por David, la nombró Jerusalén y fue hecha la capital de Israel. Dios dijo que sería su ciudad predilecta, llamada también Monte Sion. Sería donde la presencia de Dios moraría (Jer 3:17), y el “monte santo” (Daniel 9:16). Sin embargo, como en esta ocasión, Jerusalén sería momentáneamente rechazada por la iniquidad de los habitantes.

Dice Dios: “Te atavié con adornos… puse joyas en tu nariz, y zarcillos en tus orejas, y una hermosa diadema en tu cabeza. Así fuiste adornada de oro y de plata, y tu vestido era de lino fino, seda y bordado; comiste flor de harina de trigo, miel y aceite; y fuiste hermoseada en extremo, prosperaste hasta llegar a reinar. Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura; porque eras perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti, dice el Eterno” (Ezequiel 16:11-14). Esta fue la época dorada de Israel, bajo los reyes David y Salomón. Así Dios describe su relación con Israel como la de un esposo amoroso y fiel que se casó con una muchacha pobre y menospreciada. Con mucho amor, esmero y gastos, la convirtió en una hermosa esposa que fue admirada por todos. Pero ella en vez de ser agradecida y obediente, se volvió vanidosa e infiel.

Israel buscó otros dioses y naciones amantes

Dice Dios: “Pero confiaste en tu hermosura, y te prostituiste a causa de tu renombre, y derramaste tus fornicaciones a cuantos pasaron; suya eras… Tomaste asimismo tus hermosas alhajas de oro y de plata que yo te había dado, y te hiciste imágenes de hombre y fornicaste con ellas… Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellas para que fuesen consumidos” (Ezequiel 16:15-20).

Así, Salomón, al final de su vida, dejó a Dios y trajo falsos dioses para adorar en Israel. En general, los reyes que le siguieron fueron también desobedientes a Dios y siguieron corrompiéndose más conforme pasaba el tiempo. Dios vio todo esto y tuvo una paciencia increíble. Les amonestó por medio de sus profetas, pero el pueblo no escuchó. Siguieron quebrantando sus leyes y hasta ofrecieron, como los cananeos, a sus hijos primogénitos como comida a Moloch, el dios cananeo del fuego.

No sólo hicieron esto, sino que se aliaron con las naciones paganas de ese entonces y así se corrompieron aún más. “Y fornicaste con los hijos de Egipto… fornicaste también con los asirios… Multiplicaste asimismo tu fornicación en la tierra de Canaán y de los caldeos, y tampoco con esto te saciaste… Y no fuiste semejante a ramera, en que menospreciaste la paga, sino como mujer adúltera, que en lugar de su marido recibe a ajenos… y les diste presentes, para que de todas partes se llegasen a ti en tus fornicaciones” (Ezequiel 16:26-33).

Ahora Dios pasa sentencia sobre su esposa infiel: “Por tanto, ramera, oye palabra del Eterno… yo reuniré a todos tus enamorados… y les descubriré tu desnudez. Y yo te juzgaré por las leyes de las adúlteras… Y te entregaré en manos de ellos; y… quemarán tus casas a fuego, y harán en ti juicios en presencia de muchas mujeres; y así haré que dejes de ser ramera, y que ceses de prodigar tus dones y saciaré mi ira sobre ti, y se apartará de ti mi celo, y descansaré y no me enojaré más. Por cuanto no te acordaste de los días de tu juventud, y me provocaste a ira en todo esto, por eso, he aquí yo también traeré tu camino sobre tu cabeza… pues ni aun has pensado sobre toda tu lujuria” (Ezequiel 16:35-43).

Luego, Dios compara la maldad hecha en Jerusalén con las que hicieron sus ciudades vecinas de Samaria (capital y símbolo de las diez tribus norteñas) y Sodoma (capital de las ciudades del sur en los tiempos de Abraham). Todas fueron fundadas por estos “padres” cananeos. Recuerden que Canaán fue un degenerado sexual que fue maldito por su abuelo Noé (Génesis 9:24-27). A pesar de todo lo que hizo por Jerusalén, ella volvió a sus antiguas costumbres. Dios les recuerda el refrán, “Cual la madre, tal la hija” (Ezequiel 16:44).

Dice de esta estirpe pecadora: “Hija eras tú de tu madre, que desechó a su marido y a sus hijos; y hermana eres tú de tus hermanas, que desecharon a sus maridos y a sus hijos… Y tu hermana mayor es Samaria… y tu hermana menor es Sodoma… te corrompiste más que ellas en todos tus caminos… Tú también, que juzgaste a tus hermanas, lleva tu vergüenza en los pecados que tú hiciste, más abominables que los de ellas; más justas son que tú” (Ezequiel 16:45-52).

Dios desechó a Samaria y a Sodoma, tal como lo haría también con Jerusalén. Pero ahora promete que un día las restaurará a todas. Será en la Segunda Resurrección descrita en Ezequiel 37 y Apocalipsis 20. Sus habitantes volverán a la vida y tendrán una oportunidad para cambiar su forma de vivir y volverse justas. “Yo, pues, haré volver a sus cautivos, los cautivos de Sodoma y de sus hijas, y los cautivos de Samaria… para que lleves tu confusión, y te avergüences de todo lo que has hecho, siendo tú motivo de consuelo para ellas. Y tus hermanas, Sodoma con sus hijas [las otras ciudades vecinas], volverán a su primer estado [habitar la tierra]; tu también y tus hijas volveréis a vuestro primer estado… yo tendré memoria de mi pacto que concerté contigo en los días de tu juventud, y estableceré contigo un pacto sempiterno [eterno]... cuando yo perdone todo lo que hiciste, dice el Eterno” (Ezequiel 16:53-63).

Capítulo 17

Ahora llegamos a una de las secciones claves de las profecías bíblicas, cómo Dios llevará a cabo este pacto sempiterno con Israel. Se verá cómo Dios cumple con una maravillosa promesa. Muchos estaban preocupados que, por la próxima destrucción de Jerusalén y la muerte del último rey de la dinastía Davídica, no se cumplirían las promesas hechas a David de que siempre tendría un descendiente sobre el trono de Israel. Con este fin, Dios entrega la siguiente parábola. “Hijo de hombre, propón una figura, y compón una parábola a la casa de Israel” (Ezequiel 17:2). Judá se recuperaría y volvería a su tierra, pero esta parábola es principalmente para consolar a la casa de Israel, pues Dios no se ha olvidado de ella.

Dios entrega la explicación de la parábola de las dos águilas: “He aquí el rey de Babilonia [la primera águila] vino a Jerusalén, y tomó a tu rey [el rey Joaquín] y a sus príncipes, y los llevó consigo a Babilonia. Tomó también a uno de la descendencia real e hizo pacto con él [el rey Sedequías]... pero se rebeló contra él, enviando embajadores a Egipto [el Faraón es la segunda águila] para que le diese caballos y mucha gente… Extenderé sobre él [el rey Sedequías] mi red, y será preso en mi lazo, y lo haré venir a Babilonia… y todos sus fugitivos, con todas sus tropas, caerán a espada, y los que queden serán esparcidos a todos los vientos; y sabréis que yo el Eterno he hablado” (Ezequiel 17:12-21). Hasta aquí, todo es claro y se cumple según la historia de Judá.

Sin embargo, la segunda parábola es muy distinta, pues revela lo que haría para mantener la descendencia de David sobre un trono de Israel en unas tierras lejanas. ¿Por qué Dios no explica esto abiertamente? Hay verdades en la Biblia que Dios reserva sólo para los que le obedecen (Hechos 5:31). Lo explica en forma de un enigma, pues su propósito es que sólo los “entendidos” lo comprendan (Daniel 12:10). Cristo les dijo a sus discípulos: “Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos, no les es dado” (Mateo 13:11). Ni los propios judíos entenderían algunas de estas profecías, pues se ha de discernir sólo por personas conversas “espiritualmente” (1 Corintios 2:14).

Dios no quiso revelar al mundo a dónde enviaría a las 10 tribus de Israel. Ellos serían grandemente bendecidos por las promesas hechas a Abraham, pero al dejar el mandamiento del sábado, se perdería la identidad israelita de ellos. Noten lo que dice de Israel: “Ponle por nombre Lo-ruhama, porque no me compadeceré más de la casa de Israel, sino que los quitaré del todo. Mas de la casa de Judá tendré misericordia… Ponle [a la casa de Israel] por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios… Con todo, será el número de los hijos de Israel como la arena del mar que no se puede medir ni contar… y andarán errantes entre las naciones” (Oseas 1:6-10; 9:17). Sí, ellos perderían su identidad, pero no la casa de Judá. Dios sería reconocido por la casa de Judá, pero no por la casa de Israel. No obstante, recuerden, Dios sería un “pequeño santuario” o protector de ellos. “Porque he aquí yo mandaré y haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las naciones, como se zarandea el grano en una criba, y no cae un granito de arena” (Amos 9:9).

Entendamos, pues, esta parábola clave: “Tomaré yo del cogollo de aquel alto cedro, y lo plantaré; del principal de sus renuevos cortaré un tallo, y lo plantaré sobre el monte alto y sublime. En el monte alto de Israel lo plantaré, y alzará ramas, y dará fruto, y se hará magnífico cedro; y habitarán debajo de él todas las aves de toda especie; a la sombra de sus ramas habitarán. Y sabrán todos los árboles del campo [las demás naciones] que yo el Eterno abatí el árbol sublime, levanté el árbol bajo, hice secar el árbol verde, e hice reverdecer el árbol seco. Yo el Eterno lo he dicho, y lo haré” (Ezequiel 17:22-24).

Noten lo que admite El Comentario de Conocimiento Bíblico: “Es sorprendente que después del juicio se mencione una restauración. Dios promete escoger entre los exiliados de Babilonia un descendiente de David y restaurarlo al trono. Después de la caída de la ciudad, la monarquía de David volverá a florecer” (Librería Logos). ¿Vemos que admiten que un descendiente de David de esa generación se sentará sobre el trono de Israel?

Dios transporta, por medio de Jeremías (Simbolizado por el águila), a una descendiente de David, la hija de Sedequías (representada por el tallo).

El Sr. Herbert Armstrong en forma tan magistral e inspirada explica esta sección en La Llave Maestra de la Profecía: “La extraña verdad de cómo se trasplantó y reedificó el trono de David está representada en “un enigma y una parábola” ... La hallamos en el capítulo 17 de Ezequiel. Es preciso leer todo el capítulo cuidadosamente… “Así ha dicho el Eterno Señor. Tomaré yo, sí, yo, del cogollo de aquel alto cedro” (Ezequiel 17:22-24). La explicación dada por Dios mismo nos enseñó que el cedro representaba la nación de Judá y el cogollo era su rey. En la figura, Nabucodonosor tomó el cogollo, es decir al rey. Ahora la parábola nos dice que Dios --no Nabucodonosor sino Dios-- tomaría del cogollo, no el cogollo entero sino de él. Tomó de los hijos de Sedequías. Pero Nabucodonosor ya había degollado a todos los hijos varones.

“Ahora Dios, por medio del profeta Jeremías, iba a tomar de este cogollo y lo iba a plantar (vs. 22). “De la punta de sus renuevos cortaré un tallo tierno, y lo plantaré yo mismo sobre un monte alto y excelso”. De manera que iba a tomar un tallo, un descendiente del rey Sedequías. Si los varones habían muerto, este tallo representaba ciertamente una hija. “Y lo plantaré”. ¿Puede ser más claro el lenguaje simbólico al explicar que esta joven princesa judía habría de ser la descendiente real por medio de quien el trono de David se plantaría nuevamente? ¿En dónde se iba a plantar? “Sobre un monte alto y excelso”, dijo el Eterno. En la Biblia, un “monte” en lenguaje simbólico siempre representa una nación. “En el monte de lo alto de Israel lo plantaré” (vs. 23). El trono de David se iba a plantar ahora en Israel, una vez arrancado de Judá. “Y echará ramas [sigue hablando del tallo, la hija del rey], y dará fruto, y se hará un cedro magnífico”.

“El trono de David, ¿se acabó con Sedequías de Judá? ¿Olvidó Dios su pacto? ¡No! Comparemos este pasaje con Isaías 37:31-32: “Y lo que haya quedado de la casa de Judá y haya escapado, volverá a echar raíz abajo [ser plantado], y dará fruto arriba”. Esta princesa judía, pues, habría de plantarse en Israel, nación que ya estaba separada de Judá y perdida, y el trono así plantado habría de dar fruto. La princesa se casaría, tendría hijos y éstos perpetuarían la dinastía de David”.

“Y habitarán debajo de él todas las aves de toda especie; a la sombra de sus ramas habitarán” (Ezequiel 17:23). Israel adquiriría así el trono y se convertiría de nuevo en una nación autogobernada, la que con el tiempo se extendería por el globo y crecería en dominio y poderío. Heredaría las promesas incondicionales de la primogenitura, según el pacto de Dios con Abraham”.

“En esta parábola, un “árbol” representa una nación. El versículo 24 dice: “Y sabrán todos los árboles del campo que yo el Eterno abatí el árbol elevado”. Judá el árbol elevado que retuvo el trono 130 años después del cautiverio de Israel, quedaba ahora sumida en la esclavitud. “Levanté el árbol bajo”: durante 130 años Israel había sido un “árbol bajo”, mas ahora sería exaltado, y se convertiría de nuevo en una nación próspera con un rey davídico. “Hice secar el árbol verde [Judá], e hice reverdecer el árbol seco [Israel]” (vs. 24). Israel, encabezada por las tribus de Efraín y Manasés, poseedoras de la primogenitura, habría de crecer y con el tiempo prosperar… Esa primogenitura se encuentra ahora en Israel. Ésta, aunque perdida, aunque creyéndose nación gentil, es aquel mismo pueblo que habría de convertirse en una gran multitud, en una nación grande y conjunto de naciones, que habría de poseer las puertas de sus enemigos, convertirse en pueblo colonizador, extenderse por el mundo y recibir la bendición de grandes recursos y riquezas nacionales. Y cuando fuera una nación grande y poderosa en el mundo, ¡el trono de David se hallaría trasplantado en ella!” (Páginas 85-88). 

En el Estudio #189, se explica brevemente cómo fue Jeremías comisionado para llevar a esta hija del rey a donde se habían establecidos los israelitas y allí fundarían la dinastía davídica que eventualmente se convertiría en la dinastía más poderosa que ha habido sobre la tierra: la monarquía inglesa. Llegó a gobernar sobre más naciones que cualquier otra y todavía es considerada como la monarquía más poderosa, aunque en la actualidad está algo alicaída por los escándalos de los hijos de la reina Isabel. Para mayor detalle, puede leer: Estados Unidos y Gran Bretaña en la Profecía Bíblica.