#161 - Job 31-42: "La respuesta de Dios y el arrepentimiento de Job"

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#161 - Job 31-42

"La respuesta de Dios y el arrepentimiento de Job"

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Para concluir, compara su conducta con una gran parte de los 10 Mandamientos. A propósito, es otra prueba de que estaban vigentes antes del Monte Sinaí, pues toda la evidencia histórica y literaria apunta a que Job vivió entre el tiempo de Abraham y Moisés.

De modo que en el capítulo 31, Job repasa su vida a la luz de los Diez Mandamientos. Aquí están en forma abreviada:

  1. 10º Mandamiento. No codiciarás

vs. 1 – Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?

  1. 9º Mandamiento. No mentirás

vs. 5 – Si anduve con mentira...

  1. 1º Mandamiento. No tendrás otros dioses salvo el verdadero Dios

vs. 7 – Si mis pasos se apartaron del camino

  1. 8º Mandamiento. No robarás

vs. 7 – Y si algo se pegó a mis manos...

  1. 7º Mandamiento. No cometerás adulterio

vs. 9 – Si fue mi corazón engañado acerca de mujer

  1. 8º Mandamiento. No robarás

vs.13 – Si hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva

  1. 10º Mandamiento. No codiciarás

vs. 24 – Si puse en el oro mi esperanza

  1. 2º Mandamiento. No harás ni adorarás ídolos

vs. 26 – Si he mirado al sol cuando resplandecía...y mi corazón se engañó en secreto

  1. 6º Mandamiento. No matarás ni odiarás

vs. 29 – Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía, y me regocijé cuando le halló el mal

Luego de este repaso, sus amigos no tienen más que acusarle. “Cesaron estos tres varones de responder a Job, por cuanto él era justo a sus propios ojos” (Job 32:1). Aquí Dios revela la falla fundamental del carácter de Job, algo que no se sabía al principio del libro de Job. Sólo nos decía que Job era un hombre recto y obediente ante Dios, pero no sobre cómo se veía a sí mismo. Un hombre puede ser justo exteriormente y humilde interiormente a la vez, o puede serlo sólo por afuera. Entonces por su orgullo de su propia justicia cae en otro tipo de grave pecado. Esto es lo que ahora se revela fue el caso de Job, era culpable del pecado de la AUTOJUSTICIA, algo que muchos fariseos en el Nuevo Testamento también tenían.

Esta actitud ya está prohibida en el Antiguo Testamento como extensión del Segundo Mandamiento, no harás ídolos de nada, ni de tu misma justicia. Si lo hace, es pecar al amar a la justicia propia como a un ídolo, e intentar ponerse al nivel de Dios. Dice Eclesiastés 7:16,20: “No seas demasiado justo, ni seas sabio con exceso, ¿por qué habrás de destruirte?... Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque”. También en Proverbios 3:7 Dios nos advierte, “No seas sabio en tu propia opinión”. Es importante notar que, en el Antiguo como el Nuevo Testamento, no basta con obedecer a Dios, sino también hay que hacerlo con la actitud apropiada. Uno puede cumplir con Dios, pero si es en forma orgullosa y autojusta se anula el provecho ante Dios. 

Uno de los mejores ejemplos de la autojusticia en la Biblia es la del fariseo en Lucas 18:9-14, “A unos que confiaban en sí mismo como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros (repasa algunos de los mandamientos como Job), ni aun como este publicano; (ahora entrega su lista de todas sus justicias, como lo hizo Job); ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. (él reconoció humildemente que era un pecador, pero el fariseo no se consideraba así, ni en la necesidad de ser perdonado por algo). Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.

Esto es precisamente lo que le va a ocurrir a Job: va a ser humillado por Dios. Pero antes de esto, aparece un cuarto amigo, Eliú, quien aparentemente había llegado más tarde que los primeros tres. Logró escuchar por lo menos la mayoría de los debates y había mantenido el silencio a duras penas. 

“Entonces, Eliú… se encendió en ira contra Job; se encendió en ira, por cuanto se justificaba a sí mismo más que a Dios. Asimismo, se encendió en ira contra sus tres amigos, porque no hallaban qué responder, aunque habían condenado a Job… Y respondió Eliú… y dijo: Yo soy joven, y vosotros ancianos, por tanto, he tenido miedo, y he temido declararos mi opinión… Os he prestado atención, y he aquí que no hay de vosotros quien redarguya a Job, y responda a sus razones… De cierto mi corazón está como el vino que no tiene respiradero, y se rompe como odres nuevos. Hablaré, pues, y respiraré; abriré mis labios, y responderé” (Job 32:2-20).

Eliú plantea el problema de Job desde otra perspectiva que los tres amigos, y al final del relato, Dios no lo censura como a los otros compañeros. A cambio de los otros amigos, él no acusa a Job de esconder pecados mundanos. Vio la autojusticia de Job y le muestra que, aunque sea íntegro, no es correcto el justificarse ante Dios. Dice: “De cierto tú dijiste a oídos míos, y yo oí la voz de tus palabras que decían: Yo soy limpio y sin defecto; soy inocente, y no hay maldad en mí… He aquí, en esto no has hablado justamente; yo te responderé que mayor es Dios que el hombre. ¿Por qué contiendes contra él? Porque él no da cuenta de ninguna de sus razones” (Job 33:8-13). 

Aquí Eliú enfoca correctamente el problema de Job: estaba ensalzando su justicia a expensas de la de Dios. Le explica que por faltas que cometemos, Dios interviene con “llamadas de atención” en la vida “dos y tres veces con el hombre para apartar su alma del sepulcro, y para iluminarlo con la luz de los vivientes” (Job 33:29-30). Creo que todos han sentido esas “llamadas de atención” que lo hacen recapacitar. 

En el capítulo 34, de nuevo se enfoca en la autojusticia de Job. Dice: “Porque Job ha dicho: Yo soy justo y Dios me ha quitado el derecho… Dolorosa es mi herida sin haber hecho yo trasgresión… ha dicho: De nada servirá al hombre el conformar su voluntad a Dios” (Job 34:5-9). Le insta que, en vez de acusar a Dios de injusticia, debería humildemente pedirle que le muestre la verdad de su situación. “De seguro conviene que se diga a Dios: he llevado ya castigo, no ofenderé ya más; enséñame tú lo que yo no veo; si hice mal, no lo haré más… los hombres inteligentes dirán conmigo, y el hombre sabio que me oiga: Que Job no habla con sabiduría, y que sus palabras no son con entendimiento… porque a su pecado añadió rebeldía” (Job 34:31-37).

Eliú termina su discurso defendiendo a Dios. “Esperaré un poco, y te enseñaré; porque todavía tengo razones en defensa de Dios. Tomaré mi saber desde lejos, y atribuiré justicia a mi Hacedor” (Job 36:2-3). Cubre los siguientes puntos:

  1. 36:5 – Dios se preocupa de todos, y no hace injusticia
  2. 36:10 – Corrige para ayudar al desviado
  3. 36:13 – Conoce a los hipócritas y no se deja engañar por ellos
  4. 36:23 – Dice: “¿Quién le ha prescrito su camino? ¿Y quién le dirá: has hecho mal?”.
  5. 36:26 – Atributos de Dios – Inmortalidad
  6. 36:28 – Creador de ciclos de agua en la Tierra
  7. 37:1-5 – Creador del formidable trueno
  8. 37:14 – Le insta: “Detente y considera las maravillas de Dios”
  9. 37:23-24 Termina su defensa con las preciosas palabras: “Él es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder; y en juicio y en multitud de justicia no afligirá. Lo temerán por tanto los hombres; El no estima a ninguno que cree en su propio corazón ser sabio”. “Entonces respondió el Eterno a Job desde un torbellino”.

Job aparentemente no toma muy en cuenta las palabras de Eliú y parece que Dios ha escuchado suficiente. Ahora él toma partido directamente en el debate. Cuando Dios irrumpe en el plano humano, esto se llama una Teofanía (del griego, “apariencia de Dios”). Lo ha hecho desde el huerto del Edén, cuando visitó a Adán y Eva, a Caín, a Enoc, a Noé, a Abraham, Isaac y Jacob, ahora a Job, y luego a Moisés, Josué, a los Jueces, a Samuel, a David, a Salomón, a los Profetas, y en el Nuevo Testamento, viene Dios como hombre en la figura de Jesucristo; luego se presentó a Pablo que dice “y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (1 Corintios 15:8). En los tiempos del Fin, si estamos vivos, esperamos todos también verlo personalmente en su Segunda Venida. 

Tal como en el Mt. Sinaí, Dios no se deja ver directamente, sino que aparece en medio de un torbellino. Si alguien lo viera directamente, por su brillantez tan poderosa, quedaría desintegrado, como Dios le dijo a Moisés: “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá” (Éxodo 33:20). Cuando Cristo vuelva, esa brillantez, tal como una energía nuclear, destruirá a las naciones que guerrean contra él, y al falso profeta que los dirige dice: “destruirá con el resplandor de su venida” (2 Tesalonicenses 1:8, Zacarías 14:12).

Ahora Job tiene su anhelado debate con Dios, pero de inmediato se siente abrumado y arrepentido. Indignado, Dios se enfoca en las acusaciones de Job contra él. De todos modos, él ama a Job, pero tiene que enseñarle una importante lección. Ruge: “¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás” (Job 38:2).

Dios le hace aproximadamente cincuenta preguntas sobre los grandes misterios de la naturaleza ¡y Job no puede contestar siquiera una! Todavía con todo el avance de la ciencia no pueden dar una respuesta satisfactoria a estas interrogantes. 

Comienza con la astronomía, o el estudio de los planetas y las estrellas. Una de las ramas de la astronomía se llama cosmología, que trata los orígenes del Universo, y todavía es un gran misterio. Dios le pregunta “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia”. Por el momento, la ciencia dice que la tierra tiene unos 4.5 mil millones de años de existencia. ¿Cómo lo saben? Solo por inferencia al medir la radioactividad de las rocas terrestres. También miden la velocidad de los años luz de nuestra galaxia. Hacen entonces los cálculos basados en mucha especulación. Por ejemplo, dan por sentado que el nivel de la descomposición radioactiva ha sido la misma por todos estos miles de millones de años. Nadie sabe en realidad si es así o no. Por ejemplo, si fuera la Tierra tan antigua, la erosión hace tiempo hubiera nivelado todos los continentes y estarían bajo agua. La Tierra puede ser mucho más joven de lo que aparenta y puesto que la historia escrita del hombre data solo unos 5,000 años atrás, antes de eso, no hay registros históricos comprobados por seres humanos. Otros críticos mencionan que si hubieran tomado la edad de Adán cuando fue formado, pues ya era un adulto, ningún científico hubiera aceptado que sólo tuviera un día de vida. Todos saben lo que parece un ser humano de un día, es un bebé y no un joven adulto. De la misma manera, el Universo sólo puede tener una “apariencia” de gran edad. De modo que cuando Dios le preguntó a Job si estuvo cuando hizo la Tierra, es obvio que ningún ser humano estaba presente, era sólo barro. Por lo tanto, Job, como nosotros también, debemos guardar un silencio humilde y respetuoso ante la inmensa superioridad de Dios y su creación. 

Luego le pregunta sobre la geología, el estudio de los componentes de la Tierra: “¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?” (Job 38:5-7). Hoy en día, se sabe que las medidas de la Tierra son perfectas para sostener la vida sobre el planeta. Si la Tierra fuera 20% más grande, esto duplicaría el peso del aire, y por el oxígeno, se formaría tanta agua que cubriría por completo todos los continentes, la Tierra sería solo un inmenso océano.  En cambio, si la Tierra fuera 20% más pequeña, lo opuesto sucedería y los gases más ligeros se escaparían de nuestra atmósfera mientras que los más pesados, como el dióxido de carbono, bajarían y se volverían tóxicos; el resultado: la muerte de todo ser viviente.

Otro de los grandes misterios sin resolver que Dios menciona son “las bases” de la tierra, o lo que la sostiene en el espacio -- la fuerza de gravedad. Se puede medir esa fuerza, pero no se sabe lo que es en realidad no es materia ni energía, pero se relaciona con ellas la llaman “campos”. También, todavía no se sabe bien la composición del núcleo de la Tierra ni muchas de las fuerzas que allí se desarrollan. Desde luego que tampoco Job conocía las respuestas.

Ahora Dios le pregunta por otra de las grandes fuerzas de la Tierra, el poder de las mareas. “¿Quién encerró con puertas el mar, cuando se derramaba saliéndose de su seno… y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas?” (Job 38:8-11). Otra vez se puede medir esa fuerza, y se sabe que viene de varios factores, como la atracción gravitacional de la luna, las corrientes marinas, el viento, etc., pero nadie puede explicar en qué consiste, ni cómo Dios las llevó a cabo. Otra vez, Job calla.

Luego le interroga sobre el origen de la luz, otro gran misterio aún no resuelto por el hombre. Le pregunta cómo se formó el día con 12 horas de luz y 12 de oscuridad. También le pide que explique la rotación de la Tierra, que gira “como barro bajo el sello” (Job 38:14). Es otro de los grandes misterios sin resolver, cómo puede la Tierra rotar en forma tan perfecta y no perder nunca su velocidad. Es como un trompo que jamás se agota. Le pregunta si ha explorado los océanos y las profundidades del mar, que llegan ¡hasta 12 kilómetros de hondo! Lo hace contemplar la formación de la nieve, que hoy se sabe que cada copo de nieve tiene una exquisita forma geométrica única. Le recuerda también del “camino” del relámpago, que hoy se sabe es en realidad un camino, pues la descarga eléctrica une como un sendero la tierra y la nube. 

La próxima pregunta tiene que ver con las constelaciones, donde Dios nombra las más famosas de estos conjuntos de estrellas. “¿Podrás tu atar los lazos de las Pléyades, o desatarás las ligaduras de Orión? ¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, o guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?” (Job 38:31-32). Estas constelaciones eran bien conocidas en ese entonces y servían para guiar a los viajeros de noche. Dios, en efecto, le dice: “Ustedes pueden verlas, pero fui yo quien las coloqué allí”.

Ahora Dios se enfoca en la zoología, o el estudio de la vida terrestre. Le pregunta si puede cazar a una presa como lo hace el poderoso león (Job 38:39). Si puede alimentar a las aves, como el cuervo, que Dios lo hace por medio del instinto que les dio. Le interroga sobre otras criaturas que llevan a cabo grandes hazañas como la destreza de la cabra y el asno montés, el poderoso búfalo, el hermoso pavo real y el avestruz, la fuerza del caballo, el vuelo del gavilán y del águila. 

Avergonzado y abrumado, Job le contesta: “He aquí que yo soy vil (primera vez que lo admite); ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé; aun dos veces, mas no volveré a hablar” (Job 40:4-5).

Dios prosigue preguntándole sobre dos de las criaturas más formidables, el behemot y el leviatán. Las palabras en hebreo no son claras y el behemot puede ser el elefante, la criatura terrestre más grande, o el hipopótamo. Sobre el leviatán, puede referirse a la criatura más grande del mar, la ballena, a un tiburón, o al temible cocodrilo. Ante cualquiera de estas criaturas, el hombre es impotente.

Job había escuchado suficiente, ahora no se veía como el hombre justo que podía igualar a Dios. Se veía tan enano, tan insignificante, que sólo quería desaparecer. Vio su insolencia al compararse con Dios, y ahora se dio cuenta de su grandeza inalcanzable. A propósito, éstas son las condiciones para el verdadero arrepentimiento y el bautismo. Si uno todavía está lleno de sí mismo, de su justicia, no está listo para bautizarse; debe sentirse como Job se siente ahora. Job le dijo: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven… me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:2-6).

Dios estaba satisfecho con esta respuesta, y así, toda la penosa prueba de Job logró su propósito: que viera su propia autojusticia y se arrepintiera. Ahora enfoca Dios su atención sobre los primeros tres amigos de Job, que no habían hablado correctamente, como no lo hace la religión mística, ni la tradicionalista ni la estoica. Les dijo: “Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job” (Job 42:7). Los hizo humillarse ante Job y pedir que orara por el perdón de ellos. Job lo hizo gustosamente, ya no estaba lleno de la vanidad religiosa, y “el Eterno aceptó la oración de Job” (Job 42:9).

Luego Dios sana a Job, le duplica los bienes que había perdido y hace que le nazcan 10 hijos y que viva 140 años más. Repasemos entonces las tres grandes lecciones de Job: 1. No acusar a las personas que caen en desgracias por haber cometido algún grave pecado, puede ser por otros motivos; 2. Siempre estemos en guardia contra el pecado de la autojusticia, sólo puede afligir a una persona religiosa; 3. La solución para ello es meditar sobre la grandeza y perfección de Dios, mantengámonos humildes ante él y confiemos que todo saldrá bien para los que aman a Dios (Ro 8:28), aunque a  veces tendremos que tener mucha paciencia para recibir la respuesta y no necesariamente en esta vida. Para finalizar, Santiago resume esta lección al decir: “He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Santiago 5:11). Recuerden que Job fue preparado, como nosotros ahora, para ser parte de esa gloriosa Primera Resurrección (Hebreos 11:39-40).