#160 - Job 8:31: "Las tres rondas de debates de los amigos de Job"

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#160 - Job 8:31

"Las tres rondas de debates de los amigos de Job"

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No debemos ser los jueces de los demás; lo que Dios dice es que seamos pacientes, esperemos y veamos los frutos o los resultados para entender las razones. A veces hay que esperar mucho tiempo; a veces nunca se sabrá perfectamente en esta vida la razón y debemos esperar al juicio de Dios cuando, como dijo Cristo: “nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz” (Lucas 8:17).

Vivimos en un mundo imperfecto, bajo la influencia de Satanás, y en una sociedad generalmente destituida de la gracia de Dios. Existen muchos peligros y a veces debido al mal juicio o al ser muy arriesgado, se pagan muy caros los resultados. Salomón pudo ver esto al decir: “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos. Porque el hombre tampoco conoce su tiempo, como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos” (Eclesiastés 9:11-12). La única manera de entender las injusticias de la vida es saber que habrá una segunda resurrección para la humanidad en general (Apocalipsis 20:5,11-12) cuando se abrirán “los libros” (“Biblia” en el griego) y el libro de la vida que representa la oportunidad de recibir el Espíritu Santo y la posibilidad de entrar a la vida eterna (Filipenses 4:3).

Por eso, hay que recordar que Dios protege a los suyos, pero no necesariamente como uno lo desea ni muchas veces al resto del mundo. Como a Job, puede probar a su propio pueblo para desarrollar en nosotros un carácter más perfecto de paciencia y fe. Por estas razones, no debemos ser como los amigos de Job que trataron de tener todas las respuestas de por qué le había acontecido a Job estas tragedias. Nunca le dieron el beneficio de la duda. No, ellos estaban seguros de que tenían la razón. Hoy día siguen abundando tales personas con razones equivocadas, aunque bien intencionadas. Recuerden esta lección de Job: las calamidades no tienen que ser consecuencias del pecado. Puede serlo, y muchas veces sí hay un grave pecado por lo acontecido, pero hasta que no se vea con claridad, no juzguemos. Un incendio que destruye una casa, un accidente automovilístico, una enfermedad grave no tienen por qué ser el resultado de un pecado. Dice Dios: “...está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Recuerden, todos los hombres y mujeres fieles en la Biblia murieron de algo, a veces por una grave enfermedad. Dejemos a Dios juzgar el porqué de lo que ocurre a los demás y “ocupémonos en nuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12).

Así, retomamos el debate entre Job y sus amigos. Luego de la defensa de Job al ataque de Elifaz, le toca al segundo amigo, Bildad, dar su opinión religiosa por las desgracias de Job. Estos tres amigos representan a la vez tres tipos de religiones comunes, la mística, en que todo es un misterio y hay que confiar ciegamente en ella; la tradicionalista, en que todo se ha dicho en el pasado, una esclerosis litúrgica; y la estoica o asceta, hay que soportar con resignación y hasta con agradecimiento lo que le ocurre a uno. Todas estas perspectivas están equivocadas según la Palabra de Dios. 

Recuerden que, durante todos estos argumentos, Job está en una terrible agonía, cubierto de horribles furúnculos desde la coronilla hasta la planta de los pies. Dice en una ocasión: “Si vuestra alma estuviera en lugar de la mía; yo podría hilvanar contra vosotros palabras… si hablo, mi dolor no cesa; y si dejo de hablar, no se aparta de mí” (Job 16:4,6). Sin embargo, no hay mucha conmiseración de parte de sus amigos, más bien siguen lanzando más recriminaciones crueles contra él. 

Elifaz representa a la escuela religiosa de los tradicionalistas. Para ellos todo ha sido establecido en el pasado, ya se han dado las respuestas para todo. Es cuestión de indagar con los grandes filósofos o teólogos del pasado, no con la Biblia, para hallar las soluciones. Por ejemplo, muchas religiones cristianas acuden a los escritos de la Edad Media para sus creencias, sea Tomás de Aquino, Lutero, o Elena de White y no a la Biblia. En Chile tienen una palabra para los tradicionalistas, momios, que viene de “momias” o personas petrificadas en el pasado. A veces se usa en forma injusta, pero es una descripción muy ilustrativa.

Por tanto, Elifaz acusa a Job de no tomar en cuenta a los sabios del pasado. “¿Acaso torcerá Dios el derecho (lo establecido), o pervertirá el Todopoderoso la justicia? Si tus hijos pecaron contra él, él los echó en el lugar de su pecado… pregunta ahora a las generaciones pasadas, y dispone de inquirir a los padres de ellas, pues nosotros somos de ayer, y nada sabemos (en el presente) ... ¿No te enseñarán ellos, te hablarán, y de su corazón sacarán palabras?... (estos dicen) Tales son los caminos de todos los que olvidan a Dios; y la esperanza del impío perecerá… he aquí, Dios no aborrece al perfecto, ni apoya la mano de los malignos” (Job 8:3-20).

Job rechazó este ataque simplista y le contesta que no puede contender contra Dios, aunque insiste que no es por un gran pecado que le ha acontecido todo esto. Dice: “¿Y cómo se justificará el hombre con Dios? Si quisiere contender con él, no le podrá responder a una cosa entre mil… porque me ha quebrantado con tempestad, y ha aumentado mis heridas sin causa… si yo me justificare, me condenaría mi boca; si me dijere perfecto, esto me haría inicuo… Una cosa resta que yo diga: Al perfecto y al impío él los consume. Si azote mata de repente, se ríe del sufrimiento de los inocentes… Sé que no me tendrás por inocente. Yo soy impío; ¿Para qué trabajaré en vano? Aunque me lave con aguas de nieve, y limpie mis manos con la limpieza misma, aún me hundirás en el hoyo… Porque no es hombre como yo para que yo le responda, y vengamos juntamente a juicio. No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos. Quite de sobre mí su vara, y su terror no me espante. Entonces hablaré, y no le temeré; porque en este estado no estoy en mi” (Job 9:2-35).

Luego se queja de nuevo de la injusticia de todo esto, pero nunca maldice a Dios. Sólo considera injusto su trato y está seguro de su inocencia. No piensa ser perfecto, solo que no merece lo que ha recibido y en forma humana, tiene toda la razón porque no sabe de las bendiciones que le esperan.

Viene ahora el tercer amigo, Zofar, con otra perspectiva religiosa al problema de Job. Ya hemos visto los puntos de vista místicos y tradicionalistas. Zofar presenta el argumento estoico. Esta filosofía fue popularizada por el griego Zenón que enseñaba que uno debe estar agradecido por las tragedias. Pensaban así: “La felicidad no radica sino en la aceptación del destino. Hay que aguantar las desgracias sin quejarse y tratarse duro consigo mismo”. Zofar le dice a Job: “Mas ¡oh quién diera que Dios hablara, y abriera sus labios contigo, y te declarara los secretos de la sabiduría, que son de doble valor que las riquezas! Conocerías entonces que Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece” (Job 11:5,6). En efecto le dijo: “Tienes suerte de que Dios no te ha castigado como realmente lo mereces. Debes estar agradecido de que ha sido tan poco el castigo”.

Como dice un refrán: “Con amigos como estos, ¿quién necesita enemigos?” Job no pudo resistir dar una respuesta burlona a estos amigos tan implacables: “Ciertamente vosotros sois el pueblo, y con vosotros morirá la sabiduría. También tengo yo entendimiento como vosotros; no soy yo menos que vosotros… Mas yo hablaría con el Todopoderoso, y querría razonar con Dios. Porque ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira; sois todos médicos nulos. Ojalá callarais por completo, porque esto os fuera sabiduría… vuestras máximas son refranes de ceniza” (Job 12:2-3; Job 13:3-5,12). Luego se dirige de nuevo directamente a Dios, quien es al que verdaderamente le interesa escuchar. Dice: “He aquí ahora, si yo expusiere mi causa, sé que seré justificado… ¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo? Hazme entender mi transgresión y mi pecado. ¿Por qué escondes tu rostro, y me cuentas por tu enemigo?... ¿Por qué escribes contra mí amarguras, y me haces cargo de los pecados de mi juventud?” (Job 13:18-26). Job explora todas las razones por las cuales puede estar en esta situación. Encuentra que todas son injustas si se toman en cuenta todas las de su juventud.

Se lamenta que le queda tan poco de vida para recibir estas respuestas. Contempla su muerte próxima. Aun así, tiene la esperanza de la resurrección. Pregunta: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé; tendrás afecto a la hechura de tus manos” (Job 14:14-15). 

Ahora viene la segunda ronda. Otra vez habla Elifaz. Está ofendido por las ásperas palabras de Job. Indignado le contesta: “¿Proferirá el sabio vana sabiduría, y llenará su vientre de viento solano? ¿Disputará con palabras inútiles, y con razones sin provecho? Tú también disipas el temor, y menoscabas la oración delante de Dios. Porque tu boca declaró tu iniquidad” (Job 15:2-5). Es tan fácil juzgar y condenar al que está abatido. Dios no quiere que seamos así.

ACUSACIONES CONTRA JOB

  1. 15:5        Por su defensa astuta
  2. 15:7        Por creer saberlo todo
  3. 15:8        Que conoce los secretos de Dios
  4. 15:10      Que no respeta a sus mayores por orgullo
  5. 15:14      Por considerarse limpio ante Dios, que ni los ángeles lo son (vs. 15)
  6. 15:25      Su soberbia le ha traído todos estos males
  7. 15:27      Sus riquezas lo corrompieron y le formaron malos hábitos como la gula
  8. 15:31      Por su prosperidad se llenó de vanidad
  9. 15:34      Acusa a Job de haber ganado sus riquezas por el soborno

Job, al ser un hombre paciente y justo, no le hace caso a todas estas acusaciones y sencillamente las deja pasar como palabras vacías. Pero los amonesta por atormentarlo en vez de consolarlo. Dice: “Muchas veces he oído cosas como estas; consoladores molestos sois todos vosotros. ¿Tendrán fin las palabras vacías? También yo podría hablar como vosotros, si vuestra alma estuviera en lugar de la mía; yo podría hilvanar contra vosotros palabras, y sobre vosotros mover mi cabeza. Pero yo os alentaría con mis palabras, y la consolación de mis labios apaciguaría vuestro dolor” (Job 16:2-5). De nuevo se enfoca en Dios por sus calamidades y le pide una audiencia para presentar su caso. Dice: “A pesar de no haber iniquidad en mis manos, y de haber sido mi oración pura… ¡Ojalá pudiese disputar el hombre con Dios, como con su prójimo!... Dame fianza, oh Dios; sea mi protección cerca de ti. Porque ¿quién querría responder por mí? Porque a éstos has escondido de su corazón la inteligencia; por tanto, no los exaltarás… No obstante, proseguirá el justo su camino” (Job 16:17,21; Job 17:3-4). A pesar de todo, Job sigue sumiso ante Dios. 

Bildad, el tradicionalista, responde en forma áspera y acusatoria: “¿Cuándo pondréis fin a las palabras? Entended, y después hablaremos. ¿Por qué somos tenidos por bestias, y a vuestros ojos somos viles?... Ciertamente la luz de los impíos será apagada… Serán gastadas de hambre sus fuerzas, y a su lado estará preparado sus fuerzas… La enfermedad roerá su piel… No tendrá hijo ni nieto en su pueblo, ni quien le suceda en sus moradas” (Job 18:2-5,12-13,19). No son exactamente indirectas que le lanza a Job -- ¡las acusaciones son muy directas! Sin embargo, Job no se inmuta, sólo vuelve a quejarse de lo insensibles que son ante su dolor y desgracia. Exclama: “¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma, y me moleréis con palabras? Ya me habéis vituperado diez veces; ¿No os avergonzáis de injuriarme? Aun siendo verdad que yo haya errado, sobre mi recaería mi error. Pero si vosotros os engrandecéis contra mí, y contra mí alegáis mi oprobio, sabed ahora que Dios me ha derribado, y me ha envuelto en su red, he aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído” (Job 19:2-7).

Lista de Reclamos de Job contra Dios

  1. 19:9        Le ha quitado todo sentido de valor y autoestima
  2. 19:10      Lo ha arruinado económicamente
  3. 19:13      Hizo que parientes y amigos lo abandonaran
  4. 19:14      Hasta se alejaron de él todos los de su hogar
  5. 19:17      Su propia esposa no aguanta su aliento
  6. 19:18      Hasta los niños se burlan y le faltan al respeto
  7. 19:20      Ha quedado como un esqueleto por su flaqueza
  8. 19:21      Los únicos amigos presentes lo menosprecian

En su anhelo por hablar con Dios, sabe que, si muere, entonces sólo en la resurrección podrá tener la ansiada conversación. Dice: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro” (Job 19:25-27). Les advierte a no ser demasiado severos con él, pues pueden caer en juicio por su falta de compasión. “Mas debierais decir: ¿Por qué le perseguimos? Ya que la raíz del asunto se halla en mí. Temed vosotros delante de la espada; porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias, para que sepáis que hay un juicio” (Job 19:28-29).

Zofar, el estóico, ahora entrega su segundo discurso. De nuevo menciona la actitud de los estóicos: “¿No sabes esto, que así fue siempre, desde el tiempo que fue puesto el hombre sobre la tierra, que la alegría de los malos es breve, y el gozo del impío por un momento? Este tipo de persona se siente bastante justa por su abstención del placer y no desea ver a otros disfrutar de la vida. Son jueces severos y normalmente están bastante amargados. Por eso, no tiene ninguna compasión de Job y es muy directo en sus acusaciones. Dice: Aunque subiere su altivez hasta el cielo… como su estiércol, perecerá para siempre… sus manos devolverán lo que él robó… Si el mal se endulzó en su boca… Devoró riquezas… por cuanto quebrantó y desamparó a los pobres… Los cielos descubrirán su iniquidad… Esta es la porción que Dios prepara al hombre impío” (Job 20:4-29),

Un discurso muy consolador, ¿verdad? Con razón Job tenía que defenderse tanto. El estóico es uno de los peores consoladores. Ya lo había enjuiciado, condenado y listo para sepultarlo y decir: ¡Vieron, teníamos la razón, era culpable! Pero Job no admitía su culpa y eso los irritaba.

Ahora Job los confunde con su siguiente discurso. Ellos están seguros de que todo mal viene por el pecado y Job ahora refuta este razonamiento. Les pregunta “¿Por qué viven los impíos, y se envejecen, y aun crecen en riquezas?... Pasan sus días en prosperidad, y en paz descienden al Seol. Dicen, pues a Dios: Apártate de nosotros porque no queremos conocer tus caminos. ¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos? ¿Y de qué nos aprovechará que oremos a él?” (Job 21:7,13-15). Muchas personas piensan así, y Job los sacude con esta idea. Pero, justo cuando pueden acusarlo de pensar así, como un impío, él declara: “El consejo de los impíos lejos esté de mí. ¡Oh, cuántas veces la lámpara de los impíos es apagada, y viene sobre ellos su quebranto, y Dios en su ira les reparte dolores! (Job 21:17-18).

De modo que Job conoce bien los razonamientos del impío, pero él no piensa como ellos, y sus amigos no lo deben considerar así. Sin embargo, ellos siguen insistiendo que Job es un gran pecador y que sólo necesita confesar su pecado para que Dios lo perdone. Pero Job no se acomoda a ellos. Así llegamos a la tercera ronda con Elifaz, el místico. Usa los misterios de la naturaleza para explicarle que debe tener sólo una fe ciega hacia Dios, pues nadie lo entiende bien y es “un misterio”. Dice: “¿Traerá el hombre provecho a Dios?... ¿Tiene contentamiento el Omnipotente en que tú seas justificado, o provecho de que tú hagas perfectos tus caminos? ¿Acaso te castiga o viene a juicio contigo, a causa de tu piedad? Por cierto, tu malicia es grande, y tus maldades no tienen fin… Y dirás tú: ¿Qué sabe Dios? ¿Cómo juzgará a través de la oscuridad? Las nubes le rodearon, y no ve; y por el círculo del cielo se pasea… vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz” (Job 22:3-21). Recuerden que Dios está escuchando todo esto, y entiende que Job es inocente de todo lo que le acusan, pero Job no lo sabe y no tiene ninguno que lo consuele.

Job lo ignora y contrasta cómo Dios lo tratara si pudiera hablar con él, en forma muy diferente a la que lo han hecho sus amigos. Exclama: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. Expondría mi causa delante de él y llenaría mi boca de argumentos… ¿Contendería conmigo con grandeza de fuerza? No; antes él me atendería… Mas él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro. Mis pies han seguido sus pisadas; guardé su camino, y no me aparté. Del mandamiento de sus labios nunca me separé; guardé las palabras de su boca más que mi comida. Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar?” (Job 23:3-13).

Aquí empezamos a ver la segunda lección del libro de Job: a pesar de que Job sí era justo, tenía demasiada confianza en su justicia. Tampoco veía que sentirse justo por sus propias obras se llama la AUTOJUSTICIA. Y eso sí que es un serio pecado.

Ante Dios, todo lo que el hombre hace es imperfecto y si no es motivado por su Espíritu Santo, se convierte en una vanidad espiritual. Al respecto dice del hombre: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (Isaías 64:6). Vemos aquí la virtud que le faltaba a Job, la humildad que se recibe de Dios. Por su vida ejemplar, aún no veía Job la necesidad de esa justicia que viene de Dios y no de uno mismo. ¡Pero pronto la conocerá! 

Bildad comienza indignado de que Job se justifique ante Dios. Desde luego que lo ataca, pero no se incluye a sí mismo como también un pecador. Le dice: ¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios?... He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano...?” (Job 25:4,6). Job admite cuán grande es Dios, pero aún insiste en su inocencia ante él. Dice: “Él extiende el norte sobre el vacío, cuelga la tierra sobre nada… Mis labios no hablarán iniquidad, ni mi lengua pronunciará engaño. Nunca tal acontezca que yo os justifique; hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad” (Job 26:7; Job 27:4,5). Job rehúsa aceptar los argumentos de sus amigos y se mantiene en su integridad. A propósito, cuando dice que Dios “cuelga la tierra sobre nada” esto no se sabía a ciencia cierta hasta el siglo 17 cuando Newton descubrió la ley de la gravedad ¡pero la Biblia lo anticipó por más de 3000 años!

Job continúa explicando su posición. Sabe que en Dios está la respuesta de sus males, y que lo reivindicará al final por su inocencia. Dice: “He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia” (Job 28:28). Añora los días cuando Dios estaba con él y todo le salía bien.

Lista de las bendiciones de Dios para con Job

  1. 29:4        Los días de su juventud cuando seguía a Dios y todo le iba bien
  2. 29:5        Tenía a sus siete hijos alrededor de él
  3. 29:6        Gozaba de sus riquezas en ganados y olivares
  4. 29:7        Era respetado y buscado por todos
  5. 29:8        Lo admiraban hasta los más ancianos
  6. 29:9        Los príncipes se callaban para escucharlo
  7. 29:11      Tenía fama de su justicia y sabiduría
  8. 29:12      Defendía al pobre y a la viuda
  9. 29:25      Era un juez justo y bondadoso

Luego contrasta su situación actual. Todos se ríen de él, está tan débil y enfermizo. Dice: “Ahora soy objeto de burla… se aprovecharon de mi quebrantamiento… Días de aflicción se apoderan de mí. La noche taladra mis huesos, y los dolores que me roen no reposan… Cuando esperaba yo el bien, entonces vino el mal… mi piel se ha ennegrecido y se me cae” (Job 30:9,16-17,26-30).

La siguiente sección es muy interesante y comenzaremos el siguiente estudio en esta parte como anticipo podemos decirles: Job repasa los Mandamientos de Dios para mostrar que no ha caído en un gran pecado, ¡Y esto sucedió antes de que Moisés recibiera los Diez Mandamientos! Es decir, estaban vigentes antes del Monte Sinaí, como también atestigua Génesis 26:5 respecto a Abraham que cumplió con los Mandamientos. Será detallado en el siguiente estudio.