#119 - 2 Samuel 16-20: "Ahitofel; derrota de Absalón y Seba"

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#119 - 2 Samuel 16-20

"Ahitofel; derrota de Absalón y Seba"

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Recuerden que Dios no intervino en el asunto, pues era parte del costo del pecado que había profetizado a David al decirle "no se apartará jamás de tu casa la espada… y haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol"(2 Samuel 12:10-11).

Ahora se cumpliría esta triste profecía. Jamás piensen que un pecado grave no tendrá consecuencias terribles, pues muchas veces los efectos durarán por muchos años. El sufrimiento que David pasó debería ser una seria advertencia para cualquiera.

Ahora en forma inocente, David le da el permiso a Absalón para ir a Hebrón a supuestamente hacer un voto. Sin embargo, al ser Hebrón la segunda capital, dónde se había coronado David, era el centro ideal para la conspiración. "Entonces envió Absalón mensajeros por todas las tribus de Israel, diciendo: Cuando oigáis el sonido de la trompeta diréis: Absalón reina en Hebrón. Y fueron con Absalón doscientos hombres de Jerusalén convidados por él, los cuales iban en su sencillez, sin saber nada" (2 Samuel 15:10-11).

Lamentablemente una vez hecha la proclamación, estos líderes se veían como cómplices y el precio de no participar se vería como una traición contra el nuevo rey. De modo que todos fueron forzados a participar en la sublevación.

Hay un interesante paralelo en los métodos que usaron Absalón y Lucifer en la Biblia para la rebelión. En Ezequiel 28, Dios compara a Lucifer con el rey de Tiro, quien era el jefe de la gran potencia marítima y comercial de ese entonces. Por medio de sus numerosos contratos y alianzas con sus socios, el rey de Tiro se había enriquecido. A la vez, Lucifer "comprometió" a sus ángeles de la misma manera. Dios relata: "Tu, querubín grande… perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste… Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario" (Ezequiel 28:14-18). Según la Biblia, Lucifer logró involucrar a la tercera parte de los ángeles que estaban bajo su mando (Apocalipsis 12:3-4 y Apocalipsis 12:9-10). Las otras dos terceras partes se mantuvieron fieles a Dios.

Del mismo modo, Absalón usó sus adulaciones y promesas de honores para robar el corazón del pueblo de su padre. Aparentemente, Absalón y Satanás piensan que todo el mundo tiene su precio para traicionar a otro. Espero no sea así entre nosotros.

En Hebrón, Absalón llamó a un brillante consejero y suegro de David, Ahitofel para unirse con él. Parece que durante los cuatro años que preparó el golpe de estado, se había dado cuenta del secreto odio que tenía Ahitofel hacia David. Puede ser que Ahitofel, como padre de Betsabé y suegro de Urías, al quien David mandó a matar, estaba resentido. Sea como sea, Ahitofel traicionó a David y se unió al grupo de Absalón. "Y la conspiración se hizo poderosa, y aumentaba el pueblo que seguía a Absalón. Y un mensajero vino a David, diciendo: El corazón de todo Israel se va tras Absalón" (2 Samuel 15:12).

Al saber que Absalón se dirigía a Jerusalén, David no quiso destruir la sagrada ciudad en una sangrienta guerra civil. En vez, decidió huir con sus soldados leales. Dejó en el apuro a diez de sus concubinas, que eran tan sagradas como sus esposas y también dejó atrás el arca. Al salir de la ciudad, todos cubrieron sus cabezas en señal de luto y tristeza por esta traición. "La humildad y resignación de David mostraban poderosamente su espíritu santificado, lo cual era un resultado de su contrición por sus pecados. Él había caído, pero fue la caída del Justo (Proverbios 24:16); y se levantó de nuevo, sometiéndose humildemente a la voluntad de Dios" (Comentario Exegético, p. 258).

Al saber David que hasta su querido y brillante suegro, Ahitofel, se había unido a Absalón, se detuvo en el Monte de los Olivos y oró a Dios, tal como Cristo lo haría unos 1000 años después. "Entonces dijo David: Entorpece ahora, oh Eterno, el consejo de Ahitofel". David sabía lo peligroso que era tener un hombre tan sabio en su contra y que sólo Dios lo podía ayudar en estas circunstancias. David no cargaba sus angustias solo, como lo hacen muchos. Como sus salmos atestiguan, el ya conocía el principio de Fil 4:6-7: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús". De la amargura de espíritu que David sintió al recibir las noticias de la traición de su querido amigo nació el Salmo 55.

La respuesta de Dios fue casi instantánea. Al subir un poco más por la cumbre, se encontró con la persona idónea para confundir el consejo de Ahitofel, Husai, un antiguo consejero. De este modo, Husai aparentó estar de parte de Ahitofel y volvió a Jerusalén.

Pero las traiciones no habían terminado. Un sirviente ambicioso de Mefi-boset, el último hijo vivo de Saúl, llamado Siba le miente a David al decirle que Mefi-boset también se había unido a la sublevación. Luego llegó Simei, un pariente de Saúl, que le arroja piedras a David y le atribuye todas las desgracias recientes a la sangre que David había derramado de la casa de Saúl. David tenía a sus valientes soldados al lado y uno de ellos le pidió permiso para cortarle la cabeza a este calumniador. Pero David no se lo permitió al decirle: "Dejadle que maldiga, pues el Eterno se lo ha dicho. Quizá mirará el Eterno mi aflicción, y me dará el Eterno bien por sus maldiciones de hoy" (2 Samuel 16:11-12).

Mientras tanto, Absalón entró en Jerusalén sin ninguna resistencia. Ahora sólo le quedaba la forma de eliminar a su padre. Ahitofel le dio el consejo correcto. Primero debía violar las concubinas de su padre para que así supiera el pueblo que los lazos entre el hijo y el padre estaban completamente rotos y no habría temor a la reconciliación y el posterior castigo de los que apoyaron a Absalón. Así, Absalón ultrajó a las concubinas de su padre "ante los ojos de todo Israel'. Dice 2 Samuel 16:23: "Y el consejo que daba Ahitofel en aquellos días, era como si se consultase la palabra de Dios. Así era todo consejo de Ahitofel, tanto con David como con Absalón".

Sin embargo, por medio de Dios, a Absalón le entró la idea de pedir la opinión de Husai. Husai se opuso a Ahitofel y le aconsejó que debiera esperar para reunir más de su pueblo, pues David tenía a sus famosos hombres de guerra consigo. Por la intervención de Dios, Absalón y los demás escogieron el consejo de Husai por sobre el de Ahitofel. Ahitofel, al tener tanta sabiduría, entendió que las consecuencias eran fatales para Absalón y al volver David al trono sólo le esperaba una muerte humillante. Fue organizado hasta el final. "Ahitofel, viendo que no se había seguido su consejo, enalbardó su asno, y se levantó y se fue a su casa a su ciudad; y después de poner su casa en orden, se ahorcó"(2 Samuel 17:23).

Al demorarse Absalón, David y sus tropas logran escapar y cruzar el río Jordán. Llegan al pueblo de Mahanaim donde reciben alimento y David, animado de nuevo, logra organizar su ejército.

Absalón junta más hombres y se dirige al lugar dónde está su padre. Esperaba encontrarlos en un sólo grupo, pero su padre, que, como Alejandro Magno, nunca había perdido una batalla, usó la estrategia de pinzas, y dividió su ejército en tres partes (2 Samuel 18:2). Cuando Absalón atacó, pensó que estaba todo el ejército en frente de él, y cuando aparecieron por los flancos, sus hombres se desbandaron. Huyeron por un gran bosque que entre las ramas que los atrapaban, los hoyos y los precipicios, "fueron más los que destruyó el bosque aquel día, que los que destruyó la espada" (2 Samuel 18:8).

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La vanidad de Absalón fue su destrucción, pues al huir por el bosque, la melena de pelo, que se cortaba una vez al año y pesaba cerca de un kilo y medio (2 Samuel 14:26), "se le enredó en la encina, y Absalón quedó suspendido entre el cielo y la tierra; y el mulo en que iba pasó delante" (2 Samuel 18:9).

Al enterarse Joab, el general de David, de la situación de Absalón, cruelmente le clava tres lanzas cortas, llamados dardos en el corazón, y ordena a 10 de sus soldados que lo rematen. Cuando le llega la noticia a David de la muerte de Absalón, entra en una profunda depresión. Él todavía se consideraba responsable por las maldiciones que les caían a sus hijos. Clamó: "¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío! (2 Samuel 18:33).

Por la actitud de David, "se volvió aquel día la victoria en luto para todo el pueblo; porque oyó decir el pueblo aquel día que el rey tenía dolor por su hijo. Y entró el pueblo aquel día en la ciudad escondidamente, como suele entrar a escondidas el pueblo avergonzado que ha huido de la batalla" (2 Samuel 19:2-3).

El general Joab se sintió ofendido que se habían arriesgado la vida por defender al rey, y ahora David los menospreciaba al pensar sólo en su hijo muerto. Censura a David con estas palabras: "Hoy has avergonzado el rostro de todos tus siervos...pues hoy me has hecho ver claramente que, si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento. Levántate pues, ahora, y ve afuera y habla bondadosamente a tus siervos; porque juro por el Eterno que si no sales, no quedará ni un hombre contigo esta noche; y esto te será peor que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora" (2 Samuel 19:5-7).

David aceptó el consejo y se reconcilió con el pueblo. Pero se desquitó contra Joab por haber matado con saña a su hijo Absalón. Nombró al general de Absalón, Amasa sobre su propio ejército. "Así inclinó el corazón de todos los varones de Judá, como el de un solo hombre" (2 Samuel 19:14). De este modo, David logró unir al pueblo de Judá de nuevo, pero no el resto de Israel.

De los que lo calumniaron, Simei se humilló ante David por lo que había hecho y David lo perdonó. En cuanto a Mefi-boset, le explicó a David que Siba lo había calumniado y engañado. Cada uno quiso defenderse, y como las cosas no estaban claras, David no quiso prolongar el problema. Determinó que los dos se dividieran las tierras (2 Samuel 19:20).

De los que le ayudaron, como Barzilai, que le suministró todo lo que necesitaron en su huida, David lo invitó a vivir con él. Le agradeció el gesto, pero le dijo que ya era muy anciano y que Quimam, un siervo muy querido de él podía tener ese honor. David lo aceptó y como señal de una perpetua amistad con Barzilai, le dijo: "todo lo que tú pidieres de mí, yo lo haré" (2 Samuel 19:38).

Lamentablemente para David, aún el resto de las tribus de Israel estaban indecisas si debían seguirlo o no. Fue entonces cuando se levantó un benjamita, Seba, que se sublevó contra David. Recuerden que los benjamitas aún añoraban un rey de la estirpe de Saúl. "Así todos los hombres de Israel abandonaron a David, siguiendo a Seba… mas los de Judá siguieron a su rey" (2 Samuel 20:2).

De nuevo se cierne otra cruenta guerra civil. Para evitarla, David envió a Amasa, el nuevo general para reunir el ejército en tres días y atacar al enemigo antes de que se pudiera organizar. Al demorarse mucho, David envió a Abisai, otro general y hermano de Joab tras el enemigo. Joab lo acompañó y desde luego, añoraba estar a cargo del ejército. Cuando apareció Amasa por el camino, Joab le dio "el beso de Judas", pues al saludarlo y besarlo, le enterró su puñal. El pobre Amasa murió un poco después, tal como lo había hecho Abner. Bajo el mando de Joab, el ejército le pone sitio a Abelbet-maaca, una ciudad muy al norte dónde había huido Seba. Para no destruir a la ciudad, los pobladores mataron a Seba y arrojaron su cabeza por el muro. Las tropas volvieron a Jerusalén, y se apagó la guerra civil. David por fin pudo establecerse firmemente de nuevo en Israel.

En el siguiente estudio repasaremos los años finales de este hombre tan valiente y extraordinario que fue el rey David.