#097 - Josué 13-24: "Repartición del territorio; muerte de Josué"

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#097 - Josué 13-24

"Repartición del territorio; muerte de Josué"

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#097 - Josué 13-24: "Repartición del territorio; muerte de Josué"

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Respecto a la distribución de la tierra a las doce tribus, es importante notar que la costa quedaba afuera, además de algunas áreas montañosas, como la misma Jerusalén, aun en manos de los jebuseos (Josué 15:63).

La conquista inicial tomó unos seis años y Dios vio que la etapa de Josué había terminado: "Siendo Josué ya viejo, entrado en años, el Eterno le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer… yo los exterminaré delante de los hijos de Israel; solamente repartirás tu por suerte el país a los israelitas por heredad, como te he mandado. Reparte, pues, ahora esta tierra en heredad a las nueve tribus, y a la media tribu de Manasés. Porque los rubenitas y gaditas y la otra mitad de Manasés recibieron ya su heredad" (Josué 13:1-8).  

Caleb tiene 85 años, pero dice: "todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra" (Josué 14:11). Le pide el permiso a Josué para tomar a Hebrón y Debir como posesión. Estaban aún allí los temibles hombres gigantes, llamados los hijos de Anac.

Caleb conquista a Hebrón y su sobrino, Otoniel, toma a Debir. Otoniel será el Primer Juez que aparece en el siguiente libro "JUECES".

A pesar de todas las conquistas de Israel, a veces cometen el error de no expulsar a los cananeos. "Pero no arrojaron al cananeo que habitaba en Gezer antes quedó el cananeo en medio de Efraín, hasta hoy, y fue tributario… Mas los hijos de Manasés no pudieron arrojar a los de aquellas ciudades; y el cananeo persistió en habitar en aquella tierra. Pero cuando los hijos de Israel, fueron lo suficientemente fuertes, hicieron tributario al cananeo, mas no lo arrojaron. (Josué 16:10; Josué 17:12-13).  

De nuevo vemos un importante principio de Dios en acción. Dios desea que saquen a todos los cananeos pero eso dependerá de la obediencia de los israelitas y no de la sola voluntad de Dios. Era la intención de Dios sacar esa "levadura" del pecado de los cananeos para no "leudar la masa" israelita (vea 1 Corintios 5:6).

En su último discurso, Josué advierte a la siguiente generación de ese peligro: "Y el Eterno vuestro Dios las echará de delante de vosotros y las arrojará de vuestra presencia; y vosotros poseeréis sus tierras, como el Eterno vuestro Dios os ha dicho. Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra; para que no os mezcléis con estas naciones... Porque si os apartaréis, y os uniereis a lo que resta de estas naciones que han quedado con vosotros, y si concertaréis con ellas matrimonios, mezclándoos con ellas, y ellas con vosotros, sabed que el Eterno vuestro Dios no arrojará más a estas naciones delante de vosotros, sino que serán por lazo, por tropiezo, por azote para vuestros costados y por espinas para vuestros ojos, hasta que perezcáis de esta buena tierra que el Eterno vuestro Dios os ha dado" (Josué 23:1-13).  

El hecho fue que luego de la muerte de Josué y Caleb, sólo hicieron a los cananeos que quedan, pagar tributos. "Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía al Eterno, ni la obra que él había fecho por Israel" (Jueces 2:19).  

Entonces, Dios los amonestó: "No invalidaré jamás mi pacto con vosotros, con tal que vosotros no hagáis pacto con los moradores de esta tierra, cuyos altares habéis de derribar; mas vosotros no habéis atendido a mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto? Por tanto, yo también digo: No los echaré de delante de vosotros, sino que serán azotes para vuestros costados, y sus dioses serán tropezadero" (Jueces 2:1-3).

Así, por la negligencia y desobediencia de Israel, Dios permite que estas naciones moren entre ellos, “para probar con ellas a Israel, si procurarían o no seguir el camino del Eterno, andando en él, como lo siguieron sus padres. Por eso dejó el Eterno a aquellas naciones, sin arrojarlas de una vez, y no las entregó en mano de Josué…Así los hijos de Israel habitaban entre los cananeos, meteos, amorreos, ferezeros, heveos… Y tomaron de sus hijas por mujeres, y dieron sus hijas a los hijos de ellos, y sirvieron a sus dioses”  

Es un relato triste, pero también se aplica a nuestras vidas. Dios tratará con nosotros de acuerdo a como lo obedezcamos. Él nos muestra el camino, pero no caminará por nosotros. Su plan se llevará a cabo, pero depende de nosotros si el camino será corto y agradable, o largo y dificultoso. Vemos la misma lección cuando Cristo evalúa proféticamente a su Iglesia en Apocalipsis 2-3. Algunas etapas de la iglesia cumplirían mejor con su Palabra y tendrían una mayor recompensa. Otras etapas tendrían que pasar por más pruebas y castigos para purificarla. No obstante, todas las etapas llegan a un destino feliz, eso es, para los que terminan venciendo.  

Israel tomaría un camino tortuoso y lleno de sufrimientos y rechazos, pero al final del Plan de Dios, “Todo Israel será salvo” (Romanos 11:26). Tendrán una oportunidad para la salvación.   

Luego de repartir el territorio del centro de Canaán entre las nueve tribus restantes, y entregar 48 ciudades a los levitas, se establece la capital en Silo, “y erigieron allí el tabernáculo de reunión” (Josué 18:1). De ahora en adelante, allí vivirán los sacerdotes y en ese lugar todo Israel celebrarán las Fiestas Santas.

Una vez establecidas todas las tribus, sucede un malentendido que casi causa una guerra civil entre los israelitas.

"Así los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés, se volvieron, separándose de los hijos de Israel, desde Silo, que está en la tierra de Canaán, para ir a la tierra de Galaad, a la tierra de sus posesiones, de la cual se habían posesionado conforme al mandato del Eterno por conducto de Moisés.  Y llenando a los límites del Jordán que está en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén y los hijos de Gad, y la media tribu de Manasés edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de grande apariencia…Cuando oyeron esto los hijos de Israel, se juntó toda la congregación de los hijos de Israel en Silo, para subir a pelear contra ellos” (Josué. 22:9-12).

El sacerdote Finees y diez príncipes van a Galaad y le amonestan: “no os rebeléis contra nosotros, edificándoos altar además del altar del Eterno nuestro Dios” (Josué 22:19). Todo fue un malentendido, como explicaron las tres tribus al este del río Jordán: “Lo hicimos más bien por temor de que mañana vuestros hijos digan a nuestros hijos: ¿Qué tenéis vosotros con el Eterno Dios de Israel? El Eterno ha puesto por lindero el Jordán entre nosotros y vosotros… Por esto dijimos: Edifiquemos ahora un altar, no para holocausto ni para sacrificio, sino para que sea un testimonio entre nosotros y vosotros, y entre los que vendrán después de nosotros” (Josué 22:24-27). Así declaró este peligroso malentendido, no era para rivalizar con el altar en Silo sino como un testimonio de la unión entre todas las tribus. Finees quedó satisfecho y volvieron a sus tierras.  

Josué, ya por morir, le entrega el último discurso a Israel. Él sabe lo testarudo y moralmente débiles que son y les advierte: “Ahora, pues, temed al Eterno, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid al Eterno. Y si mal os parece servir al Eterno, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos al Eterno… No podréis servir al Eterno, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados(Josué 24:14-19).  

A pesar de las buenas intenciones y el pacto de ser fiel a Dios que hicieron, la generación joven de Israel no tardaría en apartarse del camino de Dios. Josué muere a los 110 años, y recibe un hermoso testimonio de parte de Dios: "Y sirvió Israel al Eterno todo el tiempo de Josué,  y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que sabían todas las obras que el Eterno había hecho por Israel (Josué 24:31). Por eso, es normal que la segunda generación de creyentes, es decir, los hijos de los convertidos, no sea tan fuerte como la primera.