#095 - Josué 7-9
"Los amorreos; destrucción de Hai"
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#095 - Josué 7-9: "Los amorreos; destrucción de Hai"
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Con la caída de Jericó, se abre el interior del país para la conquista. Es importante entender algo de estos habitantes cananeos, llamados originalmente "amorreos" (Génesis 15:16), por ser los más antiguos y populosos. Eran semitas y parientes de Israel. Dice Dios sobre Jerusalén: "Tu padre fue un amorreo y tu madre una hetea" (Ez 16:3).
LOS HABITANTES DE CANAÁN
La clave para comprender quién eran los cananeos lo tienen precisamente los amorreos. Ellos eran el pueblo principal y convivían con 9 pueblos menores. Aparecen en la historia como un imperio que conquistó desde el sur de Babilonia hasta Canaán.
Después de la partida de Abraham de Ur, los amorreos invadieron a Ur y conquistan toda la zona de Babilonia. Dios sacó a Abraham justo a tiempo. Luego los amorreos extendieron sus conquistas hasta Canaán.
El más famoso rey amorreo fue Hamurabi, quien estableció el famoso código con su nombre. Por eso los amorreos serían los principales responsables de cómo administraban la tierra de Canaán durante los 400 años desde la muerte de Abraham hasta la conquista de Israel (Génesis 15:13-16). Lamentablemente, en vez de arrepentirse, se corrompieron completamente. Como unas manzanas podridas que siguen pudriendo a las demás, ya no tenían remedio. Dios les había dado 400 años de tiempo para evitar el exterminio y ser reemplazados por un pueblo con leyes limpias. Por tanto, Dios "endurecía el corazón de ellos para que resistiesen con guerra a Israel, para destruirlos, y que no les fuese hecha misericordia" (Josué 11:20).
Sobre la historia de los amorreos, un historiador relata: "Con la llegada de los amorreos alrededor del año 2000 a.C., despunta un nuevo día para Canaán. Al comenzar el comercio, las sendas del ganado se convierten en las huellas de caravanas, que a su vez se transforman en caminos, y los pacíficos pueblos de mercado llegan a ser los lugares que hoy nos son conocidos por sus nombres bíblicos posteriores. En puntos estratégicos a través de Canaán, erigieron los amorreos poderosas ciudades fortificadas, como Jericó, Megido, Taanac. Bet san. Laeuis y muchas más. Cada una de estas ciudadelas regía un distrito con todas sus villas y pequeñas poblaciones. Los amorreos, desde Cades, su metrópoli septentrional, gobernaban regularmente el país por medio de comisionados o gobernadores. Estos eran responsables de la seguridad de su distrito y de reunir los tributos.
En el Antiguo Testamento se designa a estos gobernadores como "reyes". Tal era el caso del "rey" de Jericó que murió (Josué 6:2) y anteriormente los "reyes" amorreos, Sehón y Og (Números 21:21- 35)."
La segunda nación de importancia en Canaán eran los heteos, cuya tierra abarcaba "desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Eufrates, toda la tierra de los heteos". Se menciona así porque los heteos habían conquistado a los amorreos unos siglos antes, aunque nunca fueron la mayoría de los habitantes. "Después de vencer a los amorreos, los heteos al parecer gradualmente' se unieron con ellos para formar el pueblo conocido como los "cananeos". Los heteos parecen haber ocupado al principio sólo las ciudades y la comarca montañosa, mientras los amorreos conservaron los valles y distritos rurales. Los aliados de Abraham en su hazaña militar referida en Génesis 14, fueron los amorreos de la llanura de Mamre, pero compró a los heteos el campo de Macpela en Hebrón (Génesis 23:7-10).
"De esta incorporación de los amorreos y los heteos surgieron muchos pueblos más pequeños que se mencionaban en el Antiguo Testamento. Algunos de éstos tomaron sus nombres de las ciudades o comarcas en que habitaron. Los jebuseos poseían la ciudad de Jerusalén. Otros pueblos tomaron sus nombres de sus principales industrias y ocupaciones. Los ferezeos trabajaron los metales, cuyo nombre significa herreros" (La Arqueología y la Biblia, p. 27-29).
Llegamos así a la segunda ciudad que será conquistada – Hai. Esta era más pequeña que Jericó y Josué, confiado en una victoria fácil ordenó: "No suba todo el pueblo, sino suban como dos mil o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo el pueblo yendo allí, porque son pocos" (Josué 7:3). Por eso, la sorpresa fue mayúscula cuando fueron derrotados ignominiosamente.
A Josué le entró el pánico, y en oración se queja amargamente ante Dios: "¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! ¡Ay Señor! ¿Qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tú gran nombre?" (Josué 7:7-9).
Dios le contesta: "Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres" (Josué 7:10-11). Acán, de la tribu de Judá, confiesa haber robado "un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata y un lingote de oro".
Recuerden que la plata y el oro hallado debía ser consagrado a Dios, por tanto, Acán le robó a Dios. De nuevo, como fue la primera violación de la conquista, Dios no podía permitir un mal ejemplo que pronto sería copiado por otros. Acán debía servir como una advertencia a todos de aquí en adelante. Muere apedreado por toda la congregación.
Luego Hai es tomada fácilmente con la sabiduría y la ayuda que Dios le brinda a un Israel ahora limpio ante Él. Dios le entrega la estrategia ganadora a Josué: "Pondrás, pues, emboscadas a la ciudad detrás de ella" (Josué 8:2). Los israelitas fingen atacar a la ciudad y huir. Esto entusiasma a los de Hai a perseguir al enemigo, y "no quedó hombre en Hai ni en Bet-el, (otra ciudad cercana), que no saliera tras de Israel; y por seguir a Israel dejaron la ciudad abierta. Entonces Dios dijo a Josué: Extiende la lanza que tienes en tu mano hacia Hai… y Josué extendió la lanza y… levantándose prontamente de su lugar los que estaban en la emboscada, corrieron luego que él alzó su mano, y vinieron a la ciudad, y la tomaron y se apresuraron a prenderle fuego. Y los hombres de Hai volvieron el rostro, y al mirar, he aquí que el humo de la ciudad subía al cielo, y no pudieron huir ni a una parte ni a otra… no quedó ninguno de ellos que escapase… y cayeron… doce mil" (Josué 8:18-22).
LA EMBOSCADA A LA CIUDAD DE HAI
Hay una importante lección espiritual en el relato de Hai. Aquí vemos el principio de que si uno peca seriamente ante Dios y lo oculta, ya no tendrá la protección ni la ayuda de Dios para combatir las pruebas. Sin embargo, al eliminar "lo inmundo" que uno oculta, vuelven las bendiciones y protecciones de Dios. Es el principio: "El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia" (Proverbios 28:13).
Con la conquista de Hai, ahora queda el camino abierto al valle central de Israel para llegar al Monte Ebal. Allí cumplen fielmente con las instrucciones dadas por Dios.
Mientras tanto, las noticias de las derrotas de Jericó, Hai y Bet-el corren como un reguero de pólvora. Las demás ciudades tomaron la decisión lógica de unirse para que no fueran derrotadas una a la vez.
Hubo una excepción – la ciudad cercana de Gabaón, cuyo turno era próximo.
Ellos decidieron rendirse, pero "usaron de astucia" (Josué 9:4) para evitar ser destruidos. "Se fingieron embajadores, y tomaron sacos viejos sobre sus asnos… y zapatos viejos… Y vinieron a Josué y le dijeron: Nosotros venimos de tierra muy lejana; haced, pues, ahora alianza con nosotros… Nosotros somos tus siervos… Y los hombres de Israel tomaron de las provisiones de ellos, y no consultaron al Eterno. Y Josué hizo paz con ellos, y celebraron con ellos alianza concediéndoles la vida; y también lo juraron los príncipes de la congregación... Pasados tres días después que hicieron alianza con ellos, oyeron que eran sus vecinos… Y no los mataron los hijos de Israel, por cuanto los príncipes de la congregación les habían jurado por el Eterno el Dios de Israel. Y toda la congregación murmuraba contra los príncipes… Y Josué los destinó aquel día a ser leñadores y aguadores para la congregación" (Josué 9:4 27).
Así los gabaonitas moraron con Israel fielmente pero 400 años más tarde, el rey Saúl trató de exterminarlos cruelmente. Dios trajo una maldición sobre Israel por esto y sólo cuando David entregó dos de los hijos de Saúl y cinco nietos para ser ahorcados por los gabaonitas, Dios quitó la sequía sobre Israel (2 Samuel 21:1-14).