#079 - Números 17-19: "La vara floreciente; diezmos; la vaca roja"

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#079 - Números 17-19

"La vara floreciente; diezmos; la vaca roja"

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Dios le ordena a Moisés: "Habla a los hijos de Israel, y toma de ellos una vara por cada casa de los padres, de todos los príncipes de ellos, doce varas conforme a la casa de sus padres; y escribirás el nombre de cada uno sobre su vara. Y escribirás el nombre de Aarón sobre la vara de Leví; porque cada jefe de familia de sus padres tendrá una vara. Y las pondrás en el tabernáculo de reunión delante del testimonio, donde yo me manifestaré a vosotros. Y florecerá la vara del varón que yo escoja, y haré cesar de delante de mí las quejas de los hijos de Israel con que murmuran contra vosotros" (Números 17:1-5).

Aquí de nuevo hay bastante información entre líneas que muchas veces pasa desapercibida y podemos perder valiosas lecciones. Además, todos estos detalles confirman la autenticidad del relato, pues demuestran la naturaleza humana tal como es desde el punto de vista de Dios.

Notemos dos detalles del relato. El primero se les pide a los príncipes que presenten las varas que simbolizan cada tribu. Estos príncipes eran los primogénitos y jefes de cada una de las familias principales. Si el sacerdocio se hubiese repartido entre las tribus, estos príncipes habrían recibido el título. Aún quedaban ambiciones por conseguir el sacerdocio.

El segundo detalle interesante es que se escribió el nombre de Aarón en vez del nombre de Leví en la vara perteneciente a esa tribu y así no daba lugar a abrir otra controversia entre los levitas de quién debería ser el sacerdote.

De modo que ahora ya no sería la designación del sacerdocio por boca de Moisés sino por un acto milagroso de Dios. Cada vara, que eran palos secos y duros, algunas veces, pasados de generación en generación como un cetro, fueron colocadas dentro del tabernáculo hasta el día siguiente. ¿Qué sucedió? "...y he aquí que la vara de Aarón de la Casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras” (Números 17:8). Las demás varas no habían cambiado. La vara de Aarón se guardó dentro del arca como recuerdo, junto con las tablas de la ley y el frasco de maná.

Recuerden que todas las cosas del tabernáculo son un "símbolo para el tiempo presente" y tienen, junto con las instrucciones sacerdotales, "la sombra de los bienes venideros" (Hebreos 9:9; Hebreos 10:1). Así también, la vara de Aarón tiene un significado espiritual para el verdadero cristiano (vea también al respecto Estudio #60).

Aquí la vara de Aarón simboliza la legítima autoridad conferida por Dios a sus ministros, como en verdad eran Moisés y Aarón. Y tal como los otros objetos dentro del arca representan las recompensas recibidas por los suyos en la venida de Cristo, así también es la vara de Aarón.

Las tablas de la ley serán escritas en nuestras mentes (Hebreos 10:16-17) y el maná escondido (dentro del arca) será entregado, lo que significa la vida eterna (Apocalipsis 2:17 y Juan 6:48-51). De la misma manera, la vara de Aarón representa la autoridad otorgada por Cristo a los miembros que perseveran hasta el fin para gobernar a las naciones. "Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro" (Apocalipsis 2:26-27).

Tal como menciona Josefo: "El pueblo quedó tan asombrado ante aquel espectáculo extraordinario, que, aunque sentía hacia Moisés y Aarón cierto grado de odio, dejó a un lado esa aversión y comenzó a admirar el juicio de Dios; y todos aplaudieron lo que Dios había decretado y permitieron que Aarón gozara pacíficamente el sacerdocio. De ese modo Dios ordenó a su sacerdote tres veces; y éste retuvo el honor sin posteriores contratiempos. Y esta sedición de los hebreos, que había sido grande y duradera, quedó finalmente solucionada."

Es importante notar algo sobre este punto. La razón principal de las quejas contra Moisés era que Moisés no podía darse el lujo que caracteriza la gran parte de la política moderna de transar los principios cuando conviene para mantener el poder. Moisés no podía ni deseaba transar con la ley de Dios, igual que nosotros tampoco debemos hoy día. Sin embargo, el mantenernos firmes traerá persecuciones y burlas, tal como tuvo que soportar Moisés.

Por ejemplo, en el caso de Coré, hubiese sido "políticamente" conveniente haberle dado el puesto sobre los coatitas. Así podía satisfacer sus aspiraciones frustradas y dejar de ser la cabecilla del motín. Sin embargo, había un solo detalle que lo impedía – Dios había designado a otra persona en ese puesto, a Elizafán (Números 3:30). Moisés no iba a buscar lo que más le convenía a él como líder, y lo confirmó cuando dijo "no las hice de mi propia voluntad" (Números 16:28).

Por ende, esta es una de las muchas valiosas lecciones que debemos aprender de este relato. Siempre existirán las críticas, pues es imposible agradar a todos, pero lo importante es mantenerse firme a los principios de Dios y no ceder ante las presiones: "Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5:29). Sin embargo, debemos a la vez ser siempre amables y llegar hasta amar a nuestros enemigos.

Ahora el pueblo se espantó ante el gran poder de Dios y las destrucciones que vinieron por acercarse mucho al sacerdocio. Dijeron: "Cualquiera que se acercare, el que viniere al tabernáculo del Eterno, morirá. ¿Acabaremos por perecer todos?" (Números 17:13). Dios calma las inquietudes al manifestarles que será Aarón y sus hijos los que se ocuparán de todas las cosas sagradas.

Luego de confirmar a Aarón en el cargo, Dios de nuevo subraya la autoridad de Aarón sobre los levitas: "Y guardarán lo que tú ordenes, y el cargo de todo el tabernáculo; mas no se acercarán a los utensilios santos ni al altar, para que no mueran ellos y vosotros" (Números 18:3).

También Dios le entrega la autoridad a Aarón sobre las primicias y las ofrendas (Números 18:8) como las de los días santos para llevar a cabo la Obra de Dios.

Además, le menciona que él y el resto de los levitas no deberían trabajar aparte de sus ocupaciones religiosas. "De la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y heredad en medio de los hijos de Israel. Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio" (Números 18:20-21). Aquí tenemos de nuevo la forma que se financia el ministerio según la ley de Dios. El Apóstol Pablo lo confirma en el Nuevo Testamento: "¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio" (1 Corintios 9:13-14).

A través de la historia bíblica, Dios planeó para que los ministros tuviesen una alta preparación. Los levitas pasaban por una intensa educación que duraba hasta los 25 años (Números 8:24). Esto equivale a una carrera universitaria. Debían ser expertos en la ley de Dios, la predicación, la administración de la Obra de Dios, educadores del pueblo, jueces sobre disputas entre el pueblo, conocedores de las leyes de la salud, la higiene, la música, la alimentación y tener familias en buen orden. Cuando no eran bien educados, el pueblo solía caer en apostasía, como ocurrió después de la derrota de las diez tribus norteñas de Israel por los Asirios. Al quedar el territorio desocupado y los levitas llevados en cautiverio, pusieron personas ilegítimas en los puestos ministeriales: "Temían al Eterno, e hicieron del bajo pueblo sacerdotes de los lugares altos, que sacrificaban para ellos en los templos de los linares altos... Hasta hoy hacen como antes; ni temen al Eterno, ni guardan sus estatutos" (2 Reyes 17:32-34).

También otro pecado común era nombrar a personas que estén a cargo de grupos que no han sido ordenadas por los ministros de Dios, como en los tiempos de Jeroboam: "Hizo también casas sobre los lugares altos, e hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví" (1 Reyes 12:31). Este es el comienzo en realidad de lo que tenemos hoy día, cientos de diferentes grupos "cristianos" que no son legítimos, pues sus ministros no provienen de la verdadera iglesia. Sin embargo "hacer un ministro" no es difícil, no obstante, no tiene legitimidad ante Dios.  Si el hombre hubiera temido poner a personas a cargo de las funciones religiosas, sólo tendríamos una iglesia cristiana en todo el mundo.

Volviendo al tema de los diezmos según las normas bíblicas, hoy día los diezmos se administrar desde la jefatura mundial y los ministros locales no toman decisiones propias sobre el uso de los diezmos. Estos son distribuidos en forma mundial y equitativa según las necesidades de cada área para llevar a cabo la Obra de Dios y para ministrar las iglesias. Así todas las regiones son atendidas con la misma calidad, aunque no todas tienen suficientes ingresos en su área local. Pablo menciona este principio: "Porque no digo esto para que haya para otros holgura (países ricos), y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos...para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco no tuvo menos" (2 Corintios 8:13-15).

Luego viene el principio del "diezmo del diezmo", es decir el 10% del diezmo. "De entre sus propios diezmos recibidos, los levitas tenían que pagar diezmos a los sacerdotes, así como el pueblo les daba a ellos. Lo mejor de sus diezmos había de ser destinado a los sacerdotes, y después gozaban de la misma libertad de hacer uso del resto que tenían los demás israelitas" (Comentario Exegético, p. 139). Esto se aplica en la Iglesia hoy día, primero porque los ministros entregan el diezmo a Dios de lo recibido. En segundo término, este principio se usa para la Fiesta de los Tabernáculos en lugares donde se alquilan los salones de reunión.

En el capítulo 19 tenemos otro importante detalle sobre la higiene en Israel – el uso del agua purificadora. Debían primero tomar una vaca rojiza y luego sacrificarla e incinerarla para usar las cenizas que se mezclaban con agua limpia. Era necesario usar un sacrificio porque había pecado involucrado. Sin embargo, era necesario "esterilizar" esta porción que se mezclaba con el agua. No existe una norma bíblica que se preste para causar un contagio.

Por ejemplo, la persona que ministraba a un enfermo en Israel, como lo hacen las enfermeras hoy día, podía ser una transmisora de enfermedades contagiosas. Si moría el enfermo, esa "enfermera" que había tocado al muerto quedaba prohibida de participar en las actividades comunitarias, un tipo de cuarentena. Esta persona podía estar contaminada con una peste mortal que sería fácil transmitir a otros. Por eso, al tercer día la persona debía ser rociada con esta agua especial y el séptimo día debía lavarse íntegramente además de su ropa para ser integrada a la vida social. También la tienda donde había muerto el enfermo era sellada por siete días para evitar el contagio y rociada con agua e hisopo. Recuerden que el hisopo era una planta con propiedades antisépticas (vea estudio #66). Otro detalle delata las razones higiénicas que Dios no podía explicar a un pueblo tan primitivo pero que se ponía en vigencia: "Y toda vasija abierta, cuya tapa no esté bien ajustada, será inmunda" (Números 19:15).

Aquí vemos el conocimiento 3500 años antes de su descubrimiento por la ciencia de que el virus o bacteria pueden flotar en el aire y caer dentro de una vasija cuyo contenido queda contagiado. Estas eran medidas muy eficaces. Primero porque la "enfermera" debía presentarse al sacerdote, que era un experto en enfermedades contagiosas (Levítico 13:15) y podía detectar al tercer día si la persona estaba contagiada o no. También quedaba en un estado de "cuarentena preventiva" por una semana para ver si había contraído alguna enfermedad o no es transmitido.

Estos son principios que se usan hoy día en los hospitales basándose en la ley de la cuarentena, la esterilización, el lavado y el diagnóstico precoz de una enfermedad contagiosa. No podemos imaginar hoy día lo frecuente y lo devastador que es una peste mortal que puede pronto arrasar a un país entero. De este modo el pueblo de Israel se protegía de las frecuentes pestes que destruían a otros pueblos. Todo se basaba en estas maravillosas leyes que tuvieron que ser "desempolvadas" por muchos científicos y médicos que vieron en la Biblia estos principios. Sin embargo, se olvidaron de guardar todas las demás leyes.