#067 - Levítico 15-16: "Leyes higiénicas; Día de Expiación"

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#067 - Levítico 15-16

"Leyes higiénicas; Día de Expiación"

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Principalmente esto tiene que ver con los flujos que emanan en forma natural o anormal del hombre o la mujer. Sobre Levítico 16 señalan: “El flujo de cualquier otra parte del cuerpo, por ejemplo, la nariz o el oído no es considerado inmundo. El reglamento se aplica más bien a cuatro situaciones:

  1. Las descargas anormales masculinas por enfermedades venéreas como gonorrea (Levítico 15:2-15);
  2. Emisiones normales de semen (Levítico 15:16-18);
  3. La menstruación normal (Levítico 15:19-24) y;
  4. Descargas femeninas por enfermedades (Levítico 15:25-30)”. (Comentario Interpretativo Bíblico, p. 77).

Notemos primero que el flujo de semen que se menciona en los vs. 2-15 es algo anormal: “sea que su cuerpo destiló a causa de su flujo, o que deje de destilar a causa de su flujo, él será inmundo (vs. 3).

Hoy día entendemos lo peligroso que es tener contacto con una descarga de flujo humano. Al entrar en contacto con el semen u otro flujo de una persona que tiene una enfermedad venérea como el SIDA, gonorrea, sífilis o herpes, bien puede quedar infectado. Tal como en el caso del SIDA, el semen o la sangre menstrual del contagiado son los focos principales para contraer la enfermedad.

Lo que sucede es que, al contrario de la saliva que es una solución diluida, el flujo de semen en el hombre o la sangre menstrual en la mujer son un verdadero caldo de cultivo por la concentración de materia orgánica.

La solución para evitar el contagio era una cuarentena de los objetos tocados por el flujo y el lavarse enteramente antes de entrar en contacto con otras personas. Estos son los mismos principios que se aplican en los hospitales, pues la esterilización de los objetos contaminados y el lavado por el personal son las reglas principales de higiene en un hospital.

Así vemos claramente que estos reglamentos tenían el efecto de establecer muy altas normas de higiene para el pueblo de Israel. Sin embargo, no estaban relacionados con la adoración espiritual de Dios. Por lo tanto, su intención tenía un fin físico de higiene.

En el Nuevo Testamento, se conservan los principios de la higiene y la alimentación, pero ya no era necesario el rito de presentarse al sacerdote aarónico. Noten que en la conferencia ministerial en Hechos 15, los principios de alimentos limpios y de no comer sangre, pero los rituales relacionados con las impurezas no son necesarias, sino sólo como medida higiénica es el lavarse después de tener un flujo y evitar el contacto hasta el anochecer.

Los Apóstoles decretaron: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre (siguen leyes alimenticias, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis” (Hechos 15:28-29). Hoy día, debemos siempre lavarnos después de tener un flujo de semen o durante la menstruación de la mujer.

A propósito, antes de finalizar esta sección sobre la higiene de los flujos humanos, la arqueología ha encontrado en Israel que se hacían algunas cirugías primitivas en ese entonces. Una tenía que ver con los tumores en la cabeza. Sólo se entrega como un dato interesante sobre la medicina de ese entonces.

Esta sección sobre la higiene es otra prueba de la inspiración divina de la Biblia. Como han visto, no hay una sola superstición relacionada al tema, ni ningún remedio egipcio. Tal como lo menciona el Dr. McMillen en su libro, Ninguna Enfermedad.

“En el Papiro Ebers se aconsejan varios cientos de remedios para enfermedades. En sus drogas, los egipcios mezclaban cosas tales como: ‘polvo de estatua’, caparazón de escarabajo’, cabeza de anguila eléctrica’, ‘rabo de ratón’, etc. Por el tiempo en que se escribió este libro de texto médico egipcio, nacía Moisés en Egipto; y aunque sus padres eran hebreos, fue criado en la corte de Faraón, y “Enseñado… en toda la sabiduría de los egipcios” (Hechos 7:22). Es bastante seguro que Moisés estaba bien familiarizado con el conocimiento médico de su tiempo. También muchos miles de israelitas lo conocían, y sin duda habían usado algunos de los remedios corrientes mencionados en el Papiro Ebers”.

“Sin embargo, cuando Moisés sacó a los israelitas de Egipto, Dios hizo un pacto extraordinario con la nueva nación: “Si oyeres atentamente la voz del Eterno tu Dios, e hiciere lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy el Eterno tu sanador” (Éxodo 15:26). ¡Vaya promesa! ¿Acaso no habían sido afligidos los egipcios y los israelitas por epidemias durante siglos? Los remedios registrados en sus libros de medicina no habían logrado prácticamente nada y a menudo el “remedio” era peor que la enfermedad. Sin embargo, aquí el Señor hacía una promesa fantástica de liberar a los israelitas de las epidemias de enfermedades de Egipto”.

“Luego, Dios procedió a darle a Moisés cierto número de mandamientos, los cuales, hoy día, forman parte de nuestra Biblia. Ya que aquellas instrucciones médicas eran completamente distintas a las registradas en el PAPIRO EBERS, Dios, con toda seguridad, no estaba copiando a las autoridades del momento en el campo de la medicina.  ¿Tendría Moisés, quien había sido instruido en las universidades reales para postgraduados, la fe suficiente como para aceptar aquellas innovaciones divinas sin añadir a las mismas algunas de las cosas que le habían enseñado los egipcios? Por el relato de Éxodo, descubrimos que Moisés tenía tanta fe en las leyes de Dios que no incorporó ni un solo concepto médico erróneo a aquellas instrucciones inspiradas. Si él hubiera cedido a la inclinación natural de añadir, aunque sólo fuera un poco, de su “enseñanza universitaria moderna”, leeríamos recetas tales como “el diente de un asno machacado en miel”; por no hablar de las drogas que los médicos eminentes preparaban a partir de excrementos, cargados de bacterias de perros, gatos y moscas” (Ninguna Enfermedad, McMillen, p. 21).

Respecto al tema de la medicina en la Biblia, primero es bueno ver qué significa el término MEDICINA: “Ciencia y arte de precaver y curar las enfermedades del cuerpo humano” (Diccionario de la Lengua Española). Como hemos visto, la medicina en la antigüedad estaba plagada por la superstición. El Diccionario Interpretativo de la Biblia señala: “En Egipto, las enfermedades se relacionaban con la actividad de espíritus malvados y la forma más eficaz de contrarrestarlos era por la magia. Como resultado, el sacerdote–médico de Egipto empleaba ritos mágicos para las enfermedades de los ojos, quemaduras, heridas, etc. Se usaban también hierbas y sustancias de animales, pero casi siempre acompañadas de frases mágicas”.

“En cambio, los principios médicos en los primeros libros de la Biblia representan un adelanto considerable al repudiar la magia por completo. En vez, se considera la enfermedad en términos prácticos y del punto de vista de la relación espiritual entre el enfermo y su Dios. Los principios de higiene personal y social que se encuentran en las secciones médicas de Levítico son únicos en la Antigüedad. Sólo aquí se encuentran análisis racionales de las enfermedades”.

“El deber de enseñar y aplicar estos principios recaía sobre los sacerdotes, quienes recibieron las instrucciones de cómo diagnosticar ciertos casos de enfermedades como la lepra… La responsabilidad de la salud pública era de los sacerdotes y las parteras. Los deberes médicos de los sacerdotes están ligados a sus responsabilidades religiosas. El libro de levítico tiene siete formas de purificación en que razones médicas además de religiosas imperan. Estas son:

  1. Parto (Levítico 12);
  2. Lepra (Levítico 13);
  3. Enfermedades Venéreas (Levítico 15:2-15);
  4. Semen (Levítico 15:16-18);
  5. Relaciones sexuales;
  6. Menstruación (Levítico 15:19-30);
  7. Cadáver (Levítico 21:1-3).

“Como Dios era reconocido como el Sanador Supremo, el papel del sacerdote, además del diagnóstico, era preparar ciertos bálsamos y hierbas.

En Jeremías 8:21-22 el provecho del bálsamo de Galaad muestra que, en Galaad, una región de Israel, se usaban ungüentos medicinales. Para heridas y lesiones infectadas usaban medicamentos que incluían bálsamos y aceites (Isaías 1:6)… más tarde, las medicinas se vieron como productos naturales y útiles para el hombre”.

“En ocasiones, Cristo mencionó en sus enseñanzas a los médicos, y citó algunos dichos populares al respecto (Mateo 9:12; Lucas 4:23). En general indicaba que era competentes, pero había ocasiones en que sus tratamientos fracasaban (Marcos 5:26). Se habla de Lucas como “el médico amado” (Colosenses 4:14), y en sus escritos se nota la precisión cuando describe las sanidades en el ministerio de Cristo… su uso especial de términos médicos indica que fue entrenado según la tradición griega de la medicina”.

Respecto al uso de médicos, El Noticiero del 14 de marzo de 1988 relata: “Las escrituras que más se suelen citar como una prueba de que no se debe acudir a un médico o utilizar medicinas son 2 Reyes 1:1-4 y 2 Crónicas 16:12-13. En 2 Reyes 1:1-4 se cita el ejemplo del rey Ocozías quien al estar enfermo envió mensajeros y desdijo: “Id y consultad a Baalzebub dios de Ecrón, si he de sanar de esta mi enfermedad”. La respuesta de Dios fue: “¿No hay Dios en Israel, que vais a consultar a Baalzebub dios de Ecrón?”. Estos versículos no están condenando en ninguna forma a los médicos o a las medicinas. El contexto pone muy en claro que el error de Ocozías fue consultar a otro dios, Baalzebub, dios de la medicina. La consulta era acerca del futuro; el cuidado médico no se menciona aquí. Ocozías fue reprendido por idolatría”.

“Otra escritura que se suele citar para tratar de demostrar que el acudir a los médicos o a la medicina es erróneo es 2 Crónicas 16:12-13. Se relata aquí la historia de Asa, quien, habiendo enfermado de los pies, “no buscó al Eterno, sino a los médicos” (vs. 12). Es claro aquí que el error de asa fue buscar a los médicos en lugar de buscar a Dios. Hoy podemos decir lo mismo. Las personas no deben confiar en la medicina como si fuera un dios. En Jeremías 17:5 se nos dice: “Maldito el varón que confía en el hombre y pone carne por su brazo y su corazón se aparta del Eterno”. Muchas de las prácticas médicas de aquella época no eran como la ciencia estrictamente disciplinada que tenemos hoy. Aún si dios hubiera condenado específicamente la ayuda médica de aquella época (lo cual no hizo en esta sección de la Escritura), su condenación no se aplicaría sin modificaciones a nuestros días, puesto que hay gran diferencia entre la medicina de hoy y la de aquellos tiempos. Tal vez lo único que tienen el común es el nombre. Esta sección de la Escritura no se puede utilizar para probar que un cristiano no debe buscar atención médica. Podemos resumir diciendo que la Biblia sí condena, y con frecuencia, a los antiguos médicos que confiaban en dioses paganos, en amuletos, conjuros y magia. Sin embargo, no condena a quienes buscan ayuda práctica y científica para su enfermedad si su confianza está puesta totalmente en Dios”.

EXPIACIÓN

Ahora entramos en otro tema relacionado con las impurezas, pero de carácter espiritual. En Levítico 16 tenemos el detalle de cómo guardar el Día de Expiación. Pertenece en esta sección porque aborda cuándo se limpiaban los pecados de Israel.

Sabemos que el Día de Expiación es la quinta Fiesta Santa de Dios y en el Plan de Salvación que se esboza en estas Fiestas, representa cuando Satanás será atado por mil años al regreso de Cristo a la Tierra. Veamos ahora la analogía tan perfecta de esta Fiesta Santa. Sólo en el Día de Expiación el Sumo Sacerdote podía entrar en el lugar santísimo del Tabernáculo. “Y…tomará dos machos cabríos para expiación (Levítico 16:5). “Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por el Eterno, y otra suerte por Azazel”.

¿Quién es Azazel? Según los diccionarios bíblicos significa “el expulsado” y se refiere al Diablo. Las suertes echadas eran una plegaria solemne para que Dios decidiera un asunto difícil. Era una ceremonia sagrada que incluía la intervención de Dios. Sin embargo, hoy echar suertes se hace con fines de lucro al apostar y es en contra de los principios bíblicos. ¿Quién representaba el otro macho cabrío? Al Eterno, o sea al Dios del Antiguo Testamento quien llegó a ser Jesucristo (1 Corintios 10:4). Era la sangre de este sacrificio que se rociaba en el propiciatorio para expiar los pecados de Israel. En Hebreos 9:11-14 es Cristo el que cumplió ese significado cabalmente. Ahora bien, aunque esto dos machos cabríos eran casi idénticos ante los hombres, uno tipificaba a Cristo y el otro a Satanás (Azazel). Los hombres no estaban calificados para determinar cuál de los machos cabríos debía representar a quien. Por tanto, era necesario apelar solemnemente a Dios para que él decidiera el caso. Esto representa, en forma simbólica, que el hombre no puede identificar correctamente la verdadera religión. Como el Azazel, Satanás ha hecho tan bien su trabajo de decepción, que el hombre en general no sabe a quién sirve. La mayoría de los que profesan ser cristianos en realidad están bajo un engaño y en vez de seguir a Cristo, siguen al “ángel de luz” disfrazado. “Pues como ellos no creen, el dios de este mundo los ha hecho ciegos de entendimiento, para que no vean la brillante luz del evangelio del Cristo glorioso (2 Corintios 4:4, Versión Popular) y también “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Corintios 11:14). ¿Cuál es entonces el chivo “disfrazado”?

Azazel, el chivo vivo, era conducido al desierto a vagar. Este macho cabrío es un símbolo de Satanás que es un espíritu inmortal pero que vagará en las tinieblas por la eternidad (Judas 1:13).

Así tenemos en el Día de Expiación este simbolismo tan importante. La mejor manera de entenderlo es mediante un esquema comparativo:

Simbolismos del Día de Expiación