#060 - Éxodo 27-34
"El Tabernáculo (final) y el becerro de oro"
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#060 - Éxodo 27-34: "El Tabernáculo (final) y el becerro de oro"
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Como hemos visto, cada parte representaba una etapa en el Plan de Salvación de Dios. Primero venía el llamamiento de Dios, luego nuestro arrepentimiento, el bautismo, la imposición de manos, el alimento espiritual cada sábado y terminaba con nuestras oraciones ante Dios. ¿Qué nos queda?
Sólo los tres objetos que estaban dentro del Arca: "Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció y las tablas del pacto" (Hebreos 9:3,4).
Estos objetos tienen un significado espiritual trascendental, pues simbolizan los tres inmensos milagros que Dios hará en nosotros cuando venga Jesucristo. Sólo los que entran en ese pacto matrimonial con Cristo en su venida tendrán parte en estas magníficas bendiciones (Apocalipsis 19:7-9).
EL MANÁ
¿Cuales son? Primero tenemos la urna de oro con el maná que representaba "el pan del cielo". Cristo nos aclaró su significado espiritual: "Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual Yo daré por la vida del mundo" (Juan 6:48-51). Para recalcar el mensaje de darles la vida eterna, le promete a su iglesia: "Al que venciere, daré a comer del maná escondido" (Apocalipsis 2:17). "Escondido" se refiere a que se encontraba dentro del Arca o porque no es terrenal.
El segundo objeto era la vara de Aarón que reverdeció. El relato del florecimiento de la vara se encuentra en Números 17 donde vemos que era un símbolo de la autoridad de quienes Dios ha puesto en autoridad. Había sucedido una rebelión muy grave dirigida por Coré, y "doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, de los del consejo, varones de renombre" (Números 16:1-2).
LA VARA DE AARÓN
Con el fin de terminar con estas disputas sobre quién tenía la autoridad, Dios instruyó a Moisés que pusiera la vara de Aarón "en el tabernáculo de reunión delante del testimonio, donde yo me manifestaré a vosotros. Y florecerá la vara del varón que yo escoja, y haré cesar de delante de mí las quejas de los hijos de Israel con que murmuran contra vosotros...Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras...Y el Eterno dijo a Moisés: Vuelve la vara de Aarón delante del testimonio, vara que se guarde por señal a los hijos rebeldes; y harás cesar sus quejas de delante de mí para que no mueran" (Números 17:4-10).
Esta vara de Aarón fue puesta en el Arca como un recuerdo de que sólo Dios tiene la autoridad para escoger a sus siervos. Coré y sus seguidores quisieron usurpar ese poder y elegirse al puesto de Moisés y Aarón pero sólo consiguieron su propia destrucción.
Por tanto, la segunda recompensa que Dios nos entregará en la venida de Cristo será la vara de autoridad para gobernar a las naciones. "Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre" (Apocalipsis 2:26-27).
La palabra "regirá" es la misma traducida en otras partes como "pastoreará", de modo que la vara es un instrumento pastoril para proteger al rebaño de los depredadores. Cristo mismo, el ejemplo perfecto del amor y la mansedumbre, tiene esa misma vara para castigar a las naciones belicosas. "De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y las regirá con vara de hierro: y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso" (Apocalipsis 19:15).
LAS TABLAS DE LA LEY
Finalmente tenemos el tercer artículo: las dos tablas con los Diez Mandamientos. Este es el tercer elemento que Dios nos entregará en la venida de Cristo. Después de darnos la vida eterna (simbolizada por el maná), la autoridad para regir a las naciones (representada por la vara de Aarón), ahora nos pondrá su ley en nuestras mentes para Jamás desear pecar. "Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor; pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré" (Hebreos 8:10). No seremos capaces de sentir tentaciones para pecar, pues automáticamente desearemos siempre guardar lo bueno expresado por sus leyes (1 Juan 3:2-5).
Así terminamos el estudio de cada uno de los componentes del Tabernáculo de Dios. Son símbolos del proceso que Dios está llevando a cabo para que la humanidad tenga un acceso completo con Dios, el Padre y el Hijo. Como vimos, es un proceso largo que aún no termina, pero con cada paso espiritual que tomamos, representados por los símbolos del tabernáculo, nos acercamos a Dios y a las maravillosas bendiciones que nos aguardan a la venida de Cristo.
Sin embargo, mientras Dios le daba las instrucciones a Moisés sobre la edificación del Tabernáculo, hubo un penoso incidente abajo de la cumbre, en el campamento de Israel.
Habían pasado varias semanas y todavía no había bajado Moisés de la montaña. Se desesperaron y volvieron a pensar en las costumbres egipcias. "Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido"(Éxodo 32:1).
"Ellos suponían que él había perdido su camino en la oscuridad o perecido en el fuego. El pueblo, vinieron "en contra" como debe ser la traducción, de Aarón para obligarle a hacer lo que ellos deseaban. Los incidentes hacen ver el estado de resentimiento de los israelitas, el cual está en singular contraste con el tono de reverencia profunda y humilde que ellos manifestaron en el momento en que fue dada la ley.
En un espacio de unos treinta días, fueron disipadas sus impresiones… de las escenas impresionantes que habían presenciado hace tan poco tiempo atrás… El hecho es que ellos necesitaban, como niños, tener algo que apelara a los sentidos, algún objeto físico como el símbolo de la presencia divina, que marchara delante de ellos, como había hecho la columna de fuego" (Comentario Exegético, p. 88).
Así apartaron los zarcillos de oro que eran tan populares en Egipto para hacer una imagen para adorar. "Los zarcillos de los egipcios, como se ven en los monumentos, eran platos redondos pesados de metal, y como los anillos que llevaban los israelitas, eran de esta clase, su tamaño y número, en la recolección general, han de haber producido una gran cantidad de metal precioso" (Ídem).
Con el oro fundido hicieron una imagen de lo que ellos pensaban era el Dios de Israel – un becerro. Ha habido una controversia sobre este tema, puesto que se adoraba al toro en la forma del dios Apis en Egipto, pero los críticos de la Biblia alegaban que no se adoraba a un becerro en ese entonces. Pues hace menos de dos años atrás se desenterró un becerro hecho de fundición en Israel que data antes del Éxodo y que comprueba la adoración de este animal en ese tiempo. He aquí la figura:
"Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto" (Éxodo 32:4).
Aquí vemos que no se puede hacer nunca ninguna imagen religiosa, ni de lo que uno piensa es Dios. Noten que no era una adoración a un dios egipcio sino al verdadero Dios al que hicieron esta imagen. Hoy día, "cristianos" hacen imágenes de Cristo, de cruces, de personas y dicen en efecto: "Cristianos: estos son tus dioses que están en la Biblia". Sin embargo, Dios terminantemente prohibió y castigó duramente a Israel por haberle hecho una imagen.
Al ver esta orgía religiosa, Dios le advierte a Moisés que piensa destruir a Israel y darle a Moisés una nación mejor que ésta. Sin embargo, Moisés intercede por Israel y Dios es movido a escucharle.
No obstante, cuando Moisés presencia esta fiesta pagana de su pueblo, se indigna de tal manera que arroja las dos tablas con los Diez Mandamientos escritas por Dios mismo y se quiebran. Este acto es un testimonio de que las leyes de Dios no son compatibles con la mente carnal del hombre sin el espíritu santo de Dios (Romanos 8:5-9). Sólo cuando sean escritas en la mente, libre de la naturaleza humana podrá venir la reconciliación plena con Dios.
Moisés hace derretir la imagen, mezcla el polvo de oro con agua y hace que el pueblo se trague la bebida amarga. Además, todos los que no se juntan al lado de Moisés y se hacen protagonistas de esta rebelión son muertos por los levitas. Así termina la contaminación rebelde en el campamento.
Dios quedó dolido por esta rebelión y desobediencia de Israel después de todo lo que había hecho por ellos. Toma medidas para no estar muy cerca de este pueblo "de dura cerviz" que significa "porfiados en el camino errado". Aparta la carpa de Moisés del resto del campamento y habla "cara a cara, como habla cualquiera a su compañero" (Éxodo 33:11). Esto significa que Dios hablaba abiertamente con Moisés, pero aún oculto en la nube que lo envolvía pues "No podrás ver mi rostro: porque no me verá hombre, y vivirá" (Éxodo 33:20).
De nuevo sube Moisés al Monte Sinaí por cuarenta días y esta vez, es Moisés quien escribe la ley en dos nuevas tablas de piedra. A pesar del lapso a la idolatría de Israel, Dios los perdona y renueva el pacto quebrado por ellos.
Mientras estuvo arriba, Dios le mostró a Moisés sus espaldas, "y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, verás mis espaldas: mas no verás mi rostro" (Éxodo 34:22-23).
Era tal el resplandor de Dios que cuando Moisés bajó de la cumbre, "su rostro resplandecía, después de que hubo hablado con Dios… y cuando acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro" (Éxodo 34).
Ahora el pueblo está listo para construir el Tabernáculo, y el resto de este libro de Éxodo y la gran parte de Levítico están dedicados a desarrollar el sistema de adoración del Tabernáculo y el sacerdocio.
Con este fin, Dios les advierte que no deben trabajar en el día sábado, ni aún para edificar el Tabernáculo. "Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo (sábado en hebreo) consagrado al Eterno; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá... Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó (Éxodo 31:15-17).
No había excepciones: "Seis día trabajarás, más en el séptimo día descansarás; aún en la arada y en la siega, descansarás" (Éxodo 34:21). Además, agrega sobre el Tabernáculo: "Estas son las cosas que el Eterno ha mandado que sean hechas: Seis días se trabajará, más el día séptimo os será santo, día de reposo para el Eterno; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá. No encenderéis fuerzo en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo" (Éxodo 35:2,3).
La preocupación principal era el celo del pueblo de Israel en la construcción del Tabernáculo hasta el punto de seguir fundiendo las piezas en el día sábado. Había muchos trabajadores y artesanos que tenían el fuego de los pequeños hornos de fundición prendidos en sus casas y debían apagarlos también. Dios no habla aquí del fuego para calentar los hogares o los alimentos que son permitidos (Éxodo 12:16).