#058 - Éxodo 24: "La ratificación del Antiguo Pacto y el Tabernáculo"

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#058 - Éxodo 24

"La ratificación del Antiguo Pacto y el Tabernáculo"

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Acabemos de repasar, las leyes del pacto que Dios hizo con Israel. Esto se conocería como el Antiguo Pacto una vez que Cristo viniera y estableciera lo que se llama el Nuevo Pacto (2 Corintios 3:6; Hebreos 8:8).

Ambos pactos serían de tipo matrimonial con Dios como el esposo y el pueblo como esposa (Jer 2:2-3, 32-35; Efesios 5:25-27). Dios deseaba una relación de amor con su pueblo, no de amo y esclavo. No obstante, Israel le fue infiel, y por eso, ahora la Iglesia tiene una gran responsabilidad para no caer como Israel lo hizo (vea Hebreos 2:1-4).

Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que el Eterno ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre de pacto que el Eterno ha hecho con vosotros sobre todas estas  cosas" (Éxodo 24: 7-8).

¡Cuán importantes fueron las palabras de Israel y qué triste que no lograron ni, ser fieles hasta que Moisés descendiera del monte! Cristo nos dice casi las mismas palabras cuando participamos en la Pascua, el recuerdo del pacto que hemos hecho con él. "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama" (Lucas 22:20).

El Apóstol Pablo elabora aún más la similitud entre los dos pactos y la superioridad del Nuevo Pacto: “¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna... De donde ni aún el primer pacto fue instituido sin sangre. Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo Libro y también a todo el pueblo.

Así entra en vigencia el llamado "Antiguo Pacto". Setenta ancianos o líderes de la congregación subieron un tramo con Moisés y hasta pudieron ver a Dios, aunque no “cara a cara” como lo hacía Moisés (Éxodo 33:11). Aun así, Dios no le permitió a "Moisés ver su rostro (Éxodo 33:20). "Los ancianos vislumbraron el resplandor interior de la nube oscura y la silueta de Dios. En vez de quedar espantados, festejan ante la imponente gloria de Dios" (Comentario Bíblico Revisado, p. 134). Algo parecido a lo que Cristo hará cuando venga en su Reino (Lucas 13:28-29; Apocalipsis 19:9).

Además, divisaron la base del trono de Dios. "y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno" (Éxodo 24:10). Ezequiel vio la misma base o plataforma del trono transportable de Dios más tarde: "Y sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso extendido encima sobre sus cabezas…y sobre la expansión que había sobre sus cabezas (de los querubines) se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro" (Ezequiel 1:22-26). También el Apóstol Juan vio el mismo estrado (Apocalipsis 1:6).

Hasta el momento todo se veía bien, pero al pedir Dios que subiera Moisés para recibir las tablas de la ley comienzan los problemas.

Moisés debía delegar la autoridad a Aarón, su hermano y a Hur. Josué acompañaría a Moisés hasta una distancia en la cumbre. Sus palabras sirven como un modelo de la delegación de la autoridad: "Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviera asuntos, acuda a ellos". Vemos que Moisés respaldó a los líderes que quedaban para que no se paralizara la administración del gobierno de Israel. A la vez, la autoridad era “hasta que volvamos”. Es decir, se debe delegar cuando es necesario y no por flojera. Una vez vueltos, se termina la delegación del mando.

Moisés esperó hasta que Dios lo llamara el día sábado. ¡Cuántas cosas debían de haber hablado! Moisés pasó cuarenta días de instrucción y orientación de parte de Dios.

Lo primero que abordó Dios era la construcción del Tabernáculo donde podía morar con Israel. Ya los había acompañado como pilar de fuego en las noches y la nube durante el día, pero era una presencia silenciosa. Ahora Dios había hecho el pacto y Dios era su rey. Moisés era su siervo. Todos los asuntos importantes debían ser consultados con él. Para eso necesitaba una "jefatura" o palacio. Dios entregaría cada detalle de este tabernáculo: "Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis” (Éxodo 25:9).

"El Tabernáculo y más adelante el Templo que se hizo según el modelo del mismo, fueron el centro de la vida nacional israelita. De origen directamente divino, era una representación de valor inmensurable de ciertas ideas que Dios quiso grabar en la mente de la humanidad y un anuncio previo de muchas de las enseñanzas de la fe cristiana" (Compendio Manual Bíblico, Halley, p. 123).

POSICIONES DE LOS OBJETOS DEL TABERNÁCULO

Con respecto a esas "ideas que Dios quiso grabar en la mente de la humanidad" viene la siguiente exposición.

El tema del Tabernáculo de Dios y posteriormente el Templo forma una parte integral del Plan de Dios para la salvación de la humanidad. Es como un plano de construcción y el verdadero cristiano debe saber cuál es el significado espiritual de este Tabernáculo.

Desde que el acceso al árbol de la vida fue cerrado a la humanidad en general, sólo unos pocos han tenido el privilegio de recibir el espíritu santo en el Antiguo Testamento. Durante los primeros 2500 años de la historia del hombre, Dios se limitó a trabajar no con grupos de personas, sino con individuos especialmente seleccionados como Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José.

Cuando Dios escogió a Israel, se colocó entre su pueblo. Sin embargo, el pecado permanecía en los israelitas. ¿Cómo podía la santidad de Dios morar en medio de este pueblo? Fue mediante el sistema del tabernáculo que él estableció.

Fuera del pueblo de Israel, Dios no estaba involucrado directamente con el resto de la humanidad, llamados la incircuncisión. Aun dentro de su pueblo, Dios no permitió el acceso directo a él. Con este fin se diseñó el Tabernáculo.

Alrededor del tabernáculo había una cortina para separarlo del resto del campamento. Ninguna persona incircuncisa podía entrar dentro de las cortinas. Sólo los israelitas circuncidados podían penetrar para acercarse ante la presencia de Dios y ofrecer un sacrificio mediante los sacerdotes.

Sin embargo, los israelitas no podían entrar en el tabernáculo mismo. Solo los de la tribu de Leví, quienes fueron autorizados para la administración religiosa, podían entrar. No obstante, no era permitido para ellos entrar en la segunda parte del tabernáculo, llamado el lugar santísimo. Sólo el sumo sacerdote podía entrar en el lugar santísimo, una vez al año, en el día de Expiación (Levítico 16:2).

Esta forma de adoración a Dios continuó a través de todo el Antiguo Testamento, aunque en los tiempos de Salomón, fue construido un tabernáculo fijo, llamado el Templo para sustituir al portátil. La separación de la humanidad continuó con los gentiles incircuncisos hasta el patio exterior, los israelitas hasta el patio interior, los levitas hasta la primera parte del templo y el sumo sacerdote en la segunda parte templo en el Día de Expiación (Hebreos 9:2-7).

Así el tabernáculo era un símbolo del acceso limitado a Dios. Sin embargo, el sacrificio de Cristo nos abre “el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es de su carne”. ¿Cuál es este camino nuevo que reemplaza la función que desempeñaba el tabernáculo y más tarde el templo? Veremos la función perfecta de cada uno de los objetos usados en el tabernáculo.

EL CORTINAJE

"El cortinaje alrededor del Tabernáculo se llamaba el atrio. Está cerca medía 46 metros de largo y 23 de ancho, con la entrada al oriente. Era de cortinas de lino fino retorcido, de 2.3 metros de alto colgadas a unas columnas de 2.3 metros entre sí, con molduras y ganchos de plata, asentadas sobre bases de bronce. La puerta, al extremo este, de 9.20 metros de ancho, era de lino azul, púrpura y escarlata" (Ídem, p. 127).

Como hemos visto, los gentiles no podían traspasar las cortinas alrededor del Tabernáculo. En cambio, mediante el sacrificio de Jesucristo, esa cortina ha sido abierta en forma simbólica a los incircuncisos llamados por Dios. “Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos (el gentil y el israelita) hizo uno, derribando la pared intermedia de separación (las cortinas del tabernáculo o más tarde la pared del templo que separaba a los gentiles), aboliendo en su carne las enemistades (el racismo religioso entre la circuncisión y la incircuncisión), la ley de los mandamientos expresados en ordenanza (prohibidos de acceso a los gentiles a adorar a Dios mediante los ritos reservados para los israelitas), para crear en sí mismo de los dos (pueblos) un solo y nuevo hombre (la circuncisión ya no es necesaria para tener acceso a Dios), haciendo la paz y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo (la iglesia), matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos (los gentiles), y a los que estaban cerca (los israelitas); porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios. 2:14-18).

Por tanto, la circuncisión física ya no es un factor determinante para el acceso a Dios sino la fe y la obediencia a sus Mandamientos (1 Corintios 7:19, Gálatas 5:6).

Una vez que ha sido llamada la persona por Dios y tiene fraternidad con la familia de la fe, en efecto ha entrado “por las cortinas” al área santa de Dios donde está llevando a cabo su Gran Obra. Ahora uno es un “israelita espiritual” con plenos derechos (Romanos 2:26-29).

EL ALTAR DEL SACRIFICIO

 “El altar mayor para el sacrificio de animales. De 2.3 metros cada costado y 1.38 metros de alto; de tablas de acacia recubiertas de bronce; vacío, para ser rellenado con tierra. Estaba fuera del Tabernáculo, al lado este, cerca de la entrada del atrio. El fuego sobre él fue encendido milagrosamente y no debía apagarse nunca (Levítico 6:9; 9:24). Símbolo de que el hombre no puede acercarse a Dios no como pecador redimido por la sangre. Una “sombra” de la muerte de Cristo” (1 Corintios 5:7; Hebreos 9:13).  (Ídem).

Este altar nos indica que no es suficiente entrar al recinto mismo, de la misma manera que no basta con ser llamado por Dios. Si uno desea acercarse más a Dios, necesita ofrecer su vida a Dios y aceptar el sacrificio de Jesucristo mediante un arrepentimiento profundo y sincero (vea Hebreos 9:13-14). Ese es el sacrificio acepto ante Dios. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es vuestro culto racional (lógico deber)” (Romanos 12:1).